(Francisco Izquierdo Ríos)
Jacobo
Ronco era un muchacho alegre y llevaba mil soles en plata contante y sonante
para el Alcalde de Bagua Chica por encargo del Alcalde de Bagua Grande.
Arreando
su caballo que cargaba la alforja de la plata iba por el camino con un fuerte
sol del mediodía.
De prono
le llama la atención algo que se movía a lo lejos. ¡Era un tigre o un puma?
Jacobo
siguió adelante y vio que era n puma comiendo un venado en el medio del camino
¿ Qué hacer? , el puma comenzó a gruñir amenazante, Jacobo no tenía un arma de fuego, solo un
puñal.
Amarro el
caballo a un árbol y puñal en mano se acercó al puma, gritando ¡ Ven animal
feroz , a pelear conmigo.
¡Ven
bigotudo cobarde!
Ante esta
valiente actitud, el puma huyó con el rabo entre las piernas como un manso
gatito, Jacobo lo persiguió arrojándole
piedras y gritando.
Desaparecido
el puma en la vasta llanura regresó ronco y sin demora colocó el venado sobre
su caballo.
Jacobo muy
alegre continuó su viaje a Bagua Chica, porqué además de los mil soles, llevaba
un hermoso venado.
En otra
ocasión Jacobo Ronco andaba de caza siempre por las llanuras asoleadas de
Bagua, cuando de pronto distinguió a dos osos.
Los osos
macho y hembra comían los frutos de un algarrobo-
Jacobo
pudo alejarse pero impulsado por su
espíritu aventurero y temerario se aproximó a los osos y disparó al macho,
hiriéndolo en el corazón y cayó muerto al lado de su compañera.
La osa
reaccionó y mirando a su alrededor descubrió a Jacobo detrás de una piedra
quién quería poner más cartuchos a su escopeta.
La osa se
lanzó veloz contra el atrevido muchacho, Jacobo quiso defenderse con la
escopeta desarmada, pero la osa se la quitó y la rompió en pedazos, luego
derriba a Jacobo y se subió sobre él.
Jacobo no
era de aquellos que pierden la serenidad ante el peligro.
Después
que le pasó el aturdimiento optó por hacerse el muerto, cerró los ojos y
contuvo la respiración cuanto pudo.
La osa se
bajó de él y sentó a su cabecera para comprobar si efectivamente estaba muerto,
le ponía una de sus patas en la nariz, le palpaba, le olía, levantaba los
párpados.
Engañada
la osa por el astuto Jacobo, se descuidó un momento lo que aprovechó este para
sacar su famoso puñal y le clavó en el vientre de la osa.
El puñal
se hundió hasta el mango, echó a correr mientras la osa trataba de sacar el
puñal de su cuerpo.
Jacobo
llegó a Bagua Grande al anochecer sin más novedad que la pérdida de su puñal y
escopeta.
Cuando en
el pueblo supieron su hazaña, los hombres fueron a traer a los osos, cuyas
pieles Jacobo lo conserva como unos recuerdos colgados en las paredes de su
pequeño cuarto
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