¡Brammm ¡ Cayo
del techo, a mis pies una serpiente, que rápido se irguió en una actitud
amenazadora. Estaría quien sabe cazando ratones en el techo de esa casita
abandonada y en cuyo piso emponado estaba ya tendido, dando descanso a mis
miembros adoloridos y protegiéndome de los rayos quemantes del sol.
Un escalofrío de
terror recorrió mi cuerpo, pues esperaba
de un momento a otro la mortal mordedura de la serpiente si notaba el más leve
movimiento de mi cuerpo.
El instinto me
hizo quedar absolutamente quieto y la serpiente al parecer se quedo tranquila.
Sentí gran alivio, pues pensé que se alejaría, pero de pronto mi angustia se
hizo mortal cuando percibí su contacto frio en uno de mis tobillos.
Lo peor fue, que
confundiendo la abertura inferior de mi pantalón por un hueco en el que pudiera
guarecerse, empezó a deslizarse reptando por mi pierna, pronto llego al muslo y
siguió avanzando, forzó paso hasta mi cintura y luego incomodada por la presión
de la tela, retrocedió tratando de hacerse espacio.
Posiblemente,
muy pocas veces un hombre se ha visto en un trance tan desesperado. Ese día, de
seguro envejecí diez años.
No sé cuánto
tiempo duro esta angustia agravada ante la certidumbre de que nada ni nadie podrían
auxiliarme.
Y esa víbora que
se había metido entre mis pantalones, confundiéndolos con un madero hueco y al
menor movimiento que yo hiciera, me clavaria los colmillos inyectándome todo su
veneno. Todo mi cuerpo temblaba interiormente.
De pronto,
escuché una voz :¡Joven!...¿ Se ha quedado dormido?. Oí el ruido de sus pasos
que penetraban a la casucha y apareció ante mí un hombre que se detuvo a
mirarme asombrado. Y el movimiento de mis pantalones le revelo mi tragedia.
¡Estese quieto!
¡No te muevas! Me dijo.
Seguidamente
prendió un enorme cigarro y comenzó a envolverme con densas bocanadas de humo.
La víbora se tranquilizo y poco a poco fue extendiéndose hasta quedar casi
inmóvil.
El hombre
continuaba la fumigación con más fuerza y decía:”No tardara en quedarse muerta.
Esta es la cosa más rara e inexplicable que puede acontecer en la selva. Sin duda, se trata de
víbora enloquecida o debe ser viejísima y ciega por la edad.
Confundir los
pantalones de un hombre con un tronco hueco. Inexplicable. Un momento mas y
quedara Ud. libre. Todavía le palpita la cola.
De repente dio
un fuerte tirón, la víbora fue sacada de golpe y fue a revolcarse a cierta
distancia con la boca blanquecina mordiendo en el vacío.
¡Ya era tiempo!
Cuando me levante empapado en sudor frio, la cabeza me dolía terriblemente. Ahí
estaba la víbora revolcándose en el emponado y el hombre provisto de un palo le
remato de un certero golpe en la cabeza, mientras decía:”Hubiera sido más fácil
vencerle con la música, pues, no hay cosa que guste más a estas víboras que la
música de una quena.
Ha llegado a
tiempo para salvarme la vida- le dije-agradecido.
La víbora tiene
el color cenizo de la vejez y hasta podría asegurar que era miope y
milagrosamente esta víbora ha vivido hasta ahora sin ser atrapada por un
gavilán,
Es un jergón,
verdaderamente ha vuelto Ud. a nacer.
Me llamo
Barcas…Abel Barcas- volvía a interrumpirle. Recién en ese momento se dio cuenta
el hombre de que le estaba hablando.
Mucho gusto,
joven… me contesto…mi nombre es…la gente de por acá me llaman el Mañanero.
Pero y esto
téngale muy presente, en la selva nada vale el nombre.
Y le dije
agradecido : Gracias Mañanero.
Carlos Velásquez
Sánchez
Muy bonito el cuento. ¡gracias!
ResponderEliminarEso es de la obra " sangama"
ResponderEliminarChesu, llegué a casa como a las 10 de la noche, y dijeron había una serpiente. Pucha Cho, era una jergon.
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