Había un señor en Piscoyacu, se
llamaba Coria y desde su juventud le gustaba la monteada y la tarrafeada. Un día
viernes por la noche, que era algo lluvioso, se fue a tarrafear en el rio
Saposoa, por el sector Mishollo, por donde hoy amarra sus anzuelos Alpino y
Amaringo.
Cuando estaba tarrafeando escucho que
silbaba el difunto y señor no le hacia caso, pero el difunto seguía silbando,
entonces el tarrafero Coria le dijo:”Oye, difunto, no vengas a molestarme, que
quiero agarrar mis carachamas” y el señor seguía tarrafeando sin hacerle caso. Seguía
caminando arriba del rio y el difunto le seguía molestando.
Entonces Coria , se paró un rato,
miro al costado de la playa y vio a un pequeño bulto sentado a la orilla del
rio, total era el “chullachaqui” y el tarrafero djo:”Mejor quiero regresar, no
me deja tarrafear este diablillo y no voy a agarrar nada, porque ya es
saladera.
El tarrafero seguía pescando por la
orilla del rio, caminando despacio, llego a una pequeña playa y al frente
estaba un árbol de oje, seguía bajando por la orilla del rio y de repente vio a
un bultito que estaba sentado encima de una piedra a la orilla de un pozo y que
allí siempre aparecía la sirena.
El tarrafero se acercó despacito al
bulto y se dio cuenta de que era otro diablillo, entonces agarro su tarrafa y
con todas su fuerzas, le azoto con su tarrafa y en esos instantes el
chullachaqui voló gritando :”Ay, ay,ay,ay” y se fue al otro lado del rio.
Entonces el tarrafero Coria se asustó
al escuchar sus gritos y de repente pensó: ”Creo que es el alma de mi esposa
que me está cuidando, ya que ella esta muy enferma”.
Entonces el tarrafero Coria, decide
regresar de inmediato a su casa en Piscoyacu, pero preocupado por no haber
agarrado ni un “shitari”.
Llego a su casa donde encontró a su
esposa enferma y que estaba semidormida y para hacerse pasar el “manchari”
empezó a tomar su “chuchuhuasha” hasta emborracharse y sigue borracho hasta
estos días en Píscoyacu.
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