Mi amigo Alejandro Rojas Sangama, me contó una anécdota
sobre la creeencia en los brujos. Y salía todos los días en su caballo desde El
Eslabón hasta Saposoa para estudiar la secundaria.
Su padre le decía: Hijo, no te olvides, en Piscoyacu, hay
muchos brujos, especialmente ese que le llaman Ramón Shica vive en la calle
principal, es un viejo pucacho y mutishco.
Si te cruzas con él, no permitas que te mire a la cara,
porque si te mira a los ojos, se te hincharán los ojos, si te mira la barriga,
te crecerá la barriga como la del Mañanero y si te mira más abajo, bueno, eso
sí que será tu buena suerte.
Este hecho de brujería acaeció en la localidad de San
José de Sisa.
En el año 1978, don Francisco Inga Chávez con su esposa y
sus 07 hijos llegaron a San José de Sisa desde Jaén.
El lugar les pareció muy propicio para la agricultura y
el comercio y decididos a prosperar se pusieron a trabajar la tierra de sol a
sol.
Uno de mis hijos Róger Augusto, sin culminar la
secundaria se dedica al comercio y a la ganadería y le sonrió la suerte.
Rebosante de salud y energías a sus 33 años ara ya
millonario. Pero una noche se cayó de la cama dando convulsiones. Al día
siguiente el Dr. que le atendió en el Hospital de Sisa, le dijo que era un
desmayo pasajero debido al exceso de trabajo.
Amigo Róger – le dijo – diviértase un poco, deje a un
lado la preocupación de sus negocios y verá que le hará mejor.
Doce días después, cae nuevamente con los mismos
síntomas, pero esta vez ya no acude al Hospital, sino a un curandero del lugar.
Te han curado – don Róger – le dice- los desmayos se
deben a la brujería que te han hecho.
Te haré un tratamiento a base de icaradas con humo de
tabaco, purgas y pócimas de raíces, cortezas y semillas, hojas medicinales y
una rigurosa dieta, nada de licor nada de carne, nada de manteca y nada de
mujeres.
Pasaron semanas y ya no caía enfermo, lo que le hizo
pensar que el tratamiento había dado resultados y el curandero le dijo: Róger,
ya estás sano.
Pero el desengaño, vendría después de dos meses con un
tercer desmayo, con los accesos que le daba en su casa, tienda, calle o donde
estuviese y cuando recuperaba la conciencia no se acordaba de nada. Los
familiares le convencen para que viaje a Lima para un tratamiento.
Después de los análisis, le recetan medicinas en el
Hospital, porque estaba internado, pero no mejoraba su salud y regresa a
Tarapoto y deja de tomar la medicina.
Las convulsiones continuaban y sus familiares le internan
en la casa de la curandera Norma Ramírez en Tarapoto, quién lo desahucia
después de tenerlo más de dos meses a punta de purgas, dietas e icaradas.
Le llevan a Sisa a un curandero llamado Rómulo, quién le
repite la misma cantaleta, de que su enfermedad era brujería y seguía mal.
De nuevo le llevan a Lima y lo internan en el Hospital
Guillermo Almenara por 18 días y le ordenan que le hagan tratamiento con un
psicólogo, pero no mejoraba su salud.
Sus padres al borde de la desesperación le llevan hasta
el Ecuador en busca de los mejores brujos.
Regresan a San José de Sisa y comienzan a llegar más
famosos curanderos de las huaringas de Piura, Chiclayo y de Chota, todos le
ofrecen curar su maleficio, pero solamente le sacaban plata.
Y sus familiares le salvan incluso de que se suicide y la
familia comenzaron a rematar algunos de sus bienes para probar el último
intento en la capital.
Regresan nuevamente a Sisa y sus hermanas le llevaron a
un curandero llamado Sandro Papuche y le dijo: el daño que Ud. padece fue
mandado a hacer por un amigo muy cercano a Ud. por envidia y ….
Señor – le interrumpió Róger Augusto, con firmeza y le
dijo: Ese cuento lo vengo escuchando por más de un año y está a punto de
volverme loco.
Los médicos no definen si soy un epiléptico o un
desquiciado y los curanderos todos me dicen que estoy embrujado. Lo único que
quiero saber es si me va a curar o no.
Sí se curará Señor – le dijo el curandero.
Entonces dígame que debo hacer: dietas, tomar o lo que
fuere.
Le daré una lista de lo que necesito para preparar el
antídoto, cuando tenga todo, venga de inmediato.
En la lista estaba un cuarto de kilo de azúcar blanca, un
cuarto de kilo de maíz blanco. Medio kilo de rosas blancas, tres litros de
gaseosa pero de color negro, media docena de limas puposapas y dos frascos de
un perfume que costaba S/. 150.00 cada uno.
Al tercer día muy temprano, con todos los ingredientes en
la mano fue donde el curandero.
Este después de preparar la pócima, le invitó una copa de
este brebaje, luego puso sus manos sobre su cabeza cantando y rezando los
páternoster para que el maleficio salga de su cuerpo enfermo.
Cuando de repente el brujo en trance : no hablaba, se
tambaleaba y se convulsionaba, parecía que iba a caerse en cualquier momento.
Las hermanas de Róger acudieron en su apoyo, quién al
reaccionar le dijo a su paciente: Acabo de expulsar la brujería de tu cuerpo,
ya estás curado y con el remedio que sobram te bañarás en el centro de tu
Coliseo de Gallos y deberás hacer que te alcance para rociar todo el alrededor
del mismo.
Róger, todavía incrédulo ante tal anuncio, quería saber
más, cual será la dieta que debería seguir y cuando volvería para la
observación de su convalecencia.
-No tienes que hacer ninguna dieta – le dijo –el
curandero – Coma, beba, haz tu vida con toda normalidad de antes, Claro todo
exceso es dañino.
El daño que te han hecho ya no está en tu cuerpo, estás
curado y no hay necesidad de que regreses.
Si mi hermano ya está curado ¿ Cuánto le debemos por la
curación? Preguntó una de las hermanas, disimulando su incredulidad y recelando
de que este curandero les está engañando-
-Diez soles – fue la respuesta. Su hermano ha sufrido
mucho solo por ser un exitoso comerciante. Tan pronto lo ví, supe que podía
curarlo.
Al regresar a San José de Sisa, Róger sintió como si su
alma hubiese vuelto de nuevo a su cuerpo maltrecho, experimentó un cambio total
en su razonamiento, volvió a pensar en sus hijos, en su esposa y en su familia,
o sea, pensó de nuevo en el futuro.
Hoy ha vuelto a conducir sus negocios y mejor que antes y
hace años que no le ataca ni siquiera la quicha o un simple resfriado.
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