EL CHULLACHAQUI, es sin duda uno de los
seres mitológicos más conocidos, nombrados y temidos en la cultura amazónica,
junto al Tunche, el Yacuruna, la Lamparilla quienes deambulan entre la sombra
del monte y el acecho constante. Su nombre proviene de los vocablos quechua
selváticos: chulla=desigual y chaqui=pie.
Este demonio del monte, mitad hombre mitad fauno, de aproximadamente 1.60 mt. de estatura, cuenta con una pierna derecha normal y la pierna izquierda deforme, algunos dicen que esta última tiene la forma de una pata de gallina, otras aseguran que es regordeta y pequeña como la de un bebé, sin embargo muchos que han tenido la mala suerte de toparse frente a frente con este maléfico personaje y han vivido para contar sus mala experiencia, aseguran que la extremidad es idéntica a la de una pata de cabra.
El objetivo de este ser, es perder a los moradores de lugares que están cercados por la selva, aprovechándose de que se desplazan solos por los caminos solitarios, para presentarse ante ellos en forma de algún amigo, familiar o conocido de la posible víctima, para no levantar sospechas, logrando que con algunas mañas y engaños lo siga. De este modo ambos se infiltran entre la floresta y cuando esto ocurre, el Chullachaqui, después de haber avanzado un corto tramo, en el colmo de lo aterrador, suele adelantarse unos metros de la víctima para sonreír, dejar ver su colmillos agudos y la mirada roja como el fuego para luego perderse entre los matorrales. Naturalmente, la persona (hombre, mujer, anciano, niño) al ver este cuadro, retrocede lleno de pavor y en lo primero que piensa es en regresar –despavorido- hasta el lugar en donde se apartó del camino con la falsa compañía, el problema es que nunca encuentra el recorrido de regreso, pues sin saberlo se halla en otra parte del monte, varios kilómetros más alejado de donde se encontraba al principio, como si de un momento a otro hubiese traspasado alguna dimensión siendo transportado a un entorno distinto selva adentro. La única forma de descubrir a este embustero, es ver como camina. Si sus pasos son desiguales, o demuestra una leve cojera al andar, entonces podría tratarse del pata de cabra.
Muchos que han sobrevivido a estas experiencias aterradoras, fueron encontrados por suerte, por leñadores o nativos que han prestado ayuda a la víctima. Algunos dicen haber recibido oro o joyas de este demonio a cambio de que no dañen su hábitat y lo conserven, pero son más las experiencias que hablan de los engaños, desapariciones y muertes que han sido provocados por el Chullachaqui, y siempre sus huellas desiguales plasmadas en el barro, han quedado como innegable certeza de su existencia y veracidad.
Este demonio del monte, mitad hombre mitad fauno, de aproximadamente 1.60 mt. de estatura, cuenta con una pierna derecha normal y la pierna izquierda deforme, algunos dicen que esta última tiene la forma de una pata de gallina, otras aseguran que es regordeta y pequeña como la de un bebé, sin embargo muchos que han tenido la mala suerte de toparse frente a frente con este maléfico personaje y han vivido para contar sus mala experiencia, aseguran que la extremidad es idéntica a la de una pata de cabra.
El objetivo de este ser, es perder a los moradores de lugares que están cercados por la selva, aprovechándose de que se desplazan solos por los caminos solitarios, para presentarse ante ellos en forma de algún amigo, familiar o conocido de la posible víctima, para no levantar sospechas, logrando que con algunas mañas y engaños lo siga. De este modo ambos se infiltran entre la floresta y cuando esto ocurre, el Chullachaqui, después de haber avanzado un corto tramo, en el colmo de lo aterrador, suele adelantarse unos metros de la víctima para sonreír, dejar ver su colmillos agudos y la mirada roja como el fuego para luego perderse entre los matorrales. Naturalmente, la persona (hombre, mujer, anciano, niño) al ver este cuadro, retrocede lleno de pavor y en lo primero que piensa es en regresar –despavorido- hasta el lugar en donde se apartó del camino con la falsa compañía, el problema es que nunca encuentra el recorrido de regreso, pues sin saberlo se halla en otra parte del monte, varios kilómetros más alejado de donde se encontraba al principio, como si de un momento a otro hubiese traspasado alguna dimensión siendo transportado a un entorno distinto selva adentro. La única forma de descubrir a este embustero, es ver como camina. Si sus pasos son desiguales, o demuestra una leve cojera al andar, entonces podría tratarse del pata de cabra.
Muchos que han sobrevivido a estas experiencias aterradoras, fueron encontrados por suerte, por leñadores o nativos que han prestado ayuda a la víctima. Algunos dicen haber recibido oro o joyas de este demonio a cambio de que no dañen su hábitat y lo conserven, pero son más las experiencias que hablan de los engaños, desapariciones y muertes que han sido provocados por el Chullachaqui, y siempre sus huellas desiguales plasmadas en el barro, han quedado como innegable certeza de su existencia y veracidad.
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