lunes, 13 de mayo de 2013

E L A R B O L D E L A S L A G R I M A S D E S AN G R E


Allá en las cabeceras del Alto Psique, un rio pardo, afluente del rio Ucayali, vi un cerro enorme que semejaba el lomo de una tortuga tendida sobre los montes y preguntando a los indios, me contaron que era MANSHAN MANA o el Cerro de la Tortuga.

En el centro de este cerro existe un árbol y besando sus raíces hay un lago y cuando caen sus frutos de este árbol a las aguas del lago, este se tiñe de rojo en toda su extensión instantáneamente de un rojo sangre.

Los indios atribuyen este fenómeno al YUSHIN (demonio) que se embravece al comer estos frutos, tiñendo las aguas del lago con la sangre de sus ojos  diabólicos.

Aseguran que este árbol esta maldito, desde que en sus ramas se ahorco INCA NIMA , un sanguinario y famoso Curaca Shipibo.

Cuentan que hace centenares de años Inca Nima reino sobre las multitudes de indios en MANSHAN MANA, aquí estaban la tribus cunivos, shipibos, setebos, cashivos y coto ahucas.

Inca Nima era soberbio, violento y cruel, sus vasallos le querían porque le temian. No tenía amores y su pasión era la de ensanchar más y más sus dominios y mandar en el mayor número de pueblos.

Decían que era descendiente directo del grande e invencible caudillo indio : Santos Atahualpa.

Un día Inca Nima recibió la noticia de que cerca de Charash Mana, aparecieron unos personajes extraños de grandes barbas blancas y que hablaban una lengua desconocida.

Los ancianos de la tribu aseguraron no haber visto jamás hombres iguales y resolvieron ir a convencerse por si mismos del hecho a espaldas de Inca Nima.

Curin Cushi, del Concejo de Ancianos de Inca Nima se unió a ellos. Se presentó al Curaca y le pidió autorización para explorar rio abajo, en la que decían haber encontrado huellas de los Coto Ahucas, antiguos enemigos de Inca Nima.

Inca Nima, ignorante de todo, ordeno que saliese una expedición de 300 arqueros, 200 lanceros y 100 macaneros a las órdenes de Curin Cuhsi.

En una playa cercana a Charash Mana la expedición de Curin Cushi encontró dos chozas de paja. El Jefe Shipibo ordeno a los guerreros que se a cerquen en son de paz, quienes hicieron rústicos techos de paja  alrededor de las chozas en la que vivían dos ancianos.

Los ancianos llenos de inquietud iban de un lado a otro de la playa, prodigando sonrisas de bondad y los indios bajaban su cabeza a su paso, se sentían atraídos por las miradas de los ancianos.

Entonces , uno de los ancianos extranjeros hablo de una doctrina de amor y felicidad a los indios, en medio de oraciones.

Curin Cushi manda un emisario a Inca Nima pidiendo refuerzos, pretextando una supuesta campaña de sometimiento de los Coto Ahucas, pero el propósito era que todos los indios conocieran y admiraran a estos extranjeros y que oían de sus labios palabras de bien y unión entre los hombres.

Inca Nima, inocente accedió al pedido de su Jefe de máxima confianza, quedando solo con sus familiares y fieles cashivos en Manshan Mana.

Pero, un familiar de Inca Nima se enteró de lo sucedido en forma confidencial y le informo del secreto.

Una gran indignación se apodero de él y con los pocos cashivos que permanecían fieles  a su lado, se dirigió a Manshan Mana, adonde llego al anochecer cuando todos dormían.

Y se dirigió con la macana en alto a la choza del mas anciano de los extranjeros, decidido a matarlo. Cuando sus súbditos lo descubrieron  y gritaron angustiados.

El Curaca le va a asestar el golpe mortal al anciano barbas de nube y cuando ve en sus ojos una confiada bondad que lo desconcierta, baja la macana colérico y ordena que se los lleven presos a los dos extranjeros a Manshan Mana.

Llegando a su campamento cercano al “Cerro de la Tortuga”, Inca Nima hizo conducir allá a los prisioneros, donde mando arrancarles los ojos y ahorcarlos finalmente, en las ramas del árbol embrujado, que el viajero ve a lo lejos sobre el lomo del cerro legendario.

Pasan algunos meses, Inca Nima aguardo en vano el regreso de sus súbditos, que dispersos por ríos y montes, desde los fatales acontecimientos. Nadie volvía.

Día a día se fue quedando solo con sus remordimientos, perseguido en su imaginación por el mirar sereno y dulce de los predicadores (curas) a los que diera muerte tan cruel.

La pena de ver su Imperio destruido lo llevo finalmente a desear la muerte, como una liberación.

Una mañana lluviosa, tomo una canoa y surcando el rio Psique llego a Manshan Mana, anudo a su garganta unas fuertes sogas de tamshi y subiéndose  a lo alto del árbol, desde unas ramas se aventó al vacío.

Allí quedo el cuerpo del más poderoso Curaca de Ucayali, abandonado, dando vueltas y balanceándose.

Y ahora dicen los indios que aquel paraje esta maldito y no hace mucho tiempo llego hasta allí uno de los descendientes del Inca Nima y alzo la vista hacia lo alto del árbol, para ver donde había muerto su poderoso abuelo, quedando al momento ciego.

Desde entonces, nadie ha vuelto a acercarse al Cerro de la Tortuga y el árbol permanece allí, años de años, solitario, llorando sus lágrimas de nube, sus lágrimas blancas.

Alguna vez, estas lágrimas son de sangre y en la imaginación de los indígenas, cada vez que uno de sus frutos se desprende y rueda a las aguas del lago, tiñéndolo de rojo violento, debido sin duda al Yushin, un demonio fantasmal que duerme en sus profundidades- aseguran temerosos los indígenas de esa zona del Ucayali.

Arturo Burga Freitas

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