jueves, 8 de febrero de 2018

LA GUERRA DE LOS CHULLACHAQUIS



                                  ( JORGE LUIS SALAZAR SALDAÑA )
Don Eliseo Valdez avanza por la trocha que van abriendo Pedro Pipico y Shanti Tuanama en el bosque de la cabecera del río Pisqui.
Va en busca de los cotizados árboles de caoba ue el brujo Shapiama le hizo ver en una purga de ayahuasca.
Vamos Shanti, no es hora de  descansar, tenemos que seguir caminando,
Pucha, don Elico estoy cansado, ya no tengo edad para estos trajines.
Ahora que te he dado trabajo, sigamos adelante, tenemos que encontrar esos árboles de caoba.
Shanti le dice: Ya hemos caminado por toda esta selva y no hemos encontrado ningún árbol maderable.
Mejor regresemos, estamos perdiendo el tiempo que solo existe en tu imaginación don Elico.
Escúchame Shanti, estas bien que estés cansado, pero por ese motivo no vamos a regresar o insinúas de qe estoy loco.
Mira don Elico. Mira lo que tú no quieres ver. En toda la selva ya no hay árboles maderables que valgan la pena.
Los otros madereros como tú han barrido y saqueado la Amazonía como esas gallinas hambrientas del vecino que entran a nuestra huerta y no dejan nada, ni siquiera un árbol de palo de balsa. Tienes razón Shanti, pero yo te he contratado para que vengas a trabajar y no a renegar, vamos a seguir hasta el final y punto.
De aquí nadie va a regresar mientras no encontremos esos árboles de caoba que contemplé en mi visión de ayahuasca.
Don Elico, Don Elico, grita Pedro, retornando a toda prisa.
¿Qué sucede Pedro Pipico? ¿Has encontrado algo?
Sí, don Eliseo, al final de esta loma están los árboles que buscamos . ¿Árboles? ¿ Has visto bien Pedro Pipico? le preguntó don Eliseo.
Entonces no debemos perder más tiempo y vamos a ver de una vez esos árboles – ordena Eliseo rebosante de felicidad.
Mira don Eliseo –indica Pedro Pipico deteniéndose al final de la trocha. Ahí están los árboles Don Eliseo, deslumbrado con la boca abierta, observando los tres imponentes árboles que están en su delante.
Que maravilla, son árboles de caoba, muchachos y abrazando a sus peones comienza a saltar gritando de alegría. Voy a volver a ser millonario, jajaja.
Un momento don Eliseo – dice Shanti, dejando de saltar. ¿Ud. nomás va a ser millonario?  ¿Y nosotros qué?  Vamos a seguir fregados como siempre. No se preocupen muchachos, yo soy buena gente, abrazándoles.
Cuando exporte esta madera a las funerarias  de Inglaterra, que pagarán una fortuna por cada ataúd hecho de caoba, yo les voy a dar un plus por su trabajo.
Espero que no se olvide don Elico y no nos explote como lo han hecho los demás madereros que han saqueado y depredado la selva – dijo Shanti.
Yo siempre he pagado a mi gente y mucho mejor ahora que me van a pagar un millón de dólares por cada uno de estos árboles que la gente piensa que se han extinguido.
Mañana mismo cortaremos a éstos árboles. Don Elico, si estos árboles valen una fortuna, porque no nos dedicamos a juntar sus semillas para reforestar toda la selva. Ahí si, todos vamos a ser millonarios de verdad- dijo Shanti Tuanama.
No Shanti, no puedes hacer eso porque te vas a morir sin ver y gozar el dinero que puedes ganar.
Pero, vamos a matar a la “gallina de los huevos  de oro”, dijo don Elico.
Escúchame bien Shanti, el único que decide que hacer aquí soy yo y nadie más ¿Está claro?
Así que vamos a traer las cosas del bote para instalar nuestro campamento al pie de estos árboles , antes de que anochezca y emprender la marcha del retorno.
