lunes, 8 de abril de 2013

N A V E G A N D O C O N E L M A L I G N O

( Fidel Viena Meza )

En una madrugada de luna llena, don Ricardo en compañía de su sobrino “Calepillo” cuando surcaban a remo, aguas arriba del rio Amazonas, a la altura de la Isla Tapira Grande, cercana al Aserradero Puritanea de la acaudala familia Vela Larrea, oriunda de la ciudad de Iquitos, capital del Departamento de Loreto, un tunchi maligno silbo estridentemente:” fiiimmmmm”, “fiimmm” entre el tupido cañabraval y ocurrió que don Ricardo, sin pensar en que el difunto le podría responder, rápidamente le dijo : “Oye haragán, lejos de estar vagabundeando a esta hora de la amanecida, ven y ayúdame a bogar así”. Y por toda respuesta, sin más ni más, el espíritu maligno, al parecer materializándose y produciendo miedo, obedeció al llamado, posándose en la popa de la pequeña canoa, haciéndola pesada e impidiendo su normal deslizamiento sobre la superficie del agua, “Calepillo”, como no conocía nada sobre estos fenómenos, no sintió temor, sin embargo, don Ricardo, conocedor de los mitos y leyendas de nuestra selva, con voz ronca dijo :”Boga so cojudo, remo adentro”.

El niño de ocho años, obediente y sacando fuerzas de donde  no tenia, profundizo la hoja del remo y bogo con todas sus fuerzas, tal como lo hizo su tío Ricardo, pero a pesar del esfuerzo, la pequeña embarcación no se movía, ni para atrás ni para adelante, por lo que don Ricardo, reaccionando como buen selvático, elevando aún más su voz y sin mirar hacia atrás, grito.”¡Carajo!, levantando el agua con su remo, amenazando bañarle al intruso maligno.

Y añadió: “ Yo te he dicho que vengas a ayudarme a bogar, no a plantarte en la popa, pedazo de harrrragan”. El maligno, sin más que hacer, se levantó, dejando la canoa como un papelito sobre las turbias aguas del rio mar y ahí nomás, a cinco metros, donde estaba el cañabraval, un fuerte viento, comparado con un ventarrón, se dejó escuchar por un momento y se apartó, dejando atrás a los dos viajeros madrugadores, quienes se dirigían al legendario pueblo de Yucuruchi, que se encontraba a pocas millas de la desembocadura del rio Ucayali.
Ricardo hazañoso, siempre decía no tener miedo, pero en este caso, demostró lo contrario y fue así que, inmediatamente enfilo la proa rumbo a la banda para tomar el rabión (canal del rio), sin porque ni para qué.

El pícaro “Calepillo”, riéndose y atento a todo lo que ocurría, en sus adentros decía:” Que dejado es mi tío, le ha tenido miedo al maligno”. Y por su lado, decidió irse a la popa de la embarcación, lejos del alcance de las manos de su tio para jugarle una broma, diciéndole :” Tío. Como pues, dices que nadie te asusta, pero el “maligno” que ni siquiera le has querido mirar, te ha asustado como a un “ucucha”( ratón de monte) perseguido por el tigrillo. Hemos chimbado el rio por miedo”.
El tío Ricardo, escuchando la osadía de su sobrino, quien le decía la verdad, a tono de risa le amenazo:” Cállate muchacho, horita te voy a dar un remazo por igualante”.

Pero “Calepillo” riéndose, le siguió tildando de miedoso, miedoso, miedoso. Y don Ricardo, como quien aceptaba su realidad, continuo remando en silencio.
Esas son las historias de nuestra misteriosa Amazonia Peruana.

LAS HUANGANAS

En agrupaciones que alcanzan  muchos millares, las huanganas efectúan sus recorridos por la Selva Virgen. So manadas de verdaderas fieras, agresivas y voraces.

Cada manada sigue a un trio de guías que la comanda, obedecen a los flancos que impiden el desbande y es defendida por la retaguardia la cual se bate con los tigres, que marchan casi siempre tras ellas, especialmente el audaz otorongo, ansioso de apoderarse de las crías que van quedando rezagando por el cansancio.

Son muchos los otorongos que mueren destrozados por la retaguardia, cuando desesperados por el hambre, se arrojan sobre alguna huangana no muy retrasada.

El guía principal que marca el rumbo, es un ejemplar pequeño y muy resistente. Nada hay que se oponga al paso de la manada cuando emprende un recorrido, con la mayor facilidad atraviesa ríos caudalosos, lagos, extensiones impenetrables de la jungla.

Inclusive , había ocasiones en que los vapores fluviales tenían que detener su navegación durante horas , a causa de que una masa compacta de huanganas llenaba el rio.

Nada gusta tanto a estos animales como tropezar con un pantano al cual se precipitan como si fueran un aluvión. El fango removido desde el fondo por sus fuertes hocicos constituía el blando lecho en que las huanganas descansaban y dormían plácidamente, seguras de que nadie les perturbara.

Las boas y los caimanes, dueños del pantano, huían al sentir la proximidad de la manada de  huanganas que caía sobre ellos como un huayco incontenible.

La gigantesca boa que era atrapada y cuya fuerza es capaz de convertir en una bolsa de huesos y músculos triturados, era despedazada por centenares de mandíbulas que la herían a la vez.

Y en pocos minutos solo quedaba de la boa, el animal más grande y fuerte de la selva, su piel hecha trizas, pedazos flotando sobre el fango teñido de sangre, igualmente el otorongo era despedazado, de quien solamente quedaba sus bigotes.

 

Carlos Velásquez Sánchez

EL CAIMITO

El caimito pertenece a la familia de las sapotáceas donde abundan árboles o arbustos distribuidos ampliamente en los trópicos de ambos hemisferios. La familia incluye cerca de 800 especies, algunas de las cuales son de valor por sus frutos como los presentes en los géneros Manilkara, Pouteria, Calocarpus, Lucuma.

El fruto del caimito es de un sabor exquisito y se consume habitualmente como fruta fresca, cotizándose bien además en el mercado de exportación, con características que lo hacen ser uno de los frutales tropicales con grandes posibilidades de explotación. Es uno de los frutales caseros más comunes pero pese a su potencial, su cultivo se limita a huertos familiares.

A esta fruta se le atribuyen propiedades medicinales, las cuales han hecho incluso que la infusión de sus hojas sean utilizadas en tratamientos contra la diabetes y el reumatismo articular. en la Selva del Perú existe.