Un brujo venia
contratado por el patrón de un bote hundido frente a la boca del rio Tonchima.
Lleva su gran sombrero riojano y el rostro ennegrecido con jugo de huito verde,
sus ojos inyectados evitan dirigirse de frente a las personas que lo reciben,
para no fulminarlas con su mirada.
Este brujo,
cuentan , es medio haragán y tiene fama de gran buceador, ya que de él se
cuentan historias increíbles. Dicen que puede permanecer en el agua, sin
respirar por más de tres minutos ,
confían en el y en sus poderes mágicos para encontrar al ahogado antes de que
la creciente del rio haga más difícil la búsqueda.
El brujo
comienza con sus ritos y se arroja al turbulento rio. Se le ve salir a intervalos, llena de aire sus pulmones y se
sumerge de nuevo. Solo los bufeos y el dominan la técnica de bucear con perfección.
El brujo vuelve a salir, se hunde una vez mas para localizar al ahogado y
desaparece como tragado por las aguas,
Pasa el tiempo y
aumenta la tensión, 7, 8 ,9 y 10 minutos y no aparece el brujo. En la orilla
todos contienen la respiración, solo se escucha el chapalateo de la corriente
en los cañaverales.
Cuando ya, todos
temen lo peor, se oye la voz angustiada del patrón: ¡ Carajo! Se nos ahogo el
brujo, y manda con energía: ¡ Búsquenlo! con las tanganas.
Los peones desde
las canoas, van tanteando en el fondo de las aguas con sus largas cañas y nada,
nada.
Uno de los
tanganeros, el más empeñoso, toca un bulto y presiente que es el de un cuerpo humano, pica nuevamente y el cuerpo
sale a la superficie. Era el brujo, estaba vivo y les dice :¡ Ya pues, carajo!
. Patroncito, reclama , bostezando y les dice: ¡ Déjenme dormir, por lo menos
un ratito!. Así no es.
Carlos Velásquez
Sánchez
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