miércoles, 30 de mayo de 2012

LA CAZA DEL PAICHE MAMA

El pescador tomó el arpón, machete , su remo y bajo del  emponado en silencio. La canoa estaba llena con el agua de la lluvia, comenzó a botar el agua, miro detenidamente el rio, su rostro se ensombreció y dijo ya están bajando las palizadas y ha empezado a crecer en las cabeceras.
Cuando llego a  las cochas de las boas para cazar al “paiche mama”, de pronto  sus oídos escucharon el leve ruido de hojarasca que se quiebra, se echo en la canoa para “aguaytar” con mayor libertad y entonces pudo ver un hermoso venado rojo, que nervioso con sus ojos grandes y vivaces, salía del bosque hacia la orilla del lago.
Estiro su cuello, olfateo el aire y elásticamente se lanzo al agua, nadaba con destreza y rapidez, por instantes se detenía para ver la orilla, cuando de pronto algo salto del agua como si fuera un pez y el venado comenzó a chapalear furiosamente, desesperadamente y después de unos minutos se fue aquietando el agua, hasta que el pudo ver que una boa lo iba envolviendo, triturando con sus anillos y luego desaparecieron bajo las aguas oscuras.
El pescador dijo que el venado había elegido mala hora para cruzar el lago, cuando las boas salen a comer, debería haber pasado a medio día.
El canal estaba cargado de una corriente de aguas oscuras, surco la corriente utilizando el remo como tangana, prendiendo el remo sobre la tierra húmeda de la orilla del canal, en los troncos de los arboles, en las grandes aletas de la lupuna y finalmente salió del lago y vio que la superficie estaba cubierta por la huama que le daba la apariencia de un campo de futbol.
Y cuando de pronto vio la burbuja de agua que el paiche forma al respirar. Mientras con una mano bogaba, con la otra agarraba el arpón listo para ser arrojado. Cuando de pronto emergió el paiche mama, debía tener tres metros de largo, es decir era del tamaño de la canoa, pudo distinguir el color plomo de sus escamas brillando con el agua, pudo calcular los cientos o miles de paichecitos pegados al cuerpo de la madre, protegiéndose de las acometidas de las pirañas y cuando levanto el arpón para disparar, el paiche se sumergió junto con sus hijos.

De haber tenido el arpón en la mano lo hubiera picado, pensó el pescador, pero se me escapo, para otra vez será.



¿Saben como cazan las boas en las cochas de la selva al paiche?



Disparan un chorro de agua, expulsándolo desde el estomago con una violencia y una fuerza de la bala de un cañón, el paiche queda atontado o muerto y la boa lo traga enterito.

Pero las boas no solo cazan paiches, también comen monos y guacamayos.

Como por ejemplo, un grupo de guacamayos que estaban comiendo frutos de shiringa en la orilla de una cocha, estando a una altura de 15 mtrs. del agua.

Hasta  esa altura les llego el cañonazo de agua de la boa.


