(WILMER PEREA BECERRA)
Una
noche en el pueblo de El Embrujo, algunos pobladores, entre ellos las
autoridades escuchaban atentos las noticias relevantes, sobre todo los
referentes a las ocasionadas por las
incesantes lluvias: “Familiares y amigos del párroco Anselmo Gómez piden ayuda
para buscarlo, pues lleva perdido en la selva ya varios días.
Según
informaciones, el párroco de la Iglesia de los Santos Evangelios, fue visto por
última vez cuando se dirigía a pie desde El Embrujo a la ciudad de la Calurosa,
lugar donde hacía misa.
Su
amigo, el cura Américo Estupiñán, superior de los padres gregorianos señaló que
esta extrañado por su desaparición, porque el sacerdote conocía la zona y que
para él es incomprensible que se haya perdido.
-Más
información sobre el párroco Anselmo Gómez que desapareció misteriosamente en
el pueblo El Embrujo hace más de 07 días y no hay noticias sobre el paradero de
este misionero perteneciente a la orden de los gregorianos.
Lo
último que se supo de él , fue que salió el viernes 11 de julio, indicando en
la parroquia que iba para el Embrujo para cumplir los compromisos relacionados
con su función sacerdotal.
Sin
embargo, su retorno no fue posible
debido a un deslizamiento de tierra por la carretera, por lo que decidió
regresar a pie.
Algunos
testigos que lo vieron esa tarde notaron una preocupación por volver, así que
lo vieron salir hacia el poblado del Santa por un camino rural que bordea la
carretera, decían en el noticiero regional.
Al
día siguiente, llegó al Embrujo una comitiva procedente de la Calurosa y fue de
inmediato a visitar al Alcalde y solicitar la organización de un equipo de
búsqueda.
-Acá
nadie se pierde – ahorita mismo nos organizamos con el Sargento para buscar al
curita – dijo el alcalde en la reunión.
-Ojalá
el padrecito no haya caído al río, hablaban los vecinos y con lo caudaloso que
está, ya vuelta, de allí no hubiera podido salir.
Ojalá
que no se haya adentrado en las chacras de los narcos – aldián , esos no
preguntan, esos te matan nomás – dijo un vecino con voz preocupada.
-Nadie
sabe nada, es muy extraño, como si se le hubiese tragado la tierra – dijo la
autoridad.
-
O el río dijo otro.
Unos
campesinos dijeron que hubo un derrumbe que cerró la carretera y se llevó parte
del camino y que cuando pasaba el curita por allí, entonces suponen que se lo
llevó el huayco – comentó un rescatista.
Unas
mujeres dijeron que después de la misa, el padrecito se apuró en despedirse
porqué tenía asuntos que atender y que él siempre acostumbraba darse una
escapada para relajarse – dijo otro de los buscadores.
-Hay
rumores de que tenía una amante – sugirió alguien.
El
alcalde paró este último comentario diciendo: no hay pruebas – enfatizó.
Enseguida
se comprometió a ampliar las investigaciones hacia los diversos caseríos no
contemplado en la búsqueda, incluyendo a los que quedaban en las laderas del
río.
Si
ha caído al río Bravo – aldián – su cuerpo ya está tragado.
El
guardabosque zonal le dijo al alcalde: Seguimos el rastro de unas ancianas que
dijeron haber visto al curita varias veces desviar su ruta hacia el poblado de
el Manantial, pero no supieron decir hacia dónde.
-Para
ir al Manantial, hay que pasar por las faldas de la montaña Ayahuanca. Estas
tierras no son de confiar, hay muchas cosas misteriosas por allí, los
pobladores dicen que hay chullachaquis, lloronas y hasta una runamula.
-¿Runa
mula? Se sorprendió el alcalde.
De
pronto en el noticiero daban a conocer: “La población feligresa de la Calurosa
ha organizado veladas y cadenas de oraciones pidiendo que aparezca y encuentren
al párroco de la Iglesia de los Santos Evangelios, que lleva ya 15 días de
desaparecido.
Algunos
miembros de la orden de los gregorianos los feligreses participan en
expediciones de búsqueda sin éxito pero con esperanzas.
Además
se movilizaron los equipos de rescate especializados, pero hasta el momento no
se ha obtenido ningún resultado favorable.
Algunas
personas por su cuenta han hecho uso de brujos rastreadores y curanderos
ayahuasqueros para dar con algún rastro del curita desaparecido” Seguiremos
informando.
