jueves, 20 de octubre de 2011

E L T I G R E

Una vez un nativo salió de caza al monte, se fue muy lejos y en una quebrada vio a un tigre que caminaba hacia él. El nativo se le enfrentó apuntándole con la flecha con la intención de matarle y el tigre acobardado dio un salto hacia atrás, rugió y huyó, el nativo le siguió, pero no le dio alcance.
Cuando de pronto se dio cuenta de que estaba en medio de una manada de tigres, que enfurecidos trataban de devorarle, vio un hueco en la raíz de un árbol, se metió en él y lo tapó con un tronco.
Los tigres se dispersaron y solo quedó un tigre, el más grande con un tigrillo pequeño.
El tigrillo olió, buscó dentro del hueco en el que estaba el nativo, comenzó a escarbar aullando, el tigre también se acercó al árbol para oler y supo que allí se escondía una persona. El tigre reprendió al tigrillo, diciéndole¿ Porqué sigues a la gente?, ese que está dentro del hueco es mi paisano, déjale.
El tigre era ya una persona que vestía una cushma pintada y le dijo al hombre: Sal del hueco, no te haré nada, pues tu eres hombre como yo. Pero, el hombre no se atrevía a salir, luego llegaron otros cinco tigres más a olfatear a la presa. El tigre se quitó la cushma para que el hombre le observara desde el hueco y viera que era nativo como él y en su presencia amarró al tigrillo y a los otros cinco tigres.
Después escarbó la tierra, quitó el tronco y sacó a la fuerza al hombre, que asustado le observaba.
El tigre dijo al nativo: Yo soy tu paisano , no me tengas miedo. Recibe este “piri piri” que te doy y mañana me esperas en tu casa para salir a pasear contigo. Le prestó también la cushma para que parezca tigre y reciba a los tigres.
El hombre se fue masticando el piri piri a su casa, en el trayecto se encontró con muchos tigres, le respetaban porque notaban que había masticado el piri piri y conversaron con él.Solamente el tigre negro no le habló y se detuvo lejos sentado sobre su rabo, mirando al nativo con ojos de rabia.
Cuando el nativo llegó a su casa , saludó a su mujer, suegro, cuñados y demás paisanos, les dijo sobre las visitas de los tigres que iban a venir al Caserío y les aconsejó que se conservaran a cierta distancia de ellos y no les molestaran para no ser atacados.
El nativo rozó, limpió al lado de su casa, formó una plaza y colocó algunos asientos para que descansaran los tigres cuando fuesen a buscarlos. Hasta que cierto día se aparecieron en la casa del nativo una manada de tigres, venían a vistarle, él les invitó a comer, pero ellos no le aceptaron la comida.
El hombre se extrañó y tuvo miedo y le preguntó al tigre porque aquel desaire. El tigre le contestó: Porque cada cual trae su comida, pero además le dijo:No les invites a comer, porque se comerían a tu mujer.
Efectivamente, esa era la razón, pues el nativo vio que ellos traían carne humana: piernas de gente ahumada, sachavacas, venados, monos. El tigre grande traía además sachapapas para su fiambre. Cada tigre extendió en el suelo el envoltorio de hojas y comieron. Terminada la comida se fueron los tigres, pero regresaron a los tres días, van y vienen cada cierto tiempo.
El nativo llegó a casarse con una tigre hembra que le visitaba y con ella tuvo cinco hijos. Un día esta mujer se llevó al nativo de paseo a su casa, era éste un hueco entre las peñas, allí estuvieron cinco meses, sus hijos ya eran grandes.
Los nativos del caserío estaban nerviosos entre tantos tigres que les visitaban, pensaban en aquellas visitas tan pacíficas habrían de tener mal fin.Por eso decidieron matar al nativo, pues muerto él, se irían los tigres. Así lo acordaron y así lo hicieron.
Unos cazadores envenenaron al nativo y murió.Sus dos mujeres, la nativa y la tigre hembra lo enterraron y a los pies de la tumba se colocó un hijo suyo, a la cabecera otro y encima se echaron las dos mujeres una a cada lado.
Sobre la tumba del nativo cuidarían al difunto y le llorarían eternamente.Lloraban sin consuelo día y noche y cuando llegaron los tigres para hacer su acostumbrada visita, las encontraron todavía llorando.
Ellos también sintieron el dolor del amigo muerto, se juntaron todos y comenzaron a gritar, aullar y llorar la muerte del nativo, pasaba ya una semana y seguían llorando sin consuelo, se juntaba a la pena el hambre y lloraron también de hambre.
La mujer nativa tenía hambre, quiso ir al platanal, pero no se decidía por miedo a tantos tigres hambrientos, pidió garantías para su vida y el tigre grande se las dio. La mujer fue al platanal, comió plátanos, sació el hambre y recuperó las fuerzas perdidas para continuar llorando.
Las demás gentes del caserío, también se habían asustado al ver y oir aquel espectáculo, que también eran víctimas del hambre.
Cuando se cumplió un mes de la muerte del nativo, todos los tigres se fueron a sus guaridas, la mujer tigre y sus hijos también se fueron.
La nativa que había quedado viuda, se quedó en el caserío, allí encontró otro marido, paisano suyo, con él se juntó y vivió feliz y los tigres nunca más se aparecieron por e caserío.

