miércoles, 10 de mayo de 2017

LA VIRGEN DEL SAMIRIA


                             ( ROGER RUMRRILL )
En el pueblito Cuchillo, en la cuenca del Pacaya Samiria, una niña era la virgencita de los nacimientos vivos de Navidad.
¡Que linda tu carita! Pareces una virgencita de verdad – le decía su padre acariciándole la carita y el lunarcito debajo de sus labios.
En el canal del Puinahua, entre los 05 y 12 años corrió su fama como comedora de pescado.
La llamaban la “Mama Garza”, decían que era la “madre de las garzas” que pescan dia y noche para alimentar a sus polluelos.
Se sentaba  a la mesa y frente a ella un sábalo ahumado y empezaba a comer los pescados siempre por los ojos.
Para que no me miren cuando les estoy comiendo – decía.
Luego levantaba las escamas como si fuera un vestido y dejaba al descubierto la carne del pescado. Tenia una forma y un estilo para comer pescados, según la calidad y especie.
Solo había alguien en el Cuchillo, que era capaz de competir con ella, no solo en el conocimiento de los pescados, sino también en su apetito por los pescados.
Era su madre, que corría el rumor de que María Torres Rengifo había sido “cutipada” cuando estaba en el vientre de su madre por el paiche, arahuana, paco, sábalo, corvina, boquichico, lisa, palometa, denton, bujurqui, sardina, yulilla, zungaro dorado, shuyo, fasaco, maparate, paña, tucunare y el acarahuazu.
Cuando la virgen de samiria cumplió 13 años, su padre la envio a Iquitos a estudiar.
A los 17 años cuando cursaba el quinto año de secundaria, el empleado de una Cia. petrolera que operaba en el Pacaya Samiria la conoció.
Y le dijo: Tienes una carita de ángel, necesito una joven como tu para mi secretaria en el campamento de Hamburgo en el Pacaya Samiria y puedes ganar mucho dinero.
Mientras tanto, se había embarcado en Bellavista, pueblo ribereño del Medio Huallaga, don Teofanes Shapiama, que quería cambiar de aires, de pueblo y de destino.
Yo quiero que mis hijos no sean como yo, un pobre campesino y extractor de sal de Pilluana.
Quiero que el Renan, la Adela, el Adrian y la Norita tengan mejor futuro y ese futuro esta en Iquitos – le dijo a su mujer Yolanda Rojas.
Se fue al monte, corto 20 troncos gruesos de palo de balsa, un centenar de cañas bravas, mando a hacer dos grandes remos de tiro y construyo una balsa que parecía una casa flotante.
Allí embarco sus cerdos, gallinas, dos vacas, sacos de frejol y arroz, utensilios de cocina, cuatro destartalados catres, dos baúles y algunos recuerdos de cierto valor y subió a toda su familia.
Cuando Teofanes Shapiama, desamarro su balsa y esta se fue alejando de su pueblo, empujada por la corriente del rio, desde la orilla muchos le hacían adiós con las manos y otros simplemente repetían que Teofanes era un loco como para lanzarse a la aventura, arriesgando el presente y el futuro de toda su familia.
De pronto la balsa de Teofanes había sido atrapada por el mal paso “Mativuelo”. Los esfuerzos de Teofanes y Renan hundían con furia y desesperación los grandes remos de tiro.
La balsa en vez de seguir rio abajo, ha entrado en un remolino, en una muyuna, donde puede permanecer dando vueltas por minutos, horas, un día con su noche hasta una semana y mucho mas.
Hay historias de balseros que tanto dar vueltas en la muyuna enloquecieron y se arrojaron al abismo del “mal paso”.
Renan y su padre Teofanes bogan hasta agotar todas sus fuerzas y casi destrozan sus manos con los inmensos remos.
Pero la balsa parece atada a su destino, anclada en la fatalidad. Cuando los hombres se derrumban de cansancio, las mujeres toman los remos, Yolanda la madre y Adela la hermana de 20 años.
Después de algunos minutos con el remo, Adela sucumbe a la fatiga y a la desesperanza, se desploma y cae en el tabladillo.
Teofanes al ver esto se interroga :¿ Cómo salir de esta muyuna, de este círculo de tiempo y de la muerte?
Al atardecer, la Yolanda ha avivado la tushpa y ha calentado el chapo de plátano, ha cocinado yucas con pescado seco, pero nadie quiere comer, solo tienen sed.
Llega la noche y ellos siguen dando vueltas en la muyuna.
Teofanes no quiere ni imaginarlo, nubes de zancudos aterrizando sobre sus brazos, piernas y rostros, el miedo a la oscuridad, el frio del rio, los silbidos del tunchi y del maligno que escarapelaban a Adrian y a Norita y sobre todo la sensación de desamparo.
Total, de estar a merced de lo invisible y lo desconocido.
Hasta que de pronto una creciente del rio levanta a la balsa y lo impulsa fuera de esa muyuna y la balsa sale disparada rio abajo.

Teofanes le grita a Renan: Agarra tu remo y rema hacia la orilla del rio para así atracar en Cachiyacu.

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