EL DORADO Y EL
PAIS DE LA CANELA
A través de los
tiempos, siempre los bosques han sido zonas a las que se les ha atribuido
innumerables misterios que dieron origen a un repertorio de mitos y leyendas,
sean escritos u orales.
Con respecto a
las selvas de la amazonia, estas han motivado a través de la historia mitos
originados por la ignorancia, la incomprensión y la codicia de los que la vieron en forma superficial.
Para unos fue un infierno verde y para otros un paraíso en el que se ocultaban
grandes riquezas que debían ser acopiadas o explotadas por gente foránea.
La ambición y la
codicia de los aventureros españoles, que llegaron a América en el siglo XVI,
convirtieron a los pueblos indígenas en botines de guerra y luego recibieron
información, tal vez, mal entendida, de que en la parte nor-este del
Tahuantinsuyo existía un país en donde abundaba el oro y la canela.
Francisco
Pizarro, siete años después de haber ejecutado a Atahualpa, ordeno cuatro
expediciones en 1539, que salieron del Cuzco y una de ellas iría en busca de el
Dorado y la Canela, a las ordenes de su hermano Gonzalo Pizarro, quien a la vez
fue nombrado Gobernador de Quito.
Gonzalo Pizarro
partió del Cuzco a mediados de 1539, rumbo hacia Quito, con 200 españoles y
3000 indígenas, también 100 caballos, perros de caza y un buen numero de llamas
cargadoras de provisiones.
Los
expedicionarios pasaron por Huamanga, Jauja y Huánuco, en donde se enfrentaron
contra los ataques de los indígenas, permaneciendo aquí algunos meses para
recuperarse y haber recibido el socorro y la ayuda de las fuerzas de Francisco
de Chávez, enviado por Francisco Pizarro desde el Cuzco.
De Huánuco, los
expedicionarios bajaron a la Costa, pasando por Lima, Trujillo y San Miguel de
Piura, para luego llegar a Quito en Diciembre de 1540. Luego de dos meses de
preparativos, a fines de Febrero de 1541 con 220 españoles y 4000 indígenas,
parten hacia el Oriente.
Esta expedición,
al atravesar los Andes, tuvieron que soportar las inclemencias del trópico
húmedo de la selva, altas temperaturas y lluvias torrenciales, pero la idea del
oro y la canela les daba fuerzas para seguir adelante.
Después de
algunos enfrentamientos con los indígenas y durante una caminata de 70 días,
Gonzalo Pizarro con su gente acamparon en un lugar llamado Zumaco , en donde
les dio alcance Francisco de Orellana con su contingente que había sido
invitado por Gonzalo Pizarro.
La situación de
los expedicionarios era calamitosa, habían sufrido bajas por extrañas enfermedades, por falta de
alimentos y tuvieron que sacrificar a sus caballos y llamas para que se
alimenten.
Cuando llegaron
a las orillas de un gran rio, construyeron un bote y navegaron 60 días. En el
trayecto fueron atacados por guerreros que trataban de impedir la entrada de
extraños y llegando al rio Guijos, cuando la situación era insoportable,
Gonzalo Pizarro envió a su lugarteniente Francisco de Orellana que avanzara con
unos 70 hombres para buscar víveres para la tropa e inspeccionen la ruta.
Francisco de
Orellana, nunca volvió para encontrarse con Pizarro, siguió por el rio Napo, en
donde encontró acogida por parte de un pueblo indígena ribereño, permaneciendo
aquí el tiempo necesario para construir un nuevo bote.
Muchos historiadores
han considerado como una deslealtad y una traición la actitud de Orellana de no
volver al campamento de Zumaco, dejando a Pizarro y a su gente abandonados y a
su suerte, pero, se debe precisar, que era casi imposible navegar contra la
corriente en el tipo de embarcación que ellos tenían.
Francisco de
Orellana, siguió por el Napo y el día 12 de febrero de 1542 ingreso al gran rio
Amazonas que en aquel tiempo los indígenas lo llamaban Paraguanazu y luego
llegan a su desembocadura en el Atlántico, para luego dirigirse a la Isla de
Santo Domingo en el Caribe y de allí llegaron a España para informar al Rey
Carlos V de su fabuloso viaje, pero
jamás pudo informar del hallazgo del Dorado y la Canela, pues solo existió en
las mentes afiebradas de los ambiciosos aventureros españoles.
Sin embargo,
este mito dejaría condiciones propicias para la creación de otros mitos de
fatales consecuencias para nuestra Región : la Amazonia.
Gonzalo Pizarro,
indignado y esquelético como su tropa regresaron a Quito.
Carlos Velásquez
Sánchez
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