jueves, 17 de octubre de 2019
martes, 15 de octubre de 2019
EL R U N A P U M A
Ñaupa
tiempo, en la trágica selva peruana, un hombre malvado apodado Calín que era
muy conocido por las autoridades que cometía con los humanos y animales del
lugar.
Un día,
este despiadado hombre enfurecido como una bestia, prendió fuego a su choza
cuando sus dos hijos y su mujer se hallaban allí dentro, tan solo porque no le
habrían preparado su comida favorita que el había pedido “ sopa de serpiente
con plátanos ahumados”.
La mujer
logró escapar y desaparecer para siempre en la inmensa selva.
Mientras
que las criaturas se carbonizaron en el fuego adoptando la apariencia de
hormigas siquisapas.
Ante
este acto hermoso la “mamapacha” se enfureció mucho y mandó a su hijo, el
“chullachaqui” que le diera su castigo traspasándole el corazón con una flecha
envenenada y usando un pacto maligno, lleno de ira y de rabia logró
transformarse en una gran puma negro, con los ojos rojos como el fuego,
colmillos y garras espantosas, que el propio chullachaqui le tuvo miedo y no se
atrevió a cumplir, sino que más bien huyó despavorido por las orillas del río
Saposoa.
Desde
entonces, hecho ya un runapuma deambula por los bosques convertido en una
fiera, atemorizando y espantando al resto
de animales que habitaban en la zona.
Cuando
baja a la ciudad, no, obstante lo hace en forma de hombre para poder
alimentarse de la sangre y de los cerebros humanos.
En una
oportunidad fue visto dentro del cementerio, sacando y devorando el cerebro y
lo ojos de un cádaver que había sido sepultado recientemente y que su muerte se
había sido dado por accidente en una de las tantas trochas polvorientas.
Este
accidente, dijeron que cansado por el mismísimo monstruo de la selva se
encontraba muy hambriento, además estaba perdiendo la visión y por eso
necesitaba comer ojos, también estaba
perdiendo la memoria, por lo tanto comer un cerebro inteligente.
El
vigilante del cementerio convocó a los serenazgos para atrapar a este hombre,
pero al notar la presencia de los efectivos del orden se convirtió en un puma y
huyó saltando el cerco del manso campamento.
Los
serenazgos al ver esta espantosa metamorfosis se asustaron mucho y hasta uno de
ellos quedó traumado y tuvo que acudir a ocupar los servicios de un chamán norteño
para recuperar su salud.
En otra
ocasión cuentan que a la ciudad de Tarapoto llegó un circo que divertía a la
población.
El
camión que trasladaba al mono King Kong y al loro Perico, fue asaltado por un
hombre con la cara demacrada.
Este, con una pistola en mano de inmediato chupó la
sangre al gorila y después de matarlo lo tiró al suelo.
En
reemplazo del gorila, en su jaula puso al chofer del carro, espués de comerle
el cerebro y adaptarle la forma de puma.
Se
perdió velozmente en la vegetación espesa de un bosque cercano.
El loro
que había logrado esconderse de las garras de la bestia, contó con detalles
este hecho y con lágrimas en los ojos impresionó a la persona que había llegado
a entrevistarle.
Luego a
los 07 días después de este suceso cuando un pescador se encontraba atrapando
carachamas en la quebrada yanayacu, otra vez el runa puma se apareció para hacer de las suyas.
El
pescador vio acercarse una sombra oscura, volteó para ver de que se trataba y
para su sorpresa era un puma negro con cabeza de hombre demacrado.
El
pescador emprendió la carrera para poder escapar de las garras de esta bestia,
no le importó el saco de carachamas que había obtenido, con tal de salvar su
propio pellejo.
Muchos en
su afán de eliminar a este animal hombre han fracasado y han sido devorados sus
cerebros y sacados los ojos de sus caras.
Esta es
la historia del yanapuma o runapuma, unas veces desafiante y atemorizante entre
las fieras de la selva y otras veces camuflado entre la gente consentido en
hombre normal.
domingo, 22 de septiembre de 2019
UN ENCUENTRO CON LA BRUJA
Cuenta don Narciso Yataco, chinchano de pura cepa, el
encuentro inesperado que tuvo hace ya tiempo con la terrible “Bruja”. Su relato
es el siguiente:“En el mes de marzo, cuando se cosecha la uva, yo trabajaba en
una bodega. Vivía lejos de mi trabajo en el lugar llamado balconcito, en la
zona de Ñoco bajo, y como tenía que caminar mucho para llegar a la bodega donde
intervenía en la “pisa” de la uva, me levanté muy temprano a eso de las tres de
la madrugada. Me dirigía muy tranquilo a mi trabajo cuando, de repente, oigo un
grito extraño que me hizo poner la carne de gallina y los pelos de punta, al
instante me acordé de la “Bruja” porque mis compañeros de pisa me habían
contado que por esos lugares merodeaba.
También me habían dicho que para asustar a la “Bruja” había
que enseñarle alguna cosa de acero porque ese metal lo libra a uno de las
brujerías y de los “aparecidos”. Pero como yo cargaba mi “segadera” (la hoz) en
la cintura, atada a una faja de tela que acostumbramos ponernos en ese tiempo,
no tuve mucho miedo porque me acordé que era de acero”.
“Cuando los gritos se acercaban más y más, miré una planta de
pacay que se encontraba al borde del camino y, cerca de mí, vi un inmenso
animal, parecido a una ave, que tenía una horrible cara. No hay caso, es la
“Bruja” pensé. Y agarrando mi “segadera” de acero le grité:”- ¡bájate, bruja
maldita! pero me entró mucho miedo y casi hecho a correr cuando me respondió:
-Ahí me abajo. ¡Ahorita nomás! Con los últimos restos de coraje que tenía y
temblándome la mandíbula, le grité nuevamente:- ¡bájate, bruja del demonio! Casi
corro cuando me contesto- Me estoy bajando. “Y dicho y hecho. Desciende del
pacay y se coloca al centro del camino impidiéndome pasar. Entonces yo le
arrojé mi “segadera” dándole en el brazo izquierdo. Ocurrido luego algo
maravilloso y extraño, que hasta ahora me parece un sueño, pero para
cerciorarme que estaba despierta me refregué los ojos.
La fea y horrible Bruja se había convertido en una muchacha
muy bella, algo que nunca había visto en mi vida y como yo estaba asombrado por
la transformación, ella me dijo:”-Gracias, mi buen amigo, me has salvado de
quemarme en el infierno.
Dicho esto se
sonrió conmigo y se fue volando al cielo, quedándome pálido de espanto y sin
poder articular una solo palabra. Después, me fue pasando el susto y continué
mi marcha con dirección a la bodega. Cuando llegué le conté a mis compañeros de
trabajo lo que me había sucedido pero muchos de ellos no me creyeron.
domingo, 15 de septiembre de 2019
LA CULEBRA DE ORO
Había un matrimonio campesino que era muy aficionado a comer
camarones, esos riquísimos camarones que tanto abunda en el rió San Juan que
forma el Valle de Chincha. La mujer, especialmente tenía “antojos” por saborear
esta clase de animal de rió y el esposo, que era muy complaciente en satisfacer
los deseos de su señora, no tuvo más remedio que preparar sus “ichiguas” o
“izangas”, (especie de canastas alargadas que se colocan en el rio para atrapar
camarones).Después de haber esperado más de tres horas, comprobó que en las
“ichiguas” habían caído algunos camarones, los suficientes para preparar un
buen cebiche de colitas y un sabroso chupe. Regresa a su casa y en el camino se
le atraviesa una víbora. Coge una piedra y con gran puntería, aplasta la cabeza
de ese repugnante animal. Contempla su hazaña y con el fin de mostrarle a su
esposa la culebra, la recoge y envuelve en una hoja de papel periódico. Llega a
su casa y entrega a su mujer dos paquetes, uno conteniendo los camarones y el otro
la víbora, pero sin acordarse de contarle lo ocurrido. La señora toma los
paquetes y con los camarones se dedica a preparar los potajes de su
predilección guardando el otro envuelto en la alacena de la cocina. A la hora
de la comida, después de haber hecho los honores a tan suculentos platos y
haberlos remojado con una botella de vino tinto, el esposo pregunto a su mujer
por el paquete que contenía la culebra, y ella le responde que estaba guardado
porque tan sólo tenía una varilla de metal en forma de culebra. El marido,
sorprendido, se dirige a la alacena para cerciorarse de las palabras de su
señora y, en efecto, encuentra una varilla de metal, color amarillo. La culebra
se había convertido en oro. Demás está decir la alegría que experimentaron, porque
en esta forma solucionaron, sus problemas económicos, ya que con la venta del
oro compraron una chacrita; que era la mayor ambición de su vida.
sábado, 7 de septiembre de 2019
EL MUERTO QUE SE LLEVO EL DIABLO
Era
ésta persona que tuvo una vida muy desordenada y llena de pecados. Aparte de
pecadores se le conocía por ser muy agresiva y poseer el dinero suficiente como
para alimentarse, beber licor en abundancia y convivir con varias mujeres a la
vez.
Los comentarios sobre su mal llevada vida, pasaban de boca en boca, sin que
nadie se atreviera a decírselo directamente. Asimismo, era comentario general
que este hombre había hecho un pacto con el Diablo, quien a cambio de su alma y
su cuerpo, le proporcionaba el dinero necesario para sus vicios y diversiones
con las mujeres.
Como todo ser vivo, éste tuvo que morir. El día de su fallecimiento la gente se
incomodó mucho por saber si sus sospechas se confirmarían con su muerte. Todos
se preguntaban que sería de su cuerpo y si era verdad que el Diablo se
posesionaría de él.
Más que por curiosidad que por otra causa, varios concurrieron al velatorio;
otro tanto no lo hizo por temor a que se presentara el Demonio en pleno acto a
cobrar la deuda. Los asistentes estuvieron hasta altas horas de la noche. Si
que nada anormal sucediera. Poco a poco se fueron retirando, hasta que al
promediar las una de la madrugada solo se quedaban los familiares más cercanos,
los cuales no pasaban de siete. Estas personas, muy fatigadas por las muchas
horas que habían permanecido despiertas, en un momento dado, se quedaron
dormidas.
Al despertar, miraron con asombro que el lugar donde ante se hallaba el cajón
con el muerto, estaba vació.
¡El muerto y el cajón habían desaparecido! Asustadísimos recorrieron la casa y
los lugares aledaños, tratando de ubicarlo, pero no lo hallaron ¿Dónde estaría?
¿Se lo habría llevado en realidad el Diablo, como comentaba la gente? ¿Qué
harían ahora cuando estaban a escasas horas del sepelio, al mismo que habían
invitado a muchas personas?.
Al no encontrar el cadáver, dieron por descontado que el Diablo se lo había
llevado. Inmediatamente se dirigieron a la funeraria en busca de un nuevo
ataúd, el cual reemplazaría al desaparecido. Los siete acordaron no decir nada
de lo acontecido.
Consiguieron el cajón, colocaron en su interior un grueso tronco para que le de
peso, y luego procedieron a cerrarlo herméticamente.
Cuando llegaron las personas para llevar el muerto al cementerio, se sorprendieron
de encontrar la caja mortuoria totalmente cerrada. Entonces solicitaron les
dejen ver el rostro del finado, pero tal petición les fue negada, porque
naturalmente, si abrían la ventanilla lo único que verían seria un tronco seco,
ya que el muerto se lo había llevado el Diablo.
Ante tal situación, volvieron a tomar fuerza los rumores ya conocidos, a pesar
de ello concurrieron al entierro.
Quienes cargaron el cajón, camino al cementerio, aseguraran que el muerto
estaba adentro, pues el cajón tenía peso.
¡Qué equivocados estaban los que tuvieron la oportunidad de cargar el ataúd! En
lugar de una persona habían enterrado un tronco, y el muerto se hallaba en
poder del Diablo, quien de esta manera saldaba cuentas con quien llevó una vida
llena de diversión y pecados gracias al dinero que le proporcionaba Satanás.
lunes, 26 de agosto de 2019
EL PISHTACO (CAJAMARCA)
El Pishtaco (Cajamarca)
Este es uno de los
personajes de mayor presencia en la narrativa oral andina. Se trata de un
personaje prefigurado con presencia en las altas cordilleras, parajes
desolados, lagunas y quebradas de los Andes. Tiene como característica
primordial su gran medida corpórea y su aspecto de hombre blanco, barbudo
El
Pishtaco
|
y rubio o
pelirrojo. Algunos han observado la similitud de este personaje con los
antiguos conquistadores, Mistis o hijos de los terrieros españoles o mestizos
blancos que teniendo fama de sanguinarios, inmorales y de lengua no
reconocible por los quechuas, hacían de este un personaje diabólico e
invencible como los ichillocllo o gnomos barbados, rubios lujuriosos que
pueblan puquios y manantiales.
|
El
Pishtaco
|
El
"Nacaj" o Pishtaco no es un simple asesino. En su raíz mítica no mata
por dinero ni por diversión, sino por mandato de superiores con el fin de
obtener una dotación de grasa humana. Según versiones recientes recogidas en el
Cuzco por F. Kauffmann (1974) esta grasa humana sería indispensable para el
funcionamiento de maquinaria fina emplazada en Lima y para mezclarla con la
gasolina para hacer volar a los aviones.
El pishtaco pudo ser en tiempos pre-colombinos un comisionado oficial del
sacerdocio, proveedor de material para los sacrificios.
