( Darío Vásquez Saldaña )
En los primeros
años de la década del cincuenta, trabajaban en la Escuela Primaria de Varones
Nº 185 de Piscoyacu, varios profesores entre ellos: Javier Cárdenas Ríos,
Aníbal Del Águila Guevara, Teódulo Pinedo y Orlando Veintemilla.
Profesores jóvenes,
alegres, chucumeros y serenateros, generalmente no se perdían un cumpleaños,
una pedida de mano o cualquier otro acontecimiento que diera motivo para
echarse unos aguardiente, una serenata y al final: un criolllazo caldo de
gallina.
Una noche,
regresando de tomarse muchos chuchuhuashas en la cantina de don Braulio
Supitero, estos profesores se pararon frente a la casa de la Srta. Consuelo Shapiama, se acercaron hasta el filo
del cerco y vieron varias gallinas y pavitas (micarahuas) que dormían sobre el
cerco de cañabravas.
Y experto en la
materia, Orlando tomo del pescuezo a una pava (micarahua), aprisionándola de
inmediato a su cuerpo para evitar que revolotee.
Con la pava bajo el
brazo, llegaron a la Plaza de Armas, donde deliberaron en que lugar debían
sacrificarla y acordaron cocinarla en el Fundo ”San Ramón” del papa de Orlando,
que quedaba a menos de 1 km. de Piscoyacu.
Estando a la altura
del Fundo ”El Mozandero”, todos conversaban animadamente, menos Orlando, que se
había retrasado y era noche de luna llena, pudieron observar que a la pava ya
no la traía debajo del brazo sino adelante, sujetándola a nivel de su chaveta y
que caminaba con dificultad, que parecía a esos niños cuando montan a su
caballo de palo.
Y sus amigos
dijeron esta bien “mashasca”, seguro se ha cansado de traer a la pava bajo el
brazo, por eso lo conduce de esa forma a la micarahua.
Y al fin, llegaron
alegres y de hambre a San Ramón, Javier se encargo de la candela, Teódulo de la
olla y Aníbal empezó a desplumar a la pava, mientras tanto Orlando como estaba
“mashasca” (borracho) se tumbo sobre una banca, disimulando que dormía.
A las 12 de la
noche, ya estaba listo el suculento caldo de micarahua, Teódulo sirvió los
cuatro platos y a comer se ha dicho.
- Oe, Orlando, ven
a tomar tu caldo-dijo Aníbal.
Los demás
terminaron y repitieron otro plato, pero Orlando ni se movía.
-Orlando, ven a
tomar tu caldo, que se va a enfriar- repitió Javier- sacudiéndolo por el hombro
izquierdo.
Al verle que se
levantaba perezosamente, Teódulo le animo.
-Solo a ti te falta
comer, tomate el caldo que está bien delicioso, ya nosotros tomamos dos platos
cada uno, con su repetición todavía.
Como todos insistían a la misma vez, Orlando
contesto:
-¡ Carajo, hombre, como creen que le voy comer a la que antes nomas ha sido mi mujer!
Esta revelación dejo a los jóvenes profesores
pasmados, bola su ojo, con manchari-¡Desgraciado!- le gritaron todos sus
colegas. Quisieron ahorcarle y se metieron el dedo hasta la garganta, tratando
los tres profesores de vomitar, pero ya no había nada que hacer.
Solo faltaba saber, si la matriz de la pava
estaba todavía dentro de la olla, pero ya se lo habían comido.
Bueno, en fin, este Profesor Orlando había
sido un pendejo.
Carlos Velasquez Sanchez
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