miércoles, 14 de febrero de 2018

EL ZORRO Y EL CUY


Esto sucedió hace mucho tiempo, cuando un desconocido hacía daños en una chacra por las noches. Las plantas amanecían chancadas y medio comer. Entonces, el dueño de la chacra construyó una trampa y esperó atento sin cerrar los ojos a pesar que el sueño lo invitaba a dormir. A la media noche oyó gritos: alguien había caído en la trampa.
Era un cuy grande y gordo. El propietario lo ató a una estaca y regresó a su casa relamiéndose en el pensamiento. —Mañana por la mañana pongan agua hirviendo para pelar un cuy, almorzaremos cuycito — Le dijo a sus tres hijas antes de acostarse.
El cuy, atado a la estaca, luchaba inútilmente mordisqueando la soga. Y así lo encontró con un zorro que pasaba por ese lugar.
— Compadre — dijo el zorro — ¿Qué has hecho para que estés así?
—Ay, compadre, si tú supieras mi suerte — dijo el cuy —, enamore a la hija más bonita del dueño de esta chacra y ahora quiere que me case con ella. Pero esta joven ya no me gusta.
Y me tiene amarrado aquí hasta que aprenda a comer carne de pollo que me repugna.
Así mintió el cuy haciéndose el zonzo, luego dijo el muy astuto —Creo que a ti te gusta la carne de gallina, ¿verdad?
— A veces —dijo el zorro, haciéndose también el zonzo.
— ¿Por qué entonces no me desatas y te pones en mi lugar así te casas con la joven linda y comes carne de ave todos los días.
—Voy a hacerte este favor compadre — dijo el zorro.
Al día siguiente, muy temprano, el propietario de la chacra fue a llevarse al cuy, pero se encontró con el zorro.
— ¡Ay! ¡Desgraciado!, ¡Anoche eras cuy y ahora eres zorro! Igual te voy a majearte duro — dijo el dueño dando latigazos.
— ¡Ay! ¡Ay! ¡Sí me voy a casar con su hija! ¡Lo prometo! ¡También prometo comer carne de pollo todos los días! —gritaba el zorro.
Al oír estos extraños argumentos, el propietario lo azotaba más fuerte interrogando al zorro, hasta que en una tregua en la golpiza, el zorro explicó todo lo que hablo con el cuy.
El dueño se echó a reír y luego lo dejó en libertad, un poco apenado por haber descargado su ira con el tonto zorro. Desde ese día, el zorro comenzó a buscar al cuy. Quería vengarse de todos los azotes que recibió del granjero.
Y es así que un día se encontró con él y pensó que era el momento de la venganza. El cuy viendo que ya no podía escapar se paro como sosteniendo una enorme roca que sobresalía del cerro, el zorro se acercó dispuesto a vengarse, pero intrigado al verlo en esa posición; entonces el cuy con voz exhausta dijo:
— Compadre zorro, ha llegado el momento, Tienes que ayudar a sostener esta piedra. ¡El mundo se está cayendo y hay que echarle una mano!
Al principio el zorro no le creyó, pero la cara de miedo que ponía el cuy finalmente lo convenció. Empezó a ayudarle imitándolo sosteniendo la enorme piedra. Y así pasaron un bien tiempo.
— Compadre, empujas voy a encontrar buscar algo como una cuña para apuntalar mejor el cerro— dijo el cuy y se fue corriendo.
Pasó un día, luego dos, el cuy no regresaba y el zorro ya no podía más. —Voy a morir aquí, ya no doy— pensó. Cansado y asustado dio un salto hacia atrás, pero, como era de esperar, la piedra no se movió.
—Otra vez, me ha engañado — dijo, pero esta es la última porque cuando lo encuentre, grrr cuando lo encuentre…
Y así día y noche siguió el rastro del cuy hasta encontrarlo al lado de un corral abandonado, el cuy viéndolo de reojo, calculó que no podía escapar. Entonces comenzó a rascar en el suelo, simulando no haber visto al zorro.
— ¡Rápido! ¡Rápido! , se repetía así mismo —Ya viene la sentencia, ¡el fin del mundo! , ¡Caerá la lluvia de fuego!
—Bueno, compadre mentiroso, hasta aquí has llegado— dijo el zorro —, te voy a comer.
—Muy bien compadre— dijo el cuy—, pero tenemos algo más importante que hacer ahora.
-Ayúdame a hacer un agujero, ya que va a llover fuego-. El zorro comenzó a ayudarle asustado. Cuando el agujero era tan profundo, el cuy saltó en él.
— ¡Échame tierra, compadre!- suplicó el cuy- ¡Tápame por favor, no quiero quemarme con la lluvia de fuego!
— Viendo las cosas, eres menos pecador que yo. Tú no tendrás tanto castigo con la lluvia de fuego como yo. Mejor tápame tú, compadre, yo primero ¡por favor! — Dijo el zorro asustado.
—Tienes razón compadre. Cambiemos, pues, de lugar - dijo el cuy saliendo del agujero. El cuy no solo tiró tierra, sino también, ishguin y caruachash. Así es que mientras lo cubría decía: "Achachay, achachay, ¡ya comenzó la lluvia de fuego!, ¡mira como me sacrifico!"
Cuando terminó, se limpió las manos y se fue riendo. Pasaron los días y en el agujero el zorro empezó a sentir hambre. Quiso sacar una mano y toco los ishguines.
– ¡Achachay!— dijo —, deben ser las brasas de la lluvia de fuego, guardo su mano y esperó.
Días después, el hambre le hizo arriesgarse, salió con dolor por pasar sobre los ishguines y entre las puntas de las espinas vio que afuera todo estaba bien.
— ¿Se habrá enfriado el fuego?— pensó.
Estaba más delgado que una paja, finalmente se convenció de que había sido engañado otra vez. Busco al cuy sin cesar día tras día, noche tras noche. Entonces una noche que estaba en busca de comida, encontró al cuy en el borde de un pozo de agua. El cuy al verlo, comenzó a lloriquear.
—¡Que mala suerte tiene compadre! — Dijo, —Yo estaba llevando un queso grande, pero se ha caído en este pozo. — El zorro se asomó y vio en el agujero el reflejo de la luna llena.
— Ese es el queso— dijo el cuy.
— ¡Tenemos que sacarlo!— dijo el zorro.
—Vamos a hacer esto, compadre: Usted entra cabeza abajo y yo lo sujeto de los patas. - Y lo hicieron por un buen rato. El cuy agarrándolo dijo: Usted es muy pesado, compadre. Ya casi no puedo aguantarlo. Dicho esto y lo soltó. El zorro, gritando cayó de cabeza en el pozo. Así murió ahogado, el zorro zonzo.

Carlos Velásquez Sánchez

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