lunes, 12 de agosto de 2013

EL TIGRE NEGRO


Dos nativos habían ido de caza al interior de la selva, en donde los animales y las aves son mansas y abundantes, porque no son lugares frecuentados por los cazadores. Se les presentaron manadas de huanganas y de monos y cada cual siguió tras de sus presas, el menor de los nativos, un muchacho de 15 años, miraba siempre a su compañero por temor de perderse y se tranquilizaba al constatar que los dos iban juntos.

Cuando los ruidos de la manadas callaron, perdidos en la lejanía, los nativos decidieron regresar, el pequeño fue a juntarse con el mayor para que le protegiera, pero grande fue su sorpresa al  ver cerca  de si, no a su compañero, sino a un tigre vestido de nativo, vestía una cushma blanca desde la cintura para abajo y negra de la cintura para arriba y sobre su cabeza llevaba una gorra negra.

Aquel ser fantástico y feroz asusto al joven, pero creyó que había sido conocido del nativo.

El tigre dice al joven :” Vamos a comer guayaba” y el nativo le dice :” Vamos”. Y se fueron a un  guayabal que había al lado del rio y que en tiempos antiguos fue un Caserío, el cual los tigres le hicieron desaparecer.

Cuando cogieron las primeras guayabas, el tigre le dice al nativo:” ¿ Cuál es tu comida favorita? . El nativo le contesto:” Toda clase de frutas, pescado, carne de sachavaca. Monos y venados”.

Y de ti ¿ Cuál es tu comida? Y a esto le responde el tigre:” Mi comida es lo misma que tu comes, pero además yo como gente. Y tu comes gente”.

El nativo le contesto que sí, yo como gente también como tú”

El tigre al oír esto, comprendió que aquel hombre seria un brujo poderoso, a quien el no podría atemorizar ni comer. Y el tigre invito al nativo a visitar su casa, el cual acepto con gusto y allí permaneció dos días. La comida era piernas ahumadas con yuca. El nativo solo comía la yuca por temor a  acostumbrarse a la carne humana y para evitar comerse a su misma mujer al llegar a su casa.

A los dos días vuelve a casa, va invitado el tigre y sus compañeros y cuando llega al Caserío toda la gente huye al verlos por miedo a los tigres.

El nativo les convida masato, los tigres se emborrachan y tocan el tambor, a cuyo son vienen los nativos. Los tigres borrachos no supieron respetar a los nativos y los devoraron a todos.

Únicamente quedo vivo aquel valiente nativo que fingía ser más fuerte que los tigres. Más tarde este nativo superviviente se convirtió en un Tigre Negro y ahora recorre toda la selva.

Carlos Velásquez Sánchez

E L T U N C H I D E L B O S Q U E


En cierta ocasión, Toribio se fue de caza al monte y no tardo en dejarse oír el “tunchi” para darle miedo, pero el ánimo del cazador no se conmovió y siguió adelante.

El tunchi hizo que aparecieran manadas de monos, sachavacas, aves, etc  para que Toribio las siguiera al interior de la selva y se extraviara. Efectivamente el cazador aturdido por la cantidad de animales que vio, quiso cazarlos a todos, yendo de un lado para otro.

Pero, no mato a ningún animal y se perdió en la espesura de la selva. La noche le sorprendió en esta cacería y tuvo que dormir dentro de las aletas de un árbol ”shihuahuaco”.

El tunchi aprovecho la oscuridad para darle mas miedo, pero Toribio se mantenía valiente. Amaneció con una lluvia torrencial y Toribio estaba desfalleciendo por el hambre y ni siquiera pudo cazar una “shicapa”.

Se dispuso  regresar a su casa en medio de la lluvia decepcionado, estaba  perdido, sin encontrar el camino, entraba en las quebradas y volvía a salir de ellas, atravesó cerros, pero no podía llegar a su casa.

A los diez días, oyó ladrar a los perros del Caserío, se alegro y todos los sufrimientos le parecieron pequeños por la alegría de verse entre los suyos y con su novia Paquita que le esperaba amorosa.

