Cuenta la leyenda que en tiempos remotos los sabios
curanderos Asháninka, presagiaron mediante sus plantas de poder que una noche
de luna llena nacería una gran curandera, pero que ella no se manifestaría sino
hasta ser una mujer.
Pasado los años y cuando casi nadie recordaba esa
vieja leyenda nació Tila en plena luna llena, para sus preocupados padres era
la sétima hija mujer. Desde hace tiempo habían intentado que llegue el
hombrecito, pero este nunca llegó. Antonio, el papá deseaba que una mano fuerte
le ayude en la caza y con sus cultivos de frutos, pero tenía que conformarse
con las manos femeninas de sus hijas. Por desgracia su sétima hija no nació normal,
desde muy pequeña era enfermiza y de contextura frágil. Por tal motivo, sus
padres creyeron que era fruto de una maldición por haberla despreciado en el
momento de su nacimiento, por ello –inclusive- decidieron no tener más hijos.
Cuando Tila cumplió cuatro años no caminaba ni hablaba, era una carga que
retrasaba toda la faena familiar. Su madre Fulgencia siempre la dejaba en casa
encerrada como si se tratase de un animal doméstico. Una mañana el abuelo
Clemencio, que llegaba de visita viendo la triste escena de la niña Tila, pidió
hacerse cargo e intentar curarla de sus males. Clemencio era un viejo curandero
maestro de las plantas y de la ayahuasca, se dice que preparaba remedios en
base a hierbas frescas y purgativos, sin embargo luego de llegar a los 75 años,
había decidido descansar y ya no convidar plantas, salvo a su familia, desde
entonces solo se dedicaba a sus animales y su chacra de naranjas y plátanos.
Don Clemencio cada mañana hacía beber a la niña un
preparado para reforzar sus músculos y de alguna forma se las arreglaba para
que Tila siempre lo acompañase en su trabajo diario. Una noche tuvo un sueño en
donde vio que debía darle una dieta de tabaco con flores de ayahuasca, cada
mañana en dosis mínima, este preparado debía ser repetido por siete días. Según
su sueño ello despertaría el alma de la niña y activaría la curación de su
cuerpo endeble. El sétimo día la última dosis fue bebida al pie de una liana de
ayahuasca. Cuando el viejo curandero fue a la quebraba para recoger agua, a su
regreso pudo percatarse que la gran liana de la ayahuasca había cobrado vida
propia y como si tratase de una serpiente, expusaba el cuerpo de la niña luego
que había sido engullida. Don Clemencio cogió instintivamente su machete para
proteger a Tila, pero la gran boa ya se había convertido en una gran enredadera
de ayahuasca, la más grande que jamás había visto. La niña parecía muerta,
estaba húmeda y con puntos de marcas de dientes y sangre en su cabeza.
Milagrosamente Tila comenzó a respirar y hablar, su abuelo Clemencio estaba
sorprendido y feliz. “Esa maldita boa ha curado a mi nieta” expresó. Luego le
curó las heridas de su cabeza, pero las marcas de dientes en la frente le
quedarían para toda la vida.
En poco tiempo, Tila comenzó a caminar, al punto de
ser una niña ágil y normal, sus padres se alegraron y le pidieron al abuelo que
Tila debía regresar a casa. Todo era perfecto excepto por las pesadillas que
Tila solía soñar por las noches de luna llena, pues tenía imágenes que no
comprendía acerca de espíritus del bósque, ancestros muertos y animales de la
jungla. Muchos de sus sueños eran de presagio, pues si soñaba que alguien de la
aldea moría, esto ocurría en realidad luego de algunos días. Luego de la
separación con su nieta, Don Clemencio pasó algunas semanas muy triste, se dice
por eso que sus cosechas se perdieron. Su tierra no sería la misma desde
entonces. La noche antes de su muerte, soñó que su nieta Tila se convertiría en
una gran curandera cuando llegase a ser mujer, esto sucedería una noche de luna
llena cuando en sus visiones sería tragada por el espíritu de la ayahuasca, es
decir por la gran boa del bosque.
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