Hay muchas cosas que se
están perdiendo para siempre y quizás ya nunca más puedan repetirse y quizás
esos conocimientos ya nadie vuelva a tenerlos.
Esta es la historia de
don Emilio Shuña, en un pueblito a orillas del río Ucayali. Los que llegaron a
conocerlo en vida, decían que tuvo grandes poderes que heredó de sus abuelos
curanderos famosos en el alto Ucayali. Ellos le habían enseñado a usar las
fuerzas de los ríos y la tierra pero tuvo que pasar muchos ayunos de yacutoé y
ayahuasca. Pero Don Emilio quería conocer más y se propuso controlar las
fuerzas del espacio. Entonces las mismas plantas le aconsejaron que tome un
preparado del huayracaspi rojo, el árbol madre de la Huayramama, es decir la
madre de los vientos.
Después de ayunar nueve días, tomando su huayracaspi, una madrugada llegó el viento cabalgando sobre una gran boa. Tenía el rostro de una mujer joven de dorados cabellos largos que se perdían en las nubes. Ella se posó en el techo de la casa donde Emilio estaba ayunando y le dijo: “Bueno, hombre, aquí estoy ¿qué es lo que tú quieres de mí?” Don Emilio le dijo: “Quiero mandar sobre el viento y la lluvia y cualquier cosa que exista allá arriba”.
“¿Para qué quieres eso?” preguntó la mujer
“Para ayudar a mi pueblo”, contestó don Emilio.
“¿No lo quieres para usarlo contra tus enemigos?” volvió a preguntar la mujer y le dijo: “al contestarme mírame a los ojos”. Emilio mirando a los ojos de la mujer, dijo: “La verdad es que no lo quiero para mí, sino para ayudar a mi pueblo”. La huayramama viendo la sinceridad en los ojos de Emilio, le dijo: “Te daré los poderes con la condición de que ayunes por cuarenta y cinco días más”.
Después de ayunar nueve días, tomando su huayracaspi, una madrugada llegó el viento cabalgando sobre una gran boa. Tenía el rostro de una mujer joven de dorados cabellos largos que se perdían en las nubes. Ella se posó en el techo de la casa donde Emilio estaba ayunando y le dijo: “Bueno, hombre, aquí estoy ¿qué es lo que tú quieres de mí?” Don Emilio le dijo: “Quiero mandar sobre el viento y la lluvia y cualquier cosa que exista allá arriba”.
“¿Para qué quieres eso?” preguntó la mujer
“Para ayudar a mi pueblo”, contestó don Emilio.
“¿No lo quieres para usarlo contra tus enemigos?” volvió a preguntar la mujer y le dijo: “al contestarme mírame a los ojos”. Emilio mirando a los ojos de la mujer, dijo: “La verdad es que no lo quiero para mí, sino para ayudar a mi pueblo”. La huayramama viendo la sinceridad en los ojos de Emilio, le dijo: “Te daré los poderes con la condición de que ayunes por cuarenta y cinco días más”.
Después de una pausa, le advirtió “Pero cuídate
de mis hijos, malos vientos que andan por ahí haciéndole daño a la gente”. Y se
fue, cabalgando en la gran serpiente hasta perderse entre las nubes. Luego de
ayunar lo convenido, con los poderes que le dio la huayramama, Don Emilio tuvo
fuerza para dirigir el viento y las lluvias, y con esos poderes curaba a
quienes venían desde lejos a buscarlo.
Lo visitaban gentes a punto de morirse porque les había soplado un mal viento, los que perdían sus cosechas, mujeres atormentadas por las borrascas, o simplemente pescadores que no cogían nada porque los ríos estaban crecidos. Él ayudaba a todos, sin pedir nada a cambio, porque para eso les dan los grandes poderes, no para aprovecharse, sino para ayudar.
Lo visitaban gentes a punto de morirse porque les había soplado un mal viento, los que perdían sus cosechas, mujeres atormentadas por las borrascas, o simplemente pescadores que no cogían nada porque los ríos estaban crecidos. Él ayudaba a todos, sin pedir nada a cambio, porque para eso les dan los grandes poderes, no para aprovecharse, sino para ayudar.
Sin embargo, la prueba
de poder más grande para Don Emilio ocurrió cuando los malos vientos se
ensañaron con uno de los pueblos.
Fueron tan fuertes los vientos, que las vaquitas, chanchos y hasta unos niños volaron en el espacio, ante la mirada aterrorizada de los pobladores que se aferraban a cualquier cosa para no salir volando. Don Emilio fue llamado de emergencia y tuvo que ayunar por varios días debajo de unas palmas de chonta, cantando bajito los icaros que la huayramama le había enseñado. Sentado allí, sólo bebiendo el agua preparada del huayracaspi y soplando humo de tabaco, aplacó a los hijos malos de la Huayramama y los mandó a vivir bajo las raíces de los árboles.
Desde ese día, los malos vientos estuvieron planeando la manera de vengarse, matándolo. Pero, al enterarse, don Emilio se defendió y los castigó llevándolos a unos árboles llenos de hormigas. Los malos vientos pidieron perdón y prometieron que nunca más harían daño a la gente. Sin embargo, a veces, no cumplen su promesa.
Fueron tan fuertes los vientos, que las vaquitas, chanchos y hasta unos niños volaron en el espacio, ante la mirada aterrorizada de los pobladores que se aferraban a cualquier cosa para no salir volando. Don Emilio fue llamado de emergencia y tuvo que ayunar por varios días debajo de unas palmas de chonta, cantando bajito los icaros que la huayramama le había enseñado. Sentado allí, sólo bebiendo el agua preparada del huayracaspi y soplando humo de tabaco, aplacó a los hijos malos de la Huayramama y los mandó a vivir bajo las raíces de los árboles.
Desde ese día, los malos vientos estuvieron planeando la manera de vengarse, matándolo. Pero, al enterarse, don Emilio se defendió y los castigó llevándolos a unos árboles llenos de hormigas. Los malos vientos pidieron perdón y prometieron que nunca más harían daño a la gente. Sin embargo, a veces, no cumplen su promesa.
De vez en cuando, la
Huayramama visitaba a don Emilio y le ponía su mano en la cabeza para afinarle
la fuerza. El hombre llegó a tener tanto poder que en la época de lluvias, los
muchachos iban a pedirle: “Don Emilio, no deje que nos llueva hoy. Queremos
jugar fútbol esta tarde”. Entonces llamaba a su mujer y le decía: “Elena,
tráeme los cigarros mapachos”, y se iba donde las palmas a soplar humo y a
cantar las cosas que le había enseñado la Huayramama.
Pero una mañana, Don Emilio amaneció muerto. Unos le echaron la culpa a unos brujos envidiosos, enemigos suyos que vivían al otro lado del río. Otros decían que era cosa de los malos vientos. Lo cierto es que los del pueblo y de la selva lo lloraron.
Pero una mañana, Don Emilio amaneció muerto. Unos le echaron la culpa a unos brujos envidiosos, enemigos suyos que vivían al otro lado del río. Otros decían que era cosa de los malos vientos. Lo cierto es que los del pueblo y de la selva lo lloraron.
Tuvieron que esperarse
varios días para enterrarlo, porque Don Emilio les tenía pedido que lo pusieran
bajo las raíces de un huayracaspi rojo selva adentro. “Quiero que me entierren
allá, porque ese árbol es mi madre”, había dicho. Pero cuando lo pusieron
debajo del árbol, llegó primero una brisa fresca y después un fuerte viento que
elevó a don Emilio hacia el espacio y lo hizo desaparecer entre las nubes
donde, según dicen viejas leyendas, vive la Huayramama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario