sábado, 26 de septiembre de 2015

EL TIGRE NEGRO

EXTINGUIO AL POBLADO DEL VALLE
El sector del Valle, es un caserío que pertenece al Distrito de Campanilla, en la que los antiguos pobladores vivieron un periodo de tiempos de terror y angustia por lograr la supervivencia.
El Valle vivó  un tiempo de continuas epidemias que la azotaba, por lo que todos los pobladores decidieron abandonar sus tierras para sí poder salvar sus vidas.
Tiempo después, algunos resistiéndose a abandonar definitivamente sus hogares decidieron volver al poblado, encontrándose con la grata sorpresa que la epidemia había desaparecido y este poblado empezó a repoblarse y a surgir mediante el trabajo que realizaban en sus chacras.
Pero, al parecer, este lugar estaba afectado con una maldición, pues ya no les afectaba ningún tipo de epidemia, porque apareció algo terrorífico, eran dos tigres negros, animales muy inteligentes para capturar a sus presas.
Otros lo consideran  como un animal endemoniado por su voracidad, eran insaciables y sanguinarios que empezaron a devorar poco a poco a los pobladores de este lugar.
Las fieras sacaban a sus víctimas de lo alto de las casas y los devoraban uno a uno, sin poder hacer nada para impedirlo.
Ante tanta matanza, la población que disminuía enormemente en número, decidió protegerse de estos ataques y el único lugar seguro era la iglesia, ya que estaba construida con sólidas paredes y con una altura imposible de ser vulnerada por estos feroces animales.
Ya refugiados en la iglesia, el peligro aún no desaparecía. Si bien es cierto que estaban protegidos de los continuos ataques, pero ya no contaban con alimentos suficientes para poder subsistir más tiempo, pues estaban rodeados por estos feroces animales que cuanto más pasaba el tiempo, se veían más y más hambrientos a la espera de cualquier presa por devorar.
Ante la hambruna que pasaban, algunos de estos refugiados se proponían a salir de la iglesia en busca de alimentos, pero el que abandonaba el lugar, ya no regresaba. Era ferozmente perseguido y devorado por estas fieras´
Los pobladores se desesperaban más y más, ya que sus vidas se estaban convirtiendo en una horrible pesadilla, sin tener alimentos ni agua para poder subsistir por más tiempo.
Una ancianita, viendo el profundo sufrimiento de las personas, pensó en la posibilidad de como librarse de esta amenaza. Ella vivía en la iglesia y conocía todos los lugares y rutas de salida.
Es así que utilizó uno de estos pasadizos secretos y logró salir del lugar sin ser detectada por las dos fieras. Se marchó con rumbo a su chacra donde recolecta raíces de barbasco y se puso a machacarlos, ya con esta sustancia convertida en líquido regresó en forma cuidadosa a la iglesia.
Como había estudiado a diario el comportamiento de los tigres se dio cuenta que siempre cuando tenían sed se dirigían a un depósito de agua que estaba situado detrás de la iglesia.
Entonces, ella muy cautelosa se dirigió sin hacer notar su presencia hacia dicho recipiente, en la que vertió el líquido del barbasco y volvió a entrar a la iglesia por el mismo lugar por el que salió.
Los dos tigres, ante la disminución de la cacería y la escasez de alimento comenzaron a desesperarse, buscando por los alrededores de la iglesia una entrada para atacar a los pobladores.
Cansados los tigres, agitados por el calor se dirigieron hacia el recipiente de agua, la que ya había sido envenenada por la anciana y los dos tigres bebieron el agua, ante la atenta mirada de sus víctimas, quienes esperaban resultados de su plan, para poder salvarse.
Una vez bebido el agua del recipiente, los dos tigres regresaron al frente de la iglesia. Los pobladores no dejaban de mirarlos y con el transcurrir de las horas los tigres, se quedaron profundamente dormidos.
Llegó la noche y no se movían, amaneció y seguían inmóviles, ante esto, unos pobladores se acercaron a ver si el veneno había dado resultados.
Se acercaron temerosos a los tigres, provistos de palos y al llegar a ellos los empezaron a mover, pero ya estaba muertos los dos tigres, producto del envenenamiento con el barbasco y fue así como se libraron de estos dos tigres.
Los pobladores sobrevivientes, pese a haberse librado de los tigres, consideraron que ya habían sucedido demasiadas tragedias y decidieron alejarse para siempre de este poblado.


Oliver Tarazona Vela

viernes, 25 de septiembre de 2015

LA HISTORIA DE LAS TRES LORAS

Por Addhemar H.M. Sierralta (Perú).
 Había una vez una lora que hablaba tres idiomas. Nadie podía creer aquello hasta que una tarde fue vendida por 10,000 libras esterlinas en una casa de antigüedades, ubicada en una de las viejas callecitas de Windsor, por allí donde se dirige la mirada inmóvil de la estatua de la reina Victoria, aquella diminuta soberana de gran relevancia para los británicos. El buen anticuario Elías, dueño del animal, hizo el negocio de su vida.
Un empresario norteamericano le pagó tal suma una vez que comprobó las habilidades del plumífero. El ave lo saludó al entrar a la tienda, en inglés, español e italiano. Y luego reafirmó sus conocimientos e inteligencia cuando al mostrarle sus dedos podía decir los números en las tres lenguas.
El judío Elías, quien era sefardí y vivió en España e Italia antes de recalar en la isla anglicana, entrenó a Pam, la susodicha lora, para que pudiera saludar y despedirse, así como contar hasta diez cada vez que le enseñaba sus dedos. El gringo, maravillado por tal prodigio, no dudó en pagar las 10,000 libras y marchó a América con su valiosa compra.
Lo que no sabía el yanqui es que Elías había entrenado a tres loras, simultáneamente, para que desarrollaran tal habilidad. El las había encontrado un día en su huerta. Claro que también las vendió a otros interesados, uno procedente de Australia y el otro oriundo de Canadá. Las tres loras le dieron muy buena plata.
Como la casualidad juega como el destino, coincidencias extrañas determinaron que las tres loras se fueran a encontrar meses más tarde en un concurso para aves en Las Vegas. Los flamantes dueños de las aves trilingües –todas tenían el mismo entrenamiento y desarrollaron similares habilidades- creyendo ganar el concurso que se convocó, en la ciudad de los juegos y espectáculos inverosímiles, confiaban que sus aves era únicas. Menuda sorpresa se llevarían.
El premio de 90,000 dólares tuvo que ser repartido, puesto que fueron tres los ganadores, y luego del evento, de las carcajadas por las coincidencias increíbles, y de hacerse amigos, los dueños de las parlanchinas loras se fueron a almorzar a un restaurante a las afueras de la ciudad donde degustaron suculentos bifes preparados al estilo del oeste.
En una mesa, frente a los nuevos amigos, almorzaba un taciturno anciano quien observaba a las loras con curiosidad. De pronto se puso de pie y se acercó a las aves y las observó con detenimiento. Sus dueños sorprendidos inquirieron acerca de su actitud. El veterano con parsimonia les dijo :

-       Les doy 100,000 dólares por cada una.
-       ¿ Qué ? – respondieron al unísono el norteamericano, el canadiense y el australiano.
-       Así es, caballeros. Y tengo el dinero en efectivo.
Obviamente que la sorpresa fue mayúscula, y hasta la camarera –una guapa rubia en traje vaquero con minifalda- abrió la boca estupefacta.
La transacción se hizo al momento y el anciano salió con sus tres aves y se dirigió presto hacia la zona de la represa Hoover y de allí marchó a Arizona recorriendo desiertos y pueblitos hasta llegar a unas montañas. Al arribar a una cabaña de cuya chimenea salía un humo blanco fue una robusta y vieja mujer, de cabello cano y sonrisa amplia quien salió a recibirlo. Ambos sonrieron y se dirigieron a la sala con las tres loras.  Colocaron las jaulas en una mesa y se abrazaron emocionados hasta las lágrimas.
Luego el viejo fue a la alacena y sacó unas frutas y colocó una en cada jaula. Eran provenientes del árbol sagrado de los Mayas, aquel que crece y  se encuentra en la ciudad sagrada de Tikal. Con su cáscara verde atrajeron de inmediato a las loras quienes las devoraron. Apenas pasaron un par de minutos cuando las aves se convirtieron en tres hermosas jóvenes, una con cabello negro, la otra de pelo castaño y la tercera de cabellera rubia. Como es de suponer habían roto las jaulas y ya libres se abrazaron los cinco y era un solo de saltos, de lágrimas, besos y gritos de alegría.
El hechizo se rompió. La familia estaba unida nuevamente, después de diez años, y una intensa búsqueda del padre de las niñas –hoy bellas jovencitas- quien recorrió medio mundo siguiendo rastros ciertos y equivocados había dado sus frutos. Su fortuna le permitió hacerlo.
Cuando eran aún niñas, las hermanitas, fueron raptadas por una pareja de extraños que llegó a su pueblo. Con engaños las alejaron de su casa y con maleficios las convirtieron en loras. Así pudieron llevarlas a Europa y  cuando quisieron revertir los efectos mágicos en un momento de descuido escaparon volando. Cayeron en manos del judío quien les alimentó y cuidó, sin saber de la brujería. Aparentemente los raptores querían venderlas y obtener ganancias suculentas.
Las hermanas tenían –como aves- la disposición y facilidad de aprender. Como su circunstancial dueño viajó por motivo de sus negocios a varios países, aprendieron nuevos idiomas.
Por su parte, sus padres desesperados, vieron como las habían convertido en loras pero al tratar de alcanzar a los malvados raptores les perdieron el rastro. Acudieron donde una anciana hada que vivía entre las montañas y fue ella quien les indicó que solo con la fruta sagrada del Tikal, sus hijas, podrían recobrar su forma original.
El padre angustiado siguió a los raptores sin resultados positivos. Y cuando ya había perdido, por el paso de los años, la esperanza de hallarlas, descubrió a las loras en el concurso de marras y no se despegó de los tres nuevos dueños. Estaba seguro que eran sus hijas, su corazón no podía fallar. Felizmente tenía todavía dinero y cada cierto tiempo conseguía le enviaran desde el Tikal frutas, en espera que algún día se obrara el milagro.
Y el día llegó y la felicidad volvió a la familia. Pero lo que no sabían los padres era que los tres anteriores dueños de las loras, movidos por la curiosidad, siguieron al anciano hasta su casa y fueron testigos del reencuentro. Ellos tocaron la puerta para sumarse a la alegría de la familia y al ver de cerca a las jóvenes quedaron prendados de su belleza. Lo mismo pasó con las tres hermanas que se enamoraron de sus antiguos dueños y desde ese día floreció el amor.

