( ROGER RUMRRILL )
En
el pueblito Cuchillo, en la cuenca del Pacaya Samiria, una niña era la
virgencita de los nacimientos vivos de Navidad.
¡Que
linda tu carita! Pareces una virgencita de verdad – le decía su padre
acariciándole la carita y el lunarcito debajo de sus labios.
En
el canal del Puinahua, entre los 05 y 12 años corrió su fama como comedora de
pescado.
La
llamaban la “Mama Garza”, decían que era la “madre de las garzas” que pescan
dia y noche para alimentar a sus polluelos.
Se
sentaba a la mesa y frente a ella un sábalo
ahumado y empezaba a comer los pescados siempre por los ojos.
Para
que no me miren cuando les estoy comiendo – decía.
Luego
levantaba las escamas como si fuera un vestido y dejaba al descubierto la carne
del pescado. Tenia una forma y un estilo para comer pescados, según la calidad
y especie.
Solo
había alguien en el Cuchillo, que era capaz de competir con ella, no solo en el
conocimiento de los pescados, sino también en su apetito por los pescados.
Era
su madre, que corría el rumor de que María Torres Rengifo había sido “cutipada”
cuando estaba en el vientre de su madre por el paiche, arahuana, paco, sábalo, corvina,
boquichico, lisa, palometa, denton, bujurqui, sardina, yulilla, zungaro dorado,
shuyo, fasaco, maparate, paña, tucunare y el acarahuazu.
Cuando
la virgen de samiria cumplió 13 años, su padre la envio a Iquitos a estudiar.
A
los 17 años cuando cursaba el quinto año de secundaria, el empleado de una Cia.
petrolera que operaba en el Pacaya Samiria la conoció.
Y
le dijo: Tienes una carita de ángel, necesito una joven como tu para mi
secretaria en el campamento de Hamburgo en el Pacaya Samiria y puedes ganar
mucho dinero.
Mientras
tanto, se había embarcado en Bellavista, pueblo ribereño del Medio Huallaga,
don Teofanes Shapiama, que quería cambiar de aires, de pueblo y de destino.
Yo
quiero que mis hijos no sean como yo, un pobre campesino y extractor de sal de
Pilluana.
Quiero
que el Renan, la Adela, el Adrian y la Norita tengan mejor futuro y ese futuro
esta en Iquitos – le dijo a su mujer Yolanda Rojas.
Se
fue al monte, corto 20 troncos gruesos de palo de balsa, un centenar de cañas
bravas, mando a hacer dos grandes remos de tiro y construyo una balsa que
parecía una casa flotante.
Allí
embarco sus cerdos, gallinas, dos vacas, sacos de frejol y arroz, utensilios de
cocina, cuatro destartalados catres, dos baúles y algunos recuerdos de cierto
valor y subió a toda su familia.
Cuando
Teofanes Shapiama, desamarro su balsa y esta se fue alejando de su pueblo,
empujada por la corriente del rio, desde la orilla muchos le hacían adiós con
las manos y otros simplemente repetían que Teofanes era un loco como para
lanzarse a la aventura, arriesgando el presente y el futuro de toda su familia.
De
pronto la balsa de Teofanes había sido atrapada por el mal paso “Mativuelo”.
Los esfuerzos de Teofanes y Renan hundían con furia y desesperación los grandes
remos de tiro.
La
balsa en vez de seguir rio abajo, ha entrado en un remolino, en una muyuna,
donde puede permanecer dando vueltas por minutos, horas, un día con su noche
hasta una semana y mucho mas.
Hay
historias de balseros que tanto dar vueltas en la muyuna enloquecieron y se
arrojaron al abismo del “mal paso”.
Renan
y su padre Teofanes bogan hasta agotar todas sus fuerzas y casi destrozan sus
manos con los inmensos remos.
Pero
la balsa parece atada a su destino, anclada en la fatalidad. Cuando los hombres
se derrumban de cansancio, las mujeres toman los remos, Yolanda la madre y
Adela la hermana de 20 años.
Después
de algunos minutos con el remo, Adela sucumbe a la fatiga y a la desesperanza,
se desploma y cae en el tabladillo.
Teofanes
al ver esto se interroga :¿ Cómo salir de esta muyuna, de este círculo de
tiempo y de la muerte?
Al
atardecer, la Yolanda ha avivado la tushpa y ha calentado el chapo de plátano,
ha cocinado yucas con pescado seco, pero nadie quiere comer, solo tienen sed.
Llega
la noche y ellos siguen dando vueltas en la muyuna.
Teofanes
no quiere ni imaginarlo, nubes de zancudos aterrizando sobre sus brazos,
piernas y rostros, el miedo a la oscuridad, el frio del rio, los silbidos del
tunchi y del maligno que escarapelaban a Adrian y a Norita y sobre todo la
sensación de desamparo.
Total,
de estar a merced de lo invisible y lo desconocido.
Hasta
que de pronto una creciente del rio levanta a la balsa y lo impulsa fuera de
esa muyuna y la balsa sale disparada rio abajo.
Teofanes
le grita a Renan: Agarra tu remo y rema hacia la orilla del rio para así
atracar en Cachiyacu.
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