jueves, 19 de junio de 2014

EL SUEÑO DEL BUFEO


El bufeo es un tipo de delfín de agua dulce y color rosado que habita entre los afluentes del Río Amazonas. Los avistamientos de delfines de este tipo son raros, sobre todo porque la caza indiscriminada –en décadas pasadas- ha hecho que se encuentre en peligro de extinción. El delfín rosado del Amazonas es hoy una singular especie protegida por las leyes, los pobladores de la cuenca amazónica atribuyen cientos de historias y fábulas acerca de esta especie, casi todas las leyendas coinciden en que los bufeos fueron una vez humanos y que viven en pequeñas colonias en las profundidades del bosque, cambiando de aspecto –sea humano o delfin- solo para atraer nuevos miembros en la colonia.

Esta es la historia de Marco, un joven profesional cuyo trabajo era visitar las comunidades selváticas a lo largo y ancho del Río Huallaga, a fin de realizar proyectos de capacitación social con los habitantes de esos alejados asentamientos. En su trabajo era una cosa común utilizar un medio de transporte a motor o mecánico, para cruzar las caudalosas corrientes del Río Huallaga. En uno de sus viajes la embarcación en la que cruzaba el río fue golpeada por un pesado tronco que hizo que los ocupantes perdieran el equilibrio por el fuerte impacto. Algunos cayeron al agua y fueron salvados, pero Marco no tuvo la misma suerte y fue rápidamente arrastrado por las turbias corrientes del gran río marrón.

Por un momento vio como la embarcación se alejaba de su alcance, su esfuerzo de nadar contra la corriente era en vano y su instinto de conservación hizo que enfrentase la dura dificultad de seguir respirando para vivir. Marco era un excelente nadador, por ello pudo sortear –en un principio- las olas desiguales y las muyunas –remolinos- que salían a su paso. Su única esperanza era de salir nadando hacia la ribera más cercana empujado por la corriente. Para su mala suerte un pedazo de tronco –a modo de proyectil- golpeó su cabeza y perdió la consciencia, mientras ello ocurría vio que la luz de la superficie lentamente desaparecía y la oscura profundidad del río comenzaba a envolverlo. Su vida entera pasó por su mente en segundos, estaba al borde de la muerte.

Para su suerte –justo antes de antes de morir- fue salvado por un bufeo que lo condujo hacia la ribera más próxima, cuando Marco se repuso se percató que se encontraba semidesnudo acompañado de una linda mujer desnuda de largos cabellos de color azabache y aroma atrayente. La belleza y encanto de esta joven mujer lo sedujo por completo e hizo que borrara toda memoria anterior. Marco no recordaba nada, en su mente todo era mágico, con luces de colores, bosques maravillosos y animales fantásticos. La mujer delfín lo condujo a las profundidades de su reino, en donde habitaba una pequeña colonia de bufeos, la gente de este lugar no hablaba, no tenían necesidad de hacerlo pues se comunicaban telepáticamente. Marco era el nuevo integrante y había sido aceptado por todos. Aprendió muy rápido las artes del delfín rosado, se transformaba en delfín o humano y jugaba con su singular compañera de la cual se sentía perdidamente enamorado.

En una noche de luna blanca Marco tuvo un inusual sueño, pues vio que la profundidad del río lo devoraba y tragaba agua hasta ahogarse, despertó y huyó despavorido del bosque encantado, su aterrador sueño había hecho que recobrase la memoria y una vez consciente solo pensaba en huir. En su travesía por pantanos, quebradas y ríos caudalosos fue consciente de las ventajas de ser delfin, su agilidad y rapidez era a prueba de toda dificultad, esta vez el gran río marrón no era caudaloso ni turbio para él, ya que podía nadar velozmente y saltar por sus aguas y hasta tenía una especie de radar para distinguir –en aguas profundas- todo a su paso. Antes de abandonar la selva y retornar a la civilización de hombres se detuvo por un momento recordando a su compañera delfín, a quién comenzaba a extrañar. Era el momento de tomar la decisión de su vida. Su mente le impulsaba a avanzar, pero su corazón le impedía hacerlo. Cuando Marco decidió regresar por ella, es decir al mundo del bufeo rosado, ya no pudo convertirse en delfín, era solo humano. El hecho de cruzar el gran río marrón había sido un viaje sin retorno a su naturaleza humana, por más que intentó nadar desde la orilla todo era en vano.