Y, como en los antiguos cuentos, las tres parejas se quedaron a vivir en las  montañas y se casaron, tuvieron muchos hijos y vivieron felices por siempre.


miércoles, 23 de septiembre de 2015

SINCHI EL JOVEN OTORONGO

Sinchi, el joven otorongo, señor absoluto de la selva de Chambira, esperaba a orillas del lago, oculto entre la espesura, con los ojos fijos la llegada de un venado.
Tenía que llegar, pues Sinchi sabía que un venado va siempre a calmar su sed en el mismo sitio y el día anterior había visto las huellas del animal en el fango, lo que indicaba que el venado había pasado por allí hacía poco.
Por un momento, Sinchi pensó en seguir los rastros, pero desistió. Era preferible esperar el siguiente día y entre tanto afilaría sus garras en la corteza de un árbol.
Sinchi esperaba y se dejó invadir por el calor y lentamente iba cerrando sus ojos.
Pero, un rumor lo despertó y allí estaba el venado, bebía con las patas delanteras hundidas en el agua.
Sinchi, se preparó para dar el salto, se replegó sobre sus patas traseras encogiéndose todo lo que pudo hasta convertirse en una bola amarilla con manchas negras, pero de pronto el venado desapareció dentro de las aguas, como si hubiera sido arrastrado por una fuerza misteriosa.
Sinchi no salía de su asombro y no podía explicarse lo que había pasado.
Se formó un remolino en el lago y apareció la astada cabeza del venado ya moribundo y emergió otra cabeza negra y larga, era la cabeza de Huácac, el más robusto lagarto del lago.
Huácac, también había estado acechando al venado, horas y horas, sin hacer el menor movimiento, había permanecido junto a la orilla como si fuese un madero podrido y cuando llegó el venado, lo cogió sin más trabajo que abrir y cerrar sus poderosas mandíbulas.
Sinchi, al verse burlado por Huácac, sintió una ira profunda como puede sentirla un otorongo joven, pero, la disimuló y confiado siempre en la amistad que le había unido al lagarto, le pidió compartir la presa.
Huácac, ni siquiera se dignó en responderle. Mirándole de soslayo con una mirada burlona de sus pequeños ojos nadó con la presa entre los dientes a la otra orilla, arrastró al venado a la playa y comenzó a devorarlo.
Y Sinchi dio un rugido de cólera.
Pasaron muchos días y en la selva nadie oía los rugidos de Sinchi. Nadie tampoco lo había visto.
Y todos creyeron que Sinchi había muerto. También lo creyó Huácac y se alegró, porque sabía que Sinchi no le perdonaría la ofensa y tenía miedo.
Por eso, ya se acercaba a la orilla y tan solo esperaba la época de la gran inundación para trasladarse al río, hasta donde no podía alcanzarle la venganza del otorongo, porque el río es muy grande y por él se puede ir a todas partes.
Pero ya que Sinchi había muerto ¿Por qué abandonar el lago? Y Huácac después de tomar esta resolución salió a la playa a secarse y dormir una siesta.
¡Qué agradable era el sol ¡ Estaba ya casi dormido, cuando sobre su lomo sintió un gran peso y un dolor profundo en el cuello. Sinchi estaba sobre él.
El otorongo se había ocultado para saciar su venganza. Huácac se sintió perdido, porque un lagarto en tierra firme no puede luchar con un otorongo, a menos que éste cometa la imprudencia que Sinchi, experimentado cazador, no cometería de colocarse delante de sus mandíbulas.
Huácac se decidió a morir, pero con la valentía que solo sabe hacerlo un caimán. Pero, Sinchi no quería matarlo, prefería contestar una burla con otra burla y hacer que todos los animales se rieran de Huácac e implacablemente le fue devorando la cola, de la cual el caimán estaba tan orgulloso.
Huácac hubiese preferido la muerte.
Cuando el otorongo hubo saciado su hambre y su venganza, de un salto abandonó su presa y se quedó mirándola burlonamente.
Huácac horrorosamente mutilado se precipitó al río y se hundió en las aguas para ocultar su vergüenza, pero tuvo que salir muy pronto, porque las pirañas atraídas por la sangre acudían en millares a devorarlo el resto de la cola.
Tuvo que acercarse a la orilla y hundir su herida en el lodo para resguardarla y esperar que cicatrice.
Y por varios días se vio a Huácac rígido, hundidas las patas traseras en el fango, con la cabeza al sol y a la lluvia, mientras todos los animales se reían de él.
Y llegó la época de inundaciones y era preciso abandonar la tierra inundable, porque las aguas comenzaban a subir rápidamente y los animales comenzaban a pasar y Sinchi se divertía cazándoles porque sabía que no había necesidad de caminar días y días siguiendo el rastro de las huanganas para comer algunas.
Pero, las aguas subieron más pronto de lo que Sinchi  esperaba, Ya no podía pensar en bordear el lago, porque el gran bajío estaba lleno.
Y para salvarse necesitaba pasar a la otra orilla, pero en el lago estaba Huácac.
¡No importa! Una vez más se burlaría del lagarto y atravesaría el lago.
Silenciosamente al promediar la noche, se acercó Sinchi a la orilla, poco antes había estado rugiendo en un sitio distante para hacer creer a todos que cazaba.
De este modo, Huácac estaría desconcertado.
Se acercó al lago y sin hacer el menor ruido, se hundió en el agua y nadaba silenciosamente.
Le faltaba poco para llegar a la orilla, pero notó que tras de él, acercándosele, surgía una cabeza oscura y Sinchi se apresuró. Ya tocaban sus patas el fondo del lecho del río, cuando sintió un gran dolor en el anca. No se equivocaba, era Huácac, había cerca unas raíces y con las garras se prendió de ellas.
Era ya tiempo, porque el lagarto lo vencería en su elemento.
Hizo Sinchi un supremo esfuerzo y salió a tierra firme arrastrando al pesado lagarto. Que hacía también esfuerzos para arrastrarlo hacia el agua.
Sinchi se volvió rápidamente y clavó sus garras en el cuello de Huácac. La sangre de ambos animales se mezcló.
El lagarto se sentía morir, apretó sus mandíbulas y los huesos de Sinchi crujieron al romperse.
Un zarpazo más y Huácac murió. Con los dientes apretados, Sinchi también moría.
Pero antes reunió  las fuerzas que le quedaban y lanzó un rugido sonoro que hizo saber a todos los animales que Sinchi había muerto como un guerrero.
Al oír el rugido, acudieron las luciérnagas y rodearon el cuerpo de Sinchi a modo de pequeñas luces funerarias.
Humberto Del Águila Arriaga


