( WERNER BARTRA
PADILLA )
Julio
Mariño sintió por primera vez que el escalofrió recorría su cuerpo, se controló
y ante sus ojos tenía el ataúd cubierto de tierra.
Dio un
golpe con la pala y el cajón no se abrió.
La viuda
que yacía dentro, había vivido cerca al cementerio. Su amigo le dijo que se
fijara en el dedo anular derecho.
Julio
bajo la mirada hacia sus manos y descubrió lo que buscaba. Era cierto, allí
estaba, un anillo de oro puro con incrustaciones de rubíes y esmeraldas.
Quizás
la única extravagancia de la mujer había sido su pedido de que la enterraran
con ese anillo y Julio pensó de que con ese anillo, vendiéndolo, podría
arreglar su mototaxi y salir de la pobreza de una vez por todas.
Dio otro
golpe con la pala en la parte superior del ataúd y un olor nauseabundo salía
por la rajadura que hizo la pala.
Mierda,
dijo Julio.
Le dio náuseas
y uso su pañuelo para cubrirse la nariz. Abrió por completo el ataúd y vio que
el rostro de la mujer estaba lleno de gusanos.
Algunos
de ellos salían por sus ojos, sin embargo el resto del cuerpo no se había
corrompido todavía.
Se
apreciaba el cabello intacto y sin perder el tiempo, dominando el asco que la
escena le provocaba, se inclinó e intento arrancar el anillo.
Jalo con
fuerza y no lo consiguió, volvió a jalar el anillo y nada.
Tomo la
pala y con un golpe seco cerceno el dedo del cadáver.
El dedo
con el anillo rodaron por un costado, cogió el dedo y arranco el anillo.
Lo
guardo sin limpiar las castras de carne que aun estaban adheridas al anillo.
Luego
tapo la tumba y huyo.
No fue
difícil vender la joya en el mercado negro y con lo que le dieron compro las
medicinas que su hija necesitaba para no morir, también pudo arreglar su
mototaxi en el que trabajaba por las calles de Iquitos.
Transcurrieron
dos años de este hecho y de pronto en la intersección de la Av. Tacna con el
Jr. Putumayo, una señora le alzo la mano solicitándole servicio de mototaxi.
Eran ya
las doce de la noche y Julio no se inmuto al ver a la mujer vestida como una
novia y el velo le tapaban parte de la cara.
La
señora se subió al vehículo y ni siquiera negocio el precio del pasaje. ¡Lléveme
al cementerio! le dijo la mujer.
Su voz
era normal y la orden no era absurda, porque el cementerio se ubicaba en zona
urbana.
Lo
lamentable para Julio, era que el tramo
no estaba muy alejado y pensó que podría cobrar el doble del pasaje normal.
Llegaron
a inmediaciones del cementerio y su pasajero le dijo: ¡Pare aquí!
Estaban
exactamente frente a la puerta de ingreso del cementerio y la mujer pregunto
por el precio del pasaje y Julio le cobro el doble.
Ella sonrió
y le dijo : ¡Debería darte vergüenza cobrarme, porque yo te di mucho mas!.
Julio
iba responder, cuando la vio levantar la mano derecha, percatándose de que no tenía
el dedo anular, al mismo que ella se reía en una forma sobrenatural y pavorosa,
desapareciendo para siempre por los barrotes de la puerta de fierro.
Al día
siguiente en la madrugada un vagabundo se detuvo un instante a contemplar a un
chofer que dormía sobre el timón de su mototaxi.
Se acercó
y se dio cuenta de que estaba muerto y por su boca le salía una sustancia
blanquecina como espuma.
El
vagabundo no se asustó y comenzó a buscarle en los bolsillos y no encontró
nada.
De
pronto vio en su mano derecha, en el dedo anular tenia un anillo de oro puro
con incrustaciones de rubíes y esmeraldas.
Quiso
arrancarlo pero no pudo y saco de su pantalón una navaja y de un solo tajo le
corto el dedo.
Quienes son los personajes principales
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