jueves, 19 de junio de 2014

LA CURANDERA DEL BOSQUE


Cuenta la leyenda que en tiempos remotos los sabios curanderos Asháninka, presagiaron mediante sus plantas de poder que una noche de luna llena nacería una gran curandera, pero que ella no se manifestaría sino hasta ser una mujer.

Pasado los años y cuando casi nadie recordaba esa vieja leyenda nació Tila en plena luna llena, para sus preocupados padres era la sétima hija mujer. Desde hace tiempo habían intentado que llegue el hombrecito, pero este nunca llegó. Antonio, el papá deseaba que una mano fuerte le ayude en la caza y con sus cultivos de frutos, pero tenía que conformarse con las manos femeninas de sus hijas. Por desgracia su sétima hija no nació normal, desde muy pequeña era enfermiza y de contextura frágil. Por tal motivo, sus padres creyeron que era fruto de una maldición por haberla despreciado en el momento de su nacimiento, por ello –inclusive- decidieron no tener más hijos. Cuando Tila cumplió cuatro años no caminaba ni hablaba, era una carga que retrasaba toda la faena familiar. Su madre Fulgencia siempre la dejaba en casa encerrada como si se tratase de un animal doméstico. Una mañana el abuelo Clemencio, que llegaba de visita viendo la triste escena de la niña Tila, pidió hacerse cargo e intentar curarla de sus males. Clemencio era un viejo curandero maestro de las plantas y de la ayahuasca, se dice que preparaba remedios en base a hierbas frescas y purgativos, sin embargo luego de llegar a los 75 años, había decidido descansar y ya no convidar plantas, salvo a su familia, desde entonces solo se dedicaba a sus animales y su chacra de naranjas y plátanos.

Don Clemencio cada mañana hacía beber a la niña un preparado para reforzar sus músculos y de alguna forma se las arreglaba para que Tila siempre lo acompañase en su trabajo diario. Una noche tuvo un sueño en donde vio que debía darle una dieta de tabaco con flores de ayahuasca, cada mañana en dosis mínima, este preparado debía ser repetido por siete días. Según su sueño ello despertaría el alma de la niña y activaría la curación de su cuerpo endeble. El sétimo día la última dosis fue bebida al pie de una liana de ayahuasca. Cuando el viejo curandero fue a la quebraba para recoger agua, a su regreso pudo percatarse que la gran liana de la ayahuasca había cobrado vida propia y como si tratase de una serpiente, expusaba el cuerpo de la niña luego que había sido engullida. Don Clemencio cogió instintivamente su machete para proteger a Tila, pero la gran boa ya se había convertido en una gran enredadera de ayahuasca, la más grande que jamás había visto. La niña parecía muerta, estaba húmeda y con puntos de marcas de dientes y sangre en su cabeza. Milagrosamente Tila comenzó a respirar y hablar, su abuelo Clemencio estaba sorprendido y feliz. “Esa maldita boa ha curado a mi nieta” expresó. Luego le curó las heridas de su cabeza, pero las marcas de dientes en la frente le quedarían para toda la vida.

En poco tiempo, Tila comenzó a caminar, al punto de ser una niña ágil y normal, sus padres se alegraron y le pidieron al abuelo que Tila debía regresar a casa. Todo era perfecto excepto por las pesadillas que Tila solía soñar por las noches de luna llena, pues tenía imágenes que no comprendía acerca de espíritus del bósque, ancestros muertos y animales de la jungla. Muchos de sus sueños eran de presagio, pues si soñaba que alguien de la aldea moría, esto ocurría en realidad luego de algunos días. Luego de la separación con su nieta, Don Clemencio pasó algunas semanas muy triste, se dice por eso que sus cosechas se perdieron. Su tierra no sería la misma desde entonces. La noche antes de su muerte, soñó que su nieta Tila se convertiría en una gran curandera cuando llegase a ser mujer, esto sucedería una noche de luna llena cuando en sus visiones sería tragada por el espíritu de la ayahuasca, es decir por la gran boa del bosque.

Algunos años más tarde cuando la aldea realizó la fiesta de iniciación, Tila casi con sus 13 años y otras jovencitas tendría su primera sesión de ayahuasca con el curandero mayor. Cuando Tila bebió la savia de la madre planta tuvo la visión de ser tragada por una gran boa, dentro del estómago de la serpiente su cuerpo murió, pero su alma se hizo muy fuerte. El tiempo se detuvo y la madre ayahuasca le enseñó muchos secretos de las plantas del bosque. Tila aceptó el encargo de la ayahuasca pues esta le pidió que debía curar a la gente de su pueblo, desde entonces, el pueblo recordó la antigua profecía y Tila sería por el resto de su vida, la gran curandera del bosque.

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