Cerca de la cueva de un Pishtaco, un anciano instaló su choza. Allí llegaba
por las tardes a dormir, acompañado de un perro cuyo nombre era Jarimán. Al
Pishtaco no le gustó la vecindad del anciano y ante el temor de ser
descubierto, resolvió quitarle la vida. Una noche oscura se dirigió a la choza
del anciano a quien encontró masticando coca.
- viejo, la plata o la vida!!
el anciano replicó:
- notengo dinero , ¿de dónde te voy a dar nada?
- entonces pagame con la vida - concluyó el Pishtaco listo a degollarlo.
Pero el anciano imploró una gracia diciendo:
- antes de que tu me hagas nada te pido un momentito para rogar a Dios y
despedirme de mi perro cantando mi tristeza.
-Bueno! pero rápido! - fue la respuesta del Pishtaco.
En efecto, el anciano se puso a cantar llorando y rogó a Dios por la buena vida
de su perro con estas palabras:
- Hay Jarimán , Jarimán! Hallegado la hora de mi muerte , el fin de mi destino,
me voy de esta vida , hay Jarimancito!!!
El Perro que estaba por allí cerca, al escuchar las voces de su dueño vino
disimuladamente corriendo, por detrás del Pishtaco de un salto lo cogió por la
garganta y lo derribó al suelo. En ese momento el anciano cogió el puñal y lo
plantó en el corazón del Pishtaco , quien murió en el acto.
El anciano enterró el cadaver en lachoza y fue a la cueva del Pishtaco donde
encontró oro y plata en gran cantidad. Volvio rica la ciudad y en el resto de
su vida cuido bastante a su querido Jarimán que le había salvado de una muerte
segura.
Carlos Velásquez Sánchez
martes, 18 de junio de 2019
EL RUNA PUMA
Carlos
se bañaba en las aguas del río Huallaga en el mal paso del Vaquero cuya
corriente salvaje los alejaba de su pueblo Chazuta.
A
sus 14 años, joven, descendiente innato de los indios chauscasos viajaba en aquellos remotos años con la fiebre de la
siringa.
La
mañana en que la bella joven Rogelia lavaba sus ropas a orillas de una cocha
infestada de pirañas, sentada sobre una de las bancas de la canoa y de pronto
se le resbaló el único trozo de jabón que tenía y cayó a las oscuras aguas,
escena que fue observada por Carlos y entró en cólera.
Ay
no, Carlos ¿Por qué pues me miras así fruncido?
Caracho,
Rogelia, que cosa puedes hacer bien.
Todos,
todos, Carlos, hablan la fama de que eres un rabioso.
No
te metas al agua, mujer, es peligroso. Ve a la tushpa a preparar algo.
No
hay nada, Carlos.
Estaban
en una zona misteriosa inexplorada, a
orillas del río Huallaga, por donde atracaron,
guiados y liderados por don Cristóbal Bustamante, hacía apenas algunos
días.
Era
un grupo de hombres que acamparon en dicho lugar en busca de siringa.
Carlos
como buen mitayero pudo reconocer a satisfacción la existencia de una collpa,
pero no se lo comentó a nadie e iba marcando secretamente el camino para poder
volver a cazar en tan deseado lugar por los animales.
Había
árboles de capirona por todos lados en esa zona, ahí se apreciaban monos
frailecillos, loros, papagayos y siringas.
Carlos
miraba como su mujer golpeaba una vieja camisa suya contra los bancos de una
canoa, en su afán de quitar la sucia, `pero ya no tenían jabón y se quedó
pensativo.
Hey,
Carlos chullachaqui ¿Por qué ya vuelta me miras así, hombre?.
Idem
chullachaqui serías Rogelia. Mujer estamos sin pertrechos, solo fariñita
tenemos.
¿El
mejor mitayero de mi padre Cristóbal , sin pertrechos? Caracho vete a cazar
Carlos.
Sí,
hoy mismo lo haré Rogelia, tengo el lugar preciso. Saldré cuando se esté
despidiendo el atardecer.
Tenía
un inmenso mapacho entre sus labios, el humo del tabaco ahuyentaba a los
mosquitos.
A sus 54 años don Cristóbal había endurecido su
carácter en el trajinar por la selva amazónica.
Había
crecido entre árboles y ríos, acompañando a sus padres por todos lados, Ya que
también habían sido siringueros y cuando estaba pensando, un ave vino a cantar
sobre un árbol cercano a la choza y dijo:
Es el canto de un ayapullito, y
que nadie se atreva a imitar a esa ave.
¿Por
qué don Cristóbal
Y
recordó que cuando una vez llegaban de noche, un extranjero inglés remedó el
canto del ayapullito, el matero lo miró y movió la cabeza en sentido negativo.
Aquella
noche, todos los aborígenes abandonaron el campamento en balsas sin que nadie
pudiera hacer nada.
Don
Cristóbal apostó por la sabiduría de los aborígenes y bajó junto con ellos,
solo los ingleses se quedaron en el campamento, se resistieron a abandonar el
lugar puesto que habían muchas siringas que explotar aún y estas les
significaban riquezas al volver a su país.
Al
día siguiente volvieron el matero y don Cristóbal al campamento y a al llegar
el paisaje era desolador, todos estaban muertos, les habían chupado el cerebro
y cada cuerpo tenía herid as profundas ocasionadas por garras.
¡Runa
puma! ¡ Runa puma! Runa puma! Gritó espantado el matero.
Enseguida
colgó una shicra con tabaco en la rama de un pequeño árbol, se disculpó con la
madre selva y sin volver la mirada hacia atrás , él y don Cristóbal tomaron sus
canoas y se alejaron del lugar para siempre.
Ese
recuerdo lo atormentó, pensó en sus hombres y en su hija Rogelia.
Se
volvió a todos que lo miraban atentos y con voz preocupada les dijo-Que nadie
abandone el campamento, permaneceremos todos unidos y nos iremos tan pronto
amanezca.
-Pero
papá, que pasa.
Carlos
salió a montear.
Y
la oscuridad terminaba por abrigar todo el lugar.
Buoooo,
buooooo, buoooo, ululaba un búho entre la oscuridad.
Apuntó
con su linterna la parte de los árboles y perturbó la tranquilidad de algunos
achunis que huyen por entre las ramas.
Este
es el árbol de cedro por donde debo iniciar mi bajada hacia la tahuampa- se
dijo Carlos.
Caminaba
atento con su retrocarga entre sus manos , llegó así hasta un árbol caído que
servía de puente para cruzar una quebrada y al otro lado, apagó su linterna y
caminó sigilosamente entre una pequeña maleza cercana a la collpa, esperando
encontrar algún animal degustando la tierra salada.
Se
acercó con cautela hasta el umbral de la collpa, estaba seguro de que por lo
menos una huangana estaba a escasos metros de él, encendió su linterna, apuntó
y no había nada y de pronto un ayapullito entonó su lastimero canto.
¡
Dios mío! Estoy en problemas, apagó su linterna y empezó a retroceder.
