Este hombre rehuía las miradas, caminaba sin mirar
a nadie. Sus ojos rojos que parecían huayruros daban la sensación de ser los
ojos de una chicua, ave de bellísimo plumaje pero de mal agüero. Calzaba sus
pies con ojotas confeccionadas con cuero doble de sachavaca. En ese momento
alguien grito al reconocerlo.
¡
Escóndanse, es el brujo Pelayo!
Tontos, como
si en otros tiempos no me habrían necesitado, son malagradecidos, me avergüenzo
de ser uno más de ellos. Yo creo que los animales a quienes denominan
irracionales, son mejores y más reconocidos que ellos. Cierto que soy brujo y
puedo dialogar con los animales, ellos me narran muchas anécdotas, me piden
consejos y también me aconsejan.
Yo tengo un
burro que le puse nombre “Municipal” y un día cuando este burro haragán no
quería caminar, pues vio amarrada a una mula y quiso salirse del camino,
rebuzna que rebuzna, como no me hacía caso, cogí una rama delgada. El burro
rebuznaba fuertemente, pero esta vez de dolor y olía a pelo chamuscado. Revise
la vara, le pase el dedo y algo me quemo. Era ácido sulfúrico, con razón le
quemo las cerdas a mi burrito y tuve que llevarlo rápidamente a un rio cercano.
Saque los bultos que cargaba y a él lo arroje al agua.
Luego salió
y me grito: ”Me castigaste como lo hizo Dios con las cebras, desde allí que
ellas tienen sus vestidos a rayas”.
-¿ Cómo es
eso? A ver cuéntame “Municipal”, no seas malo, le dije intentando disimular la
risa que me daba verlo con aquellas pintas negras en su piel blanca.
Antes, en
los tiempos de Dios Padre, con la creación de Adán y Eva, los puso en el
paraíso. Ellos desobedecieron y comieron el fruto prohibido y Dios los castigo por su desobediencia. Algo parecido
fue lo que sucedió con las cebras hembra y macho. Dios los puso junto a otros
animales: roedores, rumiantes, mejor dicho a todos los que nos alimentamos con
pastos de la Pradera de la Abundancia.
Dios dijo:
”De todas las variedades de pasto que hay aquí, comeréis, pero habréis de
respetar la variedad del raciocinio que se encuentra al pie de aquella colina.
Y en esta
oportunidad, no fue la víbora que hizo desobedecer a la cebra, fue el
erizo(casha cushillo), que en ese entonces no tenía espinas.
-Cebrita, le
dijo: ”Come del pasto prohibido y tendrás uso de razón.
-No puedo,
el Señor nos lo prohibió y debemos obedecer.
Pero tanto,
insistió el erizo que la convenció. Ella hizo comer a su compañero y de pronto
se dieron cuenta que estaban desnudos. Se ocultaron ante la presencia del Creador
y fue grande la ira del Divino Hacedor que quemo a los animales, dejándoles
como castigo aquellas pintas negras por todo el cuerpo y al erizo le puso
espinas en todo el cuerpo, para que nunca se acercara a ningún animal y
seguidamente los expulso de la Pradera de la Abundancia.
Bien,
seguimos caminando y casi al llegar a una choza en plena selva, en un
riachuelo, un animal pedía auxilio y me acerque, era un perezoso agarrado a una
rama de cetico seco.
¡ Suéltate!
Y nada hasta aquí- le dije.
-No puedo,
soy muy lento y el rio me arrastraría y me ahogaría- me contesto.
Y no tuve más
remedio que meterme al agua y rescatar al perezoso, le saque a la orilla, me
agradeció y comenzamos a dialogar, le narre lo sucedido a mi burro y él me
dijo:
-Nosotros en
la antigüedad no éramos lentos ni perezosos, esta apariencia nos la dio el
Señor en castigo, porque nuestros primeros padres también desobedecieron sus órdenes.
Ellos eran muy veloces y gustaban quitarles a los demás animales sus comidas y
se daban a la fuga.
Nadie les
podía alcanzar. Los demás animales,
enviaron memoriales y presentaron sus quejas ante la máxima autoridad, quien al
comprobar esto, les condeno a la vida arborícola e hizo que les nacieran estas
garras prensoras, que ahora llevamos.
