Hace muchos años, se formó un pequeño Caserío a orillas
del río Huallaga y a poca distancia de la localidad de Chazuta.
En este caserío vivían unas cuantas familias que habían
llegado de la sierra en busca de mejores horizontes para sus hijos, les encantó
el lugar porque era bello y fértil.
Cuando todo marchaba bien, un día una de las familias
tuvo un gran problema, su única hija llamada Laurita de 15 años de edad, una muchachita
que era para su padre como la niña de sus ojos y para su madre como un ángel
venido del cielo, por ser tan hermosa y angelical, les jugó una mala pasada, a
su corta edad ya esperaba un hijo, porque estaba embarazada de 04 meses.
Su padre don Prudencio se enfureció tanto, que se olvidó
por un instante que Laurita era su hija, no le importaba matar las ilusiones y
la juventud de su hija si con eso lograba conservar su imagen y evitar el
escándalo.
Su madre, doña Leonor, como era una santa perdonó fácilmente
a su hija y con lágrimas en los ojos y arrodillándose a los pies de su esposo,
le pidió que perdonara a Laurita.
Don Prudencio era bueno,
pero al mismo tiempo muy severo, olvidándose del amor inmenso que sentía
por su hija, dejó que le ganara el orgullo y la vanidad, se negó rotundamente a
perdonar a Laurita y dio orden de que el niño no debía nacer en su casa.
Al día siguiente en la madrugada don Prudencio, llevó a
su hija y a doña Leonor hacia una montaña muy alta, tuvieron que caminar más de
04 horas para llegar al indicado lugar y allá los dejó, dando orden de que por
ningún motivo regresaran al pueblo antes de que el niño naciera.
Don Prudencio regresó a su casa sin ningún remordimiento
y cuando los vecinos preguntaban por su familia, él muy tranquilo les respondía
que habían regresado a su pueblo de la sierra para cuidar a la abuelita que se
encontraba muy enferma.
Así, en medio de la mentira, fueron pasando los meses y
cuando creyó que el niño había nacido regresó a la montaña, no para abrazar y
besar a su nieto, sino para arrancarlo de los brazos de su madre y dejarlo
abandonado en la espesura de la montaña.
Cuando llegó al lugar, se encontró con un robusto y
hermoso bebé que mirándolo con mucho desprecio, ordenó a su indefensa madre que
acostara a su hijo debajo de un frondoso árbol para dejarlo abandonado.
Ni las súplicas, ni el llanto de la hija y su esposa
pudieron ablandar en corazón de don Prudencio.
Madre e hija con
las piernas temblorosas y el alma destrozada por la impotencia de no poder
contradecir la orden del desnaturalizado abuelo, volvieron a su casa.
Don Prudencio, quedándose un momento frente a su nieto,
gritó en medio de la montaña:¡ Niño bastardo!, las serpientes del bosque darán
cuenta de ti, ese será tu castigo por haber desgarrado las entrañas de la
hermosa niña de mis ojos.
Cuando ya todos habían regresado a su casa, un viento
terrible sacudió las montañas y llovió tanto que la gente pensaba que se
aproximaba las inundaciones.
Mientras tanto, el niño lloraba y tiritaba de frío y
hambre, muchos animalitos del bosque se acercaron a él para hacerle compañía y
con sus cantos y el calor de sus cuerpos lograban calmarlo por un momento.
En la noche los animalitos del bosque se quedaron
dormidos, de pronto se presentó ante él una enorme serpiente que ara
considerada la madre y protectora de ese lugar, quién rodeando el débil e
indefenso cuerpecito del niño le daba el amor y ese calor maternal que le hacía
falta.
El niño al sentir ese calor que le prodigaba la bondadosa
serpiente, se dormía profundamente como un angelito, mientras su madre
protectora le entonaba canciones de cuna,
Así pasó el tiempo y el niño fue creciendo sano y fuerte
con el cuidado y el amor de aquella serpiente que supo ocupar el lugar de la
madre.
Cuando la serpiente vio que el niño ya tenía fuerzas para
caminar, le llevó una mañana a la parte más alta de la montaña y colocándole
junto a una roca le dijo : Tu nombre será :
“Roca” y serás fuerte y firme como ella, te convertirás en el gran
protector de esta montaña, todos los habitantes de este lugar te respetarán, ni
el más temible intentará hacerte daño.
Desde ese día el niño caminaba por toda la montaña,
serpientes, otorongos y un sinnúmero de animales se cruzaban en su camino,
ninguno le hacía daño, más bien le protegían.
Pasaron los años y eta ya todo un hombre, se llevó la
sorpresa de encontrarse en la montaña con un grupo de cazadores, quienes iban
muy bien armados, ya que sabían que a
ese lugar ningún ser humano podía ingresar, porque todos los animales
encabezados por el gran joven “Roca” les salían al paso.
Sin tener en cuenta las leyes de ese territorio, los
cazadores comandados por el abuelo del joven, ingresaron a la montaña y cuando
se disponían a disparar sus armas, aquella montaña con un grito aterrador
decía:” Abuelo desnaturalizado, serías capaz de matar a tu propio nieto”.
Al escuchar la voz de aquella serpiente, don Prudencio,
el abuelo del joven cayó desmayado al suelo y al reaccionar, tan solo alcanzó a
pedir perdón a su nieto y a dar las gracias a la serpiente que con amor crió y
protegió a su nieto.
Toda la expedición huyó despavorida llevando al cadáver
de don Prudencio.
El joven Roca quedó desconcertado y pidió a la serpiente
que le explicara todo.
Después de escuchar la historia de la bondadosa
serpiente, el joven perdonó a su abuelo y a su madre y poniéndose de rodillas
lloró amargamente dando infinitas gracias al ser que le prodigó su amor, su
calor y su protección.
Daba gracias a la naturaleza que le abrigaba.
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