Era
un excelente mitayero, había escuchado muchas historias sobre los peligros al
ser acechados por los demonios de la selva y sabía que poocos se salvaban para
contar sus infortunios y para sentirse mejor bebió un gran sorbo de
aguardiente.
En
medio de esa gran oscuridad distinguió unos ojos plateados que resplandecían,
tal vez era un otorongo que buscaba el momento oportuno para cazarlo, solo que
el felino estaba del alcance de su retrocarga.
El
cazador se volvió hacia la presa, ahora era Carlos, quién tenía que defenderse,
prendió su linterna y apuntó, se iluminó ante sus ojos una inmensa carachupa.
¡Que
raro! Si fuese carachupa sus ojos no brillarían así entre la oscuridad, se
dijo.
Apagó
la linterna y seguía retrocediendo.
Cuando
estaba por llegar al tronco caído que lo llevaría al otro lado de la quebrada,
volvió a a prender su linterna y esta vez lo que vio fue un venado.
No
cayó en la trampa. Apagó su linterna y aceleró su regreso y ya al otro lado de
la quebrada empezó un cántico de indio chauscaso, un cántico de protección y
que era la tradición de su pueblo.
Estando
cerca al árbol de cedro, volvió a prender su linterna, esta vez se iluminó ante
sus ojos un gran felino de cerdas oscuras, cuyos opjos plateados aran lo único
que se distinguía entre la oscuridad.
Jamás
mires a los ojos de un yanapuma – pensó.
Sin
apagar la linterna logró llegar hasta el árbol de cedro.
Una
fuerte lluvia se desató con truenos y rayos.
El
ayapullito también lo estaba siguiendo, confundía su canto con los alaridos del
búho.
Papá,
por favor no abandonemos a Carlos.
Rogelia,
¿Dónde crees que está tu marido? En medio de esa oscuridad, esperaremos hasta
el amanecer.
La
tempestad que se había desatado a pesar de todo, estaba a favor de Carlos. El
viento soplaba con mucha fuerza, que se escuchaba como caían los árboles por
todos lados.
El
cielo lanzó un destello de luz ocasionado por un rayo y en medio de esa lluvia
intensa, el yanapuma se puso en dos patas y se transformó en un indio grande,
de por lo menos dos mtros. de altura, que en vez de manos tenía filudas garras.
Parecía
sonreír, pero no, eran grandes colmillos los que sobresalían por entre sus
labios.
¡Maldito
yanapuma!
¡Pobre
hombre! Ni tus oraciones en quechua chauscaso te salvarán de la muerte.
Y
se abalanzó sobre Carlos con un gran salto, quien en el intento de retroceder,
se resbaló y el disparo de su retrocarga alcanzó el cuello del yanapuma.
¡Ahora
tu y yo, maldito demonio lucharemos a la par, le respondió y llevándose una
porción de tabaco a la boca, sacó su afilado sable.
Carlos
no era de baja estatura, todo lo contrario,
como descendiente directo de los indios chauscasos, era de piel morena, de ojos
achinados, fornido y alcanzaba un metro
noventa de estatura.
Creció
además en medio de la selva, entre los ríos, árboles y los mitos de sus
antepasados, uno de los cuales, aquella noche ante sus ojos, se hacía realidad
: el runapuma.
Se
reincorporó sangrante el runapuma, diciéndole. Alguien está orando por ti,
criatura. Tu Dios te está salvando la vida.
Luego
lanzó un rugido y se abalanzó nuevamente sobre Carlos, quién volvió a resbalar
y logró incrustar la totalidad de su machete en aquel demonio.
Sin
perder tiempo le escupió el tabaco que mascaba en sus ojos y ´
Este
reaccionando logró incrustarle sus afilados colmillos en una de las piernas de
Carlos, quién lanzó un desgarrador grito, cayó en medio del charco formado por
la lluvia cerca de las raíces del cedro que la fuerza del viento acabó por
derribarlo.
Mientras
tanto en el campamento amanecía y Rogelia seguía orando arrodillada en un
rincón de la choza provisional.
Rogelia
rezaba con devoción durante toda la noche y de pronto el ayapullito calló.
Ya
todo está consumado – dijo –don Cristóbal Bustamante y los hombres presentes se
persignaron con tristeza presagiando la muerte de uno de los mejores mitayeros
que hayan conocido.
De
pronto un disparo de retrocarga a escasos metros de la choza despertó del
letargo a todos.
Rogelia
se abrió paso en medio de las ramas de los árboles caídos y con sorpresa
encontró aún a Carlos con vida.
¡Mi
Dios! En verdad eres grande y poderoso.
Gracias por escuchar mis oraciones – dijo – Rogelia, llorosa mientras abrazaba
a Carlos.
Este
hombre, medicamentos necesitar dijo Mister Mathews, quién fue el que lo curó
luego que lo llevaron a su choza.
¿Quién
iba a pensar? Que en medio de esa oscuridad, con testigos como el búho, los
achunis y el ayapullito, con Carlos que yacía derrotado en el suelo y el
runapuma, de pié dispuesto a ultimarlo, eñ árbol de cedro iba a aplastar a
semejante demonio, quien atrapado entre las ramas antes de morir por el machete
de Carlos, le suplicó: Mátame, indio chauscaso, mátame, pero no lleves mi
cuerpo y no pesará maldición alguna sobre ti.
Así
lo hizo Carlos.
viernes, 10 de mayo de 2019
LA SOMBRA DE LUNA LLENA
(NELSON IRIGOIN GALVEZ)
De
loco me tratan todos, dicen que por pura lástima me enviaron al manicomio en vez de la cárcel, pero yo sé
lo que vi, estoy totalmente convencido que fue real… ese par de ojos brillantes
de un fantasma aún me persiguen en sueños.
Todo
empezó una noche de luna llena, yo dormía en la terraza de mi choza. Allá en mi
chacra, cuando escuché algo en las ramas de un pandisho que sirve de gallinero
por las noches.
Alarmado,
saqué la escopeta y me puse al cuello la talega con balas y sigiloso me
arrastré por el emponado hasta la esquina del techo y se podía ver con total
claridad hasta más allá del maizal y la purma.
Fijé mi mirada en el follaje del
árbol donde escuché el griterío de las gallinas.
De
pronto: Al dián. Qué es eso. No pude contener mi asombro cuando vi que un bulto
negro se descolgaba de las ramas y corría a toda velocidad por el patio.
Cuando
hice el primer disparo, ya había desaparecido.
Dije:
Segurito es un intuto hambriento. Bajé del terrado sin soltar mi arma y fui a
ver el daño. Alawa mis gallinas, varias estaban tiradas en el piso muertas.
Extrañado
observé que nada de daño tenían, ni desplumadas, ni con rasguños.
Es
así, la piel posheca ídem granjina en el cuello dos puntos rojos, ashishitos
que parecían heridas de colmillos.
Recién
me asusté, no existe animal que pueda hacer esto, ni siquiera el oscuro piri,
chupasangre nocturno y preocupado volvía a la cama.