Cuando regresó a la ciudad –para todo el mundo era una gran noticia encontrarlo con vida- sus familiares y amigos hicieron una gran fiesta en su honor. A pesar de la alegría de los presentes, Marco no podía ocultar su tristeza y nostalgia por la mujer delfín que lo salvó de una muerte segura. En aquella noche de luna llena, cuando todos bailaban, bebían o reían, Marco observó que una hermosa mujer de vestido rosado ingresaba a la fiesta con otras amigas, fue inmediatamente a su encuentro, no la conocía pero increíblemente tenía un parecido a su mujer delfín, con cabellos de color azabache y un atrayente aroma. El flechazo fue inmediato, cuando se saludaron con un beso en la mejilla ella le dijo al oído: “tu amor me ha llamado”. Marco no la dejaría jamás, ella sería en adelante su único destino.

LA CURANDERA DEL BOSQUE


Cuenta la leyenda que en tiempos remotos los sabios curanderos Asháninka, presagiaron mediante sus plantas de poder que una noche de luna llena nacería una gran curandera, pero que ella no se manifestaría sino hasta ser una mujer.

Pasado los años y cuando casi nadie recordaba esa vieja leyenda nació Tila en plena luna llena, para sus preocupados padres era la sétima hija mujer. Desde hace tiempo habían intentado que llegue el hombrecito, pero este nunca llegó. Antonio, el papá deseaba que una mano fuerte le ayude en la caza y con sus cultivos de frutos, pero tenía que conformarse con las manos femeninas de sus hijas. Por desgracia su sétima hija no nació normal, desde muy pequeña era enfermiza y de contextura frágil. Por tal motivo, sus padres creyeron que era fruto de una maldición por haberla despreciado en el momento de su nacimiento, por ello –inclusive- decidieron no tener más hijos. Cuando Tila cumplió cuatro años no caminaba ni hablaba, era una carga que retrasaba toda la faena familiar. Su madre Fulgencia siempre la dejaba en casa encerrada como si se tratase de un animal doméstico. Una mañana el abuelo Clemencio, que llegaba de visita viendo la triste escena de la niña Tila, pidió hacerse cargo e intentar curarla de sus males. Clemencio era un viejo curandero maestro de las plantas y de la ayahuasca, se dice que preparaba remedios en base a hierbas frescas y purgativos, sin embargo luego de llegar a los 75 años, había decidido descansar y ya no convidar plantas, salvo a su familia, desde entonces solo se dedicaba a sus animales y su chacra de naranjas y plátanos.

Don Clemencio cada mañana hacía beber a la niña un preparado para reforzar sus músculos y de alguna forma se las arreglaba para que Tila siempre lo acompañase en su trabajo diario. Una noche tuvo un sueño en donde vio que debía darle una dieta de tabaco con flores de ayahuasca, cada mañana en dosis mínima, este preparado debía ser repetido por siete días. Según su sueño ello despertaría el alma de la niña y activaría la curación de su cuerpo endeble. El sétimo día la última dosis fue bebida al pie de una liana de ayahuasca. Cuando el viejo curandero fue a la quebraba para recoger agua, a su regreso pudo percatarse que la gran liana de la ayahuasca había cobrado vida propia y como si tratase de una serpiente, expusaba el cuerpo de la niña luego que había sido engullida. Don Clemencio cogió instintivamente su machete para proteger a Tila, pero la gran boa ya se había convertido en una gran enredadera de ayahuasca, la más grande que jamás había visto. La niña parecía muerta, estaba húmeda y con puntos de marcas de dientes y sangre en su cabeza. Milagrosamente Tila comenzó a respirar y hablar, su abuelo Clemencio estaba sorprendido y feliz. “Esa maldita boa ha curado a mi nieta” expresó. Luego le curó las heridas de su cabeza, pero las marcas de dientes en la frente le quedarían para toda la vida.

En poco tiempo, Tila comenzó a caminar, al punto de ser una niña ágil y normal, sus padres se alegraron y le pidieron al abuelo que Tila debía regresar a casa. Todo era perfecto excepto por las pesadillas que Tila solía soñar por las noches de luna llena, pues tenía imágenes que no comprendía acerca de espíritus del bósque, ancestros muertos y animales de la jungla. Muchos de sus sueños eran de presagio, pues si soñaba que alguien de la aldea moría, esto ocurría en realidad luego de algunos días. Luego de la separación con su nieta, Don Clemencio pasó algunas semanas muy triste, se dice por eso que sus cosechas se perdieron. Su tierra no sería la misma desde entonces. La noche antes de su muerte, soñó que su nieta Tila se convertiría en una gran curandera cuando llegase a ser mujer, esto sucedería una noche de luna llena cuando en sus visiones sería tragada por el espíritu de la ayahuasca, es decir por la gran boa del bosque.

