martes, 25 de agosto de 2015

LA COCHA HUAÑUSHCA Y SU YACUMAMA

Por los años 1,700 , tribus amazónicas se habían asentado en Cocha Huañushca, que era muy temida por los nativos y por la existencia de una boa gigante o yacumama (madre del agua) y este temor se rompe cuando llegaron los españoles al pueblo, don Gaspar López Salcedo y Pedro Vásquez, quienes reubicaron a la población indígena de la quebrada Chocho y la quebrada Juanjuicillo hacia Atun Pampa, al margen del río Huallaga y allí se fundó la ciudad de Juanjuí, de allí esta población fue creciendo y se pobló en las cercanías de Cocha Huañushca.
La Cocha Huañushca tenía sus aguas cubiertas de algas, en sus riberas había árboles frondosos. Todo el mundo tenía miedo sobre lo que habitaba en el interior de la cocha. Cuentan que cuando se acercaban a pescar y a cazar, empezaban los temblores, la coha reventaba, empezaba a soplar vientos fuertes y llovía, los cazadores se aterraban y tenían que salir corriendo de ese lugar, los árboles comenzaban a caer tras ellos.
Cada vez que había fuertes lluvias, esta cocha rebalsaba casi todo Juanjuí, muchos suponían que esta cocha tenía “madre” y su madre era una yacumama que siempre merodeaba por esos caminos y los pobladores le pusieron el nombre de COCHA HUAÑUSHCA que quiere decir AGUA MUERTA.
Los pobladores comenzaron a tener un poco de recelo sobre este lugar por las cosas misteriosas que pasaban y cuentan que unos pobladores encontraron en un camino cerca a la cocha un tronco inmóvil de dos  metros de altura y veinte metros de largo y su cuerpo estaba cubierto de algas y hierbas.
Los pobladores dijeron: ¡Como si no ha llovido, ni ha crecido la quebrada para que este tronco haya amanecido aquí.
¡Qué raro! Y todos se hacían esa pregunta cuando pasaban por allí.
Y al amanecer los pobladores volvieron a sus chacras como de costumbre y la curiosidad estaba en el tronco, pero se dieron con la sorpresa de que no encontraron nada. Solo encontraron flemas por todo el lugar y ellos siguieron esa flema, ya que había hecho un camino hasta llegar al río Huallaga.
Los pobladores comenzaron a decir que el yacumama de la Cocha Huañushca se había ido por el río Huallaga.