Me
levanté justo amaneciendo. Hice fuego en la tushpa con leña de capirona y dejé
cocinando una olla de inguiri.
Fui
al pastizal donde criaba mis únicos cuatro novillos.
La
desgracia no había acabado para mí, encontré muerto a uno, igual que las
gallinas, no tenían heridas abiertas, ni moretones, solo dos pequeños orificios
en el cuello.
Como
buen montaraz sabía que este ser dañino tenía que volver.
Esta
vez iba a estar preparado y cobraría mi venganza..
Armé
mi chapana en la misma terraza de mi choza , por las noches traía las reses al
patio, cerca del gallinero y yo acostado, vigilaba inmóvil con la escopeta
cargada.
Nadie
apareció, después de dos semanas me di por
vencido.
Justo
en la siguiente luna llena, otra vez me sorprendió, mis novillos seguían durmiendo
en el patio.
Un mugido me despertó, brinqué de mi cama y
corrí a la esquina del terrado con el arma, no tuve tiempo para apuntar bien y
disparé a quemarropa, esta vez salió huyendo el bulto negro y se perdió por el
maizal.
Corrí
a ver el daño y quedé sorprendido, tan solo uno estaba de pie, las otras dos
yacían tirados en el piso sin vida.
Además
de los pequeños orificios en el cuello, tenía el cráneo abierto. Ese bendito
animal había chupado toda la sangre y los sesos de mis terneros.
Estaba
dispuesto a cazarlo. Alumbrado solamente por la luna, seguí su rastro hasta la
montaña, ahí se perdía. Volví con rabia e impotencia, no podía hacer nada al
respecto, otra vez tuve que ahumar la carne para no echarle a perder.
Analizando,
noté que el animal solo salía en luna llena y me preparé para la siguiente vez.
Cuando
llegó el día señalado, tenía afilados varios machetes, algunos tramperos
hechizos instalados en lugares estratégicos, la escopeta y muchas balas.
Puse
de carnada a mi único ternero en esa fría noche fumando mi papacho y tomando
copitas de ventisho.
A
la medianoche me vino un sueño, que ya comenzaba a cabecear, sentí un soplido caliente detrás
de mí cuello, giré la cabeza y ví
brillar dos ojos amarillentos a menos de un metro de mí.
Quise
gritar y correr, pero nada, no podía, estaba hipnotizado, mi adormecido cuerpo
no obedecía.
Esos
ojos brillantes se acercaban más y más hacia mí
y a la luz de la luna pude ver sus enormes colmillos y una lengua
felina.
Mi
cuerpo se dormía, hice un último esfuerzo y apreté a duras penas el gatillo de
mi arma.
Salió
el disparo y la gran bestia negra retrocedió, pero no huyó, se abalanzo sobre
mí.
Con una gran destreza me quité a un lado, tomé un
machete mientras la fiera intentaba atraparme con sus garras, son perder tiempo
logré darle un tajo por entre las patas.
Lancé
al patio la escopeta y el machete, brinqué atrás, sin miedo.
No
me hice daño volví a tomar las armas y esperé como todo valiente cazador y
selvático dispuesto a luchar hasta el final. Solo uno debía salir vivo.
No
apareció por ningún lado y me puse en el centro del patio, apuntando con el
arma en distintas direcciones.
De
pronto cruzó a toda velocidad delante de mí…solo quería asustarme, como si
razonara, pasaba cerca de los tramperos sin activarlos.
Por
fin la fiera se detuvo, entró al patio lo vi entonces… era un enorme felino
totalmente negro, solo sus colmillos blanqueaban y sus ojos amarillentos como
el mismo sol me miraban fijamente acercándose cada vez más.
¡Yanapuma!
¡ Yanapuma! , grité aterrado al reconocerle.
Ahora
más cerca , abría las mandíbulas mostrando sus grandes colmillos ya manchados
con sangre, seguramente de un ternero.
Creí
que era imposible vencerlo, recordé cuando mi abuelo me contó sobre él.
Este
ser maligno es un hombre malvado transformado en fiera, se alimentaba d solo de
sangre y cerebros y seguramente quería comerme.
Hoy,
no me comerás hijo del supay, volvía a gritarle para darme valor, pero mi voz
salió quebrada y tartamudeante.
Cerré
los ojos y apreté el gatillo, mientras veía que la fiera se abalanzaba sobre
mí.
El
yanapuma es un brujo, ya que el arma no disparó y un fuerte moquetazo me tumbó
al suelo, mi cabeza chocó contra la dura tierra, se abrió una herida y comencé
a sangrar.
Brillaron
aún más sus ojos y se abalanzó a m i cuerpo moribundo, sentí su áspera lengua
sobre mí, estaba bebiendo mi sangre.
Intenté
levantarme sin lograrlo, me debilitaba rápidamente y de pronto palpé con mis
manos un frío metal, deslicé mi mano y me di cuenta que era el machete.
No
dudé en utilizarlo, tomé un gran impulso y le clavé en la panza a la bestia.
Levantó
sus patas delanteras y dio un gran rugido que parecía quejido, no perdí tiempo,
le clavé otro y otro más.
Cayó
de espalda, volteó enloquecido y furioso se abalanzó contra mí, yo estaba en
pie, solo que a la derecha y éste cayó en el vacío y aproveché para hacer una carnicería en su espalda, como
un loco demente continuando masacrando el lomo del yanapuma con mi afilado
machete.
Empezó
a sangrar verde al principio, luego rojo. Yo gritaba sin sentido mientras mi
rostro se inundaba con la sangre del yanapuma.
Al
fin me detuve, volví mis ojos al felino, su negro cuerpo estaba inmóvil en un
charco de sangre.
Me
arrastré hasta la choza, arranqué un manojo de llantén para lavar mis heridas,
luego le eché resina de sangre de grado y me vendé con cuidado.
Cuando
desperté al amanecer, tenía adolorido el cuerpo, ayudado por un bastón fui
hasta el patio para ver mi hazaña.
Grande
fue mi sorpresa cuando encontré, en vez de la enorme fiera a un hombre desnudo,
de rostro pálido y canoso, tenía el cuerpo repleto bañado de sangre.
¡Maldito
yanapuma! , le grité,. Mientras recogía el machete ensangrentado.
Quedé
un momento pensando lo que iba a hacer con el muerto, cuando de pronto escuché el
alboroto de una multitud acercándose por el camino.
Con
las pocas fuerzas que me quedaban corrí a su encuentro para advertirles de los
tramperos que aún seguían instalados.
Se
acercaron tomando precauciones, me miraron con recelo, mientras preguntaban sobre
los disparos y gritos de la medianoche.
Narré
lo sucedido con detalle, primero me escucharon, luego al ver el cuerpo
ensangrentado del viejo, me prendieron sin piedad, ni siquiera les importó mis
heridas, ataron mis manos y confiscaron mis armas.
Fue
el yanapuma , les decía, pero estos incrédulos hombres, forasteros de tierras
lejanas nada saben de esto y me llevaron para juzgarme.
Yo
sé lo que he visto, esos ojos amarillentos clavados en la negra sombra, aún me
persiguen y torturan cuando duermo.
lunes, 29 de abril de 2019
Y A N A P U M A
El
yanapuma regresó a su cueva, cogió a sus cachorros y se internó en la selva
rumiando su tristeza.
Caminó por
senderos agrestes, alejándose lo más que podía hasta que el cansancio la
doblegó.
Enseguida
rodeó a sus crías con su débil cuerpo y se quedó dormida.
Ya habían
rodeado la cueva, hacía varios días que la perseguían subiendo por abismos y
despeñaderos, permaneciendo escondidos entre los arbustos.
Una
verdadera cacería y por fin la tenían cerca, lanzaron antorchas hacia el
interior de la cueva con la intención de obligarlos a salir.
Ella
estaba a punto de parir y ya no podía continuar huyendo, era necesario quedarse
allí.
Entonces
decide salir a enfrentarlos, sabe que la atraparán. Pero tiene como misión
salvarlos y era la única esperanza de que su especie no se desaparezca, porque
solo quedaban ellos.
Los
hombres estaban tirados esperando a sus presas y cuando vieron que uno de ellos
se asomaba a la entrada de la cueva, sus ojos se enrojecieron, revisaron su
retrocarga, quitaron el seguro y dispararon.
Una bala
se incrustó en una extremidad superior y otra en el lomo. La bestia intentó
volver a la cueva arrastrándose y a través de su mirada suplicaba piedad, más
sus cazadores no la temían.
Se acercaron
presurosos y la atraparon, arrastrándola con fuertes sogas, ya era imposible
escapar.
¡Lo han
muerto, Felipe! Dijo uno. No hombre está
vivo, pero ya morirá.
Mañana
regresaremos por el otro y ganaremos una fortuna con sus pieles, respondió
alegre.
Y los tres
hombres se alejaron, pero sucumbieron ante el cansancio y se durmieron.
Al día
siguiente regresaron a la cueva y al no encontrar lo que ambición desmesurada
buscaban, se alejaron maldiciendo el silencio del lugar.
Un brujo
se acercó a la bestia, cogió a sus crías, los colocó en una alforja y a ella la
cargó en la espalda y se los llevó.
Era una
noche en que la luna resplandecía. Al llegar, decidió que era el momento, tenía
que hacer algo a esta especie o
desaparecería.
La colocó
en un lugar en donde la luna le iluminaba totalmente.
Le dio de
beber una pócima, el brujo entró en trance pronunciando palabras extrañas,
luego un silencio sepulcral, el conjuro ya estaba hecho.
Abrió los
ojos, recorrió con su mirada el lugar, nunca había estado allí, recordó a sus
crías, se levantó apresurada, aura sí. ¡Que le había sucedido, ya no era la
misma. El brujo la observaba desde un rincón oscuro.
Cálmate –
le dijo – No te asustes, pero que me pasó , preguntaba sorprendido.
Te has
transformado, ahora eres uno de ellos,
sin embargo no te quedarás así.
Puedes
volver a ser la antes cuando quieras, respondió el brujo. Ahora irás a buscarlos y ya sabrás que hacer.
Ella
comprendió. Buscó a sus cachorros, los miró tiernamente, mientras volvía a ser
ella, los sujetó con la boca y se los llevó.
Ya en su
guarida nuevamente los amamantó con ternura mientras limpiaba sus cuerpos y
después que se durmieron partió.
Lo vio
bañándose en un riachuelo cercano a la choza, donde se refugiaban, era el
primero.
Se le
acercó y en su mirada se reflejaba un odio disimulado, disfrazado de seducción,
la tenía muy cerca y le hipnotizaba.
Lo llevó
hasta la cueva, en la entrada quiso retroceder, pero era demasiado tarde, dos
faros con un brillo espeluznante le miraban
le miraban fijamente, el miedo le inmovilizó, la bestia saltó sobre él,
mordiéndole el cuello, le arrancó la cabeza con un odio desenfrenado y lo
arrastró hacia la oscuridad, era un cuadro sangriento.
Dos
cachorros tenían su primera cena con carne humana.
Felipe y
Remberto esperaban angustiados la llegada de Josías, pues había salido al
atardecer y decidieron ir a buscarlo.
El
silencio era extraño, de pronto escucharon un rugido detrás de ellos, voltearon
y lo vieron.
Era un
animal descomunal, los ojos le brillaban como chispas de fuego, sus cuatro
patas se aferraban al terreno rocoso.
Después
dio unos pasos alrededor de ellos con
una astucia felina como hipnotizándolos, les mostró sus enormes colmillos en
actitud amenazante. No hubo tregua, se lanzó sobre ellos.
Remberto logró
escapar, mientras que Felipe fue atrapado en sus brutales fauces y de un
violento tirón le arrancó la cabeza, el cuerpo quedó tirado en el suelo, la
cabeza a un costado y la bestia se alejó.
Sabía
exactamente a donde ir y a quién buscar, él era un mozo fornido y formaba parte
del grupo que provocó la sangrienta cacería, le había reservado para el último,
era el elegido.
Ahora, él
estaba solo en el tambo intentando calmar su pánico, ella se acercaba, ingresó
al lugar, bastó con mirarla, sus ojos brillaban con un rojo intenso y no tuvo
tiempo de reaccionar, le rodeó con sus brazos y lo sedujo, le cogió de la mano
y la siguió.
Se
perdieron en la selva, cuando despertaron
se encontraba en la guarida.
La vio
acercarse con su caminar contorneante y le dijo: Bebe.
De pronto
entre imágenes borrosas la vio convertirse en un enorme yanapuma que venía
rugiendo espantosamente mostrando sus colmillos filudos, intentó correr, sin
embargo su cuerpo no se movía, la bestia le miraba y caminaba alrededor de él,
lentamente, vigilándole.
Entonces
Remberto empezó a transformarse, su piel ahora era de un negro intenso y aulló
de una manera espeluznante, ella se acercó y ambos compartieron un rugido
espantoso, ya no estaba sola.
Ahora la
especie estaba asegurada.
En la
quietud de la selva, dos yanapumas caminan acechando a esos seres que se
internan en la selva, se miran los dos, conspiran y atacan, mientras que las
dos crías esperan hambrientos la llegada de su ansiado, pero macabro alimento
humano.
sábado, 20 de abril de 2019
S A N A P I Y O Q U I
(MUJER
LUNA)
Reydelinda
se bañaba en el río con sus cuatro hermanitos
El
caluroso anochecer estaba iluminado por una luna llena que invitaba a
refrescarse, por lo que Reydelinda no dudó en llevarse a los niños monte
Adentro, donde les esperaba una pileta natural formada por grandes rocas.
Mientras
sus hermanos chapoteaban en el agua, ella subió a una piedra para peinar su
larga cabellera.