LA CIUDAD ENCANTADA

Hace cientos de años había una ciudad muy bonita de calles rectas y elegantes casas, fue la antigua ciudad de Saposoa.
Esta ciudad se encontraba cerca de las nacientes del río Saposoa, pero años después en la época de la Colonia, el Capitán español Lope de Aguirre, aventurero y ansioso de riquezas llegó a ella. Los habitantes al verle con barbas de oro, ojos azules y regia vestidura, se llenaron de espanto y se refugiaron casi todos en el Templo, cuyos ornamentos e ídolos estaban fabricados de oro y plata.
El Capitán Lope de Aguirre que tenía el brazo derecho más largo que el izquierdo y una estatura considerable, aprovechó el temor de los pobladores y se dirigió al Templo donde estaban reunidos y ante su presencia los pobladores huyeron despavoridos al bosque.
Lope de Aguirre entró al Templo y cogiendo los ídolos de oro, salió y cerca de la puerta del templo había un pequeño charco, donde Lope agobiado por el peso de su carga, dejó caer un ídolo, el cual se sumergió en el fondo.
Y pocas horas después el pequeño charco se iba agrandando con un remolino de espumas en la superficie.
Este pequeño charco convertido ya en laguna, tenía como “madre” un toro negro que salía por las mañanas y tardes a bramar furioso. Lope de Aguirre llevando los ídolos que le quedaba se fue a Loreto.
La ciudad fue tragada por la laguna, los moradores bajaron por el río en balsa y canoas en busca de un sitio apropiado para fundar un nuevo pueblo y llegaron al lugar comprendido entre el río Saposoa y el riachuelo Balsayacu donde se establecieron.
En este lugar, sin embargo, vivían mortificados por las nubes de vampiros.
En tales circunstancias, los indios lamistos, atraídos por la caza, hicieron su campamento en un hermoso lugar a orillas del río Saposoa. Y mediante un entendimiento con estos indios, los pobladores se establecieron en este sitio, dando origen a la actual ciudad de Saposoa.
La antigua ciudad de Saposoa, está , pues encantada, convertida en una hermosa laguna a donde nadie puede llegar.

LAS HUANGANAS
Los jabalíes, son los gitanos de la selva. Andan por toda ella en manadas inmensas, acampando por la noche y emprendiendo la marcha a las primeras luces del día.
Son una avalancha incontenible.Una fuerza ciega. El jefe va 50 o 100 metros adelante,guiando a la manada.Es un macho recio, astuto, luego vienen otros muchos, formando como una especie de cuerpo de choque.
Enseguida las hembras y las crías protegidas por columnas de machos por los flancos y la retaguardia. Las huanganas son del tamaño de un cerdo, de color cenizo, con mandíbulas blancas y no poseen cola.
Pasan un río, por mas considerable que sea, a nado. Se empujan unas a otras y cuidan principalmente de las crías a las que las levantan con los hocicos. El hombre les tiene miedo. Cuando oye a las huanganas, inmediatamente se suben a un árbol, desde el cual les caza con armas de fuego o cerbatana.
Procura matar al jefe, al guía, pues la muerte de éste origina confusión y el desbande de la manada. Se cuentan muchas historias de hombres destrozados por las huanganas, de árboles donde se hallaban, a los cuales les derribaban a mordiscones estos enfurecidos animales.
Ni los tigres se atreven a atacarles, se contentan con seguirles y sorprender a las atrasadas, a las cansadas. Por eso acampan temprano, antes que anochezca, encerrando los machos en un círculo de hierro a las hembras y jabatos, y centinelas apostados estratégicamente en torno de la manada amanecen en vela.
Pero, ay del tigre que cae en medio de ellas, en menos de lo que pica un zancudo no queda de él ni su bigote. Cuando el tigre es acorralado por las huanganas, se tumba en el suelo, se hace el muerto y se deja comer por las huanganas.
Manadas batidas por los cazadores, sin guías, sin jefes, salen a veces a los pueblos,aturdidas y atolondradas.
Las gentes hacen entonces una abundante y fácil cacería.Matan huanganas con escopetas, cuchillos, garrotes, luego salan su cuero y la ponen a secar al sol en los patios y huertas, en elevados armazones.(Francisco Izquierdo Ríos)