En
medio de estas noticias, uno de los campesinos presentes en claro estado de
embriaguez soltó un comentario desatinado.
-El
curita andaba de amores en el Manantial, yo lo he visto varias ve…..
Y
recibió insultos y empujones de los feligreses allí presentes hasta silenciarlo
y botarlo, mientras gritaban en tono aclarador: No se puede mancillar el honor
de un hombre bueno, de un santo.
El
párroco Anselmo Gómez aquella semana de su desaparición estaba preocupado por
las noticias de los derrumbes y accidentes causados por el clima que azotaba la
región.
Las
últimas noticias que recibió fueron referentes al derrumbe de la carretera
recién asfaltada que llevaba a el Embrujo y el huayco arrasó a una camioneta que
transportaba pasajeros.
Una
tragedia que motivó el cambio de su carácter, se puso taciturno y meditabundo,
muchas veces de mal humor.
Felícita
Sangama amaneció con heridas profundas y quemaduras de gravedad, empapada en su
propia sangre fue encontrada en su casa, en la chacra donde vivía con su marido
Santiago, de quién no se sabía nada porque estaba desaparecido.
Los
autores del hallazgo, su sobrino y un vecino la llevaron al poblado el
Manantial.
Los
vecinos se aglomeraron en torno a ella y se espantaron de verla tan mal, casi
irreconocible por la hinchazón que tenía en la cara y en el cuerpo.
Los
rumores y habladurías no se hicieron esperar.
Runamula
es runamula es.
Anoche
ha sido luna llena y esa es la prueba.
Amante
del cura era la Felícita, gritaba la gente.
Desgraciada
está, hay que dejarla para que muera allí mismo.
Tiene
castigo de Dios – vociferaba una mujer frenética.
Evangélicos,
cristianos, testigos de Jehová y supersticiosos huyeron espantados, otros
amigos más cercanos ayudaron al sobrino y llevaron a Felicita en dirección a el
Embrujo, en busca de alguna posta médica.
¿Será
verdad que es runamula? Se preguntaba el
grupo ¿Será que la Felícita es runamula?
Imaginar
ese cuerpo delicado transformado en una bestia del tamaño de una mula que bota
fuego por su boca y ojos y que en las noches de luna llena corría por allí
cabalgada por el mismísimo diablo quién latigueaba su lomo, abriéndola
profundas heridas en la piel resultaba inverosímil.
Y
todo eso por haberse atrevido a ser la mujer de un hombre religioso.
De
ser así ¿Sería verdad entonces que la Felícita era la mujer de un hombre de
Dios.
¿Acaso
ese hombre viejo que llegaba al Manantial y visitaba a Feícita era un
sacerdote?
¿Y
el Santiago, no sabía nada de esto? Y donde estaba ahora el Santiago.
El
grupo llegó a el Embrujo y los rumores llegaron de inmediato al alcalde, quién
junto al sargento se apersonaron de inmediato a la posta médica.
Felícita
que ya había perdido mucha sangre, no respondía al tratamiento, no volvía en
sí.
Runamula
es, runamula es…decía la gente.
¿Runamula
otra vez runamula? Se preguntó el alcalde.
El
sargento se acercó al alcalde.
La
gente del pueblo está hablando “runamula”, le dicen a la mujer “amante” del
cura.
Yo
le quería decir que uno de los hombres del grupo me contó hoy que siguieron el
rastro del curita que los llevó al Caserío del Manantial. ¿Será?... le dijo en
tono bajo pero preocupado.
Cállese
sargento – le silenció de inmediato el alcalde. Sobre esta situación mejor no
decir nada, porque no tenemos nada confirmado.
Esta
historia nos daría desprestigio y además no me daría buenos votos, tendremos
que esperar que la mujer despierte.
¿Y
tiene marido?
Solo
se ha tomado el testimonio del sobrino que es quién la ha encontrado y traído,
dice que del marido no se sabe nada, respondió el sargento.
Así
que tenemos otro que se evaporó – reflexionó el alcalde.
Otro
a quién se lo tragó la tierra o el río.
Felícita
ya está cansada de vivir en la chacra, el no haber tenido hijos la ha mantenido
conservada, pero la vida campesina es dura y marcada por la ignorancia, quién
pese a sus 40 años aún mantenía una
belleza juvenil.
Condenada
a vivir en la soledad ha renunciado a sus aspiraciones por el abandono a la que
la tiene acostumbrado Santiago Arévalo su marido, que anda de faenas en montes
ajenos o en uno que otro trapiche hasta quedar rendido de borracho.
-A
él, hombre macho come tacacho”, no le preocupa en lo más mínimo lo que sienta o
necesita su mujer, lo que ella diga es letra muerta, tan muerta como su
vientre.
Sin
embargo, ella haya el alivio a sus tristezas en las palabras del párroco que
visitaba al pueblo de el Embrujo.
La
compasión del párroco despertó un amor incondicional en aquellos ojos tristes,
en ese rostro fino y delicado, la amó y Felícita se entregó a lo que su corazón
demandaba.
Tuvieron
un romance puro, inocente pero secreto, oculto
loa ojos ajenos.
Pero
nadie lo iba a entender, nadie iba a aceptar ese amor inmenso y así pasño el
tiempo, mucho tiempo.
Felícita
como tantas veces espera la llegada de su párroco amado.
Santiago
como siempre la ha dejado para irse a faenar con sus amigos de un caserío
lejano donde él al finalizar el trabajo, siempre jugaba fútbol y bebían hasta
perder los estribos.
Felícita
piensa que el párroco quizás no aparezca por las intensas lluvias que no ha
parado todo el día y decide ir por el camino para ver si le da alcance, sale de
su casita en la chacra dejando la tushpa encendida mientras hierve un poco de
agua para hacer un café que combata el frío.
Avanza
rápido por el camino solitario, mirando a todos lados por si algún vecino la
descubriría y llegó hasta las faldas de la montaña Ayahuanca.
Sólo
se escucha el caudal furioso del río Bravo allá abajo.
Felícita
logró escuchar el sonido de unas pisadas que venían a lo lejos y observó
fijamente para ver si era su amado, envuelto en una capa de lluvia y con botas
de caucho.
Felícita
con el corazón alegre intenta correr para darle el encuentro, pero un frío
intenso la detiene.
Detrás
del párroco, se abría paso una figura terrible, un caballo negro. Mojado que
bota vapor por las fosas y el hocico, con Santiago de jinete.
El
marido de Felícita avanzaba con una furia incontenible.
¿Nos
ha descubierto? Piensa Felícita e intenta gritar, pero se le cierra la garganta
al ver que el jinete fustiga el caballo con fuerza y galope sin remordimiento.
Lo
ve lanzarse sobre Anselmo pisándole con el caballo, el cuerpo de éste cae, pero
a pesar del golpe y sin saber lo que pasa intenta ponerse de pie.
Entonces
con frialdad absoluta Santiago gira el caballo y asesta un machetazo en la
cabeza del párroco, quedando este clavado en el cráneo.
Sin
bajarse del caballo, este voltea la cabeza y mira a Felícita, ella aterrada
sale corriendo desesperada en dirección a su casa, pero sus piernas temblorosas
no tiene la velocidad del caballo.
La
ira del jinete traía olor a trago barato y apestaba a sudor de días, alcanzó a
Felícita y la cogió de los cabellos y sin detener el caballo siguió corriendo
hasta llegar a la casa y allí la lanzó hasta estrellarla estrepitosamente
contra la tushpa.
La
leña y el carbón ardiente saltaron violentamente sobre su piel.
Santiago
bajó de un salto de su caballo y fue sobre ella para golpearla sin piedad.
Sin
decir palabras cogió un látigo de caucho, esos de los que sacan de las llantas
de los carros y descargó su furia contra el cuerpo de su mujer.
Al
verla sin reacción se detuvo un momento.
Primero
me deshago de tu amante y luego me encargo de ti prostituta – dijo entre
dientes y con la mandíbula tensa.
Y
allí la dejó ensangrentada.
Tomó
otra vez el caballo y volvió al lugar donde dejó al párroco Anselmo y lo vio
allí tirado.
El
río, que se lo lleve el río – dijo.
De
esa forma se libraría de toda sospecha.
La
llovizna y neblina proporcionaban un perfecto camuflaje.
Cogió
el cuerpo y lo puso sobre el caballo, caminó entonces hacia una pendiente al
filo del abismo y muy abajo divisó el río Bravo.
Aquí
me la pagarás maldito, nunca te metas con un verdadero hombre- le dijo al bajar
el cuerpo.
Y
al empujarlo por el abismo. Sintió una mano que lo sujetó de su muñeca,
haciéndole perder el equilibrio y caer, mientras en la cara de Anselmo se
dibujaba una sonrisa y así el párroco caía llevándose a Santiago en el último suspiro de su vida.
Carlos
Velásquez Sánchez
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