Los chicos
erran hijos del Apu Nahwiri Pizango que dirigía
comunidad Shawi. Por ese motivo del descubrimiento del felino causó tal
revuelo en el poblado, que la noticia corrió como un reguero de pólvora por
toda la zona de Papaplaya. Esa noche en el río la algarabía de los pequeños,
contrastaba con la tristeza de su hermana mayor quién pensaba en Nurubé Huansi,
el hombre al que dejó plantado una semana antes de su boda.
Cuando
todos los preparativos estaban listos para la boda, una súbita intuición la
obligó a cancelar su matrimonio.
Sin dar mayores explicaciones
salvo a su madre y al novio, Reydelinda puso punto final a su historia de amor.
La noticia
generó en el pueblo una ola de rumores y Pizango estaba dolido por este
misterioso cambio de rumbo que tomó su hija.
Ella aún
lo amaba, pero él ya no era la misma persona y llorando se lo contó a su madre.
La mujer le aconsejó que lo pensara bien.
Cuando se
armó de valor para comunicarle a su prometido su decisión, la reacción de éste
fue terrible y furibundo prometió vengarse.
Con su
violenta actitud, la joven terminó confirmando sus sospechas, su intuición no
le engañaba, él se había transformado en alguien irreconocible.
Nurubé era
tres años mayor que Reydelinda, sin embargo crecieron juntos, desde niños
jugaban e iban a la escuela bilingüe.
Al llegar
a la pubertad se volvieron inseparables, los dos se preocupaban por los
problemas de su pueblo, eran muy amables con todos , ayudaban a los niños en sus tareas escolares, atendían a los
ancianos si lo requerían, participaban en las labores agrícolas y pesca de la
comunidad.
Fueron
años maravillosos para la comunidad shawi de Santa Sofía.
Pronto
surgió el amor entre ambos y nadie se sorprendió cuando anunciaron el
compromiso.
El con su
porte de guerreo parecía tener la fuerza necesaria para defender a su pueblo de
un ejército. Ella con su voz dulce cantaba a los niños y su anhelo era ser
maestra de escuela.
El agua
der río Huallaga seguía refrescando a los niños que esa noche jugaban sin
parar.
De pronto
Reydelinda c reyó escucha a lo lejos entre el silbido de las hojas una popular
canción shawi SANAPI YOQUI, una canción que le dedicó Nurubé, el día que pidió
su mano.
Buscó en
el matorral, de dónde provenía esa canción, pero en medio de las sombras lo
único que vio fue una mirada felina o sea los ojos del yanapuma.
Sin darle
tiempo a reaccionar, el animal dio un salto ligero, apareciendo muy cerca de
donde se bañaban.
Los niños
dieron un grito ensordecedor, tan agudo que el murmullo lejano del pueblo de
Santa Sofía calló de golpe.
Rey atrajo
a los niños hacia ella, instándoles a permanecer en silencio mientras el puma
negro tan negro como la noche oscura, exploraba la forma de llegar a ellos y
dar el zarpazo final.
Parecía
que la muerte estaba echada para los chicos y solo esperaban que el yanapuma
entrara al agua.
Sin
embargo un arbusto de floripondio que estaba a unos metros distrajo al felino.
Rey y sus
hermanos vieron como el puma jugaba dando manotazos a la planta y comenzó a
comer las flores blancas.
No pasó
mucho tiempo para que el efecto alucinógeno del floripondio se hiciera
presente.
El felino
comenzó a retorcerse con una mezcla de placer y dolor, giraba sobre la hierba
de un lado a otro, con visiones que el solo podía ver.
Fue en ese
momento, que los niños aprovecharon para huir hacia la comunidad nativa,
dejando atrás la amenaza que estuvo a punto de quitarles la vida.
Un año
ante de esa noche de luna llena, Santa Sofía comenzó a sufrir infinidad de
atropello en sus tierras.
Primero
fueron unos madereros que utilizando grandes motosierras, comenzaron a talar
los árboles de las chacras muy alejadas de la Comunidad.
Todo el
pueblo se unió para expulsarlos y los
capturaron, los saqueadores fueron obligados a irse con las manos vacías, no
sin antes recibir como escarmiento sendos latigazos.
Un día los
jefes de las comunidades aledañas de Santa Rosa y San Manuel de Nashatauri,
llegaron sin previo aviso a Santa Sofía.
Nahuel
Maarichi con Odilio Yumbato llamaron a la vivienda de Pizango, solicitando una
audiencia urgente con el padre de Reydelinda.
Pizango no
se encontraba en el pueblo, estaba de viaje. Los visitantes les dijeron a los
muchachos que volverían pronto con los jefes de otras comunidades Shawi, para
tratar un asunto de suma gravedad.
Pasaban
los días y la esperada reunión se llevó a cabo de acuerdo a lo previsto: Mariche,
jefe de Santa Rosa, Yumbato jefe de San Manuel de Ñashatari, cumplieron el rol
de coordinadores, trasladando a los demás jefes hasta Santa Sofía.
Llegaron
los Apus de los Centros Poblados de Santa Rosa de Alto Shambira,Nuevo Nauta,
Nuevo Alianza, Pijuayal, Nuevo Pizana y Nuevo San Martín.
Allí los
esperaba Pizango con la comunidad en pleno, las mujeres llevaban flores en el
pelo y los varones se arreglaron con sus mejores atuendos.
Después
der ña bienvenida, Pizango llevó a los hombres hacia a una maloca alejada del
pueblo para comenzar la reunión.
Pizango le
hizo participar a Nuribé, les dijo a los jefes que el joven muy pronto sería su
yerno, por lo tanto era necesario que apoyara en las decisiones de la comuna y
nadie se opuso.
Rey
también quiso ir, pero su padre le dijo que era una reunión de hombres.
Comenzó
hablando Isidro Chanchari, apu de Santa Rosa de Alto Shambira quién estaba muy
afectado por el tráfico de tierras que venían sufriendo en el Distrito de Pongo
del Caynarachi.
Nuestras
Comunidades Nativas no tienen Títulos de Propiedad, estamos en posesión de
nuestros territorios ancestrales, pero solo tenemos reconocimiento legal.
No es
justo que las tierras estén valoradas en 80 céntimos cada Há.
Me ha
llegado esta notificación, Isidro mostró un papel arrugado. Hay buna Empresa
Coreana “Ecoamérica” que está reclamando 72,654 Hás. de nuestro territorio a un
Juez de Yurimaguas.
Cuando
dijo esto, el silencio de los demás hombres se rompió. Comenzaron los
sentimientos de enojo y súbitamente el miedo se apoderó de todos.
Pizango
los trató de calmar, pero los cuchicheos no cesaban debido a la desconcertante
noticia que acababan de recibir.
Y Nurubé
con habilidad les controlaba, hablándoles con tanta afinidad, que todos los
jefes le quedaron mirando.