MISTERIOSA SELVA

De la selva, solo tenía algunas referencias : que hacía un calor maldito y llovía mucho, que sus mujeres ardientes y hermosas podían enloquecer a los hombres.
Algunos amigos me contaron bellas y terribles historias de amor, si te descuidas, me dijeron : la selva te puede atrapar con sus encantos y yo les decía que no eran más que creencias, puras leyendas.
Jamás imaginé que podría vivir en el agua sin resfriarme, aquí el ambiente selvático era agradable y surcar los ríos de la selva.
Con mis amigos Shemeco,Bolches y Rafico armábamos la timba y en las noches de lluvia, los lugareños narraban historias inagotables en la que los chullachaquis juguetones y chichas agoreras compartían el monte con los tunchis y los yacurunas,mientras las botellas con extrañas cortezas maceradas en aguardiente pasaban de mano en mano, afloraban los secretos del monte: pusangas para conquistar a la mujer esquiva, bufeos que se llevaban a sus parejas escogidas o los poderes de muerte del árbol de la lupuna.
Los sábados había que bajar al pueblo al Bar de la Negra,allí la conocí y me impresionó su belleza selvática, su juventud y tristeza que habitaba en su rostro y me enamoré de ella con locura, mejor dicho nos enamoramos los dos y comenzamos a vernos a escondidas en el monte.
Veía que la obsesión de ella por el río era constante y en la quietud del bosque parecía entender el lenguaje que provenía de sus aguas.
Y esa noche, ella mirando al río me dijo:”Mi amor, un día, nos iremos para siempre “.
Pero, yo estaba decidido a sacarla de la selva y llevarla conmigo a Trujillo y cuando le decía esto, solamente sonreía.
Una noche, junto al río contemplábamos en silencio el cielo iluminado, de pronto una manada de bufeos colorados apareció, y comenzaron a saltar sobre las aguas y ella mi “negrita” presa de un extraño temblor se apretó contra mi cuerpo buscando protección y dándome un beso en cada pàrpado me dijo: “Para que nunca me dejes “ y se fue.
Al día siguiente, mi amigo Ishtán me avisó que habían visto a la Negra regresar al río a la medianoche y entrar desnuda en sus aguas. Luego de varios días de búsqueda infructuosa, el brujo en sus sueños de ayahuasca, localizó su cuerpo carcomido por los peces río abajo.
La enterramos, y desde ese mismo día comencé a sentir su insistente llamado. Abrumado por la tristeza y asustado por lo que ya presentía, solicité a la Empresa mi urgente regreso a la ciudad de Trujillo.
Partí en medio de una incesante llovizna en la madrugada y en la curva del puente a la salida del pueblo, por no chocar con un camión hice una mala maniobra y caí al río,luego el silencio absoluto y la oscuridad total que poco a poco se va aclarando y una luz intensa me invita a cruzar hacia mi nueva forma.
Intento avanzar, los latidos de mi corazón tienen otro ritmo, siento la necesidad de vivir en el agua, ya puedo controlar mis aletas y con las ondulaciones de mi cuerpo voy avanzando por la playa. Emito mis primeros chillidos que en el aire de la noche se entrecruzan con los de ella, mi Negra, que me espera en el agua, juntito a la arena y en el centro del río, la manada juguetona nos recibían alegres.
Yo y mi querida Negra,éramos ya unos BUFEOS felices en las profundidades de este río amazónico.

Carlos Velásquez Sánchez