El tunchi volvió a molestarle con sus ruidos, esta vez rompió la rama de un árbol alto. Toribio miro a lo alto y de pronto ve descender del cielo al  Rey de los Brujos, este le entrega un poco de piri piri y otro de ayahuasca para que lo siembre y le invita a tomar unas bebidas verdes  en premio de salir victorioso en las pruebas de temor que le había puesto el tunchi.

Toribio al llegar a su casa, siembra el piri piri y la ayahuasca, luego fue corriendo a su cama porque se sentía enfermo. Tuvo dolores en todo el cuerpo y delirios que asustaron a su novia Paquita quien lloraba apenada.

Pero, cuando sano, estaba ya convertido en un Gran Brujo Cazador y Pescador acertadísimo.  Al no temer al tunchi se había hecho acreedor a poseer el poder de los brujos.

Días después se caso con Paquita y fueron felices.

Carlos Velásquez Sánchez

E L B A R B U S H O


Había una vez un chacarero muy trabajador, que todos los días iba a su chacra a cultivar y aparecía a almorzar a las 12 del medio día, luego de come regresaba a la chacra.

El tenia en su choza bastantes plátanos maduros y así vivía trabajando. Hasta que un día se halla con la sorpresa de no encontrar preparado su almuerzo, pasaban los días e igual no encontraba su comida.

Hasta que un día dijo :”Voy a pescar a mi mujer, creo que esta maldita me está sacando la vuelta. Me está poniendo los cuernos.

Y era cierto, porque su mujer le estaba sacando la vuelta con tres enamorados. Uno de los enamorados  se llamaba “Barbusho”,el otro se llamaba “Uno y Otro “y el ultimo se llamaba “Siquiera Uno”.

El humilde campesino trabajaba ya con esa idea de que no encontraba a su comida preparada, ni a su “chapo” preparado, a pesar de que el tenia bastante plátano maduro.

Y dijo :”Hoy volveré temprano, de repente hay algo, pero no creo que mi mujer me haga esas cosas”.

Luego llego a su casa antes del mediodía y su mujer en esos instantes se encontraba con sus tres enamorados y vieron como se iba acercando el marido campesino.

El que se llamaba Barbusho y el que se llamaba Uno y Otro subieron al terrado donde estaban los plátanos maduros y el que se llamaba Siquiera Uno se había escondido detrás de la puerta.

Hasta que entro el marido a la casa y le dijo a su mujer:” Mi amor, hay que comer. Y ella le dijo :” No hay nada marido mío”.

Entonces el marido dijo:”· Voy a subir al terrado a traer maduro para que me hagas a mi chapo” y la mujer le dijo:” No subas marido mío, yo voy a subir”, a la vez que le acariciaba a su marido.

Y la mujer agarro la escalera, empezó a subir y el marido que estaba sosteniendo la escalera para que su mujer no vaya a caer.

Pero resulta como el marido había llegado de improviso, la mujer no tuvo tiempo de ponerse su “bombacha” (calzón) .

Por eso, cuando su mujer iba subiendo al terrado a sacar los maduros, el marido vio que su mujer estaba sin bombacha y le dijo a ella:”Ya le he visto a tu barbusho”, el enamorado que se llamaba Barbusho, pensando que el marido ya le había visto, se arrojo del terrado asustado empezando a correr.

El marido viendo esto le dijo a su mujer:” Así que tu estas con uno y otro y el enamorado que se llamaba Uno y Otro también salto del terrado asustado y corrió.

El marido rápidamente agarro su escopeta y dijo :” Ahora voy a matar siquiera uno y el otro enamorado que se llamaba Siquiera Uno salió detrás de la puerta y empezó a correr.

El marido comenzó a correr tras ellos disparándoles.

Moraleja : Hay muchos hombres que permiten que sus mujeres estén ociosas en su casa. Hay que dejarlas con trabajo y apoyen en la chacra.

Carlos Velásquez Sánchez

EL MONTARAZ


Una vez un montaraz  se fue a cazar animales, muy lejos y no encontró nada. Y de tanto buscar se hizo tarde y encontró un árbol gigante, que el no se daba cuenta, que árbol era y que allí comían los animales.

El montaraz hizo allí su chapana bajo el árbol. Ya era de noche y no llegaba ningún animal, el montaraz se sentía cansado al no oír ningún ruido, le ataco el sueño y se quedo dormido sobre su chapana y durante su profundo sueño  veía que le rodeaban las víboras de todo grosor y se despertó asustado en una montaña en silencio y el montaraz dijo en ese momento:” Algo está sucediendo en mi casa” , soñar víboras es traición, dijo el montaraz aburrido en su chapana.

Hasta que más tarde amaneció y de pronto escucho ruidos arriba del árbol, total que el árbol era un zapote, porque veía que caía zapotes de arriba, que estaban comiendo unos monos.

Y uno de los monos le vio a él y se sentó sobre una rama, cogió un zapote y se puso a golpear la rama.

Este mono era macho y no se daba cuenta que su “trola” (testículos) le colgaba sobre la rama, el mono seguía golpeando el zapote, hasta que de repente le da un zapotazo a su trola y cayo gritando justo donde estaba el montaraz.

 

Carlos Velásquez Sánchez

viernes, 2 de agosto de 2013

OMNIPRESENTES HORMIGAS (III)


Escribe: Jose Alvarez (*)

En artículos previos expliqué la relevante presencia de las hormigas en la Amazonía, y narré anécdotas vividas con varias especies de hormigas. Para quien no los leyó, reitero que las hormigas, junto con los otros insectos sociales (termitas, avispas y abejas) representan entre el 75 y el 80% de la biomasa animal de la selva, superando a todos los mamíferos, aves, reptiles y anfibios juntos, y que se calcula que pueden llegar hasta representar hasta el 30% de la biomasa animal. Una hectárea de bosque amazónico puede albergar hasta siete millones de hormigas. Habiendo hablado del pucacuro, el sitaracuy y el ichichimi, hoy hablaré de los curuinshis, amados en San Martín, por la delicia del abdomen cargado de huevos y esperma de sus reinas y zánganos voladores, apodados “siquisapas” = ‘poto grande’, y odiadas en muchos otros lugares por su avidez devorando el follaje de los cultivos.

Los curuinshis, conocidos por los científicos como Atta cephalotes / A. sexdens, y por los no amazónicos con nombres como hormigas cortadores u “hormigas parasol”, por su costumbre de cargar enormes pedazos de hojas sobre sus cabezas, son las hortelanas de la selva. No porque se alimenten de las hojas que cortan, sino porque en una especie de “huertos” subterráneos cultivan con las hojas masticadas una especie hongos de los que se alimentan.

Cuando uno se las encuentra en el bosque resultan hasta simpáticas, una curiosidad del ecosistema amazónico. Pero cuando les da por entrar en chacras y huertas a buscar follaje, se convierten en una auténtica maldición, porque no es fácil extirparlas. Quienes han intentado excavar sus nidos lo han comprobado bien, pues en algunas colonias las galerías llegan a tener hasta seis metros de profundidad y más de 10 m² de extensión. Sus nidos prominentes se convierten en refugios para muchos animales en zonas inundables durante las grandes crecientes.

Donde la fauna está más o menos intacta estas hormigas son bastante raras: he observado que en el alto río Pucacuro, donde no hay población humana (quizás indígenas en aislamiento voluntario y en muy bajas densidades), los nidos de curuhinsi son muy escasos. Y creo que descubrí por qué: una buena parte de ellos mostraban los signos de la depredación del “yangunturo”, o armadillo gigante (Priodontes maximus), un animal amenazado por la sobre caza y ausente en zonas cercanas a las comunidades, donde más ataca el curuinshi. Otro ejemplo más de que el mismo hombre que maltrata la naturaleza sufre las consecuencias en su misma carne.

Una vez en particular llegué a maldecir a los curuinshis: estaba haciendo unos estudios en la zona del llamado “Ojo de Contaya”, en la Sierra del Divisor, alto río Maquía, cerca de la frontera con Brasil. Con otros dos amigos habíamos acampado en medio del bosque, y luego de una frugal cena nos metimos en nuestras carpas a descansar. Como a la media hora, cuando ya estábamos a punto de dormir, comenzamos a notar un ruido extraño, como un rumor sordo, indefinible.

- ¿Qué es eso? Le pregunté desde mi carpa al guía, un mestizo de Contamana que sabía de selva más que muchos doctores.

