domingo, 31 de mayo de 2015

LA LUNA Y LA RUNAMULA

Cuando en las noches, las familias se reunen alrededor de la fogata, después de haber cenado, los viejos empiezan a hilvanar sus historias. Se cuenta, por ejemplo, que la mujer que hace el amor con hombres prohibidos está maldita. Por eso, en las noches de luna llena galopa frenéticamente convertida en Runamula. Ese extraño animal, es el alma de una mujer pecadora convertida en briosa mula por acción diabólica sale a trotar, resoplando fuego por la boca.
Cuentan que, en esas noches de luna llena, ella se viste de novia y va hasta un puerto. Allí, ella espera a aquel que la convertirá en mula, cabalgándola por los alrededores de la ciudad. Esa mujer en las noches de luna llena, se transforma en Runamula, una Mujer Centauro, mitad hembra y mitad caballo. En esas noches, ella, convertida en Runamula galopa, frenética, y los hombres temerosos y mujeres despechadas se esconden con ramas, con palos… y, cuando ella pasa muy cerca, la hieren y golpean. A la mañana siguiente, nuevamente convertida en mujer, se despierta en su cama la runamula, sangrando, con heridas, y ella no sabe porqué… pero la gente si sabe lo que ha pasado y la miran con cierto temor.
Pero lo que la gente no sabe es que en algunas de esas noches de luna llena, la Runamula, guiada por su maestro el demonio, salta…y arranca la luna del firmamento con sus propias manos y pasea a la Luna por los cinco rincones del planeta y que, en esas noches de Luna llena, ella, vestida de novia y va hasta un puerto, a un embarcadero, donde llegan todas las canoas que surcan los Caminos de la Vida para orientarlos o espantarlos.
La gente maldice a la runamula pero ella, ella no se sabe runamula, ella se sabe amante, poeta, soñadora, compañera de todos los que transitan los senderos infinitos del amor.
Sobre este fenómeno hay un texto literario que dice lo siguiente:
“Cuando no hay luna y la noche sin estrellas provoca miedo al más valiente. Cuando el ruego de los mecheros tiembla agitado por la brisa que estrella silbidos contra los techos de hojas de shebón, cuando los zancudos flojean buscando su diario alimento; cuando el sabio Urcututu llora tristezas ajenas y el Maquía murmura oraciones inventadas quien sabe si por Dios o el diablo, entonces una furtiva sombra cruza las calles, rozando levemente el suelo con sus pies descalzos.
Busca la Iglesia cuya cruz blanquea en la oscuridad. Una puerta se abre y la sombra entra a la parroquia. Entonces, el Urcututu, cuyos ojos ven el destino, vuela hacia el campanario y ora largamente. De repente, otra sombra cruza la plazoleta, casi arrastrándose entre las pomarrosas, mientras se abre una ventana. Compadre por aquí, y la sombra repta como una serpiente por la pared de madera. Comadre ¿y dónde está él?, hablan bajito. Se fue a chapanear. Entonces el Urcututu, que todo lo ve, se posa en la pomarrosa más alta de la Plaza y llora su agorero canto. El miedo se apodera de los que duermen cuando se oye un relincho cerca de la Iglesia. Calla, le dice Joshé a la mujer que está desvistiéndose, el cura y la Pirica están saliendo.
Salen a galope, hacia la trocha de la orilla del rió, una hermosa yegua negra, un blanco jinete. La Pirica, hermosa morena beata que todos los días reza, y el cura que la confiesa, un español colorado, van juntos en el pecado.
De pronto, otro galope alborota la Plazoleta. Es la Mañuca con su compadre Teocho. Dice: Joshé, recia yegua negra, jineteada por un bulto negro, que brinca locamente sobre los matorrales. Ven aquí y deja a las runamulas en paz, dice la mujer, apretando sus labios rojos, carnosos, sensuales. Y mientras Joshé, completamente desnudo, entra al mosquitero, siente muy cerca la fragancia de las blancas y duras carnes de su comadre Teresa Poiquiñas. Sonríe excitado. Entonces el Urcututu, pájaro de la noche que todo lo sabe, posándose en el techo de esa casa, llora, larga, burlonamente”.
Las runamulas andan sueltas, vamos a dormir, dicen los viejos cuentistas, enviando a todos a la casa, mientras ellos se dirigen al puerto para ver si se encuentran con alguna runamula.

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