De pronto un gemido lastimero como el triste canto  del ayaymama, surge del corazón de los tres árboles de caoba.
Hermanos ¿Por qué están llorando? Pregunta sorprendido Hani que llega al refugio de árboles de caoba jugando con una pequeña culebra mantona.
Van a matar a nuestros árboles – responden en coro los chullachaquis que salen temerosos y con los ojos llorosos de las aletas de los arboles.
¿ Quién va a matar a nuestros árboles? dice Hani.
El maderero – dicen los chullachaquis .
Otra vez el maderero.
Sí, afirman los chullachaquis poniéndose a llorar.
Hermanos dejen de llorar – pide Hani, parándose delante de sus asustados hermanos chullachaquis. Tenemos que luchar para evitar que e maderero mate nuestros únicos árboles.
Yo no quiero luchar, no quiero luchar dice Shoto, temblando de miedo.
El maderero tiene armas y nos va a matar, hermanos, sino luchamos vamos a desaparecer cuando el maderero derribe nuestros únicos árboles, advierte Hani.
Hani tiene razón – interviene Paro – Cuando maten a esos árboles que son nuestra casa, también nosotros vamos a morir, porque ya no hay más árboles maderables en toda la selva donde podamos vivir.
¿ Te das cuenta Shoto , tienes que ayudarnos a luchar para evitar que el maderero siga destruyendo nuestra casa.
Unidos vamos a ser más fuertes y lograremos defender nuestra casa, die Hani.
Está bien, lucharé juntos a Uds. – dice Shoto.
Todos sus hermanos chullachaquis aplauden su decisión, le felicitan, abrazan y tocando un pequeño tambor danzan el ritual de la vida alrededor de los imponentes árboles.
Mientras que don Eliseo, sonríe feliz al ver llegar a Pedro Pipico cargando la motosierra y el galón de combustible.
Bueno muchachos ya estamos acá, dice con satisfacción y ordena con voz suave: Shanti, prepara un poco de shibé para aplacar nuestra hambre y tú Pedro Pipico tiende mi cama templando el mosquitero en medio de mis árboles.
Los dos operarios van a buscar las cosas para hacer lo que tienen que hacer.
De pronto Shanti se tropieza con algo, cae al suelo, se levanta y al ver con lo que ha tropezado es una tortuga y lo atrapa.
Y corre hacia don Elico diciendo encontré un  motelo.
¿Qué hago con este motelo, Don Elico?
Mátalo de una vez, quiero comer casco asado de motelo, después de cuarenta años, dice tocando su barriga.
Al ver la distracción de los madereros, Hani el más aguerrido de los chullachaquis, va hacia la tortuga, la levanta y la rescata de una muerte segura.
Los chullachaquis Shoto, Bari, Paro y Oshe, aplauden en silencio la temeraria acción de su valeroso hermano.
¿ Qué estás buscando Shanti? Pregunta Eliseo Valdez al verle buscar  cerca de sus piernas y botas de cuero.
Al motelo, don Elico, no le encuentro por ningún lugar. Creo ha corrido.
¿Qué? ¿ Dónde le has dejado pedazo de tontonazo? Pregunta sorprendido el maderero.
Eres un inútil Shanti, un inútil , torpe, inservible – dice enfurecido Eliseo ¿Cómo diablos se te va a escapar un motelo. Es el colmo.
Olvídate del motelo y prepara un shibé de una vez, pedazo de inútil.
Hey tú, Pedro Pipico, apúrate en alistar mi cama que ya quiero descansar.
Después de merendar, don Elico dice mañana a primera hora vamos a cortar estos árboles, luego vamos a retornar a la ciudad para venir a llevar las trozas con los helicópteros del ejército que contrataré. Es la única forma de sacar estos árboles de este lugar del demonio.
Y ordenó que Shanti y Pedro Pipico hagan guardia esa noche.
