Pepito
era un niño extremadamente blanco, tiene el cabello rubio y unas impresionantes
pecas en las mejillas y en la nariz.
Cierta
vez regresando de la escuela ingreso en su casa con el rostro rojo y lágrimas
en los ojos.
Su
mamita Isabel al verlo así, se alarmo y le pregunto; Hijito ¿Qué tienes? ¿Por
qué estas llorando?
Mamita
Isabel, se le acerco frotándole la cabeza.
Cuéntale
a tu mamita lo que te pasa, hijito mío.
Pepito,
levantando la cabeza y limpiándose las lágrimas, le contesto: “No me gusta que
en la escuela me digan Pepe Choclo.
Pero
hijito, ya te dije que no les hagas caso, tus compañeros son bromistas, te
dicen así porque te quieren.
Pepito
se puso de pie y le dijo: No, mamita Isabel, solo a mí me llaman por ese apodo,
al resto le llaman por sus nombres.
Mamita
Isabel, se cubrió el rostro con las manos y empezó a llorar.
Pepito
alarmado al verla así, se abrazó a su cintura: Mamita Isabel, porque lloras, te
pido que no llores.
Si
quieres no hare caso que mis amigos me llamen así, pero no llores, Mamita
Isabel, le dijo el pequeño.
Entonces
Mamita Isabel, le tomó del brazo con mucha suavidad y cariño le condujo a un
sillón grande en la sala, sentándose en el, abrazo al niño y recostó su cabeza
en el regazo.
Hijito
mío, no eres la causa de mi llanto, te voy a contar una historia que ocurrio acá
en el pueblo.
Al
final, estoy segura dejara de molestarte que te llamen por se apodo dijo Mamita
Isabel.
Cierta
vez, hace varios años, llego al pueblo un joven europeo, muy apuesto y
encantador, su nombre era Jack, era muy blanco y tenía el cabello rubio.
Como
era de esperarse causo admiración entre todos los pobladores, sobre todo en las
chicas de ese entonces. Tenía 28 años y estaba viajando por los países de América
del Sur, conociendo las culturas, como el mismo me conto en un español no bien
pronunciado.
Una
chica de 18 años se enamoró perdidamente de el y entonces comenzó a acompañarle a diferentes lugares y chacras a
donde iba a conocer a pobladores de la selva.
El
joven europeo también se enamoró de la chica, iniciándose entre ambos una
relación de amor y ternura que la chica nunca había vivido.
Producto
de esa relación nació un niño hermoso y robusto a quien su mamita le puso el
nombre de José.
A
los pocos meses de nacido todos los vecinos del barrio conocían al pequeño y
hermosos bebe como Pepito, quien tenía el cabello rubio y era blanco como su
papa Jack.
La
joven mujer callo, Pepito la miro al rostro y agrandando sus ojos, dijo:”¿
Pepito como yo?, la mujer movió la cabeza afirmando.
¿Quieres
saber algo más, Pepito? Le pregunto ella.
Y
donde esta ese bebe, mamita Isabel?
Ella
sonrió y frotándole la cabeza le dijo: “Él bebe ahora es un niño, está junto a mí
y eres tu mi amor.
Pepito
se sentó rápidamente y miro a su madre interrogante.
Si,
hijito él bebe hermoso que te mencione eres tu y la chica que siguió al europeo
porque se enamoró de él. Soy yo o sea tu papa es Jack.
Por
eso eres blanco y tienes los cabellos rubios como tu padre y por eso tus amigos
te dicen Pepe Choclo, porque el maíz choclo tiene unos hilos sedosos amarillos
y sus granos son blancos.
El
niño le dijo :¡ Y dónde está mi padre , mamita Isabel?
Ella
se puso de pie y tomando de la mano al niño le dijo:” Ven. Pepito, lo condujo a
su habitación, abrió un cofre de madera que lo tenía con llave, saco una
fotografía y se lo mostro a Pepito.
El
es Jack, tu papa, le dijo.
Pepito
mira la foto y dijo: es alto, blanco y rubio.
Pepito
le pregunto a su mama ¿Dónde está el mamita Isabel?
Él
está en su país Noruega, partió antes de que tu nacieras, sin saber que yo
estaba embarazada.
Al
partir, me dijo que al año siguiente, volvería para casarse conmigo, porque
estaba enamorado de mí.
Pero
ya ves, han pasado siete años y no se sabe nada de él.
Pepito
abrazo fuertemente a su mama: No importa mamita Isabel , no llores, ya veras
que ya no diré nada, ni me molestare cuando mis amigos me digan Pepe Choclo.
Paso
un tiempo y Pepito se sentía feliz, había aprendido a aceptar el apodo que sus
amigos le pusieron, siempre explicándoles la razón de su blanca piel y cabellos
rubios, aunque nadie le creía, aun así se sentía feliz.
Y
cuando ya iba a cumplir 08 años le dijo a su mamita Isabel que le va a regalar
por su cumpleaños.
Su
madre le dijo: A ver, a ver ¿Qué quieres que te regale?, ya se le dijo la
madre, te comprare lo que vienes queriendo hace dos años ¡una bicicleta! Que te
parece y corrió a abrazar a su madre.
En
ese momento alguien toco la puerta de su pequeña casita, Pepito fuer a abrir la
puerta y grande fue su sorpresa y susto al ver a un hombre alto, blanco, rubio
y barbudo parado en la puerta cargando una gran mochila.
¿Acá
vivir Srta. Isabel? Pregunto el extraño.
Pepito
solo atino a mirar a su madre que al instante reconoció a Jack y se unieron en
un fuerte abrazo.
Pasa
Jack – le dijo mamita Isabel.
Luego
de acomodar sus cosas y conversar de sus recuerdos, Jack miro al niño, quien en
todo momento estaba junto a ellos.
Este
niño hermoso, ser tu hijo pregunto Jack.
Si
Jack, es nuestro hijo.
Cuando
partiste de viaje, no sabías que estaba embarazada, por eso no te lo dije.
¿Verdad?
¿Es nuestro hijo?
Jack
tomo al niño y lo abrazo. Pepito está feliz, estaba viendo a su padre por
primera vez y le caía bien.
Jack
lleno de besos y abrazos al niño y a la mujer.
Yo
venir a casarme contigo y encuentro
sorpresa, dijo Jack.
Pepito
Choclo comprendió de inmediato que aquel hombre llamado Jack era en verdad su
padre y que había venido de tan lejos por amor a su madre y a el, para casarse
finalmente y ser felices.
Jack
e Isabel prepararon los papeles para el matrimonio.
Fue
un acontecimiento nunca antes visto en el pueblo y todos en general admiraron a
Pepito Choclo quien caminaba orgulloso junto a sus padres por el pueblo.
Luego
anunciaron a todos el viaje de los recién casados a Europa, incluido Pepito
Choclo.
El
día del viaje los amigos y compañeros de la escuela de Pepito se acercaron a
despedirlo. Todos decían chau Pepito. Feliz viaje.
Pepito
sonreía feliz junto a sus padres, subidos en un tremendo camión que los
llevaría a Lima y de ahí en avión a Europa.
Y
cuando el camión salía del pueblo, todos le despedían levantando las manos a
los viajeros, uno de sus amigos a la distancia grito: Chau, Pepito Choclo.
Pepito
lo miro y sonrió contento, diciéndole CHAU AMIGO.
Carlos
Velásquez Sánchez
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