Este pequeño hombrecito verde, de no más de
treinta centímetros, de cuerpo robusto y cara de sapo, es conocido en gran
parte de la selva baja como el “Mayantú”. Este duendecillo noble suele prestar
ayuda a las personas de buen corazón que se encuentran en problemas, mientras
que a la gente que vive dañando a los animales o sacando provecho del monte
indiscriminadamente, suele asustarlos tomando la forma de fieros animales para
espantarlos, o haciéndoles pasar malas jugadas con la mente a base de
espejismos.
Algunos indígenas como los Yaguas, todavía suelen adorar a esta criatura
bondadosa, pues ha enseñado a los ancestros como poder curar los males y
enfermedades con ayuda de la diversidad de plantas curativas que coexisten con
el hombre. Por ello, es normal ver como en esas comunidades siempre los
pobladores dejan ofrendas como muestra de respeto y agradecimiento, en los
lugares sagrados en donde es idolatrado. Los cristianos que han tenido la
suerte de verlo o conversar con él, después de haber sido socorridos gracias a
su nobleza, saben que este ser simboliza el equilibrio y la misericordia dentro
de la cosmovisión del monte y sus misterios. Es por ello que este ser (más
espiritual que físico) es considerado por muchos como un geniecillo piadoso que
sana, de ahí proviene la denominación de este gracioso hombrecito con carita de
sapo: “el duende bondadoso que cura”.
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