Oliver Tarazona Vela


domingo, 23 de agosto de 2015

LAS HUANGANAS

La numerosa familia de las huanganas, emprendió la marcha hacia la gran restinga donde era abundante y fácil de conseguir alimentos de bellotas y raíces.
El gran jefe de largos colmillos iba adelante, haciéndose notar tanto por su tamaño como por el blanco manchón que ostentaba en la frente. A los lados caminaban los machos y en el centro las hembras y sus crías.
Los animales de la selva al sentir el sordo bramido de una tempestad lejana, alzaban la cabeza y olfateaban el viento, comprendían que era la tropa de huanganas en marcha.
Entonces la boas despertaban de sus sueños, huían levantando un torbellino de hojas secas, dejando en el suelo un surco hondo.
Los feroces tigres, erizados los pelos de la cola, con paso elástico se alejaban en direcciones opuestas a las de las huanganas.
Las sachavacas que por la rigidez de su cuello solo pueden ir en línea recta, también huían.
Las huanganas eran el terror de los animales de la selva.
Una boa puede triturar con los anillos de su cuerpo cuatro huanganas al mismo tiempo, pero no puede luchar con quinientas o con mil huanganas.
Antes de haberse preparado para la lucha, ya la manada la habría devorado.
Un tigre puede destrozar una huangana de una dentellada o de un zarpazo, pero, nada más, pues mientras tanto habría desaparecido deshecho en mil pedazos, porque no hay fuerza capaz de luchar contra una manada de huanganas. Por eso, huían los animales de laselva.
El viejo otorongo había vivido mucho y mucho, había comprendido. Ya sus años no le permitían como antes, correr tras el veloz venado, ni lanzarse sobre el lomo de una sachavaca.
Ahora prefería esperar pacientemente frente a la madriguera del majaz o el añuje, sorprender a un venadito o robarles a los lobos de río su provisión de pescado fresco.
En sus años mozos, se atrevió a acercarse al poblado y sacar del establo entre sus poderosos dientes a una ternera, saltando cercos se había retirado sin soltar su presa, haciendo frente a zarpazos a diez perros.
Hasta que  conoció el sabor de la carne del hombre y desde entonces las demás carnes le parecían insípidas.
Por eso, el viejo otorongo podía contar la suerte de muchos caucheros perdidos en la selva. Por eso, el otorongo había sido manchado para siempre en castigo de haber gustado la carne humana, la sarna roía su piel incesantemente.
Ahora ya no se atrevía a acercarse al poblado. El viejo otorongo se limpió la nariz con la lengua: ¡Era tan sabrosa la carne del hombre!
La huangana de edad adulta tiene un carácter muy serio y no pierde el tiempo en juegos de ninguna clase.
Metódicamente osa la tierra, tritura los frutos, masca las raíces y si encuentra algo aprovechable, gruñe avisando a sus compañeros.
En cambio, las jóvenes huanganas, son retozonas y atrevidas, no obstante que las mayores las castigan a hocicazos y con ligeros mordiscos.
Pero nada basta para escarmentarlas y a menudo, entretenidas en simiklar combates con un enemigo invisible, se retrasan de la manada, cosa a la que no se atrevería una huangana de mayor edad.
Esto era conocido por el viejo otorongo, por eso, más que caminar, se arrastraba detrás de la manada a prudente distancia.
Las viejas huanganas notaron indignadas y apenadas , que diariamente se perdían una o dos crías y comprendían lo que ocurría.
El gran jefe gruñe ferozmente. El atrevido otorongo pagaría su crimen.
Cuando la manada de huanganas llegó al bajío de la restinga, su línea se abrió hasta tocar los lindes con el bosque alto, luego el centro penetraba en el bajío y los extremos se iban rezagando.
El viejo otorongo, antes de aventurarse a penetrar en el bajío, vaciló. Su larga experiencia le indicó que allí había un gran peligro, porque no tenía la defensa de los árboles.
Pero, ¿  Acaso, ya era tan viejo que no podría correr veinte veces más rápidamente que la más ágil huangana?.
Cuando el viejo otorongo llegó al centro del bajío, vio que la manada le salía al encuentro. Retrocedió, atrás había otro grupo. El otorongo se dirigió a la derecha, pero, por ahí  también el paso estaba cerrado. Giró los ojos a su alrededor y vio que los grupos unidos habían formado en torno suyo un círculo fatal.
¡Oh, si hubiese un árbol! Tal vez pidiera alcanzar la copa de una palmera, pero eran tan agudas  las espinas y los troncos tan delgados que no encontraría como subir.
Mientras tanto, el círculo de huanganas se cerraba más, alzando sus hocicos armados de amarillentos colmillos.
El otorongo se replegó sobre sus patas traseras, se hizo un anillo y en un esfuerzo desesperado se lanzó hacia la copa de una palmera.
Una de las zarpas del otorongo rozó la copa de la palmera, pero no alcanzó a cogerla y el otorongo en el ansia de vivir, se aferró al tronco sembrado de espinas.
Sintió a lo largo de los brazos y del tórax como se clavaban las espinas, pero no se soltó.
La manada esperaba en silencio, con las cabezas vueltas hacia arriba.
El viejo otorongo sintió que resbalaba y no podía morir así, sin luchar y sin matar.
Se sobrepuso a su dolor y se aferró al tronco. Ya no sentía las punzadas de las espinas. Vio delante del bosque los colmillos del gran jefe y con un largo rugido que estremeció la selva, se lanzó sobre él.
Crujieron unas vértebras que se rompían y cayó sobre el otorongo una masa de cerdos trinchudos, sangre que chispea, dientes que trituran y luego… silencio.
La gran manada de huanganas emprendió su marcha cabizbaja y triste.
Al frente iba otro jefe.
Sobre el suelo removido por la lucha solo quedaban descarnados y sangrantes los cráneos del jefe de las huanganas y del otorongo, que mostraban los dientes en una póstuma amenaza.

Humberto Del Águila Arriaga








miércoles, 12 de agosto de 2015

EL BARCO FANTASMA DEL AMAZONAS

La Amazonia, aquel inmenso territorio mayormente despoblado debido a su inaccesibilidad, ubicado en el oriente peruano y cuyos inhóspitos territorios son recorridos por grandes y caudalosos ríos, es el escenario propicio de una serie de mitos y leyendas (de algunas de las cuales ya no hemos ocupado en anteriores oportunidades). En esta ocasión, toca comentar sobre una historia muy conocida que ocurre en sus aguas. Existe una leyenda que cuenta la existencia de un barco fantasma en el río Amazonas que siempre se le ha encontrado de noche, extrañamente iluminado como si en su interior hubiese un incendio. Los que han podido verlo cuentan que emerge súbitamente de sus aguas sin hacer ruido. Una poderosa luz sale de la cubierta e ilumina a una gran cantidad de personas, con vestimentas antiguas que parecen estar en una fiesta en la que se escucha música. Luego de desplazarse lentamente, desaparece con todos sus pasajeros, sumergiéndose de nuevo en el fondo del río. Testigos del hecho informaron que en una oportunidad, mientras se dedicaban a sus labores de pesca, se dieron el susto de su vida al observar al barco fantasma emerger de las profundidades. Según contaron a un diario local, el barco – el cual ilustra nuestra nota - era muy grande y estaba muy iluminado “parecía que había una fiesta dentro. Asimismo, se escuchaba gente de acento extranjero”. De un momento a otro el barco, aseguraron los pescadores, comenzó a sumergirse y entonces ellos se acercaron rápidamente con la intención de rescatar a los pasajeros de la nave que se hundía, pero se dieron con la sorpresa de no encontrar a nadie en su cubierta. Todo era silencio mientras iluminaba las aguas desde la superficie hasta perderse en las profundidades. No había duda, era una nave encantada. Esta historia se ha repetido en diversas ocasiones a lo largo del Amazonas, con diferentes versiones pero todas con el mismo final. Un misterio que persiste hasta el día de hoy. 


EL MAL DE OJO -CREENCIAS

Existe una enfermedad/malestar que afecta especialmente a menores de edad, en relación inversa a su edad, es decir, a menor edad mayor posibilidad que se enfermen de este mal. Los niños muy pequeños lloran sin motivo aparente, víctimas de un malestar que los médicos no pueden ubicar. Cuando esto sucede, no hay que descartar la posibilidad que el párvulo en cuestión haya sido ojeado y hay que buscar al curandero más cercano para que le haga una limpia.
¿QUÉ ES EL MAL DE OJO?
No hay una opinión unánime, pero la idea central es que al afectado le transmiten “mala energía”, entendiéndose esto por el mal ánimo de la persona que ojeó al afectado; o también se ojea a alguien porque se “antojaron” de él/ella (les gustó mucho) o por la simple envidia (el ojeador quiere tener alguien igual para sí mismo).
Como dijera el agente Fox Mulder, yo también “quiero creer”, pero me cuesta hacerlo pese a que lo viví personalmente, aunque de ello no tengo memoria. Cuenta mi mamá que cuando yo era bebé una vecina de la quinta donde vivíamos me vio por casualidad y enseguida le advirtió diciéndole “Haaay Rosita ya lo ojee a tu hijito, yo tengo mal de ojo”. En la noche el bebé cronista estaba llora y llora, y no había qué lo calme. Por ese entonces felizmente estaba en la quinta su tocaya, doña Rosa Campos, famosa curandera de Bambamarca, que fue a quien recurrió mi mamá para calmar a su bebé y en efecto, luego de hacer la “limpia” correspondiente, logró calmar la desesperación de la pobre criatura.
LA CURA
Para
curar este mal se usa un huevo común de gallina y se lo pasa por todo el cuerpo del afectado, en un ritual en el que se invoca a un anterior curandero/a y por supuesto ofreciendo una oración a Dios y al santo al que se tiene fe. Esto toma un par de minutos y luego que se ha completado el ritual se parte el huevo y su contenido se lo vacía en un vaso con agua. Allí, el huevo se sancocha parcialmente, y según las formas que adquiera se verifica el “ojo”. Difícil de creer ¿no?.

UNA VÍCTIMA


Este mes el mal de ojo regresó a mi familia, pero el afectado no fue ningún humano, sino nuestra pequeña perrita calata. El día sábado estuvo de visita la sospechosa ojeadora, pero para ser precisos recién el lunes vimos que la perrita estaba mal, pues vomitó en la mañana y estaba desganada, y no quiso comer. Por la tarde estaba con fiebre y ya estaba preocupando a la familia, pero también aquí hubo una feliz coincidencia: el hijo de la señora Rosa Campos (mencionada anteriormente) está con nosotros desde el día sábado. Él también tiene el don de hacer limpias y se ofreció a curar a la afectada. Para esto obtuvo un huevo de gallina y con él realizó el ritual correspondiente, invocando a doña Rosita y rezando una oración a Dios. Poco a poco la perrita regresó a su temperatura normal, le regresó el ánimo y dejó de vomitar. ¡Increíble!.

Yo me enteré de todo esto por la noche, luego de regresar del trabajo. En la mesa encontré el huevo usado y me contaron sobre la limpia, y que por ello el huevo estaba lleno de ojos (yo vi muchas burbujas). Ajá... esta era una buena oportunidad para introducir el método científico, así que decidí comparar el huevo usado con otro obtenido del mismo lugar (el refrigerador) y colocado en un vaso similar. He aquí los dos huevos:
Pues si, había una ligera diferencia, el huevo utilizado en la limpia tenía muchas burbujas en la clara, la cual por cierto estaba blanca en algunas partes, como si se hubiese sancochado. Pero luego caí en la cuenta que en mi precipitación por hacer la comparación cometí un error: el huevo “inocuo” no fue sometido a ninguna frotación ni agitación que simule la limpia,y tal vez por eso la diferencia. Bueno, tienen una imagen de referencia, así que pueden hacer la prueba en casa y luego compararla.
EL CURANDERO
Mi curiosidad me llevó a preguntar al curandero cómo aprendió a curar de mal de ojo y me contó que él no sabía que tenía ese Don, sino que fue “descubierto” por un vecino bambamarquino. Hace muchos años, luego de fallecida su mamá, dicho vecino fue a buscarlo porque se sentía mal y estaba seguro que lo habían ojeado. Como ya no estaba doña Rosita, le solicitó a su hijo que le curara, a lo cual respondió:
·         Pero yo no se curar el mal de ojo
·         ¡Cómo que no! Su mamá fue curandera, y seguro que usted también tiene el Don.
Como con hacer el ritual no le hacía ningún daño, el futuro curandero accedió y ... zas, el vecino se curó. Dicho vecino posteriormente se encargó de hacer fama de que Segundo, el hijo de doña Rosita Campos, más conocido como Wicho, también curaba el “mal de ojo” y por supuesto que también el “susto”. Luego de eso ha tenido hasta la fecha “pacientes” regularmente, especialmente los días martes y viernes, que son los días más propicios para las curas. Como este es un Don, no cobra una tarifa establecida, sino que en retribución por el servicio solicita “lo que sea su voluntad”.
Luego que respondió a mis preguntas agradecí al curandero por la información brindada y le di un beso de buenas noches: Segundo Cerdán Campos, mi papá, tiene que ir a descansar... y yo a seguir comparando los huevos protagonistas de esta historia y seguir preguntándome ¿cómo es esto posible?. Si Dios existe, esta debe ser una manifestación de Él.
EPILOGO
La pequeña Cala se mejoró un poco después de la limpia, pero al día siguiente volvió a vomitar, por lo que fue llevada a un veterinario, quien diagnosticó que tenía
parvovirus. Cala todavía está en tratamiento. El viernes será víspera de navidad y le espera otra dosis más de suero... y también una nueva limpia, por si acaso.






LAS HORMIGAS TIENEN NUEVA CASA

(Cuento)
La señora Leonilda Valladares era una buena vecina del barrio El Mirador, de la comunidad Buena Vista, del distrito y provincia Tambopata, de la selva de Madre de Dios. Además era la dueña de una hermosa casita de concreto; y la más acérrima enemiga de todas las variedades de hormigas que había en la región. De las unas porque picaban o de las otras porque mordían, invadían el azúcar o sus postres dulces, destruían los libros de su biblioteca o acababan con las hojas de sus arbustos. Apenas se levantaba, su ocupación principal era buscar los nuevos hormigueros que se habían instalado en su propiedad, porque, para ella,  las hormigas jamás serían bienvenidas. Lo que le preocupaba en esos días, era un “caserón” de hormigas curuhuinse que se habían instalado recientemente.
Las hormigas curuhuinses son aquellos laboriosos insectos que excavan inmensas galerías subterráneas, las cuales le sirven como madriguera y también como campo de cultivo. Entonces recolectan gran cantidad de hojas, y con ellas preparan una masa orgánica especial, sobre la que cultivan unos hongos que les sirven de alimento.
Estas nuevas visitantes estaban acabando con las hojas de  los árboles de castañuela que brindaban una sombra excelente en las tardes de verano. La señora Leonilda inició inmediatamente un frontal y sanguinario ataque contra aquellos tenaces insectos. Empezó echándoles agua hirviente, por los dos orificios de entrada al hormiguero, cada uno de los cuales estaba señalado por montículos de tierra, que las hormigas sacaban del subsuelo.
Sin embargo, a la mañana siguiente, había dos nuevos orificios de entrada, con sus respectivos montículos. Esto no le hacía ninguna gracia a la buena señora Leonilda, pero como siempre solía decir con orgullo, a ella nunca le habían ganado las hormigas;  y esta no sería la primera vez. ¡Por supuesto que no!, pensó. Tomó el recipiente con el menjunje especial, que ella misma había preparado, en base a orines fermentados con rocoto extra picante y lo vertió al interior del hormiguero; y para asegurarse la victoria más completa, añadió ácido muriático y sulfúrico por todos los orificios de entrada. Sin embargo, sorprendentemente, a la mañana siguiente, nuevos montículos de tierra hablaban con claridad del frenético trabajo de sus  enemigas.
La señora Leonilda estaba “hecha una furia”, su cuerpo temblaba, paseaba de un lado para otro con los puños apretados y en su cara enrojecida, sus ojos parecían dos grietas insondables. Cogió una galonera que tenía llena de gasolina, vació el contenido por los orificios de entrada del hormiguero y le prendió fuego. Se escuchó una gran explosión que remeció los cimientos de su casa; no obstante esto no le importó demasiado y, gritó de alegría, creyendo derrotadas a sus tozudas enemigas. Desde luego, que el alevoso ataque causó gran mortandad entre los insectos. Sin embargo, esto solo exacerbó el carácter y la mística de equipo de la gran colonia. Las hormigas se reagruparon, se reorganizaron y reiniciaron con más bríos la tarea de ampliación de su hormiguero. Prueba de ello, al amanecer siguiente, los montículos de tierra rodeaban por completo la casa de la señora Leonilda,; quien no sabiendo ya qué hacer, viajó a la chacra de su hermano Pedro, a pedir su ayuda y consejo. Su hermano, como hombre de campo, recomendó a su hermana plantar yerbaluisa cerca de los hormigueros; asegurándole que con esto sería suficiente para que las hormigas trasladaran su hormiguero a otro sitio, lejos de las plantitas de yerbaluisa. Desde luego, que la solución propuesta por su hermano, no convenció para nada a la señora Leonilda. Ella quería escuchar consejos que tuvieran que ver con ácidos, potentes venenos, fuego o explosiones. Era obvio que su hermano no conocía la testarudez de sus, ahora formidables, enemigas. Lo convenció  para que la acompañara a verificar la situación problemática en la que ahora se encontraba.
Al día subsiguiente llegó al barrio en compañía de su hermano; sin embargo, ambos no podían creer lo que veían: La casa no estaba en su lugar habitual, ésta se había hundido por completo en la galería subterránea de las hormigas curuhuinse.
Como producto de la fuerte impresión, la señora Leonilda perdió la razón. Al comienzo lloró por mucho tiempo, sobre el hombro de su hermano, por la irreparable pérdida. A continuación, como si hubiera asimilado positivamente su desgracia, estalló en una crisis de risa incontenible.
En su delirio, la pobre señora gritaba: “¡Las hormigas han ganado!”,  “las hormigas han ganado!”, “¡las hormigas viven en mi casa!”, “¡las hormigas tienen nueva casa!”,  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”,  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”,  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”,  “¡las hormigas tienen nueva casa!”  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”,  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”,  “¡ja ja ja ja ja ja ja!”…