Una pareja tenía un
negocio donde se abastecían los recolectores de castañas y madereros. Cierto
día un hombre recién llegado al pueblo, que se ganaba la vida tallando figuras
de animales en madera, vino a la tienda con una coruja pichoncita.
Al verla uno de los
niños de la pareja se encariñó tanto que la quería tener. El hombre les dijo
que no deseaba separarse del animal pues era regalo de unos madereros amigos.
Pero el niño insistió de tal modo que él se la dio con la condición de que le
permitieran visitar al pájaro.
Una de las criadas apenas vio llegar la coruja se santiguó. “Ese animal es un Matinta-Perera”, les dijo a sus patrones, “ese pájaro deja que un brujo o alguien por el estilo se meta en su cuerpo, y vuela por las noches para molestar y hacerle daño a la gente”. “Esas son creencias de índios” dijo la dueña de la casa y llevó la coruja a vivir junto a la jaula de los otros pájaros en el patio. Allí, el ave era feliz alimentada con sobras de carne y comía pan con leche que le traía el tallador, quien laboraba en su taller hasta la madrugada.
Poco después, como lo había temido la criada, la gente del pueblo comenzó a escuchar aletazos y unos silbidos agudos que no dejaban dormir e inquietaban a los animales.
Lo que fuera, se transformaba en pájaro, y volaba en la oscuridad después de la medianoche para desaparecer antes de que las gentes le gritaran: “Compadre venga a tomar café mañana bien temprano”, las palabras claves para obligar al pájaro a tornarse otra vez en la persona que venía a pedir café al otro día en la casa del ofendido.
Sin embargo, cada vez que salían a conjurarlo, el Matinta-Perera ya había desaparecido.
La criada se acecó donde el dueño de casa y le dijo: “Mire señor, por allá en el caserío donde vivíamos mi madre y yo en el río Tocantins, había una coruja como ésta que se convertía en un Matinta-Perera todas las noches y se descubrió que era uno de la misma comunidad”.
Una de las criadas apenas vio llegar la coruja se santiguó. “Ese animal es un Matinta-Perera”, les dijo a sus patrones, “ese pájaro deja que un brujo o alguien por el estilo se meta en su cuerpo, y vuela por las noches para molestar y hacerle daño a la gente”. “Esas son creencias de índios” dijo la dueña de la casa y llevó la coruja a vivir junto a la jaula de los otros pájaros en el patio. Allí, el ave era feliz alimentada con sobras de carne y comía pan con leche que le traía el tallador, quien laboraba en su taller hasta la madrugada.
Poco después, como lo había temido la criada, la gente del pueblo comenzó a escuchar aletazos y unos silbidos agudos que no dejaban dormir e inquietaban a los animales.
Lo que fuera, se transformaba en pájaro, y volaba en la oscuridad después de la medianoche para desaparecer antes de que las gentes le gritaran: “Compadre venga a tomar café mañana bien temprano”, las palabras claves para obligar al pájaro a tornarse otra vez en la persona que venía a pedir café al otro día en la casa del ofendido.
Sin embargo, cada vez que salían a conjurarlo, el Matinta-Perera ya había desaparecido.
La criada se acecó donde el dueño de casa y le dijo: “Mire señor, por allá en el caserío donde vivíamos mi madre y yo en el río Tocantins, había una coruja como ésta que se convertía en un Matinta-Perera todas las noches y se descubrió que era uno de la misma comunidad”.
Entonces el hombre dijo:
“Mira a ver si tú puedes averiguar alguna cosa y contarme qué pasa ”.
Ella obedeció y al escuchar los silbidos del Matinta-Perera bien cerca, fue con una linterna y alumbró al lado de la pajarera pero la coruja no estaba allí. A la mañana siguiente (mientras el pájaro tomaba leche con pan en la tacita), la criada fue a contarle al patrón y a repetirle que la coruja era un Matinta-Perera.
El dueño de la tienda decidió atisbar él mismo y se quedó una noche afuera de la casa escondido detrás de un árbol de caucho. Pasada la medianoche, escuchó los primeros silbidos saliendo de la casa del tallador y comenzó a gritar: “Compadre venga a tomar café mañana bien temprano, Compadre venga a tomar café mañana bien temprano”. Y regresó corriendo a su casa, alumbró el patio y, otra vez, la coruja no estaba. Al día siguiente, el que tallaba los animales en madera se presentó avergonzado en la tienda a rogar que lo invitaran a una taza de café pero prometió nunca más molestar a nadie.
Ella obedeció y al escuchar los silbidos del Matinta-Perera bien cerca, fue con una linterna y alumbró al lado de la pajarera pero la coruja no estaba allí. A la mañana siguiente (mientras el pájaro tomaba leche con pan en la tacita), la criada fue a contarle al patrón y a repetirle que la coruja era un Matinta-Perera.
El dueño de la tienda decidió atisbar él mismo y se quedó una noche afuera de la casa escondido detrás de un árbol de caucho. Pasada la medianoche, escuchó los primeros silbidos saliendo de la casa del tallador y comenzó a gritar: “Compadre venga a tomar café mañana bien temprano, Compadre venga a tomar café mañana bien temprano”. Y regresó corriendo a su casa, alumbró el patio y, otra vez, la coruja no estaba. Al día siguiente, el que tallaba los animales en madera se presentó avergonzado en la tienda a rogar que lo invitaran a una taza de café pero prometió nunca más molestar a nadie.
Coruja: en portugués, lechuza
Matinta Perera: significa que las personas y chamanes se pueden convertir en animales. Otras versiones de este mito, escuchado en muchos pueblos de la frontera con el Brasil amazónico, muestran al Matinta-Perera como una mujer vieja aficionada a mascar tabaco, que vuela por las noches. En dichos casos, se revela su identidad gritándole que venga por tabaco al día siguiente.
Matinta Perera: significa que las personas y chamanes se pueden convertir en animales. Otras versiones de este mito, escuchado en muchos pueblos de la frontera con el Brasil amazónico, muestran al Matinta-Perera como una mujer vieja aficionada a mascar tabaco, que vuela por las noches. En dichos casos, se revela su identidad gritándole que venga por tabaco al día siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario