Don Agucho, saca una vieja pipa de su talega y dice: “Esta es la cachimba que me regaló el huambisa. El es un hombre muy fuerte, huacapú parece, nadie puede derrotarlo y me lo regaló bañándolo en su remedio a esta cachimba impenetrable, además está bien icarada.
Yo trabajo con esta cachimba, lo utilizo acá con mi gente, es mi arma , mi hacha y mi machete, no hay maleza que pueda cerrarme el paso. Con él llego al corazón del hombre y a toda mi existencia. Veo hasta donde quiero ver, es también mi amuleto, el cual está hecho de un shungo llamado “bolaquiro”.
La figura que vés aquí, pues donde se pone el tabaco es la figura del huambisa, mira con atención estas rayitas, es su vestimenta, pues este es su cuerpo.¡Está bien hecho! ¡ Mira, mira! Aquí está su cara, sus ojos, su boca y hasta sonríe.¡Ah! que le vás a poder ver!.
Mientras tanto, en el corredor de la vieja casa esperan los pacientes y en la otra habitación se escuchan las aspersiones de aguardiente con tabaco macerado, que el brujo efectúa con su boca para purificar el ambiente.
En silencio Ulico espera a que don Agucho le pueda hacer el trabajito con pusangas y rituales y don Agucho seguía contando de su amigo el Brujo Huambisa_ “Esto te lo vás a llevar” me dijo, cuando ya nos encontramos en Barbón Cocha entregándome la cachimba.
Cuando trabajes con él , yo siempre estaré presente, y así es, esta cachimba ha sido llevado con mucha delicadeza. La boquilla es de hueso de achuni arrecho y conservo tal poder que no es fácil controlar, si no lo sabes operar, fuerzas desconocidas pueden venir en tu perdición.
En otro lugar del Caserío, el corazón de Isabelita late aceleradamente cuando le recuerdo, es como si estuviera ella a la deriva en busca del amor no correspondido. Despierta sobresaltada, se revuelca en la cama sofocada por el calor de la noche, dispuesta a seguir sonriendo antes de quedarse nuevamente dormida y acude a su mente la imagen del indio brujo, con su gran collar de huairuros y ojos de vaca y ella tiene confianza en su inmensa sabiduría.
Y Ulico seguía sentado en una banca y a su lado se sientan dos mujeres, una de ellas llevaba un bebé en sus brazos que lloraba mucho.
¿ Qué ya pues tiene tu llullito, señora?le pregunta una viejita.
¡Ni se sabe! Dice la madre- Ya le vió el médico de la posta, le ha puesto ampolletas y le ha dado frascos de remedio y nada le han hecho y el patrón de la lancha nos ha mandado a don Agucho.
Y en esos instantes el brujo despide a un paciente que sale como mareado y repara en el niñito y su desesperado llanto, lo mira, lo palpa y al levantarlo siente que se lo quieren quitar.
El brujo entiende ésta situación y dice:” Un alguien lo está acariciando y tiene susto. Mientras esparce agua de florida en la habitación y le pregunta a la madre”¿Quién ha muerto en tu familia? Y la madre dice:”Su papá se ha ahogado en el río el mes pasado”
“El lo está acariciando” dice el brujo- “no le quiere dejar, no se quiere ir. Quiere estar con su llullito.”
Ulico que observa la escena, está sorprendido y se sumerge en sus pensamientos, se recuerda subido al zapote para admirarla mejor, sin que ella se diera cuenta y cuando se cruzaban en la calle la ignoraba.
Que lejos quedaron los juegos de infancia y como habían crecido los dos. Isabelita evoca los días ya lejanos cuando iban juntos a la escuela y compartían sus juegos infantiles.
Cuando está frente a don Agucho, Ulico comprende por su mirada, que el brujo ya lo sabe todo. Entonces más confiado Ulico le dice:”Maestro quiero llegar a su corazón, al corazón de Isabelita que vive frente a mi casa.
Y el brujo Agucho le contesta:” ¡Já! , el deseo puede más que la desesperanza. Cuando quiero juntar a un hombre y a una mujer, ahí sí que soy buenazo. Son los deseos los que cuentan, entonces me convierto en huayraviento y comienzo a girar, disparo los virotes que he preparado, untando sus puntas con lágrimas de la buceta y filtros de la madre shimipampán, agrego hojitas del olvido y algunas otras cositas que yo solo sé y viajo en el shungo de uno de los virotes hasta el rinconcito donde duermen los quereres y llevo así cuidadosamente orillados los deseos de mi cliente.
Mientras tanto, Isabelita duerme el más dulce sueño, sueño que su inmenso amor convertido en pedacitos va siendo unido y empezaba ya a sentir la poderosa presencia de Ulico y los dos se entrelazaban como si estuvieran amarrados.
Y el brujo Agucho seguía lanzando bocanadas de humo con palabras mágicas y sus cánticos. El brujo siempre con su vestimenta a rayas y su sabiduría de siglos.
Al día siguiente en el río Ucayali, una pequeña canoa se apresta a atracar en la Hoyada, Isabelita maniobra el remo desde la popa y en la punta Ulico, se les veía muy felices.
Don Agucho guarda en su talega la vieja cachimba y dice:” ¡Já! Así fue, pues como lo conocí, ambos tejíamos los sueños de dos jóvenes que se amaban sin saberlo.
Ahora serán felices para toda la vida, gracias al Brujo Huambisa.
Carlos Velásquez Sánchez
Yo trabajo con esta cachimba, lo utilizo acá con mi gente, es mi arma , mi hacha y mi machete, no hay maleza que pueda cerrarme el paso. Con él llego al corazón del hombre y a toda mi existencia. Veo hasta donde quiero ver, es también mi amuleto, el cual está hecho de un shungo llamado “bolaquiro”.
La figura que vés aquí, pues donde se pone el tabaco es la figura del huambisa, mira con atención estas rayitas, es su vestimenta, pues este es su cuerpo.¡Está bien hecho! ¡ Mira, mira! Aquí está su cara, sus ojos, su boca y hasta sonríe.¡Ah! que le vás a poder ver!.
Mientras tanto, en el corredor de la vieja casa esperan los pacientes y en la otra habitación se escuchan las aspersiones de aguardiente con tabaco macerado, que el brujo efectúa con su boca para purificar el ambiente.
En silencio Ulico espera a que don Agucho le pueda hacer el trabajito con pusangas y rituales y don Agucho seguía contando de su amigo el Brujo Huambisa_ “Esto te lo vás a llevar” me dijo, cuando ya nos encontramos en Barbón Cocha entregándome la cachimba.
Cuando trabajes con él , yo siempre estaré presente, y así es, esta cachimba ha sido llevado con mucha delicadeza. La boquilla es de hueso de achuni arrecho y conservo tal poder que no es fácil controlar, si no lo sabes operar, fuerzas desconocidas pueden venir en tu perdición.
En otro lugar del Caserío, el corazón de Isabelita late aceleradamente cuando le recuerdo, es como si estuviera ella a la deriva en busca del amor no correspondido. Despierta sobresaltada, se revuelca en la cama sofocada por el calor de la noche, dispuesta a seguir sonriendo antes de quedarse nuevamente dormida y acude a su mente la imagen del indio brujo, con su gran collar de huairuros y ojos de vaca y ella tiene confianza en su inmensa sabiduría.
Y Ulico seguía sentado en una banca y a su lado se sientan dos mujeres, una de ellas llevaba un bebé en sus brazos que lloraba mucho.
¿ Qué ya pues tiene tu llullito, señora?le pregunta una viejita.
¡Ni se sabe! Dice la madre- Ya le vió el médico de la posta, le ha puesto ampolletas y le ha dado frascos de remedio y nada le han hecho y el patrón de la lancha nos ha mandado a don Agucho.
Y en esos instantes el brujo despide a un paciente que sale como mareado y repara en el niñito y su desesperado llanto, lo mira, lo palpa y al levantarlo siente que se lo quieren quitar.
El brujo entiende ésta situación y dice:” Un alguien lo está acariciando y tiene susto. Mientras esparce agua de florida en la habitación y le pregunta a la madre”¿Quién ha muerto en tu familia? Y la madre dice:”Su papá se ha ahogado en el río el mes pasado”
“El lo está acariciando” dice el brujo- “no le quiere dejar, no se quiere ir. Quiere estar con su llullito.”
Ulico que observa la escena, está sorprendido y se sumerge en sus pensamientos, se recuerda subido al zapote para admirarla mejor, sin que ella se diera cuenta y cuando se cruzaban en la calle la ignoraba.
Que lejos quedaron los juegos de infancia y como habían crecido los dos. Isabelita evoca los días ya lejanos cuando iban juntos a la escuela y compartían sus juegos infantiles.
Cuando está frente a don Agucho, Ulico comprende por su mirada, que el brujo ya lo sabe todo. Entonces más confiado Ulico le dice:”Maestro quiero llegar a su corazón, al corazón de Isabelita que vive frente a mi casa.
Y el brujo Agucho le contesta:” ¡Já! , el deseo puede más que la desesperanza. Cuando quiero juntar a un hombre y a una mujer, ahí sí que soy buenazo. Son los deseos los que cuentan, entonces me convierto en huayraviento y comienzo a girar, disparo los virotes que he preparado, untando sus puntas con lágrimas de la buceta y filtros de la madre shimipampán, agrego hojitas del olvido y algunas otras cositas que yo solo sé y viajo en el shungo de uno de los virotes hasta el rinconcito donde duermen los quereres y llevo así cuidadosamente orillados los deseos de mi cliente.
Mientras tanto, Isabelita duerme el más dulce sueño, sueño que su inmenso amor convertido en pedacitos va siendo unido y empezaba ya a sentir la poderosa presencia de Ulico y los dos se entrelazaban como si estuvieran amarrados.
Y el brujo Agucho seguía lanzando bocanadas de humo con palabras mágicas y sus cánticos. El brujo siempre con su vestimenta a rayas y su sabiduría de siglos.
Al día siguiente en el río Ucayali, una pequeña canoa se apresta a atracar en la Hoyada, Isabelita maniobra el remo desde la popa y en la punta Ulico, se les veía muy felices.
Don Agucho guarda en su talega la vieja cachimba y dice:” ¡Já! Así fue, pues como lo conocí, ambos tejíamos los sueños de dos jóvenes que se amaban sin saberlo.
Ahora serán felices para toda la vida, gracias al Brujo Huambisa.
Carlos Velásquez Sánchez
Hola Maestro muy bonitos todos los cuento que he leìdo. ¿Son suyos o los recopila?,pues destilan muucha selva y conocimiento. desde aca una sana admiracion para tantas hermosas vivencias y muchas gracias por los buenos momentos que me diò con ellos . abrazo grande
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