Me
contaron, que don Doroteo era un tipo
diferente entre los que poblaban esta selva, porque era un hombre ambicioso en
proyectos, con mucho amor al trabajo, inteligente, sin instrucción, con mucha educación
y cultura, hablaba de buenos modales, urbanidad, no compartía con la bigamia,
el hurto y la pereza.
Cuando
era requerido por sus servicios nunca se
negaba y le daba a su mano de obra y decía que el trabajo era dignificante y
generador de mejores condiciones de vida.
Odiaba
la oferta de cargos como autoridad, porque aseguraba que esos cargos eran para
los vivos, ladrones y flojos.
Don
Doroteo poseía una fortuna incalculable en ganado vacuno, producto de los
sacrificios y largos años de trabajo.
San
Lorenzo, era el santo de su devoción y de todos los campesinos y recordado solo
en la época de quema de chacras,
Para
realizar esta quema de chacras, Don Doroteo preparaba unos trozos de bagazo
seco o cañabrava majada llamada CANCHANA con la que prendían el fuego y llamaba
a su santo pidiendo ayuda de esta manera :
Viento, viento, viento, San Lorenzo sipra ullo o polvo polvo San Lorenzo
y acudía al momento, según la creencia.
San
Lorenzo jugueteando con las lenguas de fuego por todos los lados de la chacra
se retiraba quemando todo lo que podía obstaculizar al sembrador y cultivador,
a este tipo de quemada le llamaban SIPRA, donde los jornaleros gustosos
aceptaban trabajar.
Don
Doroteo y todos los comuneros hacían sus chacras en laderas y pampas en dos épocas
del año, la primera en los meses de Julio y Agosto y la segunda en Diciembre, aprovechando una
soleada temporada de dos semanas, al que le llamaban INDANO VERANO.
Un
dia, Don Doroteo se alisto para quemar a su chacra, prendida la “canchana”
llamo a su santo, quien acudió al instante, agitando alocadamente lengua de
fuego como buscando a don Doroteo, el cual murió carbonizado.
En
el velorio comentaban:”Quizás don Doroteo, mucho se ha burlado del viento y por
esto San Lorenzo se amargo.
Al
día siguiente de la quema, los dueños de la chacra portando talegas iban en
busca de congompes, ratones e intutos antes de que les ganen los gallinazos.
Allí
encontraron el cuerpo de don Doroteo, achicharrado, castigado por su Dios el
Viento San Lorenzo.
Encontrado
el cuerpo de este, corrió la noticia por el pueblo y los hijos de este se
enteraron, acudieron a su casa, donde encontraron a don Doroteo, que yacía en
una mesa.
La
gente del pueblo se organizo en el acto, unos se ofrecían de chasquis para dar
aviso a los vecinos y amigos de otras comunidades, otros para confeccionar el
ataúd, otros para cavar la sepultura.
Los
deudos solo recibían el sentido pésame, los familiares recibían las donaciones,
las viudas armaban la cocina, unas para
hacer el café y el upe, otras para hacer el caldo de gallina para el desayuno y
almuerzo.
La
comunidad entera lloraba la ausencia de don Doroteo.
El
mas acérrimo de lo enemigos del fallecido tenía entonces un sentimiento, por lo
que se hacía presente con su aporte solidario consistente en velas de brea, gallinas,
plátanos, leñas, chancaca, café o ponía el violinista que animaba el velorio,
apoyado por sus cantores, rezanderas y plañideras.
Luego
sus amigos conducían el ataúd en hombros y este era puesto en cada esquina,
donde algún aficionado al rezo repetía una y mil veces la señal de la cruz,
padres nuestros, el credo, ave marías y la salve.
Hoy
todo esto casi ha desaparecido.
Muchos
de estos rezos fueron dados en latín del cual la feligresía solo se encargaba
de repetir sin saber que decía.
Como
por ejemplo, decían:” Seculorum, seculorum requentin paz, pater nostin, dominus
bobis y amen”.
Rezado
el ataúd al costado de la fosa, el mejor de los amigos le daba el postrer adiós
y al introducirle todos le echaban bolas de tierra, con lo que le despedían y
pedían que su alma no los asuste por las noches, ni que les de pesadillas.
Mientras
tanto, los sepultureros sudando a chorros tomaban el trago, con lo que tenían más
ánimo para seguir taconeando el hueco y diciéndole algunas bromas.
Sepultado
el muerto, al parecer terminaba la cosa, cuando de repente los deudos veían
llegar gente nuevamente a la casa para acabar el ultimo café o el concho de la
bebida que quedaba.
Este
era el momento a veces del arreglo entre familiares, el cuchicheo entre los
amigos y los rencorosos que no eran familiares, los que guardaban el veneno de
su mala fe, terminando en una bronca y luego amistaban.
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