( JORGE LUIS
SALAZAR SALDAÑA )
Don
Eliseo Valdez avanza por la trocha que van abriendo Pedro Pipico y Shanti
Tuanama en el bosque de la cabecera del río Pisqui.
Va en
busca de los cotizados árboles de caoba ue el brujo Shapiama le hizo ver en una
purga de ayahuasca.
Vamos
Shanti, no es hora de descansar, tenemos
que seguir caminando,
Pucha,
don Elico estoy cansado, ya no tengo edad para estos trajines.
Ahora
que te he dado trabajo, sigamos adelante, tenemos que encontrar esos árboles de
caoba.
Shanti
le dice: Ya hemos caminado por toda esta selva y no hemos encontrado ningún
árbol maderable.
Mejor regresemos,
estamos perdiendo el tiempo que solo existe en tu imaginación don Elico.
Escúchame
Shanti, estas bien que estés cansado, pero por ese motivo no vamos a regresar o
insinúas de qe estoy loco.
Mira don
Elico. Mira lo que tú no quieres ver. En toda la selva ya no hay árboles
maderables que valgan la pena.
Los
otros madereros como tú han barrido y saqueado la Amazonía como esas gallinas
hambrientas del vecino que entran a nuestra huerta y no dejan nada, ni siquiera
un árbol de palo de balsa. Tienes razón Shanti, pero yo te he contratado para
que vengas a trabajar y no a renegar, vamos a seguir hasta el final y punto.
De aquí
nadie va a regresar mientras no encontremos esos árboles de caoba que contemplé
en mi visión de ayahuasca.
Don
Elico, Don Elico, grita Pedro, retornando a toda prisa.
¿Qué
sucede Pedro Pipico? ¿Has encontrado algo?
Sí, don
Eliseo, al final de esta loma están los árboles que buscamos . ¿Árboles? ¿ Has
visto bien Pedro Pipico? le preguntó don Eliseo.
Entonces
no debemos perder más tiempo y vamos a ver de una vez esos árboles – ordena
Eliseo rebosante de felicidad.
Mira don
Eliseo –indica Pedro Pipico deteniéndose al final de la trocha. Ahí están los
árboles Don Eliseo, deslumbrado con la boca abierta, observando los tres
imponentes árboles que están en su delante.
Que
maravilla, son árboles de caoba, muchachos y abrazando a sus peones comienza a
saltar gritando de alegría. Voy a volver a ser millonario, jajaja.
Un
momento don Eliseo – dice Shanti, dejando de saltar. ¿Ud. nomás va a ser
millonario? ¿Y nosotros qué? Vamos a seguir fregados como siempre. No se
preocupen muchachos, yo soy buena gente, abrazándoles.
Cuando
exporte esta madera a las funerarias de
Inglaterra, que pagarán una fortuna por cada ataúd hecho de caoba, yo les voy a
dar un plus por su trabajo.
Espero
que no se olvide don Elico y no nos explote como lo han hecho los demás
madereros que han saqueado y depredado la selva – dijo Shanti.
Yo
siempre he pagado a mi gente y mucho mejor ahora que me van a pagar un millón
de dólares por cada uno de estos árboles que la gente piensa que se han
extinguido.
Mañana
mismo cortaremos a éstos árboles. Don Elico, si estos árboles valen una
fortuna, porque no nos dedicamos a juntar sus semillas para reforestar toda la
selva. Ahí si, todos vamos a ser millonarios de verdad- dijo Shanti Tuanama.
No
Shanti, no puedes hacer eso porque te vas a morir sin ver y gozar el dinero que
puedes ganar.
Pero,
vamos a matar a la “gallina de los huevos
de oro”, dijo don Elico.
Escúchame
bien Shanti, el único que decide que hacer aquí soy yo y nadie más ¿Está claro?
Así que
vamos a traer las cosas del bote para instalar nuestro campamento al pie de
estos árboles , antes de que anochezca y emprender la marcha del retorno.
De
pronto un gemido lastimero como el triste canto
del ayaymama, surge del corazón de los tres árboles de caoba.
Hermanos
¿Por qué están llorando? Pregunta sorprendido Hani que llega al refugio de
árboles de caoba jugando con una pequeña culebra mantona.
Van a
matar a nuestros árboles – responden en coro los chullachaquis que salen
temerosos y con los ojos llorosos de las aletas de los arboles.
¿ Quién
va a matar a nuestros árboles? dice Hani.
El
maderero – dicen los chullachaquis .
Otra vez
el maderero.
Sí,
afirman los chullachaquis poniéndose a llorar.
Hermanos
dejen de llorar – pide Hani, parándose delante de sus asustados hermanos
chullachaquis. Tenemos que luchar para evitar que e maderero mate nuestros
únicos árboles.
Yo no
quiero luchar, no quiero luchar dice Shoto, temblando de miedo.
El
maderero tiene armas y nos va a matar, hermanos, sino luchamos vamos a
desaparecer cuando el maderero derribe nuestros únicos árboles, advierte Hani.
Hani
tiene razón – interviene Paro – Cuando maten a esos árboles que son nuestra
casa, también nosotros vamos a morir, porque ya no hay más árboles maderables
en toda la selva donde podamos vivir.
¿ Te das
cuenta Shoto , tienes que ayudarnos a luchar para evitar que el maderero siga
destruyendo nuestra casa.
Unidos
vamos a ser más fuertes y lograremos defender nuestra casa, die Hani.
Está
bien, lucharé juntos a Uds. – dice Shoto.
Todos
sus hermanos chullachaquis aplauden su decisión, le felicitan, abrazan y
tocando un pequeño tambor danzan el ritual de la vida alrededor de los
imponentes árboles.
Mientras
que don Eliseo, sonríe feliz al ver llegar a Pedro Pipico cargando la
motosierra y el galón de combustible.
Bueno
muchachos ya estamos acá, dice con satisfacción y ordena con voz suave: Shanti,
prepara un poco de shibé para aplacar nuestra hambre y tú Pedro Pipico tiende
mi cama templando el mosquitero en medio de mis árboles.
Los dos
operarios van a buscar las cosas para hacer lo que tienen que hacer.
De
pronto Shanti se tropieza con algo, cae al suelo, se levanta y al ver con lo
que ha tropezado es una tortuga y lo atrapa.
Y corre
hacia don Elico diciendo encontré un
motelo.
¿Qué
hago con este motelo, Don Elico?
Mátalo
de una vez, quiero comer casco asado de motelo, después de cuarenta años, dice
tocando su barriga.
Al ver
la distracción de los madereros, Hani el más aguerrido de los chullachaquis, va
hacia la tortuga, la levanta y la rescata de una muerte segura.
Los
chullachaquis Shoto, Bari, Paro y Oshe, aplauden en silencio la temeraria
acción de su valeroso hermano.
¿ Qué
estás buscando Shanti? Pregunta Eliseo Valdez al verle buscar cerca de sus piernas y botas de cuero.
Al
motelo, don Elico, no le encuentro por ningún lugar. Creo ha corrido.
¿Qué? ¿ Dónde
le has dejado pedazo de tontonazo? Pregunta sorprendido el maderero.
Eres un
inútil Shanti, un inútil , torpe, inservible – dice enfurecido Eliseo ¿Cómo
diablos se te va a escapar un motelo. Es el colmo.
Olvídate
del motelo y prepara un shibé de una vez, pedazo de inútil.
Hey tú,
Pedro Pipico, apúrate en alistar mi cama que ya quiero descansar.
Después
de merendar, don Elico dice mañana a primera hora vamos a cortar estos árboles,
luego vamos a retornar a la ciudad para venir a llevar las trozas con los
helicópteros del ejército que contrataré. Es la única forma de sacar estos
árboles de este lugar del demonio.
Y ordenó
que Shanti y Pedro Pipico hagan guardia esa noche.
Los dos
peones escopeta en mano, cabecean al vacío cerca a a fogata que está ardiendo.
