(MARIO GONZALES INGA)
Eran
las 3.00 a.m. a orillas del rio Huallaga y de pronto se oye un murmullo de
voces:
-Adentro,
salud carajo
-Salud
Mario
-Salud
buena moza
-Salud
a todos los brujos y tunchis
-Salud
a todas las sirenas ricas y arrechas
-Salud
luna compañera de viajes
-Sigamos
cantando Pacharaco tú mismo eres
-Olvidémonos
de las costillas, ellas están lejos, bebamos un trago del licor de los pobres
-Vicharrita
está bien borracho, hay que llevarlo a que duerma en la casa de su tía Luzmila.
-Profes,
profes Uds., sí que se pasan.
Es
la primera vez que hacemos un viaje tan largo, tantos días y tantas noches
navegando por este rio-
-Mario,
tu que dices de nuestra primera experiencia de maestros aquí en la selva.
Y
dice: Es bueno sentirse útil, sentirse un revolucionario de esos de verdad. Que
conocen y viven la pobreza, que saben lo que significa sobrevivir en esta
tierra entre pobres comidas de inguiris y masatos.
Lo
que significa vivir como unos tristes desgraciados.
Es
bueno sentirse revolucionario cachero, no rosquetes como 3 o 4 cojudos que
salen en la televisión de Lima y que nos hablan de mariconadas, de sus riquezas
y que nos avergüenzan.
Tienes
razón Mario, continuo Ernesto: Nuestra selva es tan distinta que mientras no se
viva en ella no se la comprende porque a pesar de nuestra pobreza y de nuestra
falta de educación que tanto nos echan en cara.
¿Cuándo
hemos visto un indio maricon? ¿Cuándo mierda hemos oído hablar del SIDA? ¿Cuándo
hemos tenido putas? Todos esos males llegaron con lo que ellos llaman el
progreso.
El
objetivo que impulso a que ese grupo de estudiantes y profesores del Instituto Pedagógico
de Lamas viajaran hasta la zona del Bajo Huallaga era buscar la identidad del Perú
selvático ofreciendo en los pueblos espectáculos de danzas, música y teatro
popular.
De
todo el grupo el que más destacaba era Mario el Pacharaco de tez blanca,
risueño, guitarrista y charanguero y nadie presagiaba que iba a tener un triste
final.
Juan
Guerra poblado cercano a Tarapoto y al rio Mayo con una población que se
dedicaba a la siembra del tabaco y del maíz.
Era
noche de luna llena, llena de nostalgias, noche de runas mulas, de cantos
lúgubres de lechuzas y búhos, de pronto una camioneta doble cabina bruscamente
se estaciono frente a la casa de Mario.
De
su interior bajaron diez individuos armas en mano irrumpieron violentamente en
la salita de la vivienda en la que se encontraba reunida la familia.
Una
voz aterrorizo a todos: Manos arriba, carajo.
Nadie
se mueva porque les puede costar caro.
El
cabecilla se fijó en Mario y Gilberto y apuntándoles con el arma ordeno a sus
otros secuaces: A estos nos lo llevamos.
La
anciana madre les suplico: No se lleven a mis hijos por favor, ellos no han
hecho nada.
Apártate
dijo uno de los individuos.
Quietos
y a callar todos que esto va en serio- manifestó el jefe, saliendo
apresuradamente de la vivienda, llevándose prisioneros a los dos hermanos ya
dos amigos.
Subieron
al vehículo y se dirigieron a la pequeña plaza y se estacionaron frente a una
vivienda.
Comandaba
este grupo de indeseables Juaneco, mercenario, asesino despiadado, fue
traquetero de las firmas y perteneció a uno de los grupos subversivos y era soplón
de la policía.
Aquel
es Geyter. Agarren a ese desgraciado, lo quiero vivo, ordeno el asesino.
En
la puerta de la vivienda, estaba un joven bien vestido y de un puntapié le
derribaron al suelo, mientras le apuntaban con revólveres.
Sube
mierda a la camioneta, gritaban al mismo tiempo que a rastras lo subían al vehículo.
Ya
está carajo, ya tenemos lo que queríamos.
Shishaco,
llévalos rumbo al puente Colombia.
Llegaron
y la camioneta detuvo bruscamente su marcha. Bájenlos hemos llegado al final
del camino-ordeno Juaneco, todos con los brazos en la cabeza.
Pálidos
y temblorosos los prisioneros fueron bajando y fueron conducidos a la orilla
del rio.
Mario
se decía ¿Que quieren estos desgraciados? ¿Quiénes serán los tupas, los de
Sendero o serán narcos, o quizás son tombos o milicos?
Por
Dios ¿Que nos van a hacer?
De
repente es por venganza a Geyter que es amante de la Juana y su marido dicen
que es narco y el dinero lo puede todo.
Sus
fueron interrumpidos por una voz que gritaba: Al suelo, carajo, al suelo.
Y
dirigiéndose a Geyter, tu no Geyter, tu no pendejito. Contigo hay que ajustar
cuentas, te crees cacherito, te crees revolucionario, pues, toma, toma,
desgraciado.
Una
andanada de puñetazos y puntapiés se estrellaban contra el cuerpo de Geyter m
quien hizo un ademan para defenderse.
Dos
de los indeseables sujetos lo sujetaron de los brazos, mientras la voz grito: Tírenlo al suelo a este conchesumadre.
Bájenle
su pantalón y en la oscuridad le iban cortando sus testículos.
Ay,
ay, ay gritaba desesperado.
Mario
al ver la suerte de su hermano, reaccionó con valentía, forcejeando con sus
captores, logro ponerse de pie y le dio una fuerte patada en el estómago a uno
de los criminales.
Y
grito, déjenlo carajo, no le hagan sufrir, no sean mierdas, carajo no sean
mierdas.
Y
de pronto un culatazo de fusil de uno de los asesinos le rompió la cara y una
puñalada de otro le destrozo la mano y una ráfaga de metralleta le destrozo los
intestinos.
Ahí
tienes cojudo por dártelas de valiente, gritaba el criminal, Mientras recargaba
su arma.
A
un costado, Geyter agonizaba que junto a Mario eran ultimados con disparos en
la cabeza.
El
otro prisionero, Belisario era también ultimado con disparos en el corazón y
luego hicieron lo mismo con los otros prisioneros.
Los
cuerpos de todos los asesinados fueron arrojados al rio Mayo.
Nuevamente
se escuchó una orden: Vamos todos a la camioneta.
Hay
angustia en los hombres y mujeres del pueblo, todos reunidos en la casa de
Mario.
Alguien
exclama; Al rio, vamos hacia el Puente Colombia, vamos de prisa.
Los
primeros en llegar encuentran el cadáver de Mario, luego van apareciendo uno
tras otro los cadáveres de Gilberto, Mario y Belisario.
Tres
hermanos y un trágico fin, cinco víctimas asesinadas cobardemente en una
fatídica noche. La guerra sucia estaba en su apogeo.
Mario,
el Pacharaco desde el cielo mira con ternura a su pueblo. Su sacrificio no
puede ser estéril.
La
esperanza de un futuro mejor nacerá de las injusticias que con él y tantos
otros se cometieron.
El tercer hermano era Gilberto no Belisario, el se encuentra vivo y fue mi profesor en el colegio Juan Guerra.
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