Nuestros
hermanos cashinahuas dicen que en la parte más alta del cielo se encuentra un
inmenso lago lleno de agua. En el centro del lago hay un
huequito.
Sobre el huequito se para en una de sus largas patas una garza blanca. El
huequito se mantiene tapado y la garza se distrae cantando sus canciones de
garza. Pero llega el momento en que la hermosa ave tiene hambre. Entonces
extiende sus alas, levanta el vuelo y se dirige a las orillas donde empieza a
pescar con su largo y afilado pico. Mientras tanto, el huequito ha quedado
abierto y empieza a caer el agua: ¡Empieza a llover!
Llueve,
llueve y llueve sobre la tierra. Después de llenar su buche, la garza
nuevamente levanta el vuelo y se dirige al huequito, donde se vuelve a parar,
descansa y continúa cantando sus canciones de garza…
Entonces
se preguntan nuestros hermanos cashinahuas: Si la garza no tuviera hambre
nunca, ¿qué pasaría?
Pues
que todo se secaría en la tierra: los mares, los ríos y lagos, las quebradas.
Todas las plantas, los animales y los seres humanos nos moriríamos de sed y
todo se convertiría en un desierto deshabitado.
Pero,
¿qué pasaría si la garza, después de llenar su buche, se olvidara de regresar a
pararse en el huequito?
Entonces
seguiría lloviendo tanto y tanto que toda la tierra se inundaría y todos nos
moriríamos ahogados.
Esto
nos indica que todo en la naturaleza debe estar perfectamente equilibrado y
nada —ni el agua— nos debe sobrar ni faltar demasiado, porque si no, se rompe
el equilibrio y se destruye la vida.
En
ciertos lugares de la selva, especialmente si son pueblos y caseríos pequeños,
la gente bebe el agua que brota de los “chorros”, “sachachorros” o fuentes
naturales. Y hay personas que viven de la venta del agua de estos chorros que
suelen quedar en los extremos de la ciudad, un poco lejos.
Cierta
vez, en la Rioja
de antaño, una mujer, que vivía de la venta del agua del Chorro, amaneció con
un poco de pereza. Pensó que ese día no valía la pena ir a traer el agua de esa
lejura. Pero como de todas maneras ella tenía que seguir vendiendo ese día para
poder comer, se dirigió a otra fuente, más cercana, que también tenía agua para
beber, pero cuya agua decían los riojanos que no era tan sabrosa como la del
famoso Chorro.
La
mujer vendió el agua como todos los días, pero cuando los vecinos la bebieron,
se dieron cuenta de inmediato de que esa agua procedía de otro lugar. Se lo
reclamaron al día siguiente. La mujer tuvo que disculparse y cambiar el agua.
Esto
nos indica que el agua, la bebida preferida de los pobladores de la Amazonía , es un elemento
tan puro, de un sabor muy especial, que no puede adulterarse o cambiarse por
ninguna otra.
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