A pesar de
su juventud mostró una soberbia seguridad.
Contó de
que sueño era de que los pueblos shawi es tuvieran unidos no solo cuando
existan problemas.
Pizango lo
quería como un hijo, por eso no dudó en apoyarle cuando planteó la creación de
la Federación Regional Indígena Shawi , para hacer respetar los derechos de las
Comunidades.
Cuando
terminó de hablar, los apus sorprendidos vieron en él la reencarnación de su Dios convertido en
piedra: Kumpanamá.
Los apus y
comuneros aceptaron el Plan de Pizango.
En uno de
esos viajes a participar en reuniones con los apus, Nurubé conoció a Isael
Mijahuanca, un brujo de Chazuta que lo invitó a una sesión de ayahuasca.
Le dijo
que él solamente obsequiaba el brebaje a personas que lo merecían.
Isael era
muy respetado y temido, sus curaciones eran milagrosas, pero se murmuraba que
sus maleficios eran mortales.
Cuando lo
familiares de Nurumbé, se enterarron de que estaba frecuentando al brujo, no
estuvieron de acuerdo debido a su popularidad por practicar estas artes
oscuras.
Rey
comenzó a notar los primeros cambios en su novio, se volvió dominante y le
notaba con signos de ambición por su liderazgo entre los shawis.
El brujo
buscaba un heredero al cual transmitirle sus poderes y había encontrado en
Nurumbé el candidato ideal.
El brujo
astutamente le había convencido diciéndole que la mejor manera de luchar contra
los explotadores de tierras era a través de los poderes mágicos.
Para lo
cual, ambos se internan durante dos meses en el monte, con el fin de purgarlo e
instruirlo en el ocultismo.
Todos en
Santa Sofía estaban intrigados con la desaparición del muchacho, incluso
algunos pensaban que ya no volvería.
Su familia
era la única que sabía dónde se encontraba, pero advertidos por Nurumbé no
revelaron el secreto.
Cuando
regresó fue recibido con algarabía por el pueblo y pocos advierten su
transformación, se le veía fiero, con el rostro adusto, su piel había adquirido
u bronceado inusual, estaba convertido en todo un hombre.
Fue en ese
momento que Rey decide cancelar la boda. Cuando estaban los dos solos, no podía
recocnocerlo, parecía que se había convertido en otro hombre.
El
liderazgo de Nurumbé siguió en aumento, cada vez más aguerrido, en el pueblo lo
comienzan a ver como un salvador, incluso se oyen rumores malsanos en contra de
Pizango.
En una de
esas reuniones, persuadió a los jefes apus para invitar a los representantes de
le Empresa Coreana a una reunión en Santa Sofía.
Les
propuso preparar una cena y llegar a un acuerdo sobre el litigio.
Los
invitados de Eco América, dos funcionarios y un abogado llegarán a la Comunidad
cerca de las 7.00 p.m.
Los jefes
apus los recibieron con frialdad, pero con cortesía en las instalaciones de la
Escuela.
En una
rápida acción aquí aprisionó a los hombres, sin que se dieran cuenta, pero
antes había hecho salir a los jefes.
Los apus
fueron llevados por el muchacho a la casa de Pizango, advertidos de no salir de
ahí y ni se imaginaban lo que iba a ocurrir.
Nurumbé
desapareció en las sombras de la noche.
Los tres
hombres, al advertir que fueron abandonados en la escuela, intentaron salir pero no podían.
La
comunidad se había quedado a oscuras, porque un apagón llenó de sombras el
lugar.
Por fin se
dieron cuenta que la invitación había sido una trampa, se miraron inquietos y
llamaban a Pizango pidiendo auxilio.
Luego
lograron divisar en medio de las tinieblas unos ojos rojos como llamas, era el
yanapuma que los miraba desafiante.
Y fueron
brutalmente atacados, uno a uno los tres hombres murieron por certeros
colmillos que se incrustaban en sus cuellos.
Todo el
pueblo escuchó los gritos desgarradores provenientes de la escuela y por temor
nadie se atrevió a salir de sus casas. Fue una masacre.
El puma
negro después de matarles se comió sus cerebros. Algunos pobladores lo vieron
salir de la escuela velozmente dejando en su caminar huellas de sangre, luego
desapareció en la espesura de la selva.
Alumbrados
por alcuzas, Pizango y los demás jefes corrieron a verificar lo ocurrido, el
lugar estaba hecho una carnicería, desperdigados por el patio del colegio los
hombres yacían desfigurados.
Buscaron a
Nurumbé, creyendo que él también podría estar herido, pero no lo encontraron.
Pizango
estaba muy alterado con lo ocurrido, no tenía palabras para expresar lo que
significaban estas muertes en su Comunidad y podrían acusarlo de asesinato.
Después de
comprobar que toda la población no había sufrido daños, dio una orden de dar
con el paradero del animal y matarlo, no importaba el precio que costara, él
pagaría por la cabeza de la fiera.
Rey le
dijo a su padre que el animal era el mismo que le atacó a ella y a sus hermanos
en el río.
Esa misma
noche se armó un escuadrón que daría muerte al yanapuma.
Todos los
hombres del pueblo, prepararon lanzas, machetes, algunos cargaron rifles con
municiones para peinar toda la zona.
Antes de
salir, el viejo chamán del pueblo les advirtió que la única forma de matar a un
yanapuma era con una lanza o bala que apuntara directo a su corazón.
Fueron más
de 50 hombres armados que se internaron en la selva.
Caminaron
durante horas, bordeando el río, soportando picaduras de insectos y
exponiéndome a la mordedura de las víboras y no había señales del animal.
Pizango e
Isidro Chanchari con su grupo encontraron a la bestia, lo vieron revolcándose
en la hierba de una forma juguetona y la fiera no advirtió la presencia de los
hombres.
Se
hicieron señas entre ellos para acorralarlo, Pizango tenía el rifle cargado así
que apuntó directo a su corazón como les dijo el chamán,
Estuvo a
punto de apretar el gatillo, cuando de pronto los ojos rojos del yanapuma lo
avistaron.
Fueron
segundos de tensión, el apu sintió que el animal lo miraba de una forma suplicante.
Cerró los
ojos para no dejarse cautivar por esa fascinante mirada, disparó y se oyó un
roñoso maullido.
Los
hombres de los otros grupos que estaban esparcidos por toda la zona, corrieron
para ver lo ocurrido.
Grande fue
su sorpresa cuando encontraron en lugar del yanapuma a Nurumbé muerto de un
certero balazo en el corazón.
Nadie en
toda la zona de Papaplaya, Santa Sofía y lugares colindantes no creían lo
sucedido.
Algunos en
el pueblo pensaron que fue una equivocación, que mataron al muchacho por
accidente.
La noticia
no sorprendió a Reydelinda, ella si estaba segura que el yanapuma era Nurumbé
Huansi, si, el hombre al que amó y que pagó con su vida su desmedida ambición.
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