Los dos peones escopeta en mano, cabecean al vacío cerca a a fogata que está ardiendo.
Los chullachaquis Hani, Shoto, Paro, Bari y Oshe salen de su trinchera, apagan la fogata deshaciendo y regando los tizones, luego caminando de puntillas lanzan una lluvia de pepas de aguaje a Pedro Pipico que se despierta sobresaltado, arma en ristre y alumbrando con su linterna todo al alrededor y no ve nada.
Le enfoca a Shanti que duerme profundamente, se acerca y le da un golpe en la espalda.
¿Qué? Que tienes Pedro.
¿Por qué me golpeas?
No me gustan tus bromas tontas.
¿Qué bromas? Si yo no hice nada.
No te hagas el zonzo , indica enojado Pedro Pipico. Apagaste la fogata y me lanzaste un montón de pepas de aguaje.
¿Aguajes? Donde voy a encontrar aguaje, pregunta Shanti con tono pensativo.
Pedro retorna a su lugar de guardianía y se vuelve a la normalidad.
Cuando nuevamente los dos comienzan a dormir cabeceando al vacío.
Los guardianes del bosque se asoman y vuelven a atacar, esta vez con mas semillas que caen sobre la cabeza y la espalda de Pedro Pipico, que se despierta enojado y sin decir ni una palabra, arremete contra su compañero, propinándole patadas y puñetes.
Carajo – exclama Eliseo Valdez saliendo de su mosquitero y alumbrándolos con su potente linterna –les dijo – Yo les pago para que trabajen, no para pelear.
Shanti y Pedro se tranquilizan ocupando cada uno su puesto de vigilancia y se quedan profundamente dormidos sosteniendo sus escopetas con ambas manos, lo que aprovechan Hani y sus cuatro hermanos para quitarles sus armas y dejarles en su lugar un pedazo de palo redondo de capirona.
Luego de esconder las armas, vuelven a atacar con la finalidad de espantar a los madereros de su territorio, se transforman en una luz con energía volátil que da vueltas alrededor de los chullachaquis produciendo sonidos extraños fantasmagóricos, terroríficos que despiertan a los dos peones, que empiezan a retroceder con las piernas temblorosas hasta chocar espalda con espalda en medio de un desgarrador grito de espanto.
Pe..Pe…Pedro ¿Eres tú?
Sí…Sí…Soy yo.
¿Estás viendo y escuchando lo mismo que yo?
Sí y ahí viene hacia nosotros,exclama Pedro al ver un bulto blanco que camina en forma zigzagueante en la oscuridad.
Hay que despertar a don Elico para largarnos de este lugar embrujado.
-Pedrooooooo, Shantiiiiiiii.
El fantasma sabe nuestros nombres – afirma Shanti escondiéndose detrás de Pedro que tiembla de espanto.
El fantasma se tropieza, cae de bruces delante de los hombres que están a punto de correr o desmayarse de miedo.
Los chullachaquis se detienen formando un círculo en torno a los madereros que no les pueden ver. Se callan.
Pedazos de inútiles, quién diablos ha derribado mi mosquitero grita don Eliseo Valdez, quitándose el telar que le cubre todo el cuerpo.
Pero sí es don Elico – exclama con alivio Shanti.
 ¿ Y quién creías que era? Pregunta don Elico.
Hemos visto un fantasma igualito que Ud. don Elico – comenta Pedro Pipico.
¿Igual que yo?
Sí, don Elico – dice Shanti, así como Ud. cuando estaba tapado con el mosquitero.
Lo que pasa es que son un par de miedosos y cobardes.
Los fantasmas no existen, solo existen en la mente de gente ignorante y brutos como Uds.
Este lugar tiene su madre – don Elico, debemos regresar a la ciudad antes de que nos pase algo malo – advierte Shanti, sintiendo la presencia de seres extraños a su alrededor.