Un guacamayo
desde una rama había escuchado la conversación y les dijo: ¿ Acaso Uds. no
saben por qué nosotros y los de nuestra especie tenemos el pico curvo?
-Por
entrometido pues, te metes donde no fuiste
invitado, le contesto “Municipal”, con un rebuzno.
-No lo
trates así, dejémoslo participar en la conversación, algo nuevo aprenderemos de
él.
-Bien
hombre, gracias por permitirme unirme a Uds. en su conversación. Fue en los
mismos tiempos de Dios Padre, nos contaron nuestros abuelos que nuestros primeros
padres poseían hermosos picos largos y puntiagudos. A ellos también les prohibió
el Divino Hacedor unos jugosos frutos del Árbol de la Razón. Y nadie se
acercaba a este árbol.
El pájaro
carpintero les dijo a los dos inocentes primeros padres nuestros que el ya los
había comido y que nada le había pasado, al contrario ahora podía razonar
perfectamente y ya podía distinguir el bien del mal.
Yo cabeceare
duramente una rama y caerán algunos frutos, Uds. podrán comerlos en el suelo,
les ofreció el pájaro carpintero. Y el ave cabeceo una pequeña rama y con
recelo mis antecesores comenzaron a picotearlos.
Una sorpresa
que se llevaron, los frutos no se podían despegar de sus picos, intentaban
librarse de ellos sin resultado, mas bien por el peso de los frutos, sus picos
que antes eran su orgullo, esta vez, se doblaron hacia abajo quedando como lo
tenemos hoy.
Cuando llego
Dios, los arrojo para siempre de allí y como castigo nuestros picos quedaron
curvos y condeno al pájaro carpintero a vivir golpeando con su pico a los
árboles secos.
-Amigos,
hablo nuevamente el hombre. Uds. tienen la suerte de ser unidos, no conocen la
traición, la desidia, la envidia, la maldad, tampoco son mal agradecidos. Deberían
llamarse seres irracionales.
-Ahora les
contare mi historia. Soy descendiente de una casta pura de brujos, conozco el
remedio a muchos males y también podría hacer maldad, pero, nunca lo hare.
Tengo que salir del Caserío de Shimbillo casi huyendo, no de miedo, sino por no
convertirles a aquellos chiquillos molestosos en sapos.
-Te odian
sin razón en ese poblado-dijo el burro.
-Así es
amigo, no tuve la culpa que el Agente Municipal muriera. Fueron a verme cuando
ya era demasiado tarde, él fue embrujado, sus restos de comida los junto su
propio primo y los llevo donde el lupunero Adolfo. El, para poder hacer su
trabajo, puso aquellas sobras de comida en una árbol de lupuna, lo introdujo en
el interior del árbol que es hueco solamente en el lugar que forma una especie
de barriga, encendió algunas velas y oro allí como si en aquel árbol había
enterrado al agente municipal, incluso hasta lloro, luego cerro el hueco
abierto con abundante barro.
Luego días
después, las gentes veían asombrados como le crecía la barriga al agente.
¿ Qué es lo
que le pasa a Hugo? Se preguntaban, buchisapa se está volviendo, parece que
estuviera preñado y le llevaron a Lima, intentando encontrar remedio a su mal,
no saben que a la brujería de la lupuna no lo cura nadie. Solo yo puedo
hacerlo, pero a su tiempo, antes de que el mal avance demasiado. Los médicos le
decían que era hidropesía y lo operaron.
Desahuciado
lo regresaron, me fueron a ver, para curarle, intente sanarle, ya lo iba
logrando, pero el pobre murió pudriéndose a consecuencia de la operación, no le
habían puesto ya las ampolletas que le receto el médico.
Es por eso
que no tengo la culpa y desde allí me odian, piensan que soy mal brujo.
-Ellos no se
acuerdan que curaste a la Ruperta-dijo- el burro “Municipal” muy amargo.
¿ Cómo fue
aquello? Pregunto el guacamayo.