- Pues no sé, voy a ver, contestó el contamanino.

Se oyó el ruido del cierre de la carpa al ser abierto, y luego una serie de imprecaciones irrepetibles: ¡P. mare! Salgan inmediatamente de las carpas, está todito cundido del curuinshi!

Me apresuré a vestirme, agarré la linterna y salí: efectivamente, miles de hormigas curuinshi cubrían nuestras carpas, mochilas, ropa colgada, envases en la tuchpa, todo.

¡Hay que sacarlos antes de que nos destrocen todo. Con esas muelas nos huequean la carpa ahoritita!, gritó el contamanino.

En medio de la oscuridad, apenas alumbrados por nuestras linternas, y entre las ramas y raíces que rodeaban las carpas, nos pusimos a sacudir hormigas a toallazos como locos. Pero luego de un cuarto de hora de desigual batalla, nos dimos cuentas que no disminuían, sino que aumentaban.

- ¡Hay que encontrar el nido, siguen viniendo más y así no acabaremos nunca! Gritó el contamanino.

Se puso a buscar entre los arbustos cercanos y, efectivamente, a menos de cuatro metros se encontraba la base de operaciones de nuestros invasores. Era un“zorrapal”, un montón de maleza, hojarasca y otros materiales, amontonados en la base de un tronco de cuyo costado nacían varias lianas.

- Hay que quemarlas, dijo el contamanino. No hay otra forma de acabarlas.

Juntamos hojas y palos secos en los alrededores, y comenzamos a prender por varios costados. El fuego ardía reluctante dada la humedad de los materiales y de la noche misma. Durante más de dos horas luchamos denodadamente con los invasores. El contamanino libró con energía el centro del hojarascal, de donde parecían surgir las columnas frescas de hormigas, y metió fuego más intenso en esa zona.

Por fin, luego de miles de bajas chamuscadas por el fuego, comenzó la retirada hormiguil. Revisamos en las tiendas, y efectivamente, las últimas se estaban retirando, parece que siguiendo órdenes de algún invisible capitán.

Sudorosos, cansados y molestos nos fuimos finalmente a dormir, jurando no volver jamás a montar un campamento sin revisar en los alrededores por nidos de curuinshi.

E L V I S I T A N T E


Lo vimos en la orilla del rio. Llegamos de la chacra llevando plátanos y leña para toda la semana. Mi madre siempre nos recomendaba llevar trozos de capirona, porque es la mejor leña, sale buen carbón y arde muy bien. No vayan a traer yanavarillas, porque parecerían shicapas. Si traen plátanos, que sean los más gordos. Si no hay bellaco, traigan mameluco, no tiene pupo. Me traen cinco pupos de plátano para comer y si hallan ahuihuas, tráiganlos, los comeremos volteados. Callamba también, búsquenme hijos.

Y cuando bajábamos del bote motor, ese meditabundo hombre nos dijo : Jovencitos, me podrían regalar unos cuantos maduritos.

-Cójalos, nomás buen hombre, eso es lo que más abunda en nuestra chacra.

-Por algún caso ¿ Tal vez necesitan un trabajador para su chacra? Nos preguntó.

-Sí, señor- le conteste. Pero tiene que hablar con mi padre, ahorita viene.

Y de esta manera comenzó a trabajar con nosotros. Se llamaba Leovigildo y venia de Pataz en busca de nuevos horizontes. Podía faltarle cualquier cosa menos su coca y paraba chacchando.

Y un día Leovigildo le pidió  a mi papa que desistiera del viaje que iba a hacer llevando frejol en su balsa a vender en Juanjui.

-No vayas patroncito, mi coca amargo anoche y me dijo que te iba a ir mal. Accidente vas a tener en viaje. Malo, malo el tiempo.

-Ja, ja, ja , que inocente eres Leovigildo, creer yo en esas cosas, no faltaba más, dijo mi padre.

-Cierto patroncito, coquita no miente, vas a ver.

Y mi padre acompañado de dos bogas, sin hacer caso a las advertencias de Leovigildo, emprendió viaje en su balsa. Fuimos a despedirle mis hermanos, mi madre y yo y lo vimos alejarse. Leovigildo insistía: Pobrecito patroncito, mal viaje va a ir. Voy a consultar otra vez a mi coquita.

-Eso lo haces , solamente por chacchar, so vicioso, le dije. Pero no me puse a meditar, que los indios aprendieron muchas artes aún desconocidas en el mundo entero, poseían los mejores cirujanos de las civilizaciones antiguas, como los Paracas, que realizaban las famosas trepanaciones craneanas.

En nuestra selva, algunas tribus conocen filtros de amores, al que denominan pusanga y que hacen que el ser amado corresponda y ame con locura.

Una semana después de estos acontecimientos, recibimos una carta de mi padre, en la cual nos avisaba que había sufrido un accidente en la balsa, que casi se rompe la pierna y que en Juanjui estaba en tratamiento. Y luego al sentirse mejor, decidieron continuar el viaje hasta Shapaja, en la cual el frejol tenía buen precio.

Durante el viaje se desato una lluvia torrencial, mojándose un poco el frejol o huasca poroto, luego la lluvia ceso. Descubrieron los sacos, los mismos que se secaron y la lluvia hizo que los granos se hincharan creciendo de tamaño. Y en Shapaja, los compradores se disputaban el producto y lo vendió todo.

El peso había aumentado en un 50%, habiendo mi padre ganado regular dinero y con esto viajaba a Iquitos a comprar mercaderías para traerlos a Tocache y en ese momento mi padre sintió un gran dolor en la pierna que tuvo que irse al Hospital de Tarapoto, luego al día siguiente se embarcó rumbo a Tingo María para poder estar cerca de su familia y mi madre viajo a Tingo María para regresar junto con mi padre, ya restablecido.

Y desde allí mi padre, para cualquier viaje consultaba siempre con Leovigildo y todos los balseros antes de salir de viaje le consultaban también. Su fama creció aún más cuando una vez encarcelaron a una doméstica, culpándola de haber robado a su patrona cincuenta soles y ella negaba ser culpable.

-Yo no toque ningún dinero, se lo juro, mi Cabo . Mis padres me enseñaron a ser honrada.

-Hija devuelve ese dinero que tomaste, seguramente tenías alguna necesidad o si no reconoce tu culpa y lo pagaras trabajando y no iras a la cárcel, le decía el Cabo de la Guardia Civil.

-Se lo vuelvo a jurar señor, no toque ningún dinero. Soy honrada.

Y alguien recomendó a la patrona que consultara con Leovigildo.

-Señora, le dijo este, la coquita no miente. Ella es inocente.

-Pero, entonces ¿ Quién tomo mi dinero?

-Espere señora, la coquita me lo dirá. Humm….Si , señito, fue su esposo quien le robo para emborracharse.

Y la señora fue a su casa y le dijo a su esposo : Ildisho,…¿ Porque dejaste que culpáramos a nuestra empleada? Me hubieras dicho que fuiste tú y no me habría ido hasta la autoridad.

-Yo no fui, ¿Cómo voy a agarrar plata que no es mía?

Me lo dijo don Pocochon, dice que de borracho le contaste, pues, te vio con plata.

-Perdóname mi amor, mi muñeca, es que tenia deseos de tomar y no me hubieras querido dar ni un sol. Eso de ser saco largo, talegario y andar pidiendo dinero a la mujer, esta malísimo.

-Pensar que tuve que culpar a una inocente, voy a pedirle perdón y ojala acepte regresar a trabajar.

-Fue a la autoridad y le narro todo. Dejo en libertad a la domestica y encarcelo 24 horas al ladrón y a su esposa por calumniadora.

Y así desde diferentes lugares llegaban día a día personas atraídas por la fama de Leovigildo, a quien le llamaban el Anticristo.

Muchos naturales contaban, que sus abuelos decían que unos seres resplandecientes trajeron a la selva la palmera que hoy llamamos “shica shica”. Es espinosa y sus frutos son como pequeños coquitos muy sabrosos. Estos seres estuvieron en una tribu por mucho tiempo y analizaban todas las variedades de plantas, insectos y recolectaban algunos.

Les llamo poderosamente la atención al ver a los indios “chacchar coca”. Ellos hicieron lo mismo, la analizaron y llevaron abundante semilla y plantas y fue de esa manera, que hicieron las líneas de Nazca para saber dónde aterrizar y venir sin perderse, luego se internaban por la sierra y selva.

La “shica shica” es  el caramelo de muchos niños selváticos y hoy se le puede encontrar en toda la selva.

Desde allí, por las noches le espiaba a Leovigildo desde lo alto de un árbol de mango y soportaba las picaduras de zancudos hasta que apareció Leovigildo con otras cuatro personas extrañamente vestidos y a la luz de la luna pude distinguir que se tomaban de la mano y empezaban a flotar en el aire, sus cabezas tomaban la forma de un trompo y tenían tres ojos que irradiaban una luz verdosa y sus vestidos eran de una sola pieza de color plateado, no resistí el miedo, creí desmayarme y vi que el ser o sea Leovigildo, al verme caer apunto con una arma hacia donde me encontraba y fui resbalando lentamente y llegue al suelo sin sufrir un solo rasguño.

Leovigildo llego a mi lado y me dijo: ¿Que te paso, patroncito?¿ Que hacías arriba de ese árbol?¿Acaso no sabes que es peligroso estar encima de ellos a estas horas?, pues sufrimos alucinaciones. Es lo que te sucedió. Volvamos a la casa, pero no comentes nada de lo que te sucedió a tu padre, pues te regañaría y azotaría.

Sabía que lo que me decía, era falso y no fue un sueño ni una alucinación.

Desde ese día, Leovigildo desapareció y años después en el Caserío Bolaina, le encontré mal de salud y me  dijo: Iré ya a reunirme con mis antepasados solamente en la parte inmaterial. Yo hubiera querido que mi cuerpo también reposara para siempre al lado de los míos allá en mi pueblo. Mi Boriak querido en mi amado planeta.

Y allí comprendí, que lo que vi en esa oportunidad no fue producto de mi imaginación.

-Dime Leovigildo ¿Que es aquello de tu planeta? ¿ Eres acaso extraterrestre?

-Escúchame, mañanerito. Cada cierto tiempo visitamos tu planeta y nos confundimos con Uds. Nuestro aspecto es similar, como recordaras, solo la diferencia es un ojo demás. Uds. tienen la suerte de contar con especies animales y vegetales, no saben valorar el tesoro que les dio la naturaleza y constantemente los destruyen.

Es el caso de los animales, los exterminan sin reparo, también talan indiscriminadamente los arboles destruyendo la ecología del lugar. Arrojan a los ríos sus desagües, las mismas que van a dar al mar, contaminándolas. También los desechos químicos que van a dar a los ríos y que causan la muerte de muchas variedades de peces y de la fauna en general.

Además de sus grandes fábricas de vehículos, al quemar los bosques, cantidades de dióxido de carbono que destruirán todo vestigio de vida.

Alguna vez cuando no haya vida en este planeta, serán mis hermanos de raza los que harán regresar  a los descendientes de las especies que hemos llevado.

-¿ Cómo es que tienes este cuerpo y no el que vi aquella noche? le dije.

-Nosotros dominamos nuestra mente, es por eso que no me quejo a pesar de que me estoy muriendo. Podemos cambiar fácilmente de aspecto. Todo esto lo hacemos porque Uds. no están preparados para recibirnos tal y cual somos. Uds. aun no dominan sus bajas pasiones, ni sus malos instintos, Uds. asesinan por venganza, por robarse, por pasiones políticas, religiosas, por amor, etc.

Bueno amigo o patroncito como solía llamarte, aquí nos despedimos, solo te pido por favor que me entierres bajo la sombra de una planta de shapaja.

Luego, dio un último suspiro, sin haber salido de su boca un solo lamento. Así termino la vida de aquel extraterrestre que amo mucho a nuestra selva que nosotros mismos intentamos destruir.

Su cuerpo al morir, tomo su real aspecto, era horrible. Lo cubrí con mi colcha para que no lo vieran tal y cual era.

Amigos, todos, aprendamos de Leovigildo e intentemos proteger la naturaleza, caso contrario quedaremos solos en el planeta TIERRA , al desaparecer las demás especies.

Carlos Velásquez Sánchez