Yo no me voy a ir de este lugar sin llevar mis tres árboles de caoba que con tanto esfuerzo le he buscado desde hace mucho tiempo y nadie, ningún fantasma o madre del bosque me lo va a impedir.
Hani y sus hermanos al ver que es un hueso duro de roer, forman en el acto un tremendo remolino que arrastra a su paso incontables hojas de ishanga colorada, cientos de ramas de huingo y miles de hormigas pucacuros que caen sobe el cuerpo del maderero que se defiende de sus invisibles atacantes.
Shanti, Pedro, ayúdenme por favor, implora sintiendo el apabullante castigo de la naturaleza.
Los dosm peones ingresan al remolino para impedir que su patrón pierda el alma, según la creencia de sus ancestros.
Pero el muruhuayra que tiene fuerza de los chullachaquis y demás espíritus del bosque, gira con más intensidad tratando de levantar hacia las nubes a los tres depredadores y expulsarlos de su territorio.
-Imbéciles, cobardes, porque no dan la cara si son valientes, reta el Rey de la madera, lanzándose al suelo para evitar ser arrastrado como las hojas que se pierden entre las nubes.
Pedro y Shanti hacen lo mismo.
La selva es hija de la tierra y madre de todos nosotros – surge una espectacular voz del remolino que se aquieta lentamente y se transforma en Hani, Shoto, Paro, Pari  y Oshe ante los desorbitados ojos de los intrusos que no dejaban de rascarse el cuerpo.
El daño que Uds. hacen al cortar los árboles, al matar a los animales, al contaminar el suelo, el aire, los ríso y los lagos no solo nos afecta a nosotros, también a a Uds. que son hijos de la tierra.
Por favor no destruyan a estos tres únicos árboles que todavía nos quedan para salvar a la hija de la tierra que es madre de todos.
Ja,ja,ja,ja – ríe a carcajadas el maderero que se levanta seguido de sus dos leales peones y mirándoles en los ojos – vocifera – Chullachaquis tontos . ¿ A mí,  al rey de la madera me van a ordenar que no corte estos tres árboles de caoba con el cuentito de que estoy destruyendo la vida en el planeta?.
Ja,ja,ja,ja chullachaquis, shapshicos, enanos del bosque, a mí con esos truquitos de aprendiz de magos no me van a impedir que corte y lleve mis árboles.
Ya he matado muchos indígenas no contactados que no me dejan trabajar y generar riqueza en otros lugares de la selva.
Así que por favor desaparezcan de mi vista antes de que les mate a Uds. también.
Shoto quiere comer, Hani hace un gesto que no debe preocuparse y forman una incólume barrera delante del maderero.
Les advertí, demonios del bosque, les advertí, ahora van a ver quién soy. Muchachos levanten sus armas y disparen, ordena Eliseo Valdez sin ningún remordimiento.
¿Qué pasa? ¿Por qué no disparan pedazos de torpes? Mátenlos de una vez.
Don Elico, nuestras escopetas se han convertido en palo – exclaman a una sola voz los peones asustados.
Malditos demonios, de mí no se van a burlar – dice don Elico, dando vueltas como una animal acorralado en medio de un laberinto de voces que reproducen los chullachaquis, tomando la apariencia de otorongos, huanganas, sajinos, nutrias, paujiles y cotomonos, tratando de ablandar el corazón del maderero.
La motosierra, Pedro – pásame la motosierra- grita con un extraño brillo en sus ojos rojos desorbitados.
Los chullachaquis al ver que era imposible cambiar la actitud del ambicioso maderero, decidieron entonar la melodía del viento tocando sus pequeños tambores mágicos para que los tres árboles de caoba se multipliquen ante los alucinados ojos del extractor.
Pedro y Shanti no pudieron hacer nada para sacar a don Eliseo de ese bosque de ensueño, a pesar de todos los intentos, dejando a don Eliseo perdido para siempre en ese bosque maldito de los chullachaquis.

Carlos Velásquez Sánchez





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