Hace muchísimo tiempo en un lugar
lejano de la selva amazónica, vivía con sus ancianos padres una joven muy
hermosa llamada CHUYA.
En su pueblo todos sabían de la gran
belleza de Chuya, pero, nunca la vieron de cerca. Era muy tímida, por eso se
escondía a menudo de la gente. En las noches de luna y cuando estaba segura de
que nadie la pudiera ver, vestida siempre con un traje de color lila salía de
su casa y se dirigía a la orilla del rio a contemplar el reflejo de la luna
nocturna.
Sabedores de la belleza de Chuya,
muchos jóvenes del pueblo, así como también de otros lugares la pretendieron en matrimonio, pero ante la
imposibilidad de ni siquiera acercarse a ella, estos muy apenados abandonaban
sus propósitos.
Algunos padres de los jóvenes
enamorados, enojados por el comportamiento de la joven, decidieron darle un
castigo a su tan cruel ¿vanidad? Y una noche los hechiceros sorprendieron a
Chuya contemplando el rio y la icararon, convirtiéndola en una planta muy conocida
que abunda en nuestra selva tropical, que es la VERGONZOSA, planta típica
selvática con flores de color lila, pero sin perfume.
Desde
aquella noche, esta planta “vergonzosa” o “sensitiva” crece a las orillas de
los ríos y a la vera de los caminos y a la vista de la gente que al pasar por
su lado gustan de sacudirla y rompen sus ramas.
Y ella siempre vergonzosa, cierra sus
pequeñas hojitas y marchita al instante, para luego abrirse y recuperar su
estado natural.
Desde ese momento, esta pobre planta,
triste, inconsolable y herida en su amor propio y duramente deshonrada, quiso
volcar su ira sobre las mujeres, convirtiéndose en una planta sensitiva, llena
de maldad y que ante los dioses de la selva dijo :”Aquel que beba de mis raíces
el jugo, no volverá a tener ni procrear mas hijos, ni tampoco dará amor hacia
ellos y entonces no demostrara la candidez de madre, por el desprecio que me
dan y me dieron siempre por mi vanidad y egoísmo”.
Y así , triste y sola se encuentra
esta planta en cualquier lugar de la selva ,al acecho, roce de los hombres y
tímida se cubre de su venganza.
Carlos Velásquez Sánchez
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