EL MASATO

El masato es una bebida tradicional de la región andina desde antes de la llegada de los españoles al continente americano, y todavía es muy popular en algunas áreas de Colombia, Perú y Venezuela.
Al principio, eso de cereales fermentados no me sonaba muy apetitoso, hasta que recordé que la cerveza, una bebida que me encanta, también se prepara con granos de cebada fermentados.
Los colombianos de Cundinamarca, Santander Tolima y Boyacá son expertos en elaborar masato, principalmente con arroz, pero también con trigo o maíz, mango o piña. Por si se animan a hacerlo, solo tienen que preparar un almíbar con clavos y canela, y en otro recipiente, ablandar el arroz. Después se cuela, exprimiéndolo para sacarle el almidón, y se desechan los granos. Se incorpora el agua de arroz al almíbar y se cocina revolviendo con una cuchara de madera. Cuando se sirve, bien frío, resulta parecido al postre de arroz.
En Perú, sin embargo, el masato se prepara con yuca y boniato o camote, cocido y triturado con un cucharón de madera. La bebida de yuca se toma con diferentes grados de fermentación, y en muchas comunidades indígenas se considera ofensivo no beberla cuando la brindan a un visitante.
La manera tradicional de prepararla, antiguamente, era masticando la yuca y escupiéndola después, algo que, por supuesto, ya no es así. En la actualidad se prepara cociendo yuca con agua y azúcar y mezclando este preparado con aguardiente, antes de dejarlo fermentar. A la semana se puede colar y beber.
Por último, en Venezuela, esta bebida se prepara con arroz, especias y el guarapo de piña fermentada. Se consume mucho en el estado Táchira, donde fermentan arroz, clavos, cerveza, azúcar y geranio en una vasija de barro por tres días y luego lo beben acompañado de pastelitos de yuca.
Lo más parecido a eso que yo he probado es la garapiña, que mi padre preparaba fermentando cáscaras de piña en agua, en un recipiente de cristal tapado con un lienzo, y luego servía bien frío en las noches de verano. A mí me encantaba, por eso me gustaría probar el masato, es algo que tengo pendiente para cuando visite Colombia, Perú o Venezuela.
Masato
Es una bebida tradicional de la selva del Perú que junto con platos como el juane o eltacacho con cecina, son de los más representativos de la gastronomía amazónica.  Se prepara a base de yuca sancochada, machucada y fermentada.
En algunos poblados la chicha de yuca es llamada con palabras quechuas como Inti rumu asua, masato cutipado, o allpa rumu asua, por lo que el nombre masato pudo ser originado allí para nombrar la bebida.
El masato originalmente era preparado por las tribus nativas de la selva, quienes  luego de sancochar las yucas las colocaban en un batán para machucarlas con un mazo de madera. Posteriormente mezclaban una parte con el agua de la cocción, el resto de las yucas machucadas eran masticadas por las mujeres de la tribu, con el objeto de que su saliva produjera las enzimas para la transformación de los almidones de la yuca y la posterior fermentación. Este producto luego era mezclado con la yuca con agua y colocado en depósitos cubiertos con hojas de bijao o plátano para terminar de fermentarse por alrededor de una semana.
Los nativos consumen el masato como una bebida alcohólica especialmente en sus celebraciones tradicionales. Se consume también como  refresco para saciar la sed cuando está a medio fermentar. 
Es costumbre que las tribus reciban al extranjero  ofreciéndole una vasija con masato, y este debe por lo menos beber un sorbo para ser bien atendido, de lo contrario lo tomaran como una ofensa y tendrán desconfianza de él.
Existen cuatro tipos de masato de yuca: mezclado con azúcar o miel, mezclado con caldo de caña, mezclado con camote, y el masticado y mesclado con saliva.
El masato se prepara en las ciudades de la selva de forma comercial  utilizando levaduras de pan para la fermentación de la yuca, no es usado el método de masticar de los nativos.
El Diccionario de Gastronomía Peruana Tradicional de Sergio Zapata Acha, menciona que según el vocabulario de Tovar (Vocabulario del Oriente Peruano de Enrique Tovar),  el masato….es la chicha de nuestros salvajes…. Pero además de masato de yuca, se hacen por algunas tribus masato de pijuayo, masato de chonta, etc.



EL RENACO

El Renaco es un árbol que crece en tahuampas y bosques acuáticos, durante los inviernos de la Amazonia, aglomerándose en decenas, centenas y miles de renacos que forman renacales. Los renacos son árboles latos con muchas ramas, pero sobre todo con muchísimas raíces que se hunden profundamente en los suelos que llegan hasta ojos de agua, por eso los renacales son inundables, porque las raíces del renaco buscan el agua, y sirven de madriguera para serpientes constrictoras que se camuflan entre las formas alargadas y retorcidas de los troncos. El renaco presenta y simboliza el espíritu del hombre del bosque en la amazonía, como el renaco, nosotros los hombres y mujeres de la amazonía hundimos nuestras raíces, hasta el fondo de la realidad. Nos fijamos en el suelo, buscamos los ojos de agua, es decir nos enraizamos en nuestra propia realidad y buscamos nuestra propia identidad en el ojo del agua de nuestras creencias y en el legado de nuestros ancestros. Como las raíces del renaco, que tienen formas caprichosas y retorcidas, como si la madre del bosque los hubiera estrujado, haciendo que se asemejen a las anacondas, a otros animales o a las formas humanas, el espíritu del hombre y de la mujer del bosque se parece a estas raíces, son espíritus muchas veces atormentados que se retuercen de dolor, de rabia que hacen esfuerzos por sobreponerse a las dificultades de la vida, como el renaco a las dificultades de la naturaleza. El renaco es también egoísta como el hombre, no permite que ninguna otra especie de árbol crezca junto a él, a fin de evitar que le dispute el espacio del aire y del sol, del suelo y del agua, si un cedro, una caoba, un shihuahuaco, o un tornillo crece junto a el de una semilla que el viento izo volar o un guacamayo arrojo con sus heces, el renaco lo abraza, lo ahoga y lo mata, por eso el renaco se llama también mata palo.
Carlos Velasquez Sanchez



