(MIULER VASQUEZ GONZALES)
EL paucar
antes era hombre, vivía en un pequeño poblado cerca de un rio, con su mujer e
hijos.
Un día le
paso algo extraño, había salido de madrugada igual que de costumbre, con su
hacha para traer leña y fue a dar a un bosque de arboles completamente secos,
se alegro y de inmediato empezó a talar estos árboles.
Para su
desgracia, la madera resulto demasiado dura e impenetrable. Triste y
contrariado el hombre pensó en retornar, pero aun no había conseguido nada de
leña y se le ocurrió una idea descabellada, la de prenderle fuego para que ese
bosque no se burle de él.
Saco una
cajita de fosforo, prendió un palillo, la arrojo a un árbol y espero. No hubo
fuego y de la nada un viento soplo con insistencia apagándolo todo, como una
señal para que no siga queriendo prender fuego.
Pero el
hombre encendió mas palillos de fósforos y los fue rogando en cada árbol, cuando
termino, sin saber cómo ni porque, estuvo en medio del bosque, donde había un
árbol que no estaba seco, enorme y extraño de tallo abultado y el fuego se
levantaba imparable.
Desesperado
el hombre trepo el árbol, cuando estaba subiendo, una pequeña llama se impregno
en parte de su ropa y estuvo encendido durante un buen tiempo.
Una vez
arriba en la copa del árbol hizo esfuerzos para apagar el fuego que le quemaba
sin parar. Se puso tan pálido, que la parte delantera de su cuerpo se volvió
completamente amarillo y al mismo tiempo
el humo del incendio fue impregnándose en su espalda, tiñéndolo de negro.
Negro y
amarillo fue el color de su piel y comenzó a pedir ayuda, gritaba fuerte,
desesperado, pero sus lamentos nadie los oía.
No supo en
que momento su boca se convirtió en un pico, ni como su piel termino
cubriéndose de plumas, no obstante alzo vuelo y se retiro.
Y bajo en
una laguna a tomar agua y en las aguas cristalinas vio que se había convertido
en un pájaro de colorido plumaje,
vistoso y poseedor de cualidades superiores a las de las demás aves, pero su
canto era estridente y poco melancólico.
Vio que su
cuerpo era ennegrecido, manchas amarillas cerca de su pecho, su pico ¡todo!
Desde
entonces el paucar trato de hablar, pero lo único que pudo lograr fue un llanto
parecido al de los niños, risas de mujeres y el canto de uno que otro animal.
Un día
resuelto a solucionar sus problemas y convertirse nuevamente en hombre, busco el árbol donde se
inicio su desgracia: la lupuna, posándose en sus ramas y le hablo así: ¿Qué me
has hecho árbol? ¿ Y porque ?.
La lupuna le
respondió: Lo que eres , te lo hiciste tu. Destruiste parte de esta vida, de tu
mundo, por ello seguirás siendo una ave para siempre y los humanos querrán
matarte cuando te vean.
Dirán ellos
que tu presencia no es benigna, que traes malas noticias y tus mismos hijos van
a intentar quitarte la vida.
El paucar no
quiso seguir escuchando: ¡Basta! Pareció decir y se fue volando en busca de su
familia abandonada, no había regresado antes, era la primera vez que lo hacía y
sintió un gran temor al imaginar que no podrían reconocerle.
De pronto
vio a sus hijos, los reconoció de lejos, caminando cerca del rio estaban
crecidos, fuertes, muy parecidos a él cuando era hombre.
Quizás si
les hablaba, pensó de repente de que ellos se darían cuenta de que su padre
había regresado y se acerco a explicarles a su modo, de la única forma que
podía quien era actualmente.
Sin embargo
los jóvenes se alertaron ante el extraño suceso y uno de ellos cogió una
piedra, pero en el instante en que levantaba la mano del suelo una serpiente le
mordió en el brazo, el otro se resbalo y cayó sobre una roca hasta quedar
inconsciente.
Afortunadamente
un poblador que estuvo cerca observando, acudió a brindar auxilio a los hijos
del paucar, los levanto, llamo a la madre y está acompañada de su nueva pareja
un hombre bastante fornido dijo: Maten a ese pájaro.
Los hijos
estuvieron de acuerdo, incluso el que se había resbalado se atrevió a lanzar
una piedra que casi se lleva la cabeza del ave.
Estos pájaros
no son buenos, traen peligro y se juntaron piedras y palos dispuestos a matar
al paucar.
El paucar a
tiempo escapo de morir y voló hasta el
árbol de la lupuna, este pareció reírse de su desgracia y no le hizo caso a sus
suplicas.
El paucar
decidió quedarse, por si alguna vez recuperase su forma humana.
En las ramas
mas altas de la lupuna hizo su nido de forma esférica con restos de hojas y
lianas colgantes y los hombres que siempre pasaban por allí trataban de matarlo
y le oian cantar, hizo un convenio con unas avispas. Ofreciéndose en limpiar
sus panales a cambio de resguardo.
Los insectos
aceptaron y desde aquella vez el paucar cohabita con las avispas que se
enfurecen con facilidad y cumplen con su parte del convenio.
Pero, el
árbol de la lupuna aparte de albergar al paucar, tiene su “madre” y la gente no
se acerca mucho cuando cruza por ahí, más bien se aparta y busca otro camino,
porque además de escuchar las maldiciones y malas noticias del paucar, bien
podría un chullachaqui interrumpir su avance.
Un día un
cazador se acerco más de lo necesario y acabo mal. Había estado siguiendo el
rastro de una huangana todo el día, sin imaginar que llegaría hasta la lupuna y
fue que las grandes aletas de este árbol se abrieron para dar paso a un túnel
oscuro y ancho que parecía que allí vvian huanganas, venados, pichicos,
maquisapas, manacaracos, pinshas, guacamayos y otros animales que el cazador se
imagino estar comiendo con su familia.
Entro al
túnel, guiado por la codicia y de pronto las aletas se cerraron al instante.
Y vio de
pronto unos ojos brillantes en el aire encima de su cabeza, otros enfrente y al
costado.
Eran ojos de
animales gigantes, raros, incompletos algunos, por ejemplo la huangana tenia
cabeza de pinsha, el manacaraco cuernos de venado, los paujiles podían correr
con cuatro patas y cada animal tenía sus propias rarezas.
El cazador
enmudecido de miedo, se arrincono junto a unos enormes hongos. La huangana
molesta y erguida sobre sus patas traseras, fue hasta él y le dijo amenazante
:Podemos comerte, nos agradaría tu carne, todos estamos seguros de eso y
dirigiéndose a los demás les dijo: Verdad que si y todos se rieron.
La huangana
le dijo: Yo solo quiero tu cabeza, que agradable deben ser tuso ojos y tus
orejas.
De pronto
escucho una risa y vio a un hombre encorvado, viejo, narizón, envuelto en una
piel larga y dorada, vio que sus pies eran grandes y poseedores de uñas horrendas.
El cazador
no pudo mas , vomito y su mano izquierda dio con el gatillo de su escopeta y
con furia jalo de el mas de una vez y las aletas del árbol de la lupuna se
abrieron.
Hasta hoy el
cazador sueña con animales deformes y si por una casualidad una lupuna se
atraviesa en tu camino, recuerda a su “madre”, en su mente ve su horrorosa cara
y aquellos pies tan descomunales y sufre por los escalofríos que terminan por
darle fiebres altas.
Carlos Velásquez
Sánchez
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