En
tiempos lejanos en los pueblos de la amazonia enterraban a sus muertos
agregando a la mortaja del cadáver un cordón grueso que daba la vuelta en la
cintura y se prolongaba hasta los pies.
Pues,
Toribio, , tras haberse paseado con mucha liberalidad noctambula, retornaba a
su domicilio a las dos de la madrugada, en circunstancias en que el “fin fin”
de un tunche se escuchaba en el trecho
que le faltaba recorrer.
Para
eludirlo, desvia su ruta por una calle transversal, pero increíblemente al
difunto se le escuchaba mas adelante. Toribio retrocede y agarra otra calle,
mas el alma nuevamente estaba silbando enfrente, con disposición de cortarle el
paso.
Luego
de varios correteos de idas y vueltas, tratando de burlar el asedio, nuestro
aturdido trasnochador, rápidamente desplazándose entra en un chiquero, donde
numerosos chanchos dormían profundamente.
El
tunchi apresuradamente corriendo o volando, se desplaza yendo y viniendo por
todos los lados del lugar donde a Toribio le perdiera el rastro. Por fin en su
loca desesperación entra al chiquero y se para sobre uno de los chanchos gordos
que rozaba su cuerpo con el de Toribio, desde donde en voz alta y nasal a
preguntarse por el paradero de su perseguido, que ya se había orinado
copiosamente de miedo.
Toribio,
entonces hallo ocasión para afilar el animo en contra de su adversario y
cogiendo con mucha delicadeza y total silencio el cordon de su blanca
vestimenta, lo amarra en el rabo de un chancho.
Enseguida
gritando como loco espanta a los
animales que aterrorizados y soplando trompas salen disparados y llevándose al
difunto, a quien lo arrastraba y golpeándose la cabeza en el suelo y pidiendo
que lo suelten.
Toribio
al llegar a su casa les cuenta a su esposa y a sus hijos.,
Ahora
no tienes que dormir si no quieres que el tunchi te fastidie en tus sueños, le
dijo el mayor de sus hijos.
No,
que duerma en medio de nosotros, recomendó la esposa.
En
un cuarto y en el suelo, Toribio acepto dormir en medio de su mujer y de sus seis hijos, pero
antes pusieron en la parte inferior de la puerta , un lazo para atrapar al
difunto.
El
difunto no tardo en llegar y de pronto parándose al pie de ellos, que simulaban
dormir, se encontró con el problema de identificar a Toribio.
En
unos instantes mas , pensó que la solución estaba en descobijarlos y cuando se
disponía a agarrar la anchísima frazada, todos se levantaron haciendo un gran
alboroto.
En
su loco afán de escapar, ata un pie en la celada que le urdieron y cae estrepitosamente sobre las sillas.
Entonces
hubiera estado ya a merced de sufrir la segunda atrapada si a sus aturdidos
contrarios no les paralizaba excepcional pánico.
El
alma que también quedara anímicamente debilitada, se desamarra rápidamente y
luego parte por un sendero desconocido.
-Ese
tunchi no ha sido inteligente- dijo la esposa.
-Si
fue un difunto lerdo, como lo fuera su dueño de vivo.
-Como
sabes papa, le dijo uno de sus hijos.
-
Me ha hecho soñar, ha sido uno de mis promociones de estudios.
-
O sea que los difuntos heredan, le dijo el winsho.
-
Si son exactamente, como fueron las
personas en vida unos lerdos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario