Era un sábado, día de pago, los peones cesaron de trabajar al oír el silbato y con sus herramientas subieron la cuesta por caminos angostos formando un cordón humano muy largo, anhelantes de recibir su pago. Muy lejos de estos fornidos peones se ha quedado un cholo flacucho, amarillo como la flor de retama marchita.
¡ Que extensa es la trocha para
Desiderio! Tan pesado le parece el camino, fatiga tan dura y sudor tan frio
sentía en ese clima quemante y la tos le impedía avanzar.
Por fin llego al lugar de pago, con
mucho esfuerzo, casi sin aliento, los ojos lánguidos, la boca seca y rostro de
cera. De repente oyó la voz del pagador: ¡ Desiderio! Cholo haragán, ocioso, te
haces esperar como niña bonita. No te dije, que ya no trabajes. Que te fueras
lejos de aquí. Este cholo Desiderio es un peligro. No ven que esta enfermo,
tísico. Yo no te pago, tísico, enfermo posheco.
El peón bajo la cabeza, tan grande
herida abrió esta injusticia, que su voz se apago, en sus ojos no se vio
siquiera una lagrima, es por eso que Desiderio, se fue sin decir una palabra,
sin llorar , sin mirar a nadie. Camino mucho y distinguió una casa, pensó que
en el corral de aquella casa podría dormir esa noche, pero los dueños le
negaron hasta el lugar destinado a los animales.
La tempestad de recuerdos de
infortunio, caía empapando la memoria del cholo Desiderio, recordó que la caridad nunca había llegado a su
corazón, recordó a sus seres queridos, luego impulsado por el instinto de vivir,
con voz queda, pidió un plato de comida, ofreció pagar el doble, pero también
se le negó.
Se dirigió a una piedra a descansar,
su respiración quería extinguirse. La sirviente de la casa que le estaba
observando, exclamo: El cholo que le hemos botado no se ha ido, está en esa
piedra sentado. Y ante el peligro que se quedase, el amo ordeno que le den
comida, pero no en el plato ¡ Tengan cuidado! Arranquen hojas grandes y en
ellas pónganle comida a ese hombre y que se largue y adviértanle que se vaya
lejos, porque ya vamos a soltar a los perros.
Desiderio comió poco, el hambre de
justicia y de amor le torturaba mas, de pronto vio como un gorrión que picaba
granos de arroz, cae de repente en las garras de un gato que le acechaba. Y él
dijo : Una vida que se acaba en un instante. Buena suerte del avecilla y
envidio su muerte rápida.
El peón marcho huyendo de todos los
humanos, como un alucinado, en dirección al monte, por una trocha espinosa en
busca del otorongo y de Dios . En busca del otorongo para que termine con su cuerpo
y en busca de Dios para que salve su alma.
Se fue lentamente, la asquerosa
silueta de su cuerpo se confundió con las sombras de la noche, el ambiente
selvático murmuraba.¡ Muerte bendita! ¡
Dulce muerte!, los truenos retumbaban, los relámpagos iluminaron el cuerpo, que
yacía en su lecho fúnebre de tierra fértil, monte lozano y lluvia vivificante.
Desiderio, el peón haragán había
muerto, el cielo lloraba mucho y llego el otorongo con sus ojos diabólicos,
pero tuvo asco de comer ese cuerpo inmóvil y se retiro.
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