viernes, 23 de marzo de 2012

E L A R B O L E N C A N T A D O

Hijo de Estrellas, era un niño que vive desorientado por el mal comportamiento de sus mayores. Cierto día abandona su choza, aborda su canoa y la conduce por la Quebrada de Cumancay.
Observa que los peces están agitados, surcan el agua velozmente como transtornados y le resulta imposible dirigir sus flechas con acierto.
Hijo de Estrellas, acerca su canoa a un árbol y vé que sus frutos revientan, esparciendo sus semillas en el viento, las que caen al agua son devoradas por los peces y al instante remontan vuelo por los aires.
A los pájaros les sucede lo contrario, tan pronto comen las semillas se lanzan al agua y se sumergen como si fueran peces.
Hijo de Estrellas queda maravillado, abandona su canoa,llega hasta el árbol encantado, trepa, alcanza su copa, llena su bolso con sus hojas y frutos de dicho árbol y desciende.
Más tarde, llega a su choza, su madre se extraña de verlo regresar sin pesca, ve a su hijo sacar de su bolso las hojas y frutos, que lo comienza a moler, hasta volverlos en una pasta amarillenta que lo diluye en una tinaja.
Su madre que le está viendo, le pregunta: ¿Qué haces, hijo? Y él le dice: Lo que vés mamá.
Luego, Hijo de Estrellas comienza a regar esta sustancia por el frente de su choza y sigue haciéndolo por el terreno de las chozas vecinas.
Su mamá se alarma y corre advirtiendo a la gente: No abandonen sus casa por ningún motivo. Algo malo se avecina y sus vecinos le obedecen.
¡Pase lo que pase, no nos moveremos de nuestras casas!
Una zoncera- exclama un joven-riéndose del miedo de la gente. Ejé, yo me voy a cazar al monte.
Recoge su arco, flechas, pucuna y virotes, avanza el lindero marcado por el líquido y desaparece en el monte.
Ahí nomás, la gente oye un aterrador ruido subterráneo, parece que la tierra se esforzara en romperse, sacudiéndose violentamente por donde se había echado el líquido, y poco a poco la tierra se iba desprendiendo de aquella tierra que se encuentra fuera de la marca y esa gran tierra marcada por el líquido misterioso se va elevando, ante la mirada consternada de la gente.
Asustado por el gran ruido, el joven cazador da media vuelta y regresa corriendo y ve que su choza y las demás con toda la gente y sus familiares están suspendidos en el aire más arriba de los árboles.
Y grita: ¡ Ven a llevarme, tío!!Ven a llevarme tío! grita desesperado: tío, tío y se eleva tras ellos convertido en un pájaro que cantaba lastimeramente.
Cuentan los abuelos, que en todo el río se vio con asombro surcar el firmamento algo que parecía una montaña viajera y que en el sitio donde hoy se encuentra Contamana estuvo a punto de caer y aplastara a sus moradores.
Y dicen que esta montaña prosiguió su viaje para finalmente descender con suavidad en un bosque pantanoso: ese gran cerro ahora es conocido con el nombre de Canchahuaya.
Los navegantes que arriman sus canoas a este cerro por los caños del pantano, dicen que escuchan sonidos de la vida cotidiana, murmullos imprecisos, pero no logran distinguir a nadie, porque se trata de espíritus condenados a permanecer para siempre fuera del mundo de felicidad de los antepasados.
Se dice que la enorme cavidad, que al desprenderse, dejó la tierra en Cumancay, de la noche a la mañana se llenó de agua y se pobló con toda clase de animales acuáticos y peces: el manatí, las nutrias, el paiche, la gamitana, el acarahuasú, el tucunaré, los delfines,etc.
De donde vinieron, se siguen preguntando los pescadores que ingresan a esta gran laguna, alistando sus arpones y flechas para atraparlos.
Pero, antes, contemplan con detenimiento el agua, las copas de los árboles, no sea que otra vez el sol esté haciéndola hervir y reventando los frutos de ese árbol encantado.

Carlos Velásquez Sánchez

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