Antiguamente existió un lago llamado
Tuiticocha en la parte más elevada de la ciudad de Lamas, que desapareció
debido a una cavidad subterránea que se abrió en el mismo sitio.
Este lago misteriosamente, cada día aumentaba su caudal, causando
admiración entre las gentes que Vivian en su alrededor y como este fenómeno era
una extraña novedad, un grupo de personas
fue un día a la orilla del lago para ver lo que ocurría , cuando de
pronto apareció un animal de aspecto feo, que sacaba la cabeza de rato en rato
desde el centro del lago, amenazándolas con atacar, los indios lamistas
llamaron a este animal el YACUMAMA , madre del lago y resolvieron matarlo.
Para lo cual se armaron de lanzas,
hachas de pona y se dirigieron al lago, estando ya cerca, recibieron un fuerte chaparrón
de lluvia con truenos, relámpagos y rayos de diferentes colores que les quemo la cara haciéndoles huir
despavoridos.
Todos regresaron a sus casas sin
querer saber más del lago. Aquella noche un indio llamado Antonio Salas, soñó
al yacumama, cubierto el cuerpo con un grueso cuero de otorongo y luces en el
pescuezo que le dijo : “ No me maten, porque no soy peligroso, más bien yo seré
la felicidad de todos Uds.”.
Después de un tiempo, muchos indios
lamistas que regresaban de sus chacras
se quedaban a dormir en un tambo cerca al lago. Al día siguiente uno de los
indios se fue a beber al lago y probo que el agua era salada y llamo a sus
compañeros y cuando todos acudieron a la
orilla, el lago se embraveció, como
signo de ira que tenía el yacumama que les dio mucho miedo.
Lo peor que ocurrió fue que aquellos
indios ya no pudieron recoger agua para beber, regresaron al pueblo y contaron
a sus familias y amigos todo lo que habían visto y como estaban cansados de
caminar se durmieron y en sus sueños el yacumama les dijo :”No me gusta que
Uds, hayan tocado mis aguas, porque el tiempo todavía no le permitió, ahora
tengo cólera, porque descubrieron un secreto antes de su tiempo.
Aquí tengo una mina de sal y no
tendrán sal por toda la vida, cobro mi venganza , llevando mi mina con mi agua
maravillosa a formar otra laguna y otra
mina en las orillas del rio Huallaga#.
Al día siguiente, muy temprano,
comentaron a sus familias y amigos y en el Barrio Ancohallo reunidos los
lamistas, lamentaban el haber contado sus sueños , por la pérdida de la mina.
En aquellos tiempos los lamistas para
conseguir sal tenían que caminar 4 días hasta las orillas del rio Huallaga, de
donde extraían sal para sus comidas.
Carlos Velásquez Sánchez
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