martes, 28 de junio de 2016

SANGAMA Y EL OTORONGO


En la espesura de la selva había una aldea y su Jefe era don José Quispe, un hombre de avanzada edad que se distinguía de los demás por su sabiduría y buen corazón.
Los hombres iban a cazar sajinos y sachavacas por una zona boscosa que era famosa porqué existía abundante fauna.
Don José Quispe y su compadre Severo salieron a las 6.00 a.m. a cazar en el bosque, buscaron y buscaron y no encontraron más que las huellas de un sajino, decidieron seguir las huellas hasta internarse tanto en el bosque que se perdieron, oscureció y don José y Teobaldo tuvieron que refugiarse en las ramas altas de un renaco, ya  al amanecer se despertaron  y don José vio a un otorongo entre los arbustos, sus ojos brillaban como la luna y muy fijamente miraba a los dos hombres,
¡Tal vez solo pasa por aquí! se dijo don José, pero en su interior estaba aterrorizado, su compadre despertó y vio al animal que lentamente se acercaba, quedaron los dos hombres petrificados de miedo, su compadre  agarró la retrocarga disparó, pero falló, intentaron escapar, pero el jaguar ya estaba sobre ellos.
El otorongo les observó y dijo: “Han invadido mi territorio, uno de Uds. tendrá que pagar”.
El compadre Teobaldo, en un descuido saltó del árbol y rodó por una pendiente de la montaña y así anduvo hasta encontrar el camino para regresar a la aldea.
El otorongo no se molestó en seguirlo y condenó a don José  a  vivir convertido en el espíritu del renaco.
La única forma de romper el hechizo era si el jaguar era derrotado por algún hombre.
El compadre llegó a la aldea y dijo a todos que un otorongo les había atacado y que había matado a don José Quispe. Todos se asombraron y mortificado el hijo mayor de don José llamado Sangama juró vengarse.
Dos años después, el joven Sangama dijo a su familia que iría a cazar un sajino, llevó su retrocarga, un machete y una botella de aguardiente, pero sus intenciones eran de buscar al otorongo que andaba por esa zona y matarlo.
Se internó lo más que pudo por la selva, pero no lo encontró, ni siquiera sus huellas, así que cazó un sajino y se dispuso a regresar.
Una semana después volvió a internarse en el bosq ue llevando gran cantidad de cartuchos para su retrocarga, se internó nuevamente en la selva buscando las huellas del otorongo y sin darse cuenta se perdió.
Como la noche caía, buscó un lugar para dormir, en la madrugada se despertó y no encontró su retrocarga, buscó el camino para regresar a la aldea, pero se encontró cara a cara con el otorongo.
El otorongo le miraba, lo propio hacía Sangama, así estuvieron durante una hora, hasta que Sangama decidió atacar con su machete pero no logró herir al felino.
El otorongo muy diestro hirió incesantemente a Sangama y la pelea duró una hora.
El joven muy herido, cayó al suelo, pero no se daba por vencido, en esos instantes las hojas de los árboles comenzaron a moverse y Sangama entendió como por encanto que era su padre quién lo alentaba a seguir luchando, se levantó y miró fijamente al otorongo y siguió la lucha, el jaguar con sus poderosas garras y Sangama con sus puños y sus fuertes patadas.
Después de dos horas de lucha feroz, cayó uno de los contrincantes y era el otorongo, vencido por los incesantes puñetazos y patadas que recibió de Sangama.
Después de la pelea, el otorongo reconoció la victoria de Sangama y devolvió al padre de éste a la vida y ordenó a una carachupa que les indicara el camino a su aldea y les regaló muchos sajinos para que lleven y Sangama comprendió que el otorongo es un animal noble.
Se dice que el jaguar era el espíritu del bosque que había tomado su forma y que don José Quispe fue el último hombre en ser hechizado en el bosque.
Carlos Velásquez Sánchez





domingo, 26 de junio de 2016

EL CHULLACHAQUI - LA CRIATURA DE LOS PIES DESIGUALES


EL CHULLACHAQUI, es sin duda uno de los seres mitológicos más conocidos, nombrados y temidos en la cultura amazónica, junto al Tunche, el Yacuruna, la Lamparilla quienes deambulan entre la sombra del monte y el acecho constante. Su nombre proviene de los vocablos quechua selváticos: chulla=desigual y chaqui=pie.
Este demonio del monte, mitad hombre mitad fauno, de aproximadamente 1.60 mt. de estatura, cuenta con una pierna derecha normal y la pierna izquierda deforme, algunos dicen que esta última tiene la forma de una pata de gallina, otras aseguran que es regordeta y pequeña como la de un bebé, sin embargo muchos que han tenido la mala suerte de toparse frente a frente con este maléfico personaje y han vivido para contar sus mala experiencia, aseguran que la extremidad es idéntica a la de una pata de cabra.

El objetivo de este ser, es perder a los moradores de lugares que están cercados por la selva, aprovechándose de que se desplazan solos por los caminos solitarios, para presentarse ante ellos en forma de algún amigo, familiar o conocido de la posible víctima, para no levantar sospechas, logrando que con algunas mañas y engaños lo siga. De este modo ambos se infiltran entre la floresta y cuando esto ocurre, el Chullachaqui, después de haber avanzado un corto tramo, en el colmo de lo aterrador, suele adelantarse unos metros de la víctima para sonreír, dejar ver su colmillos agudos y la mirada roja como el fuego para luego perderse entre los matorrales. Naturalmente, la persona (hombre, mujer, anciano, niño) al ver este cuadro, retrocede lleno de pavor y en lo primero que piensa es en regresar –despavorido- hasta el lugar en donde se apartó del camino con la falsa compañía, el problema es que nunca encuentra el recorrido de regreso, pues sin saberlo se halla en otra parte del monte, varios kilómetros más alejado de donde se encontraba al principio, como si de un momento a otro hubiese traspasado alguna dimensión siendo transportado a un entorno distinto selva adentro. La única forma de descubrir a este embustero, es ver como camina. Si sus pasos son desiguales, o demuestra una leve cojera al andar, entonces podría tratarse del pata de cabra.
Muchos que han sobrevivido a estas experiencias aterradoras, fueron encontrados por suerte, por leñadores o nativos que han prestado ayuda a la víctima. Algunos dicen haber recibido oro o joyas de este demonio a cambio de que no dañen su hábitat y lo conserven, pero son más las experiencias que hablan de los engaños, desapariciones y muertes que han sido provocados por el Chullachaqui, y siempre sus huellas desiguales plasmadas en el barro, han quedado como innegable certeza de su existencia y veracidad.

lunes, 20 de junio de 2016

EL TUNCHI - ANIMA ERRANTE DEL MONTE


EL TUNCHE o Tunchi, como también es llamado en algunas partes de la selva peruana, no es más que un espectro errante, un alma en pena. Por lo general, son espíritus de personas que en vida fueron individuos perversos y que encontraron la muerte de forma violenta. Pero también están aquellos espíritus que aunque no fueron malos en vida han sido sorprendidos por la muerte en circunstancias injustas o turbadoras, o se han suicidado, arrepintiéndose de su cobardía una vez muertos, negándose a dejar este mundo y decididos a permanecer vagando entre nosotros, lamentando su desgracia.
Muchos Tunches que deambulan por el monte son almas que no entienden lo que les ha ocurrido. No aceptaron su muerte y necesitan asimilar su destino, saldar una cuenta, o purificar su esencia para poder pasar al siguiente plano. 
A estas ánimas se le podrían denominar como “Almas blancas”, espectros que aunque asustan, no tienen como objetivo hacer daño alguno, solo deambulan por los cantos de las trochas silbando su dolor. Pero también están las almas negras, o los Tunches perversos que son los causantes de los muchos sustos y hasta muertes de testigos que han sido sorprendidos por sus horripilantes manifestaciones y se han llevado a cabo en lugares desolados y caminos solitarios. Es a consecuencia de emociones como la ira, dolor, rencor y otros trastornos violentos que la energía espiritual de estos espectros se queda aferrada a este mundo. Los malos espíritus o tunches negros, que no hay que confundir con el “Maligno”, son esos que en vez de encontrar la paz en el proceso de su purgación y pasar del todo al otro plano con ayuda de un auténtico arrepentimiento, simplemente se aferran más a sus temores, iras, pasiones y vicios, terminando atrapados entre dos mundos, el de los vivos y los muertos. Luego con el transcurso del tiempo su propia esencia se vuelve negativa, hostil, territorial, sumamente pesada y peligrosa. De ahí proviene la naturaleza de este espectro errante que se conduce como una sombra entre el monte y sus ramajes, del que pena constantemente, del que causa miedo con sus apariciones, creando caos y terror por los alrededores de las comunidades selváticas. Su silbido, dicen algunos, no es más que el aterrador grito de dolor y furia que profieren desde su propio plano, y que se filtra y llega hasta nuestros oídos como un chiflido hiriente y estremecedor. Si alguien imita aquel silbido, su muerte sería inevitable. Así que si algún día decides internarte solo en el monte, siguiendo los recovecos desolados del camino para llegar a tu destino, piénsalo dos veces y toma tus precauciones… Incluso, no estaría de más acompañar tus pasos con alguna plegaria.
Carlos Velásquez Sánchez


sábado, 11 de junio de 2016

LA LEYENDA DEL AYAMAMAN


“Ayaymaman huischuhuarca”, canto lastimero en absoluta agonía de dos pajarillos que en lenguaje nativo quiere decir “nuestra madre ha muerto y nos abandonó”, tanta tristeza que hasta los cielos lloran al escuchar el ayaymaman.
Cuenta la leyenda, que dos huanbrillos hombre y mujer se quedaron huérfanos de madre, el padre se unió a otra mujer y los pobres chiquillos ganaron madrastra para su desgracia.
Ni una gota a los pobres niños, la madrastra quería darles, el hambre y el frío les devoraban cuando el padre no estaba.
Tan mala era que los aborrecía por nada y despiadadamente. El odio era tal que propone y convence a su marido para deshacerse de ellos.
La malvada madrastra fingiendo sufrimiento por hacer lo que tenía que hacer, le dice a a su marido para llevarlos a lo más profundo del monte y abandonarlos ahí para que no puedan regresar.
Para ello tenía que simular un paseo al campo, pero, por esas casualidades que tiene la vida, el niño que no podía dormir, escucha la conversación, lo que le hace tomar las precauciones del caso.
A escondidas comenzó a guardar piedrecillas en una talega para llevar al paseo e ir dejando por el camino y de esa manera orientarse en su regreso.
Llegad el “paseo” se encaminaron rumbo monte adentro, el niño iba dejando las piedrecillas en el camino y cuando la madrastra vio que estaban lo suficientemente lejos en el monte, les dijo que no se movieran de donde estaban, que ella y su papá tenían que buscar y cortar leña. No se muevan para nada, les dijo.
Se hizo de noche y los malvados no aparecieron y al amanecer regresaron siguiendo las piedrecillas a su casa para sorpresa y cólera de la madrastra.
Esta mala mujer al ver que había fallado, decide llevarlos a un lugar más lejos y desconocido, dando muchas vueltas y abandonarlos en lo más profundo del bosque.
Esta vez el niño desgranó maíz y los iba dejando en el camino, tal como hicieron la primera vez, pero no pudieron regresar porque los granos de maíz fueron comidos por las aves del bosque.
Toda la noche los pobres pequeños la pasaban de hambre, frío, lloraban y lloraban.
Al siguiente día no sabían que hacer, buscaban el camino por todos lados, se perdía y aparecían en el mismo lugar.
El duendecillo bueno del bosque, compadecido de los niños, para ayudarles a regresar a sus casas los convierte en pájaros.
Deciden entonces, regresar volando, llegan a su casa en una hermosa noche de luna y desde el techo empiezan a cantar melancólicamente “ayaymaman huischuhuarca”.
Así es como estos tristes pajaritos, cantan lamentando su destino y la muerte de su querida madre por toda la selva.
Si alguna vez logras escucharlos, deséales lo mejor para que cesen en su tristeza.
Carlos Velásquez Sánchez