En
el sitio denominado Cachachi, en la parte alta de Cajabamba, había una casa muy
apartada en donde vivía una mujer ya entrada en años, y que, a decir de la
gente, se dedicaba a la brujería y albergaba en su casa al diablo en forma de
un gato negro que siempre la acompañaba.
Por
la noche un perro negro recorría los campos dando aullidos espeluznantes que
sobrecogían de miedo a los humildes campesinos que vivían en el lugar; los
mismos que aseguraban que el perro no era otra cosa que la figura que tomaba la
bruja para ir a reunirse con otras brujas en lugares alejados.
Un
noche, como a eso de las once, recorría el camino un desprevenido viajero,
ignorante de lo pesado de la hora. Fue entonces que apareció, de manera súbita,
un furioso perro negro de gran tamaño que atacó al viajero. En su defensa solo
atinó a sacar su machete logrando acertar un golpe en la pierna del animal,
ocasionándole una grave herida.
El
perro adolorido, huyó con dirección al monte, en donde desapareció.
El
viajero, recobrándose del susto, pudo escuchar un prolongado grito lastimero
proveniente del lugar donde se perdió el perro. Temeroso, fue en busca de
auxilio a una casita cercana que logró divisar. Luego de contar lo sucedido al
dueño de casa, regresaron al lugar de los sucesos, y adentrándose en el monte
escucharon los ayes de dolor.
El lugareño sacó un rosario, se lo puso en el pecho y acompañó al viajero hasta el lugar mismo de donde provenían los gritos, y ellos, que esperaban ver al perro, con gran sorpresa, se encontraron con una mujer desnuda que tenía una profunda herida en una de las piernas.
El lugareño sacó un rosario, se lo puso en el pecho y acompañó al viajero hasta el lugar mismo de donde provenían los gritos, y ellos, que esperaban ver al perro, con gran sorpresa, se encontraron con una mujer desnuda que tenía una profunda herida en una de las piernas.
El
dueño de la casa se sacó el rosario y trató de hacer que la mujer lo adorase,
más esta, revolcándose en el suelo se negó a hacerlo; pero obligada por los
hombres besó la cruz y luego manifestó a sus captores que efectivamente ella
era una bruja y que podía transformarse en cualquier animal; que estas artes
demoníacas las aprendió de una antepasada suya, que también se dedicaba a la
brujería, y que para iniciarla le había hecho tomar caldo de cabeza de gato
negro, y además que conservaba como escapulario uno de los ojos del gato.
Los
hombres arrancaron el escapulario que prendía sobre el inmundo pecho de la
bruja, la marcaron con la señal de la cruz en la frente y en el pecho, luego la
dejaron ir, sabiendo que ya nunca más podría dedicarse a la práctica de la
brujería.
En
Cachachi nunca más se volvieron a escuchar aquellos horribles aullidos.
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