-Llego de
Pucallpa un jovencito, era trabajador y honrado, tuvo la desgracia de conocer a
la chica que les menciono “Municipal”, se enamoró perdidamente de ella, la
hembra no le daba importancia, porque era feo, tenía la nariz chueca y
achatada, su pelo parecía de sajino y sus piernas parecían alicates y por eso
la chica no le hacía caso.
El hombre
enamorado, dijo que ella iba a ser suya, aunque no la quisiera. Los hermanos de
la chica al enterarse de la amenaza que hacia el galán, le dieron una golpiza.
Una vez que
se recuperó, bajo a su pueblo, pero antes le robo a la joven una prenda
interior y visito a un brujo. Este hizo un buen amarre. Al pasar los días, la
chica se alocaba por ver al “simpático” pretendiente. Cuando el llego, no podía
estar ni un momento sin su presencia. Los familiares intentaban hacerla entrar
en razón, pero no les hacía caso. Un día escapo de su casa con el enamorado y
los hermanos le hicieron regresar. Ella lloraba día y noche. Entonces, su padre
llego a consultarme, la trajeron a mi presencia, le tome el pulso y supe la
causa de aquel enamoramiento repentino.
Habían unido
su ropa interior al del joven con un hilo negro de seda. Una domestica de su
padre, recibió veinte soles del enamorado, abrió una almohada de la chica y
puso en el interior las prendas que habían sido trabajadas de antemano por mi
colega ucayalino, luego cerro la almohada. Esta es la mejor pusanga que existe.
Hable con su
padre, fijamos el precio de la curación y en presencia de él, saque de la
almohada las dos prendas. Los separe con cuidado, luego las queme en diferentes
fogatas hechas con carbón del árbol de guayaba. A las cenizas eche agua
bendita, las junte separadamente y arroje la primera en el rio Huallaga, la
segunda o sea del hombre la arroje a un
silo, para así separarlos definitivamente.
Y así
termino el enamoramiento. La chica avergonzada pedía disculpas a su padre.
Después tuve
otro caso: Había una señora, la Peta Chistama , era una viuda, con 4 hijos, el
mayor era un vago sin remedio. Su pobre madre tenía que trabajar muy duro
lavando ropa ajena para mantenerlo. El solamente vivía durmiendo, pela y huela,
como dicen las abuelitas.
Doña Peta
lavaba la ropa de Teocho, la viuda se enamoró de el viéndolo trabajador, pepón
y buena gente. Es el marido ideal, se decía a si misma, tiene que ser mío, como
sea o dejo de llamarme Peta Chistama.
Un dia llego
el hombre borracho a recoger sus prendas de vestir, para esto la vieja en una
de las ropas interiores de Teocho había encontrado una “sherda”. Seguidamente
ella se sacó una” sherda” y unió los dos haciéndoles un nudo y los escondió en
el botapie del pantalón de Teocho, que ella lo había descosturado y lo cosió
allí para que no cayera este secreto. Y después velo a San Antonio con las
fotografías de Teocho y de ella.
Teocho, no
sabía porque pensaba tanto en la Peta, la soñaba mucho y llevaba regalos a sus
hijos, hasta para su haragán. Y se declaró a ella.
-Teochito,
yo te quiero, quizás más que tu, pero como puedes ver, tengo 4 hijos que
mantener, es por eso, que no puedo aceptarte.
-Eso, no
tiene nada, yo también tengo mi mujer que vive en Saposoa y un hijo de dos años
de edad. A tus hijos los voy a querer, trabajaremos los dos, nada nos va a
faltar. Bien sabes, que quien compra la vaca compra la ternera.
De esa
manera, bien pusangueado, fue a vivir en casa de Peta. Su sueldo ya no le
alcanzaba para enviar a su esposa en Saposoa. Casi a los 5 meses, llego está a
ver que era lo que pasaba. Y se dio con la sorpresa de encontrar a su esposo
con otra mujer, con 4 entenados y lo peor, la Peta estaba en estado de 3 meses
y fue a hablar con él.
-Mira,
Lucha, no sé como es que deje de quererte, la verdad, es que ya no siento nada
por ti. Espero que me sepas perdonar, a quien amo es a Peta Chistama.
-Si es que
no me quieres, no me importa, pero al menos debes acordarte de esta criatura
que llevo en brazos, es sangre de tu sangre y no estar adulando a los vagos que
tienes por entenados.
-Compréndeme,
Lucha, lo que gano no me alcanza para nada, ya te enviare algo el próximo mes.
-Ahora es
cuando me vas a dar mi pasaje de ida y vuelta a mi tierra, porque me prestaron
para venir a verte y además la pensión de tu hijo.
-Hoy no
puedo, no tengo dinero.
-En el
Juzgado arreglaremos, ya lo veras desgraciado. Y al llegar al Juzgado, le conto
todo al Juez y este le dijo: Señora, cuanto siento lo que está pasando, pero la
gente comenta este caso, dicen que ella atrapo a tu esposo con cochinadas.
Antes que le demandes, te voy a dar un consejo. Visita al brujo Pelayo, de
repente el soluciona tu problema.
Y la señora
Lucha me visito y le prepare un antídoto contra las cochinadas que le hizo doña
Petra a su esposo.
-Esto tiene
que hacerle beber señora, además, debes de alguna manera quemar separadamente
las “sherdas”(vellos púbicos) que escondió en el botapie del pantalón de su
esposo, esa mala mujer.
Y con el
pretexto de arreglar su problema, ella le cito en un bar, allí en un descuido
echo en el vaso de su esposo el remedio. Y en menos de tres días el hombre fue
a buscarla para pedirle perdón.
Ella le
comento lo que esa mujer le había hecho para que se olvidara por completo de
ella y para mayor constancia le descosturo el botapie del pantalón y
comprobaron sorprendidos que todo era cierto. Desde allí, me tenían mucho respeto en el pueblo.
Quien llego
a odiarme era Doña Peta, que juró vengarse de mí. Lo que después hizo ella, fue
tomar el caldo de semilla de palta con ruda para abortar, seguidamente tomo 3
pastillas de mejoral y viendo que no le hacía efecto, fue donde el sanitario
Chumbiaica, especialista en bajadas de motor.
A la semana siguiente,
la mujer se moría víctima de una fuerte infección. Me llamaron demasiado tarde
y nada pude hacer para salvarle la vida. Hoy todo el pueblo me odia porque
dicen que yo la mate, Eso no es nada, su hijo el vago, para vengarse según el
de la muerte de su madre.
Un día
aprovechando que yo no estaba, el vago saco de mi alforja, mi pretina con mis
iniciales y un cuchillo filudo que siempre hacia andar y no me di cuenta de
nada.
Al día
siguiente encontraron en el camino, muerta a la “Sholeca” Barrientos, amarrada
las manos con mi pretina y el cuchillo a un costado de la finada y me culparon
del crimen. Vino una patrulla de guardias a llevarme y me encerraron en un
cuartucho pestilente. Esa noche me palearon para hacerme declarar y me dejaron
tirado en el suelo todo adolorido.
Yo juraba
que me vengaría y cuando juro no lo hago en vano. En sueños visite al vago, le
asuste, dándole pesadillas.
Y al día
siguiente, el vago fue a tocar la puerta al Sargento Machaguay Chupa Chupa, le
decían así porque todos los días estaba borracho.
-Sargento,
vengo a entregarme, yo mate a la “Sholeca”, suelten al brujo Pelayo, es
inocente. Quise que le culparan para vengarme por lo que le hizo a mi madre.
Y los
guardias me pidieron disculpas. Y les dije, lo que Uds. me hicieron no va a
quedar así, abusivos. Les voy a hacer hinchar las barrigas, a sus talegas
también les voy a hacer hinchar, chanchos capones van a quedar.
-Por favor, don Pelayito, no nos hagas daño,
me rogaban. Y un día, todos ellos fueron a mi casa, llevándome de regalo un par
de “cuchinillos”(chanchitos), uno era verraco y la otra hembrita.
Y como ya me había pasado la cólera les
perdone a todos.
Hola mañanero .gracias de nuevo por sus cuentos tan lindos,pintorescos y costumbristas. un abrazo .
ResponderEliminarsiempre me los leo a todos. Me encantan todos los saberes de la selva, cosas tan lejanas a mi realidad ,que toman corporeidad al leerlo .