Algunos años más tarde cuando la aldea realizó la fiesta de iniciación, Tila casi con sus 13 años y otras jovencitas tendría su primera sesión de ayahuasca con el curandero mayor. Cuando Tila bebió la savia de la madre planta tuvo la visión de ser tragada por una gran boa, dentro del estómago de la serpiente su cuerpo murió, pero su alma se hizo muy fuerte. El tiempo se detuvo y la madre ayahuasca le enseñó muchos secretos de las plantas del bosque. Tila aceptó el encargo de la ayahuasca pues esta le pidió que debía curar a la gente de su pueblo, desde entonces, el pueblo recordó la antigua profecía y Tila sería por el resto de su vida, la gran curandera del bosque.

EL TUNCHI LERDO


En tiempos lejanos en los pueblos de la amazonia enterraban a sus muertos agregando a la mortaja del cadáver un cordón grueso que daba la vuelta en la cintura y se prolongaba hasta los pies.
Pues, Toribio, , tras haberse paseado con mucha liberalidad noctambula, retornaba a su domicilio a las dos de la madrugada, en circunstancias en que  el “fin fin”  de un tunche se escuchaba en el trecho  que le faltaba recorrer.
Para eludirlo, desvia su ruta por una calle transversal, pero increíblemente al difunto se le escuchaba mas adelante. Toribio retrocede y agarra otra calle, mas el alma nuevamente estaba silbando enfrente, con disposición de cortarle el paso.
Luego de varios correteos de idas y vueltas, tratando de burlar el asedio, nuestro aturdido trasnochador, rápidamente desplazándose entra en un chiquero, donde numerosos chanchos dormían profundamente.
El tunchi apresuradamente corriendo o volando, se desplaza yendo y viniendo por todos los lados del lugar donde a Toribio le perdiera el rastro. Por fin en su loca desesperación entra al chiquero y se para sobre uno de los chanchos gordos que rozaba su cuerpo con el de Toribio, desde donde en voz alta y nasal a preguntarse por el paradero de su perseguido, que ya se había orinado copiosamente de miedo.
Toribio, entonces hallo ocasión para afilar el animo en contra de su adversario y cogiendo con mucha delicadeza y total silencio el cordon de su blanca vestimenta, lo amarra en el rabo de un chancho.
Enseguida gritando como loco  espanta a los animales que aterrorizados y soplando trompas salen disparados y llevándose al difunto, a quien lo arrastraba y golpeándose la cabeza en el suelo y pidiendo que lo suelten.
Toribio al llegar a su casa les cuenta a su esposa y a sus hijos.,
Ahora no tienes que dormir si no quieres que el tunchi te fastidie en tus sueños, le dijo el mayor de sus hijos.
No, que duerma en medio de nosotros, recomendó la esposa.
En un cuarto y en el suelo, Toribio acepto dormir en  medio de su mujer y de sus seis hijos, pero antes pusieron en la parte inferior de la puerta , un lazo para atrapar al difunto.
El difunto no tardo en llegar y de pronto parándose al pie de ellos, que simulaban dormir, se encontró con el problema de identificar  a Toribio.
En unos instantes mas , pensó que la solución estaba en descobijarlos y cuando se disponía a agarrar la anchísima frazada, todos se levantaron haciendo un gran alboroto.
En su loco afán de escapar, ata un pie en la celada que le urdieron y cae  estrepitosamente sobre las sillas.
Entonces hubiera estado ya a merced de sufrir la segunda atrapada si a sus aturdidos contrarios no les paralizaba excepcional pánico.
El alma que también quedara anímicamente debilitada, se desamarra rápidamente y luego parte por un sendero desconocido.
-Ese tunchi no ha sido inteligente- dijo la esposa.
-Si fue un difunto lerdo, como lo fuera su dueño de vivo.
-Como sabes papa, le dijo uno de sus hijos.
- Me ha hecho soñar, ha sido uno de mis promociones de estudios.
- O sea que los difuntos heredan, le dijo el winsho.
- Si son exactamente,  como fueron las personas en vida unos lerdos.