(Francisco Izquierdo Ríos)
Es un árbol no muy
grande con hojas menudas, corteza casi roja cubierta de gránulos.
La “quemazón” que
produce es debido a alguna sustancia caustica que contiene.
El enfermo padece
fiebre alta una semana, lapso en el que tiene que curarse tomando baños en
todas las mañanas de cocimiento de hojas de papaya, de zanahorias o de paico.
Para evitar todas
esas molestias las gentes aconsejan que en el mismo instante que el hitil quema a alguien éste
debe hacer el simulacro de ahorcarse con una débil soga que colgará de la rama
del mismo árbol, exclamando: Yo hítil… yo hítil y dando al árbol. En cambio su
nombre e inmediatamente después de haberse trozado la soga, con el pedazo de
ésta en el cuello debe correr y sin voltear el rostro atrás, regresar a su
casa.
Dicen que en esa
forma es anulado el poder mágico de aquel árbol de mal genio.
Cuento
Trabajen
negros… Trabajen negros gritaba Antolín Picsha desde el camino y las avispas
negras producían ante esas palabras mágicas un sordo rumor dentro de sus
panales que colgaban de las ramas de árboles altos como blancas campanas.
Trabajen
negros…trabajen negros y las avispas producían un sordo rumor como si en verdad
se pusieran a trabajar, en ese momento Antolín Picsha iba esa mañana a cortar
leña en la selva, cuando descubrió los panales de las avispas negras y se puso
a gritar las palabras que hacían trabajar a aquellas: trabajen negras…trabajen
negras.
Antolín Picsha
estuvo largo rato entretenido en esa alegre travesura, después siguió su
camino.
En uno de esos
parajes entró a cortar leña y después de
haber juntado algunos palos secos, se internó más en el bosque que iba a cortar
de una rama caída, cuando dio un salto y cuadrándose con el machete en alto,
saludó:
Buenos días Señor
Hitil-
¿Qué pasaba?
¿Estaba loco Antolín?
No, había descubierto
entre los árboles al terrible hitil, el árbol que quema y antes de que le
hiciera daño se apresuró a saludarlo con el debido respeto.
Pues, este árbol
de la selva produce fuertes quemaduras en el cuerpo a la persona que no le
saluda.
Por eso, Antolín
Picsha, cuadrándose como un militar, le hizo presente sus respetos, ahora hasta
podría tocarlo sin temor a ser quemado.
Luego con toda
seriedad, para mayor seguridad le dijo: Tú, Antolín Picsha, yo hitil.
Es otro secreto,
pues inmediatamente de saludar al hitil, hay que darle nuestro nombre, tomando
uno en cambio el de él, así el árbol queda más contento.
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