lunes, 7 de septiembre de 2015

LOS CELOS DEL TIGRE

Una joven tigresa, herida por la flecha de un indígena, se arrastraba penosamente, mientras que de su “chucho” se colgaba su cachorro.
La tigresa veía avanzar la inundación y se enderezó rápidamente. Cogió a su cachorro entre sus mandíbulas y sin temor a los lagartos, sin miedo a las pirañas, se lanzó a las aguas y nadó oblicuamente contra la corriente.
La inundación arrastraba árboles que avanzaban rápidamente empujadas por la corriente y la tigresa esperó de frente la embestida y sus garras desfallecientes ya, se clavaron como garfios a un tronco, mientras que con un brusco movimiento de su cabeza arrojó a su cachorro sobre la isla.
Después sus garras se aflojaron, resbalaron y se soltaron. La inundación pasó por encima de la tigresa, mientras el cachorro huérfano y hambriento, maullaba desesperadamente.
Dos días después, frente al tambo del Curaca Shanqui y Yúrac, la hija única del curaca encontró un cachorro de tigre moribundo.
Le pusieron por nombre Yana, porque su piel era oscura y Yana era de la variedad más feroz de tigres negros de la selva amazónica.
Yana , se había convertido en el compañero inseparable y en el guardián celoso de Yúrac.
Yana , cuando cazaba un añuje o un venado, corría en busca de Yúrac y le tiraba su presa como un  presente y se arrastraba a los piés de la doncella. Yúrac le acariciaba la cabeza y el tigre ronroneaba como un gato engreído.
Una vez, después de dos días de fiesta, toda la tribu descansaba, cuando Yana comenzó a rugir furiosamente y a sus rugidos despertaron los guerreros y empuñaron sus macanas y rejones, porque una tribu enemiga invadía el poblado y prendía fuego a las chozas de paja.
Yúrac, asustada por el combate y los incendios, corrió a refugiarse en el bosque, pero un guerrero enemigo la siguió y la arrastró cogiéndola por los cabellos.
A sus gritos, Yana, que distinguía su voz entre cientos, acudió rápidamente y de un solo manotazo mató al raptor. Después, poseído de una furia terrible, se lanzó en medio del combate.
Cada dentellada suya rompía un cuello, cada manotazo abría un pecho.
En el combate, los de la tribu sentían crecer su valor y los enemigos poseídos de un temor supersticioso, huyeron dispersándose en la selva. Y el curaca asesorado por el brujo, con palabras rituales, consagró a Yana como animal sagrado de la tribu.
Hasta que un día el brujo anunció que había llegado la época en que los jóvenes guerreros se disputasen a Yúrac.
Diez jóvenes guerreros entre los cuales destacaba Sinchi, el fuerte aspiraba a ser esposo de Yúrac. A una señal del brujo se lanzaron al agua, para alcanzar la otra orilla.
Desde un principio, Sinchi aventajó a los demás. No en vano sobre su pecho colgaban numerosos collares de dientes de los enemigos que mató en los combates y se colgaban como cabezas disecadas y reducidas.
Pero, de pronto, surgió Yana que llegó a la meta mucho antes que el guerrero Sinchi.
Sinchi fue proclamado vencedor de la prueba. El curaca frunció el entrecejo.
Detrás de la raya, que estaba marcada en el suelo, se alinearon los guerreros. Sinchi, dio el primer salto y siguieron los demás aspirantes, pero ninguno pudo superar ni siquiera igualar la distancia que ágilmente saltó el joven guerrero.
Entonces, sucedió algo extraordinario, Yana se colocó en la línea y dio un salto elástico y elegante, abatiendo la victoria de Sinchi por una distancia dos veces mayor.
La voz sabia del brujo, advirtió a la tribu que el tigre sagrado se oponía al enlace de Sinchi y Yúrac, lo que era una prueba de que el Gran Espíritu repudiaba esa unión.
Pero, todos los guerreros, lanzaron un grito de protesta contra las advertencias del brujo y Sinchi fue proclamado vencedor.
Orgulloso con su victoria, impuso sus manos sobre la cabeza de Yúrac, que la inclinó en señal de sumisión y se mostraba muy feliz.
Cuatro ancianos condujeron a su tambo a la joven casada. Tambo que aún nadie había habitado, el cual tenía una tarima llena de pieles de tigre y de venado.
Poco después, escoltados por los guerreros, llegó Sinchi y cuando éste entró al tambo, todos se alejaron y la tribu entera en torno a una hoguera, se entregaba a la embriaguez de una danza sensual.
De pronto, escucharon gritos espantosos de terror y muerte que dominaron el estruendo de la fiesta.
La tribu en masa, liderada por  el brujo, corrieron al tambo de los jóvenes esposos y al fulgor de las antorchas vieron sobre el lecho nupcial los desgarrados cadáveres de Sinchi y Yúrac y al tigre Yana, que rugiendo sordamente, lamía la sangre que escapaba del pecho de la joven esposa.
Así murió Yúrac, según dijo el brujo por desobedecer a los mandatos del Gran Espíritu.

