Allá en las
cabeceras del Alto Psique, un rio pardo, afluente del rio Ucayali, vi un cerro
enorme que semejaba el lomo de una tortuga tendida sobre los montes y
preguntando a los indios, me contaron que era MANSHAN MANA o el Cerro de la
Tortuga.
En el centro
de este cerro existe un árbol y besando sus raíces hay un lago y cuando caen
sus frutos de este árbol a las aguas del lago, este se tiñe de rojo en toda su
extensión instantáneamente de un rojo sangre.
Los indios
atribuyen este fenómeno al YUSHIN (demonio) que se embravece al comer estos
frutos, tiñendo las aguas del lago con la sangre de sus ojos diabólicos.
Aseguran que
este árbol esta maldito, desde que en sus ramas se ahorco INCA NIMA , un
sanguinario y famoso Curaca Shipibo.
Cuentan que
hace centenares de años Inca Nima reino sobre las multitudes de indios en
MANSHAN MANA, aquí estaban la tribus cunivos, shipibos, setebos, cashivos y
coto ahucas.
Inca Nima
era soberbio, violento y cruel, sus vasallos le querían porque le temian. No tenía
amores y su pasión era la de ensanchar más y más sus dominios y mandar en el
mayor número de pueblos.
Decían que
era descendiente directo del grande e invencible caudillo indio : Santos
Atahualpa.
Un día Inca
Nima recibió la noticia de que cerca de Charash Mana, aparecieron unos
personajes extraños de grandes barbas blancas y que hablaban una lengua
desconocida.
Los ancianos
de la tribu aseguraron no haber visto jamás hombres iguales y resolvieron ir a
convencerse por si mismos del hecho a espaldas de Inca Nima.
Curin Cushi,
del Concejo de Ancianos de Inca Nima se unió a ellos. Se presentó al Curaca y
le pidió autorización para explorar rio abajo, en la que decían haber
encontrado huellas de los Coto Ahucas, antiguos enemigos de Inca Nima.
Inca Nima,
ignorante de todo, ordeno que saliese una expedición de 300 arqueros, 200
lanceros y 100 macaneros a las órdenes de Curin Cuhsi.
En una playa
cercana a Charash Mana la expedición de Curin Cushi encontró dos chozas de
paja. El Jefe Shipibo ordeno a los guerreros que se a cerquen en son de paz,
quienes hicieron rústicos techos de paja
alrededor de las chozas en la que vivían dos ancianos.
Los ancianos
llenos de inquietud iban de un lado a otro de la playa, prodigando sonrisas de
bondad y los indios bajaban su cabeza a su paso, se sentían atraídos por las
miradas de los ancianos.
Entonces ,
uno de los ancianos extranjeros hablo de una doctrina de amor y felicidad a los
indios, en medio de oraciones.
Curin Cushi
manda un emisario a Inca Nima pidiendo refuerzos, pretextando una supuesta
campaña de sometimiento de los Coto Ahucas, pero el propósito era que todos los
indios conocieran y admiraran a estos extranjeros y que oían de sus labios
palabras de bien y unión entre los hombres.
Inca Nima,
inocente accedió al pedido de su Jefe de máxima confianza, quedando solo con
sus familiares y fieles cashivos en Manshan Mana.
Pero, un
familiar de Inca Nima se enteró de lo sucedido en forma confidencial y le
informo del secreto.
Una gran
indignación se apodero de él y con los pocos cashivos que permanecían
fieles a su lado, se dirigió a Manshan
Mana, adonde llego al anochecer cuando todos dormían.
Y se dirigió
con la macana en alto a la choza del mas anciano de los extranjeros, decidido a
matarlo. Cuando sus súbditos lo descubrieron
y gritaron angustiados.
El Curaca le
va a asestar el golpe mortal al anciano barbas de nube y cuando ve en sus ojos
una confiada bondad que lo desconcierta, baja la macana colérico y ordena que
se los lleven presos a los dos extranjeros a Manshan Mana.
Llegando a
su campamento cercano al “Cerro de la Tortuga”, Inca Nima hizo conducir allá a
los prisioneros, donde mando arrancarles los ojos y ahorcarlos finalmente, en
las ramas del árbol embrujado, que el viajero ve a lo lejos sobre el lomo del
cerro legendario.
Pasan
algunos meses, Inca Nima aguardo en vano el regreso de sus súbditos, que
dispersos por ríos y montes, desde los fatales acontecimientos. Nadie volvía.
Día a día se
fue quedando solo con sus remordimientos, perseguido en su imaginación por el mirar
sereno y dulce de los predicadores (curas) a los que diera muerte tan cruel.
La pena de
ver su Imperio destruido lo llevo finalmente a desear la muerte, como una
liberación.
Una mañana
lluviosa, tomo una canoa y surcando el rio Psique llego a Manshan Mana, anudo a
su garganta unas fuertes sogas de tamshi y subiéndose a lo alto del árbol, desde unas ramas se
aventó al vacío.
Allí quedo
el cuerpo del más poderoso Curaca de Ucayali, abandonado, dando vueltas y
balanceándose.
Y ahora
dicen los indios que aquel paraje esta maldito y no hace mucho tiempo llego
hasta allí uno de los descendientes del Inca Nima y alzo la vista hacia lo alto
del árbol, para ver donde había muerto su poderoso abuelo, quedando al momento
ciego.
Desde entonces,
nadie ha vuelto a acercarse al Cerro de la Tortuga y el árbol permanece allí,
años de años, solitario, llorando sus lágrimas de nube, sus lágrimas blancas.
Alguna vez,
estas lágrimas son de sangre y en la imaginación de los indígenas, cada vez que
uno de sus frutos se desprende y rueda a las aguas del lago, tiñéndolo de rojo
violento, debido sin duda al Yushin, un demonio fantasmal que duerme en sus
profundidades- aseguran temerosos los indígenas de esa zona del Ucayali.
Arturo Burga
Freitas
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