Del libro "Cajamarca de
ensueño", Pablo Enrique Sánchez Zevallos.
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Los campesinos de las zonas bajas del
valle, especialmente de Otuzco, Miradores y las laderas de Cajamarca. cuentan
que cuando andan en noches oscuras por los caminos desolados de estos lugares,
son perseguidos por pequeños monstruos que siguen a las corrientes del viento y
que si encuentran las puertas de las casas cerradas y no pueden entrar, se
golpean contra éstas o sus muros, repitiendo varias veces un ruido de
‘‘ayay y pum", que era el fuerte golpe de una cabeza que chocaba contra los obstáculos que encontraba; de allí el nombre de “ayay y pum" de estas duras cabezas cubiertas de abundante cabellera, que afirman que son las desprendidas de malas mujeres que se han acostado a dormir sin tomar agua purificante, que mantenga fija la cabeza al resto del cuerpo.
‘‘ayay y pum", que era el fuerte golpe de una cabeza que chocaba contra los obstáculos que encontraba; de allí el nombre de “ayay y pum" de estas duras cabezas cubiertas de abundante cabellera, que afirman que son las desprendidas de malas mujeres que se han acostado a dormir sin tomar agua purificante, que mantenga fija la cabeza al resto del cuerpo.
Las historias cuentan que muchas veces
estas cabezas, al chocar contra las personas solitarias a las que perseguían,
se encarnaban en sus cuerpos y entonces tenían que alimentarlas, además de que
producían graves males.
Don Manuel Tanta, campesino joven y
robusto de la comarca, narra que una vez venía solo por el callejón de
Miraflores y vio que una de estas cabezas se enredó en las zarzas del costado
del camino, y al observar al pequeño monstruo vio que se trataba de una cabeza
de mujer de larga cabellera. Él, luego de compadecerse de la cabeza por los
gritos que emitía, quiso desenredarla y tan pronto ésta se vio libre, saltó de
la zarza al hombro del caminante y no quería desprenderse a pesar de los
esfuerzos que éste hacía para deshacerse de ella. Él sentía que una fuerza
sobrecogedora lo iba inundando, que le impedía hasta gritar, y su suerte fue
que en ese instante aparecieran otros caminantes y que la luz de la aurora
inundara con sus tenues rayos el lugar, lo que obligó a la cabeza a
desprenderse del hombro y desaparecer con fuerte ruido, dejando al joven con
vida pero al borde del desmayo y echando espuma por la boca.
Luego narró lo sucedido a quienes lo
auxiliaron, uno de ellos don Juan Tafur. persona de avanzada edad, quien
aseveró que esto ocurría muchas veces en las noches oscuras de luna nueva y de
pocas estrellas en el cielo, y que para evitar este maleficio siempre había que
andar con un filudo machete para cortar el aire, y nunca tratar de desenredar a
las cabezas del
ayaypuma. por más gritos de auxilio que pidan. Decía también que estas cabezas podían prenderse en los lomos de los mejores animales, los que terminaban enfermándose y muriendo, cuando no encontraban seres humanos en los cuales injertarse.
ayaypuma. por más gritos de auxilio que pidan. Decía también que estas cabezas podían prenderse en los lomos de los mejores animales, los que terminaban enfermándose y muriendo, cuando no encontraban seres humanos en los cuales injertarse.
Recomendaba además que todas las
personas, antes de dormir, debieran de tomar agua limpia de puquio bueno o agua
hervida depositada en cantarito especial llamado “raliero". ya que. de lo
contrario, podría ocurrir que algunas cabezas se desprendieran de los troncos.
También afirmaba que si estas ayaypumas
llegaban a entrar a las casas, podían causar graves daños a quienes dormían,
torciendo sus rostros o enfermándolos, o simplemente haciéndoles dormir tan
fuerte que resultaban víctimas de robos y de saqueos de sus casas. Por esta
razón las casas campesinas de la zona carecían de ventanas y, si las tenían,
las cerraban fuertemente antes de dormir, para evitar el ingreso de estos malos
espíritus.
Interesante.
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