Hoy, durante la
lluvia, unos amigos contaron estas historias.
1. Jenny.
Una
amiga de mi mamá, que estaba embarazada, le contó que en su casa a veces se
aparecía un hombre bajito, feo, gordito y con un sombrero grande por su cocina.
Siempre que pasaba por ahí veía al hombrecito corretear de un lado a otro;
estaba muy atemorizada, solo con ella era la que lo veía. Le contó a su esposo,
pero no le creyó “es tu imaginación” le dijo. Mi mamá le preguntó si tenía un
árbol de higo y dijo que sí tenía un árbol bien bonito que daba unos higos muy
grandes y ricos; además de lo del árbol le contó que no se había bautizado a
pesar de que ya era mayor, entonces mi mamá le dijo que se vaya al cura para
que la bautice y le pida que bendiga su casa. Así lo hizo y con eso el duende
dejó de aparecer.
Después
de unos meses nació su bebé. Un día la señora se fue al cuarto de su bebe y no
estaba en la cuna desesperada empezó a buscarla, luego se dio cuenta que estaba
debajo de la cuna, dormidito y sin llorar. El bebé era recién nacido así que no
podía bajarse o caerse porque habría llorado, entonces llamó a mi mamá para que
le echase el “agüita del socorro” y desde entonces nunca más volvió a pasarle
nada raro ni a ella ni a su bebé.
2. Javier.
Te
cuento otra historia. En la casa de mis abuelos paternos solía aparecerse un
hombrecito pequeño que siempre era visto cerca de las plantas frutales que
teníamos a la entrada de la casa. Sucedió que una de mis primas se enfermó
mucho y entonces, por orden de mi abuelo cortaron todos los árboles por donde
se aparecía el hombrecito después de eso ella se recuperó. En adelante no se
volvió a ver al hombrecito (un duende, según creen); sin embargo hace poco pasó
en mi casa algo muy similar a lo que cuenta Jenny: a mi sobrino sin bautizar
(porque dicen que a los duendes les atrae sobre todo estos niños) lo
encontraron debajo de su coche, nadie sabe cómo llegó hasta ese lugar teniendo
solo un mes de nacido; en casa todos dicen que fue el duende, por eso ahora le
tienen un mayor cuidado y ya van a adelantar el bautizo del pequeño, pero les
voy a decir que le echen el agua esa que cuentas.
3. Carlos
Ahora
que se ponen a hablar eso de los duendes, hace tiempo mi prima me contó que a
su hijita, que entonces tenía 2 meses de nacida, siempre la tenían en su cama
rodeada de almohadas para que no se cayese; entonces fueron, ella y su esposo,
a la cocina para prepararse algo de comer; habrá sido cuestión de seis o siete
minutos lo que demoraron, según dice; cuando regresaron encontraron la cama destendida
y sin la bebe. Buscaron por toda la casa y nada, su esposo, alarmado llamo los
vecinos, porque la niña no aparecía, pensaban que alguien pudo entrar y se la
había llevado; luego mi prima le gritó:”¡Alberto, la niña está acá!”. La había
encontrado en un cesto de ropa boca abajo y casi asfixiándose. Buscaron por
toda la casa al “responsable” y nada, el vigilante que solía hacer la guardia
en la casa de al frente tampoco vio entrar ni salir a nadie. La pregunta lógica
es ¿cómo llegó la bebe de la cama hasta allí; es decir: sacar las almohadas,
destender la cama, bajar, “caminar”, subir al cesto, y tirarse de cabeza, y
todo con solo dos meses de nacida? Una vecina suya le dijo que seguro ha sido
el duende, y es que al costado de su casa había un huerto y ¿adivinen qué árbol
era el más grande y daba los mejores frutos? Exacto… un árbol de higo.
Cuando
me contó su historia dije: Bueno, ha de haber sido algún maldito que quiso
robar, ahora choros roban en un abrir y cerrar de ojos. Pero cuando me dijo que
después de encontrar a la bebe, su esposo y un grupo de vecinos entraron al
huerto para “buscar al duende” vieron que al pie del árbol de higo habían
recién escarbado; al mover la tierra encontraron una de las botitas de la bebe
bieeen al fondo…me quedé helado. Es decir, en cinco minutos nadie HUMANO puede
hacer así como si nada todo lo que ella cuenta y ahora les estoy contando, y
que nadie lo vea entrar ni salir, además de hacerle eso a una recién nacida.
Por ahí
me contaron otra parecida, pero es una historia más larga, pero esa otro día
les cuento.
Carlos Velásquez
Sánchez
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