sábado, 27 de agosto de 2016

EL CUERERO


Con los reales que obtuvimos con la venta de los troncos, fuimos de juerga ¿ Que hacer?.
Al entrar en el “ chonguito”, Juan de Dios mostró un fajo de billetes nuevos de cincuenta soles y me dijo : He traído estos pihuichos y bien rodeado por las chicas pidió pan, queso y mantequilla, buenos churrascos bien cocidos, vino añejo, helados, café y cigarros.
Bailó “el totó” y otras músicas hasta el amanecer y al despedirse dijo a las  chucumas he venido con pihuichos y volveré con cueros de lagarto.
Las chucumas le dijeron: “cuerero” “cuerero” y de ese modo quedó con el apodo de “cuerero”.
Juan de Dios, el “cuerero”, después de haber derrochado toda su plata, provisto de arpones, hachas, cuerdas, linterna a pilas y una buena ración de café molido y pan tostado se embarcó en su canoa aguas arriba, en busca del lagarto.
No usa rifle para darle caza, pues, al sentirse herido, huye u se pierde en las aguas.
Juan de Dios, viajó ocho días y al anochecer del octavo día desembarcó en Chaupi Playa entre nubes de zancudos, lodo y maleza.
Para mantenerse despierto, bebió café a grandes sorbos, acechado por las fieras, alerta con el arpón atado a una resistente cuerda, linterna a pilas y canoa bien dispuesta.
Apenas el lagarto salió, la luz de la linterna le cegó  los ojos y el arpón se hundió en su lomo.
La fiera al sentirse herida, huyó al agua, saltando al vuelo y el “cuerero” le seguía por detrás en su canoa con la soga en sus manos.
El lagarto arrastró la frágil canoa con una velocidad vertiginosa deslizándose en zigzag, pero el “cuerero” estaba allí que lo seguía en su desesperada fuga.
El arponazo fue fatal y el lagarto al fin se “rindió”.
El “cuerero” lo arrastró al borde de su canoa y le destrozó la cabeza con el hacha. Depositó la presa en un lugar seguro y volvió por otra, hasta que al amanecer tenía cuatro lagartos para pelar.
Separó  que corresponden a la piel de la barriga, cuyas piezas son las más valiosas y cuando contó con  100 chalecos volvió a Iquitos y los vendió a buen precio.
Con los bolsillos repletos, marchó nuevamente al “chonguito”.
Al terminar el jolgorio, ofreció a las “chucumas” volver al bosque, esta vez por la piel del tigre negro.

Carlos Villacorta Valles

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