Los
chullachaquis Hani, Shoto, Paro, Bari y Oshe salen de su trinchera, apagan la
fogata deshaciendo y regando los tizones, luego caminando de puntillas lanzan
una lluvia de pepas de aguaje a Pedro Pipico que se despierta sobresaltado,
arma en ristre y alumbrando con su linterna todo al alrededor y no ve nada.
Le
enfoca a Shanti que duerme profundamente, se acerca y le da un golpe en la
espalda.
¿Qué?
Que tienes Pedro.
¿Por qué
me golpeas?
No me
gustan tus bromas tontas.
¿Qué
bromas? Si yo no hice nada.
No te
hagas el zonzo , indica enojado Pedro Pipico. Apagaste la fogata y me lanzaste
un montón de pepas de aguaje.
¿Aguajes?
Donde voy a encontrar aguaje, pregunta Shanti con tono pensativo.
Pedro
retorna a su lugar de guardianía y se vuelve a la normalidad.
Cuando
nuevamente los dos comienzan a dormir cabeceando al vacío.
Los
guardianes del bosque se asoman y vuelven a atacar, esta vez con mas semillas
que caen sobre la cabeza y la espalda de Pedro Pipico, que se despierta enojado
y sin decir ni una palabra, arremete contra su compañero, propinándole patadas
y puñetes.
Carajo –
exclama Eliseo Valdez saliendo de su mosquitero y alumbrándolos con su potente
linterna –les dijo – Yo les pago para que trabajen, no para pelear.
Shanti y
Pedro se tranquilizan ocupando cada uno su puesto de vigilancia y se quedan
profundamente dormidos sosteniendo sus escopetas con ambas manos, lo que aprovechan
Hani y sus cuatro hermanos para quitarles sus armas y dejarles en su lugar un
pedazo de palo redondo de capirona.
Luego de
esconder las armas, vuelven a atacar con la finalidad de espantar a los
madereros de su territorio, se transforman en una luz con energía volátil que
da vueltas alrededor de los chullachaquis produciendo sonidos extraños
fantasmagóricos, terroríficos que despiertan a los dos peones, que empiezan a
retroceder con las piernas temblorosas hasta chocar espalda con espalda en
medio de un desgarrador grito de espanto.
Pe..Pe…Pedro
¿Eres tú?
Sí…Sí…Soy
yo.
¿Estás
viendo y escuchando lo mismo que yo?
Sí y ahí
viene hacia nosotros,exclama Pedro al ver un bulto blanco que camina en forma
zigzagueante en la oscuridad.
Hay que
despertar a don Elico para largarnos de este lugar embrujado.
-Pedrooooooo,
Shantiiiiiiii.
El
fantasma sabe nuestros nombres – afirma Shanti escondiéndose detrás de Pedro
que tiembla de espanto.
El
fantasma se tropieza, cae de bruces delante de los hombres que están a punto de
correr o desmayarse de miedo.
Los
chullachaquis se detienen formando un círculo en torno a los madereros que no
les pueden ver. Se callan.
Pedazos
de inútiles, quién diablos ha derribado mi mosquitero grita don Eliseo Valdez,
quitándose el telar que le cubre todo el cuerpo.
Pero sí
es don Elico – exclama con alivio Shanti.
¿ Y quién creías que era? Pregunta don Elico.
Hemos
visto un fantasma igualito que Ud. don Elico – comenta Pedro Pipico.
¿Igual
que yo?
Sí, don
Elico – dice Shanti, así como Ud. cuando estaba tapado con el mosquitero.
Lo que
pasa es que son un par de miedosos y cobardes.
Los
fantasmas no existen, solo existen en la mente de gente ignorante y brutos como
Uds.
Este
lugar tiene su madre – don Elico, debemos regresar a la ciudad antes de que nos
pase algo malo – advierte Shanti, sintiendo la presencia de seres extraños a su
alrededor.
Yo no me
voy a ir de este lugar sin llevar mis tres árboles de caoba que con tanto
esfuerzo le he buscado desde hace mucho tiempo y nadie, ningún fantasma o madre
del bosque me lo va a impedir.
Hani y
sus hermanos al ver que es un hueso duro de roer, forman en el acto un tremendo
remolino que arrastra a su paso incontables hojas de ishanga colorada, cientos
de ramas de huingo y miles de hormigas pucacuros que caen sobe el cuerpo del
maderero que se defiende de sus invisibles atacantes.
Shanti,
Pedro, ayúdenme por favor, implora sintiendo el apabullante castigo de la
naturaleza.
Los dosm
peones ingresan al remolino para impedir que su patrón pierda el alma, según la
creencia de sus ancestros.
Pero el
muruhuayra que tiene fuerza de los chullachaquis y demás espíritus del bosque,
gira con más intensidad tratando de levantar hacia las nubes a los tres
depredadores y expulsarlos de su territorio.
-Imbéciles,
cobardes, porque no dan la cara si son valientes, reta el Rey de la madera,
lanzándose al suelo para evitar ser arrastrado como las hojas que se pierden
entre las nubes.
Pedro y
Shanti hacen lo mismo.
La selva
es hija de la tierra y madre de todos nosotros – surge una espectacular voz del
remolino que se aquieta lentamente y se transforma en Hani, Shoto, Paro,
Pari y Oshe ante los desorbitados ojos
de los intrusos que no dejaban de rascarse el cuerpo.
El daño
que Uds. hacen al cortar los árboles, al matar a los animales, al contaminar el
suelo, el aire, los ríso y los lagos no solo nos afecta a nosotros, también a a
Uds. que son hijos de la tierra.
Por
favor no destruyan a estos tres únicos árboles que todavía nos quedan para
salvar a la hija de la tierra que es madre de todos.
Ja,ja,ja,ja
– ríe a carcajadas el maderero que se levanta seguido de sus dos leales peones
y mirándoles en los ojos – vocifera – Chullachaquis tontos . ¿ A mí, al rey de la madera me van a ordenar que no
corte estos tres árboles de caoba con el cuentito de que estoy destruyendo la
vida en el planeta?.
Ja,ja,ja,ja
chullachaquis, shapshicos, enanos del bosque, a mí con esos truquitos de
aprendiz de magos no me van a impedir que corte y lleve mis árboles.
Ya he
matado muchos indígenas no contactados que no me dejan trabajar y generar
riqueza en otros lugares de la selva.
Así que
por favor desaparezcan de mi vista antes de que les mate a Uds. también.
Shoto
quiere comer, Hani hace un gesto que no debe preocuparse y forman una incólume
barrera delante del maderero.
Les
advertí, demonios del bosque, les advertí, ahora van a ver quién soy. Muchachos
levanten sus armas y disparen, ordena Eliseo Valdez sin ningún remordimiento.
¿Qué
pasa? ¿Por qué no disparan pedazos de torpes? Mátenlos de una vez.
Don
Elico, nuestras escopetas se han convertido en palo – exclaman a una sola voz los
peones asustados.
Malditos
demonios, de mí no se van a burlar – dice don Elico, dando vueltas como una
animal acorralado en medio de un laberinto de voces que reproducen los
chullachaquis, tomando la apariencia de otorongos, huanganas, sajinos, nutrias,
paujiles y cotomonos, tratando de ablandar el corazón del maderero.
La
motosierra, Pedro – pásame la motosierra- grita con un extraño brillo en sus
ojos rojos desorbitados.
Los
chullachaquis al ver que era imposible cambiar la actitud del ambicioso
maderero, decidieron entonar la melodía del viento tocando sus pequeños
tambores mágicos para que los tres árboles de caoba se multipliquen ante los
alucinados ojos del extractor.
Pedro y
Shanti no pudieron hacer nada para sacar a don Eliseo de ese bosque de ensueño,
a pesar de todos los intentos, dejando a don Eliseo perdido para siempre en ese
bosque maldito de los chullachaquis.
Carlos
Velásquez Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario