El Caserío se iba despertando con
los cantos de los gallos, los peones y ayudantes llegaban silbando o cantando,
eran ya las 6 de la mañana y la casa se iba llenando, la gente entraba y salía.
En la sala estaban controlando
las cosas como cartuchos, fariña, medicinas, etc. En la cocina, los demás
ayudantes desayunaban entre bromas y risas, pues, era la despedida de los
mitayeros que iban a internarse en la espesura de la selva por unas semanas con
el fin de cazar y traer rancho para la Fiesta Patronal de San Pedro y San
Pablo, Patronos del Caserío.
Esta fiesta era famosa en toda la
zona y se celebraba en el mes de Junio durante una semana. Esta fiesta
hermanaba a los pueblos vecinos y se llevaban a cabo diferentes actividades :
los niños formaban coros para celebrar las misas, los adultos se encargaban de
preparar las bebidas y las señoras hacían rosquillas de almidón de yuca, las
que se servían a medianoche acompañadas de una humeante taza de café.
De pronto, entraba un pequeño
intruso, abriéndose a empujones, era Agustín, mi amigo y el hijo de don Rider,
uno de los montaraces, ingresaba llevando una enorme mochila a cuestas y un
remo en la mano y le pregunte:
-Aguchin ¿ Vas a ir tú también?
-Si, respondió-vamos cho, lindo
es. Allá vamos a comer carne del monte hasta hartarnos.
-¿ Ir al monte? Tú estás loco.
-No seas zonzo, vamos o ¿ Es que
tienes miedo?
Me quedé estupefacto ante su
propuesta. Tiene que estar loco, me dije, pero, luego, el énfasis de sus
últimas palabras impactaron profundamente en mi ser, hiriendo mi ego.
Si embargo, me lleno de temor al
recordar los cuentos y leyendas que narra el Mañanero sobre los montaraces.
-Asi contaba el Mañanero , una de
las leyendas.
Cuando un montaraz se interna en
los montes vírgenes observa las chacras que hace el “supay” (diablo) en plena
selva. Estas “supay”chacras son pedazos de monte donde crecen arboles muy
extraños llenos de rugosidades y una especie de moho verdoso cubre gran parte
de su tallo.
En el suelo crece un tipo de
pajilla que solo se puede ver en esos lugares, aparte de esas hierbas, todo se
mantiene limpio como si lo barrieran todos los días y ni las hojarascas caen
dentro de la chacra.
Cuando el montaraz se encuentra
con una de esas chacras, da un rodeo, por temor a despertar al Chullachaqui,
quien le molestaría todo el tiempo que durase su estancia en el monte.
A veces cuando los montaraces
están en su chapana, aparece este diablillo en el momento menos pensado
transformada en la presa deseada y el montaraz dispara su escopeta, pero, en
vano. Y eso no es nada, otras veces este endemoniado ser va más lejos. Cuando
yo era muchacho, escuchaba contar a mi
abuelito que a su hermano le había robado el chullachaqui y lo dejo muerto en
un renacal.
Primero le había hecho errar el
camino de regreso al campamento y el hombre todo desesperado, después de varios
intentos por encontrar la trocha, empezó a correr de un lado a otro abandonando
su escopeta, cuando ya no pudo más y sus fuerzas se agotaron, se le apareció el
chullachaqui, quien a rastras le llevo al renacal.
Allí busco el árbol más grueso
con raíces muy estrechas como celdas y lo metió entre ellas, dejándolo sin
vida. Después de tres días de intensa búsqueda lo encontraron, pero ya su
cuerpo estaba horrible, con profundas heridas, por las que se asomaban cientos
de gusanos y ya apestaba.
No le podían sacar, pues las
raíces estorbaban. Además, nadie se animaba a tocar siquiera el árbol,
peor querer cortar sus raíces. Tenían
miedo a que se apareciera el Shapshico o que la madre del renaco los embrujara.
Sin embargo, tenían que sacar al
cadáver como sea y encomendándose a Dios para que no les sucediera nada,
cortaron las raíces y así recién pudieron sacar el cuerpo.
El recuerdo de esta leyenda frenaba
mis impulsos, sin embargo, mi ego pudo superar el miedo.
Entonces me dije: Si Aguchin va
¿Porque yo no puedo ir?
El no e diferente a mí, aunque en
edad me gana y muy resuelto me dirigí a mi padre y le dije: Papi, quiero
decirte algo.
-¿Que es Maquito, habla nomas?
-Esteeee…yo, también quiero ir al
monte, papi…¿ Me das permiso?
-¿ Al monte? ¿Qué vas a hacer
allí? Te come el tigre y nadie te salva. No hijito, no puedo mandarte, el monte
es muy peligroso, además, solo servirías para estorbo en el camino.
Mira que allá, no vas a estar
pidiendo comida a la hora que te de la gana. Al monte se va a sufrir. Allá solo
van las personas mayores que saben caminar en plena montaña, porque en ella no
hay caminos, solo se orientan con algunas señales que hacen en los troncos o
cuando van quebrando ramitas.
Ellos saben los peligros a que se
enfrentan, entre la espesura se encuentran víboras, alacranes, arañas y muchos
peligros más. No hijo, vete nomas a jugar pelota y no estés pensando en
cojudeces.
-¿ Y como Aguchin va a ir? Él me
ha dicho que el monte es lindo.
-Así que él te ha metido esa idea
en la cabeza. Este Agustín, carajo. El ira con su padre y siempre anda con él.
Además él ya sabe cuidarse solo, a él le lleva su padre para que se quede en el
campamento.
-Pero, alguna vez, tiene que ser
la primera y que sea este pues, papi.
-No hijo, no insistas, es por
demás. No te voy a mandar. Quítate esa idea loca de la cabeza y olvídate.
Con esa negativa, quede
desarmado. Mis sueños estaban hecho pedazos. La ilusión de conocer por mí mismo
la vida en el centro de la selva, donde me imaginaba mil aventuras y misterios
por doquier cazando animales y enfrentándome al otorongo se me vinieron por los
suelos. Y no me quedaba más remedio que obedecer a mi padre y llorar.
Carlos Velásquez Sánchez
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