Humberto Del Águila Arriaga

EL SAPO Y EL PAJARO

Eran dos seres muy distintos, dos animales de mundos distintos.
.Uno era un ave, frágil, de vuelo sosegado y alto, de plumas tibias y compleja estructura. El otro en cambio era un sapo, un animal anfibio al que le importaba el agua más que a todo en el mundo. Caminaba dejando huellas de humedad y su canto bajo la lluvia era una canción feliz.
Eran dos individuos diferentes, el ave comía poco, le gustaba comer lo necesario, era un ave de plumaje impreciso, volar de aquí para allá era su destino, un día aquí, un día allá; siempre en espera del amanecer para volar.
El sapo en cambio, sabía perfectamente lo que quería, engullía cuanto insecto encontraba en su camino, se había establecido en un pozo y se soleaba sentado en una gran piedra largamente. Su vida estaba atada a esa piedra húmeda de la entrada del aquel hoyo. Y con el tiempo y su esfuerzo compró los otros pozos vecinos, era un sapo hábil y afortunado.
El sapo era sedentario, estable, permanente;  el pájaro en cambio era nómada, errante, vagabundo. Los dos se sabían diferentes, se miraban distantes sin sentir envidia, el sapo feliz con sus pozos, el ave feliz con el cielo, aunque no le pertenecía lo sentía suyo.
Cuando la lluvia caía y arreciaba, el anfibio croaba de felicidad y se cobijaba en su pozo; el ave en cambio temía mojarse las alas y buscaba protegerse en cualquier lugar. Cuando el viento soplaba fuerte el sapo se aferraba temeroso de las piedras cercanas al pozo; el pájaro al contrario era feliz y se dejaba llevar por la corriente.
Los dos eran muy distintos, pero vivían en el mismo mundo, uno en el agua, otro en el aire, tan distintos y eran hermanos. El sapo hábil casando moscas, anunciaba las lluvias y se sumergía en el agua con asombrosa facilidad. El pájaro era un volador formidable, veía el mundo desde donde pocos podían verlo, desde lo más alto, veía paisajes que los ojos del sapo no alcanzaban a ver, eso le daba un horizonte amplio, era un pájaro enamorado.
En el país de los anfibios el sapo era admirado, era querido y estimado, su paciencia esperando en la oscuridad de la poza para que las moscas sean atrapadas por su lengua viscosa era siempre pregonada. Nadie más que él para dar saltos largos y para nadar en cualquier charco, habilidades que el ave no tenía y que nunca las tendría.
Cierta vez el ave intentó imitar al sapo y se lanzó a un pozo profundo para nadar como lo hacía el verdusco animal pero sus plumas se mojaron, su cuerpo se entumeció y fue varado como un frágil papel por las olas que el viento hacía y se salvó de morir de milagro.
El ave era apreciada por otras habilidades, su canto era mágico, era poesía en la mañana. Su grácil manera de volar no podía ser imitada por ningún cuadrúpedo, ni siquiera los insectos podían imitar su vuelo y las piruetas que hacía con sus plumas siempre sorprendían.
Al comienzo el sapo y el pájaro no se llevaban muy bien, creían que sus diferencias eran insalvables, pero cierto día encontraron la forma de ayudarse mutuamente y desde entonces el ave tomaba al sapo del lomo y lo llevaba largas distancias usando sus alas, por su parte el sapo capturaba insectos que eran un deliciosos banquete para el ave.
El sapo anunciaba las lluvias y así el pájaro cuidaba su plumaje. El pájaro desde lo alto le anunciaba los peligros cercanos al sapo y se hizo una feliz armonía.
Desde entonces el sapo y el pájaro viven en un mismo lugar, una casa vieja con un patio descolorido en donde hay una fuente y desde donde se escucha cada día muy temprano desde el tejado el trino del ave que ha empezado a envejecer de tantas veces que las alas le fallaron. Y también se oye el croar feliz, desde la fuente, de un sapo cada vez más gordo por la vida sedentaria.
Y mientras tanto van pasando los días y mientras tanto va pasando la vida, la vida, la vida.
Carlos Velásquez Sánchez


LA HUANGANA O CHANCHO DE MONTE

Nombre: Huangana
Nombre Local: Huangana, chancho de monte
Nombre Científico: Tayassu pecari

Características:
1.    Peso: 30 Kg. Tamaño: 100cm
2.    Cuerpo gris con una mancha blanca en la base de la boca.
3.    Sin plumas en la cara, piel azul.
4.    Adultos y subadultos usan secreciones glandulares de sus espaldas para marcar árboles y rocas en sus territorios, frotándose contra ellos. Emanan un olor fétido en especial cuando son alarmados.
5.    Viajan en grandes grupos de 50 hasta 300 individuos.
Hábitat y Comportamiento: Gregarios. Los grupos viajan grandes distancias visitando cada área por horas o días. Nocturnos y diurnos. Limitados a grandes áreas de bosque maduro con poca perturbación humana.

Alimentación: Sus dientes están adaptados para comer una gran variedad de alimentos, incluyendo frutas, raíces, hojas, hongos, huevos, gusanos, caracoles, insectos, anfibios, lagartijas y culebras.

Hábitos Reproductivos: Cada grupo de huanganas se subdivide en pequeños grupos familiares. El número de hembras puede superar al de machos en una proporción de 3 a 1. Tienen de una a 4 crías que dependen de sus madres durante 24 semanas después de nacidas. Las huanganas pueden caminar y correr una hora después de haber nacido. Ambos padres y otros miembros del grupo cuidan a las crías. Esta especie puede vivir hasta 13 años en cautiverio.

Curiosidades: Las huanganas se comunican por vocalizaciones de baja frecuencia, sonidos de sus dientes que pueden cambiar dependiendo de la actividad. Cuando se alarman por la presencia de un depredador – un jaguar o puma – el grupo se dispersa en distintas direcciones.
La huangana (Tayassu pecari) es un caso clásico de  ingeniero ecológico. Dan forma al suelo del bosque mientras transitan ruidosamente en manadas de 20 a 300 individuos, un fenómeno único en la Amazonía. Estos cambios en el ambiente físico crean nuevos nichos que mantienen la variedad de la vida silvestre, incluyendo plantas, anfibios y reptiles, mientras dispersan semillas a través del terreno. Adicionalmente, son presas importantes para los jaguares y otros animales mayores, ¡incluyendo a los humanos! 
Debido a que las huanganas se desplazan en grupos de semejante tamaño, requieren de extensos ecosistemas que los cobijen. Esto los hace particularmente vulnerables a la deforestación y fragmentación de hábitats. Nuestro trabajo en los paisajes considera estas necesidades de grandes extensiones a la hora de planificar acciones de conservación. 
Empezamos con investigaciones sobre huanganas 1980 y desde entonces el compromiso para conservar esta especie de importancia ecológica ha sido constante. En el 2008 llevamos a cabo un Ejercicio de Planificación de Largo Alcance (Range Wide Planning Exercise) para la huangana a nivel regional, reuniendo a expertos y conservacionistas para planificar acciones futuras de manera conjunta. En Perú trabajamos la caza comunal sostenible en el paisaje Yavarí-Samiria y apoyamos el trabajo de Richard Bodmer relacionado a la certificación de pieles de huanganas en diversas comunidades de Loreto. Con estos trabajos queremos manejar las poblaciones de huanganas desde un enfoque ecosistémico y diversificar el acceso de las comunidades locales a otros medios de vida. 

10 datos sobre las huanganas:

1.    También conocidas como “pecarí de labio blanco” o “chancho de monte”. Se le reconoce por su pelaje marrón o negro y una mancha blanca alrededor del hocico.
2.    Se encuentra categorizada como Vulnerable por la IUCN e incluida en el apéndice II del CITES. 
3.    En Perú están clasificadas como Casi Amenazado según el DS 004-2014-MINAGRI.
4.    Mide en promedio 55cm de altura y hasta 1m de largo y puede llegar a pesar hasta 50kg.
5.    En nuestro país está permitida la exportación legal de sus pieles, procedentes de la caza de subsistencia. La cuota de comercialización anual es de 34,000 pieles aproximadamente.
6.    Están emparentadas con los cerdos domésticos y los jabalíes europeos. Entre las especies amazónicas, es pariente cercano del sajino o pecarí de collar.
7.    Tienen una característica olorosa resaltante debido a que marcan el territorio al frotarse con árboles y rocas. El olor se incrementa aun más cuando están alertas y asustados.
8.    Se le ha asociado con comportamientos agresivos debido a los ruidos fuertes que emiten.
9.    Son omnívoros, se alimentan de frutos, raíces y nueces, así como de invertebrados.
10.  Son reconocidas como un importante dispersor de semillas en el bosque amazónico.