Carlos Velásquez Sánchez

lunes, 21 de mayo de 2012

LA FIEBRE DEL CAZADOR

Cuando un cazador sigue obsesionado una bandada de pavas silvestres, paujiles o de tucanes, o corre tras una manada de huanganas, sale de la trocha y se interna confiado en la selva desconocida, es porqué está poseído de la fiebre del cazador, vence obstáculos, salva atajos, trepa, desciende, corre y salta sin medir distancias ni esfuerzos.
Avanza velozmente, siguiendo al animal que se aleja, no tiene tiempo para meditar, apenas mira el suelo que pisan sus piés, despreciando las espinas que lo desgarran y las ramas que intentan detenerle. Hasta que logra hacer puntería, dispara, hiere y mata, deteniéndose jadeante y satisfecho junto a su presa, la amarra , se lo echa a su espalda e inicia el camino de regreso.
Recién entonces, trata de encontrar el camino, mira sorprendido a su alrededor, luego se orienta y parte en determinada dirección, que supone la más acertada, enmienda los rumbos, rectificándole una y otra vez, se detiene indeciso y experimenta una desalentadora sensación que le enturbia la inteligencia.
Sin embargo sigue y sigue sacando energías de donde no existen, para de pronto haber llegado de nuevo al punto de partida, del  cual había salido horas antes, y se da cuenta de que está ¡perdido!.
Esto lo aterra, porque sabe que está prisionero de la selva y le parece que los árboles tuvieran vida y que se le acercan. El cazador emprende la fuga fatal, desaparece la conciencia y solo vé la amenaza de los árboles que le persiguen, oye ruidos y voces, corre y corre, destrozando sus carnes en las espinas,  hiriéndose en los piés al tropezar con las raíces y los troncos, hasta los fieras y los reptiles huyen a su paso.
Esta agonía al escape es lenta y se prolonga a veces días y noches, hasta que el infeliz cae rendido para no levantarse más.
Generalmente los que se pierden en la selva termina rodando al fondo de algún barranco o sumergiéndose en los chupaderos(pantanos).
Cuando un cazador no regresa a su casa, el mismo día de su partida o durante la noche, la noticia se difunde y cuántos lo conocen se reunen al día siguiente para ir a buscarlo, distribuidos en grupos recorren la selva en distintas direcciones, haciendo frecuentes disparos para dar aviso de su presencia y orientar al extraviado.
Los círculos descritos por los gallinazos que vuelan a gran altura indican que el cazador ha muerto.Los que buscan al cazador perdido se orientan por la bandada de gallinazos que descubren al mirar al cielo y acuden a rescatar el cadáver,  antes de ser despedazado por las fieras.
Los aborígenes resisten muchos días perdidos en la selva  y no es raro que logren salir de ella, siguiendo sus instintos de conservación, pero cuando un civilizado se aventura solo por la selva y tiene la desgracia de perderse, su destino es fatal.
Hay tres cosas que causan súbita reacción en el cazador que huye perdido en la selva: el canto del gallo, el ruido de un disparo y el ladrar de los perros.
Al oir el perdido esos sonidos inconfundibles, el infortunado se detiene de golpe, su cerebro vuelve a funcionar normalmente, desaparece el embrujo de la selva y como guiado por una mano providencial, regresa al lejano campamento o se encuentra con quienes han salido en su busca.
 Carlos Velásquez Sánchez

miércoles, 2 de mayo de 2012

EL CAZADOR EN LA SELVA

Los cazadores nacen, pero tienen que prepararse,sobre todo los que cazan a los animales más inteligentes de la selva como el venado y algunos monos. Los venados tienen uno de los olfatos más finos entre todos los animales de la selva. Pueden oler a sus enemigos a cientos de metros de distancia, aunque el olor del enemigo esté mezclado con el de la zangapilla, el perfume del ushún,  las floraciones de la quinilla, la agridulce fragancia del charichuelo, los humore ácidos de la huangana y las rancias exudaciones del mono choro.
Por eso , los cazadores de venado se preparan bañándose con ajo sacha, tomando renaquilla,  dietando la sal, ají y la mujer, porque solo así el cuerpo del cazador es impenetrable al olfato del venado.
Una noche antes de salir a montear, el cazador toma una purga de ayahuasca con chacruna para ver al venado que será entregado por la “madre de la selva”. Puede verle en la mareación y cantando “marirís” lo puede atraer hacia él, agarrarle los cuernos, acariciarle el lomo , tocarle el hociquillo húmedo y sentir su respiración.
Esa noche , durante la mareación el alma del venado queda atrapado por el cazador y al día siguiente cuando penetra en el monte, el venado le está esperando y muchas veces le sigue para entregarse.
                                               LOS YOBE O CAZADOR

Los yobés aprenden desde muy niños los secretos más íntimos de la naturaleza, conocen las propiedades y los nombres de todas las plantas medicinales, en especial de las plantas madres como el ayahuasca, el toé, la chacruna, el ojé y la lupuna.
Como un maestro se interna en la selva para escuchar en el día y en la noche el canto del huancahui, la melodía del pájaro flautero, el horrible grito de la serpiente shushupe y el canto muy fino e inaudible para los seres humanos comunes y corrientes de los yacurunas que viven en las profundidades de las cochas y los ríos.
El aprendiz de YOBE tiene que caminar en la noche por la selva y poder distinguir como lo hace la shosna o la carachupa, el olor del aguajillo hembra y del macho y más aún no tener miedo de hablar con las “madres” de la lupuna, del shihuahuaco, el renaco y otros grandes árboles.
Una vez que han conocido los secretos de la selva y después de una dieta que puede durar meses o años están preparados para elegir el camino de sus vidas como YOBES, ONARAS ó MUERAYAS.
El Yobe es un viroteador o chonteador que lanza flechas mágicas que pueden cazar o matar  a las gentes, lo mismo que un “mitayero” con su presa.

Carlos Velásquez Sánchez