jueves, 15 de marzo de 2012

EL LAGO ENCANTADO

Cuentan los antiguos moradores que a dos días de camino de la localidad de Papaplaya existe un inmenso lago llamado “Padre Cocha”, debido a que una vez un curita se metió aguas adentro y nunca más salió.
Cierto día, dos montaraces incursionaron por el canal de desague de u primer lago llamado “Yanayacu”(agua negra) y después de remar en su canoíta por espacio de siete horas y cuando el sol se ocultaba no pudieron avanzar ya que un enorme animal les cerró el paso.
Ante esto, los dos amigos se miraron asustados y uno de ellos exclamó:”Oye Puricho, creo que es una “sachamama” y si nos acercamos, nos puede echar hilo y comernos.
¡No creo!, respondió don Fulgencio, que así quería dar valor a su amigo. Después de un rato sacaron sus linternas y alumbraron hacia el lugar donde el animal se movía furioso y cual no sería su asombro, al ver dos enormes ojos brillantes y una enorme boca desdentada por la vejez.
¡Puri! Prepara la escopeta y baleále, es un lagarto negro y su cuero servirá para venderlo en Yurimaguas. Inmediatamente sonó un atronador ruido y el chapoteo en las aguas del Yanayacu; la primera presa había caído.
Tras un breve forcejeo lograron meter la presa a la canoa y se dirigieron a unos tambitos ribereños, donde se dispusieron a eviscerar al gran reptil que pesaba mas de 120 kgs.
La jornada duró toda la noche y en horas de la madrugada se acostaron ambos, quedándose profundamente dormidos.
Al amanecer don Fulgencio inició la conversación:”No he dormido rico, la pesadilla me ha querido dar, soñé que una tremenda sachamama salía del lago y nos tragaba a los dos.
Ante esto, don Puricho también contó lo suyo:”Yo también he tenido una pesadilla, soñé que en medio del Padre Cocha apareció una boa y su luz nos empañaba, luego aparecían muchos enanitos y nos hacían ahogar en el lago.
Procupados , los dos amigos continuaron su viaje, después de haber desayunado un pedazo de lagarto asado y el resto todo fileteado estaba en la barbacoa para secar.
Cruzaron el Yanayacu en tres horas, anclaron su canoa y caminaron medio día, cerca a una collpa en un tronco de ubos prepararon su chapana.
A las 7.00 p.m. más o menos, escucharon pisadas en las hojas secas y al oir que algún animal tomaba agua en la collpa, los dos enfocaron sus linternas, pero ¡Nada!. La noche era tan oscura que los dos amigos tuvieron miedo, en eso pasó un enorme murciélago(masho) que trataba de morder la oreja de Puricho, quién de un manotazo espantó al horrible “masho”.
A la medianoche , más o menos, de repente la chapana fue sacudida y los dos montaraces derribaron sus linternas y escopetas, las sacudidas eran más fuertes y ellos se aferraban bien a las ramas.
En medio de las oscuridad Puricho y Fulgencio temblaban y rezaban de miedo:Padre nuestro que estás en los cielos, no nos dejes caer.Santo Dios, Santo Inmortal, Santo Fuerte, Tata Roque, Tata Agonía, Ay Taitito, rezaban.
Hasta que después de un largo rato, escucharon llorar a una criatura, los dos se cogieron de la mano y coincidieron en decir:¡ Es la madre de la lupuna!.
Amaneció y pasado el susto, continuaron su viaje hasta divisar la majestuosa e inexpugnable laguna de “Padre Cocha” en medio de esa jungla.Era increíble lo que se veía: aves, lagartos, peces, culebras y todo tipo de vida estaba ahí en su estado primitivo.
Los montaraces no podían dar crédito a tanta riqueza y belleza a la vez, por mucho rato quedaron observando cuan grandiosa y misteriosa es la Selva Amazónica.
Luego se acercaron lentamente al lago, pero, ni bien habían caminado unos cuantos pasos, el cielo comenzó a oscurecerse y cayó una lluvia torrencial con rayos, truenos y relámpagos.
