(Lucio Córdova
Mezones)
En
una noche sin luna, la mujer fue despertada por el silbido del maligno, eso lo
hizo salir a la calle de aquel pueblo.
Las
impenetrables tinieblas no le permitían ver ni sus propias manos. El ayapullito
pasaba como un dardo piando y soplándole las orejas.
Dio
unos cuantos pasos y se sentó a orinar entre unos arbustos y de entre la
oscuridad surgió un ser horripilante más negro que las sombras, con ojos
candentes tomó a la mujer, la doblegó y la hizo revolcar sobre el barro
pestilente y la poseyó en un repulsivo apareamiento entre espeluznantes
carcajadas y alaridos.
La
mujer con el rostro inflado y los ojos a punto de reventar, con muecas de nauseas,
revolcándose con aterradores gritos comenzó a sufrir una serie de
transformaciones.
En
esa horrenda confusión, tambaleándose se puso de pie entre resoplidos y
relinchos.
-Se
convirtió en una mula.
El
abominable espectro venido de las sombras, la sujetó y le colocó las bridas con
frenos y riendas adornadas con hebillas de oro y plata.
La
ensilló, puso sobre ella un elegante apero con bellos estribos y la montó.
La
mujer convertida ahora en una runamula salió en veloz carrera, daba
escalofriantes relinchos y botaba fuego por sus narices y el diabólico jinete
emitía aterradoras carcajadas.
La
runamula – decían en el pueblo, la gente de miedo se cobijaba, otros rezaban,
agarraban sus crucifijos y estampas de santos y santas.
Fuera
de la ciudad se perdieron en el bosque lanzando sus relinchos y carcajadas.
Al
amanecer, los moradores vieron en la calle a una conocida vecina avanzar a paso
lento, maltrecha hacia su casa.
Esa
es la runamula – la acusó una anciana.
Quién
más podría ser, siendo casada por la iglesia, burla a su marido con toda clase
de hombres casados y solteros.
Dicen
que hasta su propio yerno la hace su mujer y que a sus propios hijos los ha
iniciado sexualmente. ¡Qué horror! Dios mío.
Cuentan
que cuando era una huambrilla, su finado padre la violó y siguió con ella en
su adolescencia.
Su
vida está llena de ira y odio y a su marido siempre le amenaza de muerte, al
pobre le ha atontado con brebajes.
Y
a ello se suman malvados oficios: mujeres adultas y preñadas acuden a ella para
que les haga abortar.
Comentan
que a los fetos que nacen vivos los mataba metiéndoles en agua hervida y que su
huerta es un cementerio de abortos.
Mezcla
la comida con su esputo y tierra de las tumbas y no cede espacios al amor y su
vida es un laberinto de inmundicia – concluyó la mujer.
La
mujer al escuchar las murmuraciones, respondió a voz en cuello-
-Sí,
yo soy la runamula, mírenme, apúntenme. No se crean los santos y santas, entre
Uds. también hay runamulas y runamuleros escondidos y yo los arrastraré al
infierno porque hemos bebido juntos negros pecados – dijo la mujer enfurecida.
Pasaron
días, meses y años y en esas noches sin luna ni estrellas los pobladores
escuchaban el tenebroso relincho de la runamula y las horrendas carcajadas de
su jinete.
Un
día, de repente los relinchos y carcajadas se apagaron y la mujer cayó con una
grave enfermedad y postrada maldecía su cruz.
Un
grupo de mujeres caritativas le visitaban y le ofrecían apoyo espiritual pero
ella rechazaba todo rezo.
Le
ofrecieron traer al cura para que le de extremaunción, pero a pesar de estar
muy cerca de la muerte vociferaba, blasfemaba y decía groserías, negándose a
recibir el sacramento.
Era
un esqueleto viviente, hueso y pellejo y su agonía duró muchos días.
Una
noche desde su lecho gritó: Noooo puedo morirrr y los pobladores en el pueblo
estaban asustados y al día siguiente al atardecer estaba atrapada por el
ronquido de la muerte.
De
pronto llegó un extraño personaje cabalgando en una mula muy bien aperada y en
su sonrisa mostraba sus dientes de oro y no se alejaba de su mula.
De
pronto surgió un grito espantoso, ronco y balbuceante, la mujer acababa de
morir.
Un
fuerte estremecimiento sacudió la casa, se sintió como si una bandada de aves
oscuras y gigantes entraron por las puertas y ventanas, se apagaron las alcuzas
y los gritos de la pobre alma congelaban a los acompañantes al velorio.
De
pronto un pavo desplumado y degollado cobró vida haciendo huir atemorizados a
los presentes.
El
alma de la runamula salió del pavo y con gritos horribles se metió en la mula
del extraño visitante, la cual relinchó, se paró en dos patas y lanzó fuego por
sus narices.
El
hombre la montó y emprendió velo carrera, la horrenda carcajada del jinete
asustó a los pobladores.
La
runamula y su jinete se perdieron para siempre en un negro pantano rodeado de
un bosque de renacos malditos.
En
la casa encendieron las alcuzas y se dieron con la sorpresa de que no había el
cuerpo de la muerta, se lo habían llevado los espectros malignos.
El
marido se recuperó de sus males, sacó sus enseres y quemó la casa.
Todos
vieron que el cielo se despejó y ahora las estrellas iluminaban el firmamento.
Carlos
Velásquez Sánchez
COPION
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