Aunque no lo crean, hay una pequeño animal que
imita el paralizante silbido del Tunche, casi tan bien que muchos, que no saben
diferenciar el verdadero silbido de un alma en pena y el de este emplumado
personaje, han transitado el monte y han logrado escucharlo, han quedado
aterrorizados por creer que era algún ánima errante la que merodeaba cerca de
ellos.
Cuenta la leyenda que hubo alguna vez un especie de ave que al no tener forma de comunicación, comenzó a imitar el silbido del Tunche, pues era fácil imitar aquel sonido para poder comunicarse con los suyos. Obviamente, cuando uno de estos espíritus errantes escuchó la imitación, no le hizo mucha gracia y se abalanzó contra su imitador con el fin de matarlo, pero al ver a la avecilla que rogaba por su vida, el Tunche lo pensó mejor y cayó en cuenta de que aquella criatura podría ser el mensajero de su agonía y dolor, llevando su lamento por todos los lugares a donde sus alas lo transportaran.
Es por ello que cuando la luz de la luna está ausente y la oscuridad de la noche logra que hasta el más valiente perciba la presencia del miedo en su interior, el FinFin, que es el nombre con el que todos los montañeses conocen a esta avecilla, produce fielmente ese sonido hiriente y paralizante entre las ramas de los frondosos árboles, en medio de la penumbra que le suma terror a los escalofriantes pitidos, dejando sin aliento y lleno de pavor al que escucha los aterradores remedos del tunche. No obstante, el oído atento y conocedor de este sonido, aparentemente semejante, puede lograr diferenciar entre el verdadero chiflido de un alma errante con el de este emplumado imitador, y saber con certeza, quién es el provocador de los lastimeros silbidos.
Cuenta la leyenda que hubo alguna vez un especie de ave que al no tener forma de comunicación, comenzó a imitar el silbido del Tunche, pues era fácil imitar aquel sonido para poder comunicarse con los suyos. Obviamente, cuando uno de estos espíritus errantes escuchó la imitación, no le hizo mucha gracia y se abalanzó contra su imitador con el fin de matarlo, pero al ver a la avecilla que rogaba por su vida, el Tunche lo pensó mejor y cayó en cuenta de que aquella criatura podría ser el mensajero de su agonía y dolor, llevando su lamento por todos los lugares a donde sus alas lo transportaran.
Es por ello que cuando la luz de la luna está ausente y la oscuridad de la noche logra que hasta el más valiente perciba la presencia del miedo en su interior, el FinFin, que es el nombre con el que todos los montañeses conocen a esta avecilla, produce fielmente ese sonido hiriente y paralizante entre las ramas de los frondosos árboles, en medio de la penumbra que le suma terror a los escalofriantes pitidos, dejando sin aliento y lleno de pavor al que escucha los aterradores remedos del tunche. No obstante, el oído atento y conocedor de este sonido, aparentemente semejante, puede lograr diferenciar entre el verdadero chiflido de un alma errante con el de este emplumado imitador, y saber con certeza, quién es el provocador de los lastimeros silbidos.
Carlos Velasquez Sanchez
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