Puricho y Fulgencio corrieron a guarecerse debajo de una poloponta y una vez que pasó la lluvia, dieron un rodeo y se sentaron cansados sobre un “viejo árbol caído”. Aquí Fulgencio se puso a jugar con su sable y cortar algunas malezas.
Repentinamente sintieron un temblor nuevamente y resulta que se habían sentado, nada más y nada menos sobre el Sachamama.
Los dos montaraces corrieron como alma que lleva el diablo, cayendo y levantándose, hasta que por fin se detuvieron a descansar.
Así estuvieron mucho tiempo,luego retornaron al lago donde ver cantidad de peces negros y paiches voluminosos que nadaban libremente.Había boas de diferentes tamaños que salían y se sumergían en el lago.
Al atardecer regresaron a su improvisado campamento donde pasaron la noche y al amanecer prepararon su desayuno: una canguita de panguana.
Rápidamente recogieron sus enseres y regresaron al Lago de Yanayacu, aquí encontraron un árbol de moena, donde pudieron notar que era una hermosa collpa, sin pensarlo más, cortaron palos y armaron de nuevo sus chapanas para aumentar el mitayo.
Al atardecer,Fulgencio mató de un solo tiro a dos hermosas aves, y más tarde ya de noche, se oía el pisotear en las hojas secas, los amigo alumbraban la collpita con sus linternas, pero no veían nada, así iba pasando la noche y a lo lejos e escuchaba el canto lastimero del ayaymama produciéndoles escalofríos.
Pero repentinamente, la selva entró en un silencio los agudos oídos de Puricho y Fulgencio percibieron que algo sucedía abajo, enfocaron sus linternas listos para disparar y vieron que frente a su chapana estaba mirándoles un tremendo otorongo que hambriento raspaba la tierra con sus enormes moquetes y sin pérdida de tiempo le dispararon.
El tigre rugió de rabia y dolor, luego reaccionando se abalanzó a uno de los horcones que servía de soporte a la chapana.
Los amigos intentaban dispararle nuevamente, pero el animal era muy inteligente y se metía debajo de la barbacoa, que intentaba trepar por los palos, pero, como eran delgados no podía subir.
La chapana se balanceaba, cayeron las armas y las linternas y antes que cayera Puricho sacó su pretina e hizo un lazo que lo amarró en la rama más grande y gruesa del árbol que le servía de base para su chapana, trepó y se sentó como si estuviera en un columpio.
Mientras tanto, Fulgencio que era el más joven, logró trepar a una rama de otro árbol cercano y se acomodó en el preciso instante en que la chapana caía.
Los dos amigos se llamaban y el otorongo porfiaba en su intento de trepar a los árboles, así pasó la noche y al amanecer pudieron ver lo grande que era el otorongo, éste se retiró con la cabeza ensangrentada y cojeando.
Los dos amigos bajaron y persiguieron al otorongo herido, que lo vieron que se metía en el hueco de una roca y ahí se desquitaron, lo mataron de dos certeros disparos,
Los dos amigos con esto, ya no quisieron saber nada de mitayo y retornaron a sus hogares, llegaron con fiebres altas, producto del miedo.
Las familias preocupados, trataron de averiguar que les había pasado, pero ellos solo atinaban a llorar, hasta que por fin Fulgencio pudo relatar todo lo que les había sucedido y por fin el curandero del pueblo supo como curarles del manchari.
Después de toda esta aventura, los dos montaraces narraban a sus vecinos los misterios y maravillas que encontraron en su viaje al “lago encantado” del Padre Cocha y cuentan también ellos que vieron a una enorme “sirena” que viajaba encima de una taricaya y que sobre el lomo de una “sachamama” había crecido un cético.
Así que amigos, les puedo llevar al Lago Encantado “Padre Cocha”.

Carlos Velásquez Sánchez

1 comentario:

  1. Hermoso relato. Hace muy bien en recuperar las historias de la selva.
    Visitame en http://elpijuayo.blogspot.com/

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